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Un nuevo Hogar [Priv. Takemi & Astrid]

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Privado Un nuevo Hogar [Priv. Takemi & Astrid]

Mensaje por Takemi A. Shinju Vie Sep 23, 2016 3:35 pm

Ambientación:

Era la primera vez en la entera existencia de aquél joven mago, la primera en que, por fin, tendría su propio hogar. Un lugar personal, dónde dormir, dónde comer, dónde llegar a tener una familia inclusive si se llegaba a dar el caso. Ante esa última idea las mejillas se le tornaban un poco rosadas, pues aun teniendo ya más de 20 años nunca había estado en una relación amorosa y se sentía extraño, incómodo, casi incompleto, al recordar ese detalle.

Siendo un General de Orden se esperaría fuese alguien de más estatus social, con un hogar en una ciudad tal vez más noble, tal vez más rica, pero para aquél joven, la Ciudad Colgante no podía ser más cercana al paraíso. Él, quien amaba la naturaleza, los animales, las plantas, el aire fresco. Él, quien podía controlar casi que a voluntad la vegetación. ¿Quién más que él para escoger esa Ciudad para tener sus aposentos? Y, aunque ese era el mejor detalle, el segundo mejor detalle era que el costo no había sido tal alto como él esperaría. Habían sido más costosos los muebles y el lote donde construiría su hogar, que el hogar en sí.

¿Cómo era eso posible? La respuesta se encontraba, en aquél atardecer tan hermoso, en un bolsillo. Dentro de uno de los bolsillos de la larga túnica blanquecina de Takemi se hallaba su nuevo hogar: una gran semilla. Pero no era una semilla cualquiera, era una semilla bastante antigua, del tamaño de una cabeza de bebé, arrugada por la edad y la falta de humedad. Se trataba de una semilla especial, que le había costado un poco adquirir, pues se trataba de la semilla de una familia de árboles antiguos, tan grande e imponente como los árboles que poblaban la Ciudad Colgante. Aunque esa semilla se encontraba modificada en su exterior, pues tenía grabadas distintas runas y palabras ininteligibles por doquier. Takemi, durante meses, había estado imbuyendo la semilla y una serie más de runas que tenía grabadas en su largo bastón, pues la construcción de su hogar debía hacerse en un día, menos de un día, pues así era su deseo. Por esa misma razón había estado meses enteros planificando todo, construyendo los rituales y modificando las runas, imbuyéndolas de magia, de comandos y de indicaciones que sólo otro mago tan especializado en la vegetación como él podría descifrarlo.

Todo el tiempo y energías gastados en la planificación iban a dar frutos en pocos instantes, pues podría fabricar su hogar entera y completamente sin quedar casi muerto por el gasto energético que le hubiesen impuesto a su cuerpo y mente de no haberse tomado esas molestias con meses de anticipación.


Dentro de la Ciudad Colgante se encontraban algunos claros, espacios medianamente grandes sin presencia de los gigantescos árboles que poblaban la misma. El terreno tendía a ser barato en esos lugares, pues no había espacio que para un hogar o dos, pero se encontrarían fuera de la magia de esa ciudad: la posibilidad de estar arriba del suelo, transportándose por los puentes colgantes. Por esas razones el terreno era poco deseado, y sobre todo poco costoso.

Considerando eso, era bastante extraño encontrar a una decena de personas allá abajo, en uno de esos claros, especialmente con un montón de muebles, puertas, ventanas y tuberías desperdigados por doquier. Lo más extraño de todo el paisaje era ver el costado de un par de árboles, en los cuales habían puentes colgantes, pero sin estar colgantes. Una sección estaba conectada como debía al árbol, pero la otra conexión miraba melancólicamente al suelo, deseando se conectaba y ser así un verdadero puente colgante. Las personas, cruzadas de brazos, entre molestas por la espera y notablemente estresados tanto por el misterio de la situación como por el pensamiento de tener que volver a subir hasta los árboles para ir a sus trabajos y hogares nuevamente, miraban fijamente al joven de cabellos azulados que se acercaba rápidamente.

-¡Lamento la demora! Tenía que terminar con un par de preparativos, estoy eternamente en deuda por esperarme. –Se acercó al montón de mueblería y tubería, observándola, tocándola, golpeándola. Haciendo una especie de inspección tanto de la calidad como del estado de todo. En orden.- También les agradezco el perfecto trabajo, como era de esperarse de tan buenos orfebres.

