Ataque a mar abierto [Priv. Klaus, Vinnie, Blasius, Ilaira]

Con un cigarrillo en los labios y una tranquilidad que parecía rebasar infinitos, Blasius estaba tendido sobre el pasto de una colina en las afueras de la ciudad de Spatium Urbanis con vista hacia el puerto de donde saldría su embarcación, miraba con cierta pereza el cielo y casi quedándose dormido, si no fuera porque aún recordada que tenía una misión que cumplir en ese día; se le había asignado la misión de transportar “sanos y salvos” soldados de brigada que irían a una misión de exploración con el permiso de las tierras de Tempus, aunque la “exploración” solo era una fachada, la verdad era la búsqueda de algo importante para el reino de Spatium de carácter militar, deseos por deseos y estrategias por estrategias.
Hacía unas cuantas horas que había visto el expediente de cada uno de los soldados a los que llevaría, no había la gran cosa o por lo menos no que resaltara en lo que decían los datos, sin embargo, habían dos o tres que simplemente desplegaban su intriga, como por ejemplo el expediente de una chica hibrida, producto de un fénix y una hada, eso sí que era un poco extraño, “las apariencias engañan” fue lo único que pensó cuando vio aquello, sin dejarse llevar por lo que su conciencia le dijera en ese momento.

Sin duda Blasius no era un general que siguiera las ordenes al pie de la letra, siempre ponía variaciones en sus misiones, aunque fuera acompañado, las hacía como mejor le parecían y dejaba de hacer algo si no le parecía lo correcto, aunque ello tuviera repercusiones en su trabajo, después se encargaría de los percances que causara él mismo, cuando se diera la oportunidad, esa era su filosofía.
Viendo como los barcos partían de la costa y le llegaba el viento a la cara levantó la vista mientras que se ponía de pie, imaginar todo el trayecto le daba bastante pereza, ya que no era su primera vez haciendo una misión de esa índole.

Después de un rato más, bajó con toda la calma del mundo al puerto, siendo el último en subir al barco y en cuanto pisó en la cubierta, ya tenía cinco filas de brigadistas esperando sus órdenes — Muy bien, me alegro que hayan podido venir, mi nombre es Blasius Taegan, general de justicia…— dijo, presentándose y mirando las caras de todos los soldados allí presentes, fue entonces cuando vio con la cara de la hibrida de Fenix y Hada que tanto le intrigaba, la miró entrecerrando los ojos un poco, — Iremos hasta Tempus en esta misión, así que estén preparados para el viaje y una cosa más…— dejó una pausa para afinar la primera impresión entre él y sus subordinados y tomó aire mientras que miraba de nuevo a la chica con una media sonrisa como en su fotografía, la mujer era baja, y además parecía una niña, Blasius esbozó una media sonrisa — Tú te quedaras con diez hombres de tu lado… los demás vienen conmigo— dijo entonces dejándole el cargo “Tengo un mal presentimiento sobre este viaje” pensó en ese mismo momento mientras que daba la orden de romper filas, aquello que llevaba sintiendo desde antes de subirse al perla blanca era como una especie de escalofrío que le recorría la espalda “O simplemente puede ser el aire” pensó con algo de sorna, pues creer en algo más le era tedioso.
Después de eso, se dirigió a la popa en donde estaba el capitán, enseguida le dio la orden para partir y eso hicieron, aprovechando el viento de partida, salieron “disparados” mar adentro.
La tarde y la noche de ese día fueron relajados, todos los de brigada estaban esparcidos por la cubierta y la proa, ver aquello le provocaba bastante emoción pues a pesar de gustarle la soledad y el trabajo rápido (solo por su parte) era bastante relajante ver que tenía compañeros de misión.


A Blasius lo despertó un tremendo crujido a la mañana siguiente antes de salir inclusive el sol; en cuanto abrió los ojos salió disparado por la puerta de su camerino y llegó a cubierta, había flechas incendiarias cubriendo la proa, el fuego se esparcía lentamente. Blasius chaskeo la lengua en desagrado, pues había un navío claramente revolucionario como a 20 metros de distancia de el de ellos, y si se acercaban más probablemente los abordarían, no podían evitar lo que venía a continuación; en cuanto todos los brigadistas salieron se encaró a ellos —¡Escuchen, estamos siendo atacados por revolucionarios, este es un claro ejemplo de una declaración de batalla, ataquen sin restricciones, esto no es un juego! — ordenó a viva voz cuando ya el barco estaba siendo abordado casi, debía cortar aquellos lazos como fuere.
Blasius desenvainó su espada y corrió directamente hacía los hilos de carga mientras que transformaba la hoja de su arma en las dos hoces que siempre utilizaba en batalla, en cuanto estuvo en la baranda con un movimiento horizontal de una de sus hoces, cortó a la mitad el primero, haciendo salpicar la sangre por la cubierta. El cuerpo cayó por la borda y en seguida el general comenzó a cortar las cuerdas sobre los que veían sin duda bastantes hombres al ataque desde el lado contrario. Blasius corrió hacia la popa del barco, pero todo fue demasiado rápido, entre la chica medio fénix que desviaba más flechas incendiarias y lo que venía después de eso tuvo que hacerse cargo del siguiente ataque, dos balas de cañón estaban a punto de impactar justo en donde estaba y como si no fuera poco, aunque hubiera cortado los cables, seguían invadiendo todo el barco, entrando por todos lados, como una plaga de ratas.

