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MEJORAS MUNDIALES DE SPIRIT SOUL
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Mejora de Armamento 1 Armadura reforzada. Los soldados cubren su espalda, hombros, y brazos con armaduras mágicas. (+17 puntos al dado de defensa de cada soldado) 26/5/2016
Mejora de Infraestructura 1 Geisers de lava.Tus murallas son cubiertas por geisers de magma que queman todo lo que se acerca. (+100 hp a cada muralla al defender de una invasión) 21/8/2016
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Tipo Nivel Mejora Adquirida el día
Mejora de Armamento 1 Pólvora Delux. Las armas del reino sufren una mejora total. (+20 al dado de ataque de cada soldado) 26/5/2016
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Ecos del ayer [Abbigail Rush]

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Privado Ecos del ayer [Abbigail Rush]

Mensaje por Isela A. Ichinose Sáb Ene 09, 2016 7:58 pm

Una noche vacía, normal o típica en la vida de cualquier transeúnte que decidiera perderse en las vastas calles de la ciudad más conocida de dicho reino, después de Tempus Urbanis. ¿Qué llevaba a la revolucionaria a transitar esos sitios a cara descubierta sin ningún tipo de temor?, claramente la hipocresía con la que se sublevaba por encima de las leyes impartidas por el gobierno, jamás había aceptado salir con custodia, y nunca lo haría. Puesto que ante sus ojos, podía cuidarse sola a la perfección, tampoco era como si fuera capaz de confiarle su vida a otra persona…a excepción de una sola. Persona con la cual sabia de buenas a primeras que siempre estaría la revolución por delante, antes que sus deseos, sus anhelos y cualquier otra experiencia mundana de la cual pudieran disfrutar.

Era cierto que odiaba Tempus con todas sus fuerzas, aquel bajo sentimiento enraizado en sus entrañas era el motor que la impulsaría un día a arrasar con el reino en totalidad, hacerlo sucumbir ante su sed de venganza y por ende, tomar una vez más lo que sentía le habían quitado…parte de su orgullo o dignidad. Si, así era Isela, tan bella como un ángel en apariencias, pero tan codiciosa, tan rencorosa como cualquier demonio que no admitía ley mayor que la de su propio camino…algo que había aprendido de Takumi con el paso del tiempo.

Ese aire de autosuficiencia acompañado por orgullo tan obstructivo se notaba en cada gesto, cada cuidadosa mirada dirigida hacia ciertos puntos estratégicos derrochaba tal seguridad y sensualidad, como si un propio velo de misterio la mantuviese siempre en lo alto, tan inalcanzable para muchos o letal. Apenas una sutil sonrisa se dibujó en sus labios cuando un pequeño recuerdo asaltó su mente, uno que obviamente se reservaba con recelo de cualquiera, pero casi de manera inmediata terminó posando su atención en una de las tiendas de armas más conocidas de la región. Podían notarse diferentes de ellas, tanto de fuego como cortantes, por lo que automáticamente quedó prendada en ellas…La brisa del lugar movió con delicadeza esos largos cabellos oscuros, delineando la figura de la fémina que de por si era bastante agraciada sin ningún tipo de exageración, profiriéndole ese toque frágil que ocultaba tanto en su interior. Lo mismo ocurría entonces con aquel vestido ceñido al cuerpo de la cintura para arriba, pero que sin embargo, dejaba al descubierto aquel par de piernas bien torneadas como fuertes en el caso de que así lo necesitara.