Metió su mano izquierda dentro de la túnica, buscando algo. Finalmente sacó un montón de bolsas de tela, las cuales contenían obviamente los Soulinks para pagar a los distintos trabajadores ahí presentes. Muchos asintieron ante las palabras de Takemi, como reafirmando su gran trabajo. El joven tiró de una pequeña cuerda que mantenía juntas todas las bolsas y, como por arte de alguna magia, las mismas quedaron flotando frente al mago. Las bolsas estaban hechas de una fibra natural, por lo que su magia le permitía controlarlas y dejarlas frente a sí en el aire. Se acercó a cada uno de los ahí presentes, entregando el respectivo pago, dejándole una de las bolsas entre las manos.

Terminada su labor de pago y recepción de los bienes de su futuro hogar caminó rápidamente al centro del claro, mientras extraía la gran semilla de su túnica. Comenzó a murmurar unas extrañas palabras y la misma comenzó a vibrar y brillar con gran fuerza, como si las runas de su exterior cobrasen vida con cada palabra que salía de su boca. Algunos de los vendedores se habían ido, otros por mera curiosidad se habían quedado a ver qué hacía aquél loco con todos esos elementos en un claro sin absolutamente ninguna edificación.

Una vez en el centro del claro la semilla se dejó sobre el suelo cuidadosamente, como si de un bebé se tratase.


Lentamente Takemi se fue alejando de la misma, tomando una considerable cantidad de metros entre su persona y la semilla, pero mientras fue haciendo esto su boca seguía murmurando palabras extrañas, incomprensibles todas, con las que su báculo comenzó a brillar y vibrar también con fuerza, en una luz verde. Las runas, que antes estaban escritas en el mismo, se desprendieron lentamente del mismo y crecieron en tamaño, girando entonces alrededor del mago.

En un repentino momento se detuvo en seco, dando media vuelta y observando así a la semilla, que se encontraba tranquila, pero vibrante y brillante, en la posición donde había sido dejada. Alzó la vista al cielo, el sol comenzaba a tornarse anaranjado por el atardecer. Respiró hondo el aire puro de aquella hermosa ciudad, alzó el báculo y la otra mano al aire, y al expirar el mismo aire que había inhalado las runas salieron disparadas alrededor de la semilla, pero a igual distancia de separación que la distancia actual que tenía el joven de la semilla. Se creó de ese modo un gigantesco círculo compuesto por el pasto y maleza del claro, cerrado únicamente por las runas que se encontraban flotando en mitad del aire y Takemi, en el centro del círculo se encontraba la semilla, como corazón del ritual.

Tomó el báculo con ambas manos y lo giró frente a sí un par de veces. Al realizar este movimiento las runas, que antes se encontraban en el aire, tomaron una posición horizontal y se estamparon en el suelo, dejando este marcado con los símbolos de las mismas. Dio un paso atrás, para salir así del círculo, y entonces pronunció más palabras extrañas, antes de dar un fuerte golpe en el borde exterior del círculo con el bastón, desde donde surgió un rayo verdoso de luz, el cual definió el círculo, encendiendo en llamas las runas que se habían grabado anteriormente en un fuego verdoso.

Cuando el círculo entero fue iluminado por las llamas la semilla cobró vida. Vibró con aún más fuerza, provocando un zumbido, y se elevó un par de metros en el aire. Las runas marcadas en su exterior comenzaron a separarse de la misma, desperdigándose por todo el espacio del ritual. Todo este proceso tomó un par de minutos, en los cuales la semilla, aún flotante, giraba sobre sí misma.

Finalizado ese paso la semilla comenzó a desmoronarse y caer en el suelo, como si de arena se tratase. En esos momentos el suelo comenzó a bramar y a vibrar con fuerza, haciendo que las copas de los árboles cercanos al claro se estremecieran. Pero, extrañamente, no era un estremecimiento que indicaba problemas. El estremecimiento, aunque perturbador para quienes estuviesen desapercibidos de lo que pasaba abajo, se sentía como si los árboles vibraran de gozo. De repente de la tierra surgieron una infinidad de raíces, las cuales comenzaron a entrelazarse y elevarse hacia el cielo a gran velocidad.