Blasius luchó tanto como pudo ayudando a los soldados de brigada e incluso a los portadores del barco por igual, quemando con su fuego negro y atravesando cuerpos con sus hoces uno tras otro; pero eso no servía para mucho, pues parecía que no dejaban de salir los malditos revolucionarios, llegó un momento en el que se encontró rodeado, y la única salida era enfrentar a todos aquellos mal vivientes o simplemente tirarse por la borda para evitar problemas, aunque la segunda ya no era opción, por obvias razones. Se subió a la baranda del navío en la popa y comenzó a girar la cadena que unía a las hoces en círculos de forma vertical, para luego lanzar la hoz contra todo ese desperdicio sustancial, que, si bien le daba igual, no le gustaba que se metieran con sus planes.

El barco ya se encontraba envuelto por llamas, el mástil estaba caído ya; fue entonces que Blasius, después de deshacerse de la horda de carne, sintió que todo se venía abajo, no podía permanecer más en el barco y este recibió el último golpe de impacto en la zona ya dañada por una bala de cañón en el centro de barco a la altura de la cubierta, y en un pestañeo, el barco comenzó a hundirse mientras que se partía en dos.

—¡Protejan la proa, rápido!— gritó Janise a los soldados que se le habían encargado, el barco comenzaba a entrar en llamas y necesitaban defender la cubierta, mientras que el general Blasius estaba en la popa “¡Janis cuidado!” gritó su hermana dentro de ella al ver que la atacaban por la espalda, aquella era una de las ventajas de “tener a tu hermana gemela dentro de ti”, Janise volteó para ver lo que su hermana le decía, e inmediatamente se dio cuenta de por qué le gritaba, hacia el barco venían flechas incendiadas que darían en el blanco si no hacía algo al respecto, utilizar sus habilidades de eolokinesis dentro del barco no era una opción, pues las llamas ya habían comenzado y no quería que estas se esparciesen más, pero si fijaba el curso de sus ráfagas contra las flechas nada más, entonces se salvarían de una buena.
Janise hizo que las alas de fuego se desprendieran de su espalda, haciendo que se elevara por los aires hacia las flechas; estando a unos segundos de que estas la alcanzaran, giró en el lugar donde estaba, produciendo una gran esfera de aire que desvió las flechas hacia las aguas abiertas, aunque no fue capaz de desviar las más lejanas a ella y estas impactaron directo en la proa del barco, todo aquello estaba empezando a ponerle los pelos de punta a la albina hiperactiva, quien comenzaba a sentir presión en el pecho e irritación al mismo tiempo, además, el día era nublado y no tardaba mucho en comenzar a lloviznar, la buena noticia, las llamas se apagarían, la mala, seguramente si la tormenta era muy fuerte, se llevaría el barco con ella — ¡¡Malditos revolucionarios!!— dijo en tono de grito, a punto de lanzarse al barco contrario y quemar todo de una maldita vez, pero el otro lado de su conciencia la manejaba su hermana la mayor parte de las veces “No seas estúpida y regresa al barco, ¿qué pasará si dejas a tus hombre solos?” le dijo Ilaira con tono desesperado desde adentro, pues la situación se ponía cada vez peor, Janise entonces cayó en picada hacía la proa del barco, parte de la tripulación revolucionaria lo había invadido, pero eso no era lo peor, lo peor era que a los altos mandos, se les había ocurrido mandar aquella expedición con muy pocos hombres, de los cuales la mitad ya estaban muertos a causa de los ataques.