Ingresó entonces en el lugar, perdiéndose en las enormes galerías para dirigirse expresamente, según ciertas indicaciones, a donde se encontraban las katanas. Un objeto que le gustaba bastante, y aunque poseía un par de ellas, siempre podía adquirir alguna más por simple gusto, tanto para ella como para él a modo de pequeño regalo. Suspiró finalmente de modo entrecortado, inclinándose cuidadosamente hacia adelante para observar las inscripciones en la hoja plateada de tal arma…Se mantuvo examinándola decididamente, pero claro, no la consideraba lo suficientemente buena o digna, así que solo paso olímpicamente de ella para seguir internándose en los solitarios pasillos de tal dispensa armamentística.
Isela A. Ichinose
Isela A. Ichinose

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Privado Re: Ecos del ayer [Abbigail Rush]

Mensaje por Abbigail Rush Sáb Ene 09, 2016 10:52 pm

Un cielorraso de madera muy fino y una lámpara de techo de estilo victoriano apagada, eran lo único que por aquellos momentos observaba la joven Rush. Recostada sobre aquella superficie blanda y mullida que era su inmensa cama de dos plazas y media, desatendida, arrugada y revoltosa como solía estar por las mañanas. Incluso a pesar de que por aquel momento, las estrellas ya brillaban en el firmamento que se podía vislumbrar desde el inmenso ventanal abierto que se encontraba a su izquierda. Por esta el frio lograba que la habitación se inundara de aquella frescura propia del reino helado, aunque claramente aquello no afectaba a la menor que se encontraba por estos momentos vistiendo simple y únicamente su aniñada ropa interior de color rosado, dejando ver gran parte del delgado cuerpo de la menor. Sus ojos de azulmarino por aquel momento se podían ver cansados, tristes, abrumados por la soledad que ella misma se producía.

El día entero de la muchacha se había tratado de hacer únicamente aquello, nada. Pasó por completo la tarde y la mañana dando vueltas por la cama, dejando que las horas pasaran sin más, sin razón, sin vida. Claramente la menor estaba deprimida, como la mayor parte del tiempo, exceptuando aquellos instantes en los que se dedicaba a hacer daño, mentir, o dar órdenes. Su tristeza sin embargo, no radicaba en ningún tipo de trauma, ni en una inmensa carencia de afecto. Ella simplemente se sentía vacía, no, ella se sentía completamente repleta de nada, una nada que la consumía día a día. Aún a pesar de aquello, para cuando las luces de la ciudad habían comenzado a iluminar su habitación oscura y las tinieblas del lugar y las masturbaciones mentales que Abbigail hacía a cada aspecto de su vida se habían esfumado. Logrando que la jovencita recobrara la vida y con esta, aquella bellísima sonrisa fingida que siempre llevaba. No tardó demasiado en dirigirse hacia su amplio salón de maquillaje, donde ocultó toda imperfección de su rostro, incluyendo aquellas ojeras que tanto despreciaba. Finalmente, la muchacha salió de su cuarto, donde dos hombres robustos que parecían haber salido de prisión le esperaban para acompañarle.

-Piérdanse basuras, no necesito de su ayuda en este momento simios subdesarrollados… -Musitó la adolescente con una ferviente mirada de asco hacia los empleados que se retiraron sin decir palabra alguna, estando ya acostumbrados a los malos tratos por parte de la menor. Por aquel momento simplemente bajó hacia la planta baja donde se encontraba su tienda para dirigirse hacia su oficina, sin embargo, en mitad del trayecto la imagen de un pequeño angel de hermosa mirada la detuvo.

Nada más y nada menos que Isela Adramelech se encontraba en su local admirando las armas del mismo ¿Y cómo no reconocer a aquella convicta de nivel mundial? Abby, había seguido el rastro de la misma durante mucho tiempo y sabía a la perfección los hechos públicos que de ella se conocían. Durante una reunión de revolucionarios se dio a conocer que alguna vez perteneció a la marina de Tempus, además de eso poseía alas blancas y negras, claramente era una hibrida. Estaba casada con el hombre de mayor rango en el ejército revolucionario, el rey negro y allí estaba ella… La doncella carmesí, cuyos ojos rojos solo atraían tempestades. Por suerte para Abby, la contraria se encontraba del otro lado de la habitación y no le había visto, sin embargo, no pudo evitar fijarse en las cualidades de la ajena.