Durante ese tiempo Takemi había regreso hacia su mueblería y tubería, golpeando todas y cada una de ellas con el báculo, el cual iba dejando una extraña marca verdosa en los mismos. También se acercó a los puentes que no tenían conexión aún, golpeándolos y dejando una marca a su vez.

Las raíces se agrandaron en diámetro y longitud mientras subían hacia el cielo, y de un momento a otro salieron rápidamente disparadas otras raíces hacia la mueblería, tubería y puentes marcados, agarrando los mismos al envolverlos, como si la raíz estuviese dándoles la bienvenida con un abrazo, antes de atraerlos rápidamente al interior del titánico montón de raíces que seguían creciendo y creciendo, tragándose de ese modo la mueblería y tubería, y conectando los puentes, subiendo con estos.

El tiempo siguió pasando, el pánico se veía en el rostro de algunos espectadores. En el rostro de otros, sorpresa. En otros, maravilla. Las miradas iban y venían, sin palabras, sin un solo movimiento, mientras que Takemi seguía moviendo su báculo de un lado a otro, como el compositor y cabecilla de aquella hermosa sinfonía de magia y vegetación. Aunque sólo se veía un enredo de raíces que crecían y subían, el joven seguía haciendo movimientos brucos de un lado a otro, como si supiera qué ocurría en el interior de esa maraña de plantas, como si les indicara qué hacer y cómo hacerlo.

De un momento a otro, cuando los puentes quedaron conectados a la misma altura que los puentes de la Ciudad Colgante, las raíces subieron otro poco más antes de separarse a los costados. Todo se detuvo en ese momento, antes de que la gigantesca estructura brillase por unos breves instantes. Pasado el brillo, la base se había convertido en un gran tronco, duro y resistente. La copa se había vuelto bastante frondosa en ramas y hojas, además de que del interior de la misma surgía un fuerte brillo a través de las ramas, se trataba de una bioluminiscencia de aquél árbol tan antiguo y tan extraño.

Pero eso no era lo mejor de todo: las anteriores puertas y ventanas se encontraban incrustadas arriba del árbol, siendo este la casa final de Takemi. El resto de la casa se encontraba dentro del árbol, como si fuese parte de este, como si el árbol hubiese crecido para ser una casa, y no un árbol que había sido modificado para ser habitado. Eso le daba a la casa un aire totalmente puro y natural, nada modificado ni fabricado por el hombre. La tubería se había cuadrado adecuadamente en el interior del tronco para proporcionar las evacuaciones y entradas de agua a la vivienda. Los muebles se encontraban en sus respectivas habitaciones, posicionados y sin ningún daño.


-Lindo atardecer para recibirte, Eden’s Domain. –Dominio del Edén. Un nombre perfecto para aquella hermosa creación, que parecía proveniente de la misma madre naturaleza.
Takemi A. Shinju
Takemi A. Shinju

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Privado Re: Un nuevo Hogar [Priv. Takemi & Astrid]

Mensaje por Astrid Dagmar Dom Sep 25, 2016 3:09 am

El dinero había dejado de ser un problema desde hacía relativamente poco, teniendo en cuenta que Astrid había dejado de lado su forma de vida nómada para finalmente asentarse en un lugar donde la economía no brillaba por su ausencia. De este modo, la cantidad de encargos adicionales que la Rubinus cumplía (más allá de aquellos que realizase en el trabajo o en el gremio) se habían reducido considerablemente, ya que la mayoría los aceptaba actualmente a modo de favor personal a algún conocido, más que por conseguir una recompensa jugosa que constituyera en recibir grandes cantidades de dinero.

Poco después de mudarse a Ba Sing Se, donde temía encontrar a ciertas caras conocidas, acabó dando precisamente con alguien con quien había compartido alguna que otra pequeña aventura o misión desastrosa, más bien. —¿Ulrich?—preguntó en voz alta cuando vio a su antiguo compañero revolucionario una vez que se encontraron entre las calles de la ciudad. El tipo se veía mucho más bruto que antes, pero parecía más alegre y feliz en comparación con su característico mal humor de antaño. Saludó a la Rubinus con una gran carcajada y dándole un enorme abrazo fraternal que casi le rompió los huesos.