~Hace un día y medio~

—Il…Ila…Ilaira, despierta— Ilaira escuchó la voz de su hermana llamándola desde dentro, mientras que abría los ojos poco a poco y se sentaba sobre la cama de su apartamento, Ilaira miró el lugar con una pestañada aún somnolienta, el buzón estaba lleno de cartas sin leer, había bolsas desperdigadas por el piso, botellas de alcohol viejas y libros mal acomodados por el piso y en sus estanterías, su escritorio estaba lleno de papeles sin revisar, había una taza a la mitad de café frio y viejo de hacía unos días… —Que cochinero…— le dijo su hermana menor desde dentro con un bostezó —Mira que tu no haces nada por organizar cuando estás por fuera— le replicó Ilaira sin señal de queja, y la menor simplemente se encogió de hombros. Ilaira puso entonces los pies descalzos sobre el suelo de madera frio, una vez de pie se abrió paso entre todo el cochinero y fue desabotonándose la única camisa con la que dormía hasta quedar desnuda y meterse a la regadera.
En cuanto estuvo seca y vestida nuevamente, se paró frente a la puerta del baño viendo nuevamente el cuarto, limpió tan rápido como pudo, sacó toda la basura y limpió el buzón de correspondencia, en cuanto revisó las cartas se dio cuenta que la mayoría eran de estados de cuenta por gastos (en alcohol para variar) y demás gastos normales, menos una, la cual en cuanto terminó de leerla se vistió con el uniforme de brigada lo más rápido que pudo, tomó todas sus armas y salió del cuarto corriendo tan rápido como le daban sus cortas piernas pues aún le quedaba tiempo para llegar al lugar acordado. Le había llegado una carta por parte del general Blasius Taegan donde la citaban a ella y a varios más de brigada para participar en una misión que los llevaría por alta mar y era algo más que oficial, de modo que no podía decir que no. Llegó justo a la hora de la cita, se enlistó rápidamente, seguido de eso, y en cuento todas las provisiones estuvieran listas, abordaron al “Perla blanca” que los llevaría hasta la cuidad de Tempus en dos días de viaje. Se fijó en que el último en subir fue el general Blasius, todos los brigadistas formaron líneas en la cubierta esperando instrucciones del general y en cuanto esté la señaló abiertamente y le ordenó quedarse a cargo del primer grupo, quedó sorprendida, pues no esperaba que hubiera si quiera más de un grupo que liderar, eran demasiado pocos; simplemente asintió e hizo el saludo característico, pero el hombre en cuestión no dijo nada más “Hombre de pocas palabras…” pensó Ilaira para su hermana, quien asintió a ello como si no le importara mucho realmente.

~Actualidad~

Janise en cuanto pisó de nuevo el barco corrió hacia uno de los revolucionarios que estaba presionando contra el piso a uno de “sus hombres” y le ensartó la espada que llevaba consigo siempre en la espalda, justo debajo del pulmón izquierdo, el hombre tuvo una arcada y un grito de dolor tan horrido que casi sobre sale por encima del sonido del crepitar de las llamas y los gritos de guerra de los otros, tosió sangre y la misma cayó sobre el soldado al que tenía acorralado, en cuanto la hibrida sacó la espada del rebelde, un chorro de sangre salió disparado hacia ella, manchándole el uniforme.
AL mismo tiempo, se escuchó una explosión que provenía de la popa, y después de esa otra más, en cuanto Ilaira revisó como estaba la cubierta del barco, se dio cuenta de que estaban perdiendo la batalla, ya incluso había peleas donde solo uno de los soldados de brigada combatía con más de dos revolucionarios, aquello se estaba viniendo abajo, las llamas estaban a punto de quemar todo el lugar “¡Janise, el mástil!” gritó desde dentro Ilaira, en seguida su hermana reaccionó, dándose cuenta de que caería encima de ella y de otros más si no hacía algo rápido, el crujido de la madera crepitante vino acompañado entonces del primer trueno que avecinaba la tormenta; enseguida Janise clavó su espada en el piso y con un fuerte movimiento de las manos de atrás hacía adelante acompañado con un movimiento de cuerpo entero en la misma dirección, hizo soplar el viento en dirección al mástil desde donde estaba, las llamas en él se avivaron, pero eso solo fue de ayuda para desprenderlo desde abajo, y entonces con el movimiento de una patada hacía el mástil desde donde estaba, una oleada de viento cortante llegó hasta el mástil, partiéndolo a la mitad y haciéndolo volar hacia el lado izquierdo del navío para que así cayera sobre el agua.


Etonces algo pasó que no se esperaba, en un instante y después de recuperar la compostura, se sintió en el agua, con la vista nublada por la misma. El barco se había roto por la mitad y ella había caído justo por el centro, cuando miró hacia arriba dentro del agua aún con los ojos abiertos de par en par, vio como las gotas de lluvia comenzaban a caer sobre la superficie marítima.

— Día de tormenta, muchachos — dijo el albino al tomar una de las cuerdas del mástil y descender de la misma como si se trata de una liana hasta tocar la madera con sus pies — sin embargo hay que llegar a costas de Spatium, esta noche no podemos quedarnos en alta mar — agrego el capitán, mientras su tripulación se mantenía ocupada cada uno en sus obligaciones.