-Dios…-Susurró para si misma. –Esta maldita zorra tiene un cabello hermoso… -Afirmó con desprecio asegurándose de que no la oyeran, para finalmente alzar una ceja. –No estaba enterada de que al líder revolucionario le gustaran las mujeres… planas –afirmó nuevamente para si misma, muerta de envidia por el cuerpo ajeno, quería arrancarle las tripas a aquella zorra y hacérselas tragar. Pero no era tan estúpida como para aquello, Abigail podía comprender la diferencia de poder entre ambas con tan solo mirarla. Sin embargo, si algo destacaba de la menor era su astucia y facilidad para engañar. –Puede que termines sirviendo a mis planes maldita perra… -Aseguró la joven mientras mostraba un rostro amigable y respetuoso mientras comenzaba a acercarse a la joven revolucionaria, hablando ahora en voz alta para que le oyeran, pero de forma cortés y respetuosa.

-Esa Katana data del siglo VII AGG, pero no se la recomiendo señorita. El fabricante era bueno haciendo katanas filosas si, pero claramente su durabilidad era minima. la empuñadura lastima las manos y la hoja claramente se romperá luego de dos o tres batallas debido a la reticente durabilidad de la hoja. Mi nombre es Abbigail, a su servicio señorita Isela… Si usted lo desea, puedo mostrarle dos ejemplares realmente dignos de usted, sin embargo, debo advertirle que estas Katanas son un tanto… Especiales… Y el precio por ellas es, bastante alto. –Afirmó la muchacha con una sonrisa carismática para con la mayor, deseando por dentro que aquella ramera perdiera cada uno de sus lacios y perfectos cabellos y tal vez, hasta engordara unos 100kg.
Abbigail Rush
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Privado Re: Ecos del ayer [Abbigail Rush]

Mensaje por Isela A. Ichinose Vie Feb 26, 2016 8:02 pm

En silencio aguardaba, admirando cuanta reliquia se posara frente a sus ojos, pero no con desmedida ansia, no cuando sabía perfectamente que lo que quería…lo tenía con el paso del tiempo a cambio de un buen “comportamiento”. Frunció el ceño, la idea de recordar aquel barco militar que aguardaba por ser usado no la llenó de complacencia pero…¿Qué otra cosa podía hacer?, nada más que obedecer y comportarse, aunque sea de momento. Que dulce contradicción, ella adoraba la calma pero por otro lado, la guerra, los conflictos y destruir todo lo que considerara obsoleto le generaba placer, más del debido aunque tuviese que controlar constantemente siempre ese propio fuego que residía en su interior.

Suspiró la obstructiva muchachita, desviando la mirada únicamente cuando una voz repentina la sacó de tal ensimismamiento, ¿quién se atrevía a molestarla?, era algo en lo que recaía constantemente, fuera donde fuera estaba rodeada de personas que de algún modo u otro inquirían su atención. Finalmente, como era de esperarse, se dignó a observarla como correspondía, obviamente por falsa cortesía pero que, al final de la cuestión era un punto que Isela jamás dejaba de lado…Podía llegar a ser sumamente educada, hasta “amable”, pero solo cuando la situación se diera a favor, buscaría cualquier punto débil como para aprovecharse del momento, obtener lo que deseara sin ensuciarse mucho las manos. Aquel impasible rostro no mostró emoción diferente más que seriedad e incluso aires de superioridad, recorrió la figura de la contraria de pies a cabeza para finalmente arquear una ceja, sin ninguna intención en particular visible. “Claro que estás a mi servicio, aunque dudo que puedas servir para algo más que para trapear”, supuso entre sus pensamientos, para luego sonreír con delicadeza, asintiendo apenas. –Oh, Abiggail, el placer es mutuo seguramente. Sin embargo, por más que la empuñadura llegue a lastimar, eso es lo de menos. Solo busco algo que sirva para decorar, algo sencillo. No se preocupe, el precio de un objeto jamás me ha preocupado en lo más mínimo- Así de directa se mostraba, cual consentida caprichosa que era nunca se cortaba a la hora de decir las verdades más simples o hirientes, eso…le daba expresamente igual con gente que no conocía o no había generado cierto lazo.