—Así que ahora eres una Rubinus, ¿eh? ¡Quién lo diría! Tú, precisamente, que todo te importaba una comino…—Volvía a carcajearse. —Yo también me he vuelto todo un blando, ¿eh? Pero ya tengo bastante con cuidar de los míos y preocuparme por traer dinero a casa. Si no hubiera sido por eso, quizás seguiría siendo revolucionario… ¡o me habría vuelto Rubinus también!—bromeó, como si no se tomase realmente en serio el propósito de la organización civil a la que Astrid pertenecía. Entre unas cosas y otras, Ulrich le confesó que había dejado de lado toda acción delictiva (la cual no tenía precisamente que ver con su pasado revolucionario, si no con un carácter conflictivo nacido de problemas que no venían al caso) desde que su mujer le dio una segunda oportunidad, de forma que ahora tenía (otra vez) una familia que mantener. Dos hijos no se daban de comer solos, después de todo.

—Ahora soy carpintero. Mi abuelo lo era y mi padre también, así que estarían orgullosos de ver que finalmente me quedé con el negocio familiar. Tengo una tienda muy pequeñita, sólo estamos mi aprendiz y yo. Él me ayuda a cargar trastos y a hacer el trabajo sucio.—Sonrió de nuevo, pero automáticamente hizo una mueca de desánimo, tras haberse acordado de algo. —Aunque el otro día se fracturó el tobillo por una malísima caída… le curaron bastante bien, pero necesita reposo durante unos días. Así que, de momento, sólo estoy yo.—Astrid pensó en ofrecerse a acelerar su curación, pero el ex revolucionario habló antes de que pudiera decir nada. —Es una maldita faena, porque justo mañana tenía que marcharme hasta la Ciudad Colgante a llevar unos cuantos muebles que me habían encargado. No son muchos, pero pesan un quintal. Y uno ya está empezando a notar los años. Esto de ser humano no es rentable,—rió otra vez, intentando quitarle importancia al asunto.

Astrid tuvo una pequeña idea que nació de una mezcla de altruismo y de deseo de ayudar a un viejo conocido. Entre Ba Sing Se y la Ciudad Colgante había un trecho bastante, bastante largo, e incluso dificultoso. Probablemente tardarían en llegar un par de días si iban en un vehículo común. Y si además iba él solo, necesitaría hacer muchas más paradas en el trayecto. Eso sin contar con el cargo de muebles. —Déjame ayudarte, Ulrich.—Le explicó sus razones para proponerle aquello, provocando que en el rostro ajeno se formase una sonrisa de oreja a oreja. Él le dijo que, a cambio, le daría dinero por las molestias. —¿Me pagarás? ¿Tú, don Tacaño? Sí que has cambiado también, desde luego.—Sonrió de lado. En un principio pensó que hubiese sido mejor rechazar la oferta, pero teniendo en cuenta que Hikari se había quedado sin blanca por la reforma de la casa donde ambas vivían, pensó que una ayuda extra no vendría mal. Y sin embargo, ese no fue el principal incentivo para echarle una mano a su antiguo compañero.

Probablemente habrían pasado más de dos o tres años desde la última vez que estuvo en la Ciudad Colgante. No había tenido oportunidad de volver allí en mucho tiempo, y como Rubinus no había tenido necesidad de acudir ya que se trataba de una localidad sumamente tranquila y pacífica. Claro que siempre podría ocurrir algún altercado menor o podría suceder algo similar a lo acontecido en Valle Chocobo hacía poco más de un año, cosa que, en realidad, esperaba que no tuviese lugar nunca más. Lamentablemente, en tiempos de guerra, podía pasar absolutamente de todo.

Tras atender a las instrucciones de Ulrich, quedaron para el día siguiente para ponerse manos a la obra. La travesía iba a ser larga y tendrían que estar despiertos durante muchas horas, pero merecería la pena. Ambos ganarían dinero, después de todo.

La Ciudad Colgante les esperaba, majestuosa, rodeada de enormes árboles… y personas medio mosqueadas por alguna razón en particular. No con ellos, desde luego. En un claro de la localidad, varios carpinteros y orfebres venían acompañados de su mercancía, al igual que Ulrich y Astrid. Llegaron un poco antes de que apareciera un joven bastante alto —probablemente incluso más que el propio ex revolucionario—, que parecía ser quien les había contratado a todos, puesto que se dispuso a inspeccionar la mueblería y otros objetos que habían amontonado por allí cerca, para después pagar a cada uno de los presentes.