Mientras que Klaus camino hasta bajar por la escotilla del barco hasta llegar al panel de esclavos donde traía dos usuarios, revolucionarios… compañeros de Raziel — ¿Cómo se han comportado nuestros invitados? — Le pregunto a Vinnie quien hacía guardia de los custodios — lo normal capitán, ciertamente bastante silencios — se burló el ángel caído, ya que los hombres se mantenían inmovilizados con las cuerdas y una particular cubría sus bocas dándole la oportunidad para gruñir o murmurar cosas inexplicables.

Klaus observo a los dos hombres y su sonrisa se marcó con maldad. Aquellos miserables estuvieron el día que Kardos murió — Vinnie, déjanos solos — ordenó al mirar al rubio y el mismo solo se dio media vuelta para caminar para subir a cubierta dejando solos a los invitados con el licántropo.

Su pasado estaba provocando que las ataduras en las que sellaba esa venganza que se revolvía en su interior poco a poco se quebrantaran dejando salir a una bestia interior, la misma que reino por años durante Arcadia — ¿pensaron que podían escaparse? — La sonrisa del licántropo se amplió — tendrán el mismo destino de Kardos, pero tan macabro que cada uno me suplicará por su muerte — menciono al momento que se acercó hasta las rejas de la prisión, y con su dedo salió un material verduzco que lo utilizo para cortar lentamente las cuerdas que evitaban que hablaran.

Para sorpresa de Klaus aun con la facilidad de hablar, ninguno de los reos dijo ninguna palabra por lo que el lycan sonrío orgulloso — como lo pensé, cobardes — recalco la última palabra provocando que uno de los chicos se inclinará al frente donde Klaus lo estuvo esperando — eras un traidor, merecías lo que te paso — rabio de tal manera que provoco que Klaus extendiera la mano provocando que el material ectoplasmatico se solidificara hasta crear una mano que agarro el cuello del revolucionario.

— ¿Traidor? Kardos era mi familia — expreso y frunció el ceño — ustedes no eran nada de mí, solo una ideología muerta. Una que me hizo perder mi vida, pero no solo eso — bramo y apretó más el cuello del contrario mientras que el otro sujeto seguía mirando la situación como si pensará en interferir o solamente quedarse callado.

— Ustedes son los responsables, que Kardos muriera… y los mataré por eso — expresó al soltar el agarre cuando el licántropo se separó de la celda — disfruten sus últimos minutos — dando media vuelta para subir hasta cubierta — haremos una parada en alta mar, Cassim; marca el rumbo — le ordeno, al subir hasta llegar al timón donde el alquimista se alejó para darle el control del barco al licántropo.

Iba a disfrutar la agonía de aquellos revolucionarios, iba a descuartizarlos antes de darlos de carnada para los tiburones y animales acuáticos que yacían en esas aguas. La mirada de Klaus se había afilado de tal forma que logro provocar murmullos entre los tripulantes, ciertamente los negocios personales no iban en compañía de su tripulación pero ciertamente aquellos revolucionarios estaban condenados a morir por un buen botín que solo fue el regalo para sus aliados.

La satisfacción la tenía Klaus al momento de aceptar el trabajo, al momento sintió el miedo de las ratas al ver su cara nuevamente de aquellos que lo creyeron muerto. Hector, parecía revivir cuando se trataba de encontrarse con su pasado, un pasado que ninguno de sus compañeros conocía.

Apretó con fuerza la madera del timón, observando como un fugaz relámpago pasaba muy cerca del barco para perderse en el horizonte del mar. El sonido del trueno no fue sorpresa para él, ni para el resto de tripulantes — saquen a los prisioneros de la celda — ordeno y observo al alquimista — Cassim, controla el timón — menciono al afilar la sonrisa al momento que Vinnie trajo consigo a los prisioneros y los obligo a hincarse al frente del capitán.

Saco entre sus ropas la daga que pertenecía a Kardos, y fue con la misma que penetro la piel de uno de los chicos cortando la piel hasta llegar al vientre y lo saco dejando que la sangre corriera por la madera del barco — nadie, va a venir a ayudarlos — hablo con satisfacción, haciendo el mismo proceso con el otro — mátalos, Ruby. Pero que sufran en el proceso y luego los tiran al mar — dio la orden, mientras se alejaba de ellos dándole paso a la carnicera del barco.

Escucho los gritos, escucho como se retorcían como ratas mientras la lluvia lavaba la madera del barco hasta que los chillidos cesaron y los cuerpos fueron arrojados al mar no pudiendo esperar por la tormenta que movía violentamente las olas del mar provocando que el mismo barco se alterara — controlen las velas, miren el panorama — ordenó un capitán que volvía en sincronía con la situación — ¡capitán hay cuerpos caídos más adelante!

Era la voz del ángel caído que alertaba la presencia de extraños en el mar — ¡preparen los cañones, estén alerta! — gritaba mientras sus pasos los dirigía hasta la proa para tener una mayor vista ante los restos de barco que eran arrastrados por la tormenta.