-Mis armas las obtengo de una fuente confiable, nada mejor en durabilidad y ligereza. Es obsoleto perder el tiempo aquí, de pie, así…señorita. Muestre lo mejor que tiene, veamos si algo llama lo suficiente mi atención- Dedicó por última vez una mirada bastante decidida, casi filosa y con notable énfasis, pero que logró confundir todavía con tal sonrisa increíblemente suave que se curvaba en tales sutiles labios, siendo notablemente capaz de mantenerle la mirada a cualquiera que así osara desafiarla…Apenas el fantasma de la distracción se posó en tales orbes cuando sintió algo peludo frotarse contra la pierna derecha, sin embargo, solo extendió delicadamente los brazos cuando este salto, atrapando al pequeño felino del averno. Este portaba una delicada cadenita alrededor de su cuello, siendo de plata para finalizar en un dije diminuto de forma circular, mostrándose ahí mismo el grabado de una fecha.

El felino tan caprichoso como su dueña, siempre insistía con acompañarla, con seguir cada paso que esta diese y a fin de cuentas, no era mala la idea. Siendo que la cabeza de la revolucionaria tenía buen precio encima, de ocurrir algún tipo de eventualidad…Hades sabría perfectamente como regresar a casa haciéndose invisible. Tal vez por unos instantes dedicó una mirada cariñosa al gato que cuidó todo ese tiempo, por quien se desvelaba para ver si estaba bien y entonces…retornó la atención a la fémina de cabellos celestes, estos eran llamativos, lindos, si…pero no al punto de que Isela deseara cambiar algo de ella misma. –Cuando usted quiera- , ordenó solapadamente, dando a entender que si al menos osaba distraerla, esperaba que cual bufón pudiera entretener sea lo que fuera a mostrar y decir.
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Privado Re: Ecos del ayer [Abbigail Rush]

Mensaje por Abbigail Rush Vie Feb 26, 2016 9:48 pm

La joven muchachita observó a la pelinegra con una amplia sonrisa, notablemente cortés y tranquila. Miraba a la ajena como una hermana menor miraría a su hermana mayor, admirada y tranquila sin mover un musculo. Aunque claro, todo aquello no era más que un teatro, una fachada, una pantomima creada por la menor para ganar el aprecio ajeno. Incluso, llegó a jugar con sus coletas solo para despertar cierta ternura en la joven de ojos violacios. Por dentro abbigail ardía en deseos de arrancarle aquellos ojos con una cuchara, de arrancarle cada ápice de su piel con un bisturí o probar aquella katana en la menor, pero no podía hacerlo, no por el momento por lo menos…

-Una fuente confiable eh?! –Musitó la hija de una diosa, sintiendo como retaban su orgullo. Tenía algo con lo que dejar boquiabierta a aquella zorra. –Imagino que usted sabrá perfectamente elegir a sus proveedores, por esa razón tengo plena confianza en que me considerará como una persona digna de ofertar, y además, sabrá que su tiempo en mi tienda ha valido la pena. –Musitó con plena confianza la menor mientras se giraba mostrando una sonrisa sobrante. “Ya verás lo que es bueno zorra, hablar así de mi mercancía…” –Sígame por favor señorita Adramelech, mientras llegamos a destino déjeme hacerle saber un poco de estas armas. –Musitó la muchacha sacando una llave de entre sus pechos, la cual colgaba de una cuerda. Para finalmente abrir una puerta de roble, que daba al sótano comenzando a bajar hacia el mismo.