Ulrich sonrió de lado, tomando la bolsa con cierta avaricia. Ah, ese viejo no había cambiado del todo. —Parte de esto será tuyo, no te preocupes.—Astrid se limitó a golpearle suavemente el hombro. —Más te vale. No he dormido menos de dos horas en estos últimos días por nada, viejo.— ¿Debían irse? Sí, probablemente. Pero algo les hizo quedarse: el hombre de lentes comenzó a realizar un ritual extraño que captó la atención de ambos y de los demás, que, movidos por la curiosidad, decidieron contemplar el espectáculo que no sabían que iba a acontecer a continuación.

Astrid nunca había presenciado el poder de alguien capaz de controlar la vegetación o algo similar. Parecía entenderse perfectamente con la naturaleza, como si pudiera saber lo que ésta necesitaba y a su vez ella decidiera cumplir las órdenes que él le daba (o lo que sea que estuviera diciendo; después de todo, la Rubinus sólo lo veía murmurar sin saber qué decía). En lugar de un báculo, a ojos comunes parecía que sujetaba una inmensa batuta con la que dirigía una melodía de plantas, raíces y derivados que se movían al antojo del muchacho… hasta finalmente formar una espectacular casa dentro de un gigantesco árbol. La Rubinus —y la mayor parte de los presentes— se habían quedado con la boca abierta, pero la curiosidad inherente de la morena le hizo querer investigar un poco más sobre aquellas magníficas habilidades. Al menos, desde el lado teórico.

La gente empezó a dispersarse, y Ulrich se disponía a volver al vehículo. Astrid le pidió que le esperara allí, a lo que él le respondió que probablemente se echaría una cabezada. Genial, le tocaría conducir a ella y todo. Se acercó al joven, aclarando su garganta para llamar su atención. —Disculpe,—comenzó, desviando rápidamente la vista hacia el inmenso árbol, para después fijar sus ojos de nuevo en el contrario. —No he podido evitar quedarme maravillada con… esta hazaña,—comentó, señalando el nuevo hogar del hombre. —He estado viajando durante mucho tiempo, viendo todo tipo de habilidades de gente increíblemente poderosa… y jamás vi algo como esto.—Quizás sonaba demasiado aduladora hablando así, de golpe, mas sus halagos eran completamente sinceros. —Oh… disculpe mi mala educación. Mi nombre es Astrid Dagmar.—Le tendió su diestra, para estrechar su mano. —Es un placer.
Astrid Dagmar
Astrid Dagmar

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Privado Re: Un nuevo Hogar [Priv. Takemi & Astrid]

Mensaje por Takemi A. Shinju Lun Sep 26, 2016 1:25 am

Después de dar la bienvenida a ese nuevo árbol, que ahora era parte de la Ciudad Colgante, Takemi se acercó al tronco del mismo, para dar un par de palmadas en el mismo, como si fuese algún animal y le estuviese diciendo “Buen trabajo”. Con las palmadas se escuchó el resonar de la madera, dejando más que claro que aquél árbol era una realidad, no una ilusión. Muchos de los espectadores, curiosos, y otras personas que habían sido atraídas por el artífice de magia que había realizado, al darse cuenta que era una realidad, comenzaron a aplaudir. Simplemente no encontraban más qué hacer tras tal despliegue de magia.

Todos eran conscientes de la existencia de seres extraños, se convivía con ellos a diarios en Spirit Soul, pero no era tan común ver tal creación. Aplaudían para felicitar al joven mago, maravillados. No podían tener miedo ni preocupación alguna, el joven podía parecer bastante misterioso, pero no tenía en ningún lado de su aura un ápice de maldad o malicia, estaba más que claro con sólo verle que se trataba de una buena persona. Aun así Takemi se sintió un poco incómodo y tímido con tales elogios, solamente pudo girarse hacia los lugares de donde provenían los vitoreos e inclinarse levemente, en signo de agradecimiento.

Entre la pena, lo sonrojado que estaba, y las inclinaciones para agradecer los aplausos, el joven peliazul no se percató de la presencia de una cierta fémina acercándose.