-Verá usted, la razón por la que llamé a estos artículos “Especiales” es porque realmente  son armas bastante peculiares. Si usted ha conoce un poco de mitología demoniaca sabrá entenderme… Se dice que hace años, ocurrió una inmensa batalla en el cielo. Dos poderosos bandos se enfrentaron, Luzbell y San Gabriel… Ambos Arcangeles cercanos al dios de los mortales. Seres inmensamente poderosos que competían por el amor del mismo, hasta que un día, todo cambió. Luzbell cambió su nombre a Lucifer y se alzó en armas junto a un cuarto de los arcángeles mas poderosos contra su creador, Gabriel le enfrentó. Aquella guerra duró cinco eternidades, durante las cuales hubieron únicamente dos armas destinadas a darle fin al bando contrario. La primera en crearse, fue la espada de belphegor. Una katana de color negra con detalles rojos que representaba a la legión de los recientemente nacidos demonios o ángeles caídos. El poder de esta espada se centraba en el sufrimiento y en el control de las sombras, quien fuera cortada por esta sufriría dentro de su ser una eternidad de torturas en solo un segundo, al ser cortado por segunda vez, un veneno oscuro ingresaría en su cuerpo. Los síntomas creados por menjunje únicamente son capaces de ser sanados con la sangre de un demonio… Bastante irónico, que la salvación de un arcángel fuera aquella nueva raza que tanto detestaban.  –Abbigail suspiró y volvió a tomar aire mientras avanzaban hacia el final de aquel camino pedregoso. –En fin, como respuesta aquellas divinidades crearon su opuesto. Una katana de luz, capaz de desvanecer toda oscuridad que se presente ante ella, se centra en el poder de una luz cegadora y permite a su portador angelical aumentar inmensamente sus dotes que posee naturalmente por raza. ¿Crees que vas rápido ahora? Espera a ver lo que puede hacer esta belleza, han dicho… Ante el corte de esta espada, además, todo comienza a quemarse y no puede apagarse con agua, sino con fuego. Doloroso ¿no le parece? Supongo que a ello se refieren las escrituras cuando hablan de lanzar a los demonios al fuego eterno… -Afirmó abriendo la puerta del final del pasillo donde ambas katanas, eran iluminadas por un pequeño haz de luz.

Una de las espadas era completamente blanca, brillaba como ninguna otra en el mundo, totalmente digna de un angel. La otra, era negra con detalles en rojo sangre, oscura, un aura de sufrimiento y dolor se desprendía de ella. Ambas eran puros ejemplares de la más alta calidad, poseían hojas incapaces de romperse, y estaban destinadas a asesinar divinidades.  –Dicen que puedes asesinar cualquier raza con ellas. Aunque no las he utilizado jamas. Y he aquí la razón de su altísimo precio señorita Isela… La espada blanca solo acepta a un angel digno como portador, y asesinará a cualquier demonio que pose su mano sobre ella. La azabache al contrario, solo aceptará a un demonio despiadado como su amo. La cuestión es que… Podrían darle un poder inimaginable, o hacerle sufrir un destino fatal. El precio de ambas es de quinientos millones de soulinks, pero… Si ellas la consideran dignas, se las regalaré para celebrar nuestro primer trato. Si no es así… Aún podré conservarlas. –Afirmó filosa la menor sin faltarle el respeto, pero con una amplia sonrisa de satisfacción en su rostro. “Tomalas y muerete perra” –Pensó.

-Que más remedio me queda que obedecer, grandioso Lucifer, y entregarte mi alma a cambio de poder. Tus deseos son mis órdenes, nada me queda que apreciar, este mundo está condenado, y yo seré guardián de este caos. Que se cierne sobre la injusta humanidad, segare sus almas fríamente con sumo placer. Asumiré el destino que me ata a este infierno Y gustosa acepto blandir la espada del averno. -Musitó en voz baja la menor, en un dialecto infernal bastante exacto para ser que lo había hablado pocas veces. Recitando en aquel verso, el conjuro para comenzar el ritual de apropiación.