-Disculpe. –Takemi dio un pequeño salto por la sorpresa, tanto de la presencia de aquella desconocida, como del hecho de oír una voz tan cerca de repente.- No he podido evitar quedarme maravillada con… esta hazaña. He estado viajando durante mucho tiempo, viendo todo tipo de habilidades de gente increíblemente poderosa… y jamás vi algo como esto.

Ante aquellas palabras Takemi se puso rojo como un tomate, por lo que rápidamente alzó la mano derecha (pues en la izquierda tenía agarrado su bastón) y la puso frente a su rostro, haciendo un gesto de estar acomodándose los lentes, para así ocultar la evidente pena que estaba sintiendo ante tantos halagos por una realización que simplemente había planeado y preparado con antelación.

-No, no… Te equivocas la verdad… No soy poderoso. –Señaló tras de sí, donde se encontraba su nuevo hogar.- Solamente puedo hacer cosas como esa. Además, realizar todo esto tomó meses de preparación. Realizar hechizos sobre el báculo, la semilla, adelantar partes del ritual, entre otros detalles técnicos… –Suspiró, como si intentase recobrar el aire, pero en realidad estaba recobrando la compostura. Bajó la mano de su rostro, ya con un tono de piel normal.- Construir todo esto de un tajo sin más me hubiera sido imposible la verdad.

Si la desconocida había sido sincera en sus felicitaciones, lo mínimo que podía y debía hacer Takemi era ser sincero sobre los métodos y complicaciones de fabricar su hogar. No le mentía en ningún momento, de no haber sido por los meses que, con antelación, había realizado encantamientos, rituales, entre otras cosas de magos, nunca habría poseído la suficiente energía mágica para construir algo de tal magnitud, mucho menos algo que tuviera un intrincado sistema de tubería, cableado, posicionamiento de mueblería, entre muchas otras cosas que incluían la construcción de un hogar.

-Oh… disculpe mi mala educación. Mi nombre es Astrid Dagmar.

Golpeó su mano derecha contra su túnica un par de veces, tanto para secar el sudor que había producido todo el ritual, como para limpiar cualquier suciedad que pudo haber generado el tocar el tronco. Los modales ante todo. Tras asegurarse que su mano estaba seca y limpia, procedió a estrechar la mano de la no tan desconocida de nombre Astrid.

-No tienes qué disculparte. Perdona por lo anterior, no sería digno estrechar la mano de una dama teniendo esta sucia. –Comentó, refiriéndose al gesto de golpear su túnica.- El gusto es mío Astrid, yo soy Takemi Shinju.

El joven tendía a omitir su primero apellido. ¿Por qué? No había razón en especial, simplemente que llevaba desde que tenía memoria hacia eso, así que ya era una costumbre presentarse como Takemi Shinju, no como Takemi Akari. Por unos instantes dudó acerca de si había sido buena idea o no presentarse con su nombre verdadero, después de todo era ahora un General de Orden. No sabía todavía cómo funcionaba la información en Spatium, mucho menos la información política y familiar, por lo que no estaba seguro de si su nombre, o su imagen también, habían sido difundidos por medios mediáticos. Esperaba que no, sería una molestia.

Se quedó unos segundos inerte, pensando en aquello, hasta que recobró los sentidos. Agitó la cabeza de un lado a otro, regresando al mundo real. Miró a Astrid por unos instantes y entonces dio media vuelta, dando un par de pasos hacia su hogar. Movió el báculo levemente hacia abajo, y desde la copa del árbol cayó un par de enredaderas, como si el mismísimo árbol les indicase a ambos que tomaran una enredadera cada uno.

-Sé que soy un desconocido, al igual que tú lo eres para mí. Pero si te tomaste las molestias de hablarme, y desperdiciaste tu tiempo viendo la construcción de mi hogar, como mínimo debería de invitarte al mismo a tomar algo. Así que… –Dijo, dando media vuelta nuevamente, para ver a la fémina.- ¿Aceptarías un té? Responderé las preguntas que tengas con gusto. Solamente agarra una enredadera, el árbol nos subirá.

En realidad Takemi los subiría retrayendo las enredaderas con su magia. ¿Pero a quién le importaba? Tecnicismos. Nadie les ponía cuidado.
Takemi A. Shinju
Takemi A. Shinju

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Privado Re: Un nuevo Hogar [Priv. Takemi & Astrid]

Mensaje por Astrid Dagmar Sáb Oct 01, 2016 6:02 pm

Ciertamente, presenciar un acto como aquél no era algo que sucediera todos los días. Había surgido en tan sólo un instante donde se combinaban las fuerzas de la naturaleza y del hombre, formando un espectáculo de una belleza inexplicable ante los ojos de cualquier ser que habitase en aquel plano terrenal. Los que habían acudido a la llamada del joven para entregarle los muebles y otros objetos necesarios para su casa habían sido los afortunados de presenciar en directo aquella habilidad tan magnífica, además de los vecinos que se encontrasen curioseando por la zona en ese momento.

Por su manera de hablar, el muchacho parecía ser una persona increíblemente modesta, lo cual le dio una buena impresión a la Rubinus, que escuchaba la enumeración de parte del procedimiento que él había seguido para llegar a construir su casa. —No dudo de que hay gran esfuerzo detrás de esto.—Sería bastante aterrador, de hecho. Sobre todo si alguien tuviese que enfrentarse a él en algún combate. Hacía crecer un árbol de proporciones gigantescas debajo del enemigo y éste seguramente saldría volando, como mínimo. —Pero eso no le quita mérito a lo que ha hecho.—Astrid pensaba que, incluso, le otorgaba aún más. Teniendo dedicación y paciencia podrían conseguirse resultados mucho más efectivos que teniendo mucho más poder e improvisando las cosas sobre la marcha. Esto no sólo era aplicable a la construcción de casas-árbol, si no a muchos otros campos en general.

No pudo evitar soltar una leve risa ante el trato tan respetuoso del joven, que decía llamarse Takemi. —Es un placer, Takemi. Pero tampoco tenías que preocuparte por eso,—respondió mientras estrechaba su mano. Generalmente no estaba acostumbrada  a ser tratada con cordialidad, teniendo en cuenta que su círculo de contactos no solía incluir a gente de las altas esferas ni que ella misma pertenecía a dicho mundillo. Por supuesto, la cortesía no tenía por qué estar limitada para personas con cargos altos o con mucho dinero. Al menos, el peliazul no aparentaba ser un hombre poderoso en cuanto a influencias se refería, puesto que en cuanto a habilidades sí que había demostrado sus increíbles capacidades. Sí que era cierto que parecía que había pagado una buena cantidad de soul links a los orfebres que habían acudido con sus respectivos muebles, pero, ¿quién diablos no estaba preparado con unos cuantos ahorros para el momento de comprar (o en su caso, construir) una casa?

De la nada, dos enredaderas cayeron desde la copa del árbol hacia donde estaban ambos. ¿Eso lo había hecho Takemi? A esas alturas estaba un poco de más preguntar eso último, pero seguía asombrándose del control que tenía sobre cada punto de la vegetación que les rodeaba. Se le veía comprometido a deberle una muestra de educación a la Rubinus, aunque ella pensara que no era necesario. —Bueno, no considero que mi tiempo haya sido desperdiciado. Ha sido un espectáculo digno de recordar,—comentó con sinceridad, tratando de quitarle la idea de que había malgastado los minutos estando allí parada observando cómo construía su vivienda.

Cuando le propuso subir, miró brevemente en la dirección hacia la que había partido Ulrich, que probablemente estaría aprovechando la situación para dormir a pierna suelta. Sabía que no podría tirarse toda la tarde conversando con el muchacho, pero conociendo a su antiguo compañero, con el cual había viajado varias veces, estaba segura de que al menos éste tardaría en despertar un buen rato. De este modo, no tenía por qué rechazar la propuesta de Takemi, a quien volvió a dirigir la vista. —Está bien, te lo agradezco.—Después de todo, necesitaba descansar ella también, aunque fuese con una pequeña charla. Agarró una de las enredaderas con firmeza, para después voltear su rostro otra vez hacia él. —Ya estoy lista. Cuando quieras tú, o el árbol… o… bueno, no comprendo aún muy bien lo que eres capaz de hacer.—Rió de nuevo y esperó a que la planta le subiera automáticamente hacia arriba. Debía asegurarse de agarrarse bien si no quería tener un mal movimiento y acabar produciéndose abrasiones en las palmas de las manos, o peor, terminar cayéndose desde las alturas.
Astrid Dagmar
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Privado Re: Un nuevo Hogar [Priv. Takemi & Astrid]

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