Imagenes de Katanas:
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Privado Re: Ecos del ayer [Abbigail Rush]

Mensaje por Isela A. Ichinose Dom Mayo 01, 2016 6:27 pm

¡Oh Santo Cielo!, como hablaba esa chica, parecía que en cualquier momento iba a quedarse sin aire de tanta palabrería que soltaba a diestra y siniestra. Isela estaba empezando a aburrirse demasiado, puede que se sintiese tentada de rodar los ojos, de ignorarla o simplemente marcharse pero no, ella por sobre todas las cosas era una mujercita educada, aunque por dentro supiese que toda esa sarta de lo que consideraba “tonterías” no le servirían demasiado. Solo había venido por una buena Katana y las veía si…pero detrás de un “muro” o discurso que estaba empezando a fastidiarla de cierto modo. Su rostro siempre se mostró sereno, prestándole atención por cortesía pero no despertando nada más que eso…incluso cuando la notó jugando con su cabello de modo tal infeliz, comprobó que además de alargar la situación, le faltaban algunas neuronas como para comportarse de tal modo.

—Oh, ya veo. Parece ser que estas Katanas tienen una historia bastante enriquecedora como para desestimar, ¿no?. Por cierto, bonito dialecto infernal, ¿en dónde lo aprendiste?, claro si es que se me permite saber…Quizás deberías tener un poco más de cuidado con esas recitaciones, teniendo en cuenta que no está en la naturaleza de un demonio perdonar o sentir lástima, sería una pena que cayeras accidentalmente en manos de uno— Musitó con calma, fingiendo enfáticamente un ligero aire maternal que obviamente no poseía, pero claro que era buena escondiendo lo que realmente pensaba o sentía, y por dentro esas palabras estaban dedicadas con altas dosis de ironía. —Dicen o afirman que las llamas infernales son realmente horrendas, pero más tenebroso es aun el último círculo infernal cuyo frio tan extremo no es concebido en este mundo, pero que duele mucho más de lo que cualquier mente mortal podría tolerar. Oh! Pero claro…son simplemente eso, conjeturas— Y ahí estaba, siendo el doble de irónica hasta un punto extremo, fingiendo ligera inocencia o desconocimiento sobre el tema, pues como la mujer segura de sí misma que era, nunca entraba en el típico juego de “mi casa es más grande que la tuya”. Veía obsoleto que una simple niña parlanchina supiese que ella misma venía de las entrañas del infierno, solo…no era de su incumbencia.

—Aunque estoy convencida que las cosas que parecen más inocentes, pueden ser las más perversas— Admitió con algo de arrogancia, acortando distancias siempre en ese paso tranquilo como relajado hasta que casi pudo sentir el aliento de la contraria chocar contra el suyo, empleó la diestra para tomarla del mentón con sumo cuidado pero no sin antes posar esa mirada intensa sobre los ojos de ella, como si buscase penetrar más allá de la propia alma de esta. —No percibo en ti ningún tipo de energía demoniaca, pero vamos…algunos demonios son completamente diestros a la hora de ocultar esto, ¿por qué lo digo?...Ah…no sé, simplemente te noté algo exaltada o emocionada cuando relatabas aquello, pareces estar bien versada en algunos asuntos que propiamente corresponderían a ángeles y demonios— Sonrió de lado, siempre seductora como orgullosa o hasta prepotente si así cabía mencionar, permaneciendo en silencio breves momentos hasta que la soltó para a nueva cuenta, tomar distancia, dedicándola toda su preciada atención a lo que valía la pena; las armas.

—Repito que el precio es lo que menos me preocupa y estoy dispuesta a pagar por ellas. Por cierto…¿Abbigail cuánto?, ¿hay alguna posibilidad que sean miembro de la familia Rush?, no es por nada en particular…simplemente por deducción he de suponer que no eres simplemente una comerciante más. Puedes responderme o simplemente no hacerlo, evadir o mentir…tú sabrás—
Isela A. Ichinose
Isela A. Ichinose

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Privado Re: Ecos del ayer [Abbigail Rush]

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