La incógnita de la ecuación [¡Libre!]

-¿A dónde demonios pienso llegar con esto...?-

*Balbuceaba Ventus, mientras, exhausto, cruzaba la entrada de la academia, con paso lento e incluso desincronizado. Desde que el fin de su viaje se encontraba a cada paso más cerca, una extraña sensación le carcomía la mente, día tras día, en todo momento. Una sensación de la cual apenas conocía el origen. Comenzó su larga travesía desde Spatium hasta Tempus justamente para alcanzar la meta de ingresar en la academia de formación de dicho reino, pero... ¿Por qué se encontraba tan confundido y perdido? ¿Aquel era de verdad su destino, encerrarse en un edificio para tan sólo estudiar y resignarse a una nueva vida? No podía dejar su pasado atrás de tal manera, tenía aún muchas dudas que resolver, y sabía que el estudio no haría más que brindarle respuesta a unas cuantas ecuaciones y biografías de personajes famosos que se le vinieran a la mente. Realmente, durante los días que pasó viajando, tuvo suficiente tiempo a solas con sus pensamientos como para llegar a la conclusión de que estudiar en verdad no era la forma correcta de encontrar a su padre, por ejemplo, lo cual era una de sus mayores metas en aquel entonces. Mientras recorría el patio de la entrada para internarse al edificio estudiantil, reflexionaba sobre cómo sería todo aquello, cuáles serían sus horarios, compañeros de clase, profesores... No estaba a gusto con su vida en aquel recinto, era cierto, pero no por ello iba a privarse del placer que le solía brindar el ser tan curioso por las cosas. Mientras se aproximaba a la entrada al edificio, observaba el cielo escasamente anaranjado, el cual se encontraba despejado, con algunas motas blancas que rompían aquel color plano, pero que tampoco estropeaban su belleza, sin embargo. Era media tarde, el sol se aproximaba al ocaso y la iluminación ambiente comenzaba a volverse amarillenta. Tras cruzar el patio, finalmente se internó en el edificio, topándose con seguramente la secretaria de la academia justo al lado de las puertas, en el interior de una sala que se comunicaba con la entrada mediante una ventana rectangular y de tamaño considerable. En la encimera, de madera pulida, reposaba un lapicero, un sello, unas carpetas azules y moradas a un extremo, y unos pequeños "folletos" en el otro, y justo en el centro se encontraba situada la mujer, con su computadora en marcha y, como no, montañas pequeñas de folios a ambos lados. La mujer era de joven, sin llegar a serlo del todo. Seguramente rondaba los 30 años, llevaba su pelo castaño recogido en una cola de caballo, su afilada mirada se encontraba sumergida en los datos que aparecían en la pantalla del ordenador, ignorando casi por completo al joven que se plantó con su mochila de viaje frente a ella*

-¿...?- Ventus se quedó un rato observándola, esperando que su consistente llamada silenciosa le llamara de una vez la atención, pero nada sucedía. El silencio reinó en la entrada, tan sólo el eco de los pasos del personal académico que se encontraba seguramente en el edificio resonaba, procedente de los pisos superiores. Ventus sintió cómo su columna vertebral se retorcía de la tremenda falta de educación que estaba presenciando, por lo que trató de disimular lo máximo posible su malestar. Entonces, para que aquello no se alargara más de lo "necesario", asaltó con un saludo ligeramente hostil a la secretaria -¿Perdone? ¿Podría atenderme, si le parece?-

*De repente, el rostro de la mujer se eleva con tranquilidad, como si aquella incómoda situación ya la hubiese vivido un millar de veces, y con una sonrisa y mirada pacientes, respondió con cierto tono alegre a la petición de Ventus -¡Bienvenido a la academia de formación de Tempus! ¿Qué desea?- Aquel extraño y desconcertante entusiasmo hizo que el chico se odiara a sí mismo por haber asaltado a la mujer de tal irrespetuosa forma, deseando con todas sus fuerzas retroceder en el tiempo para comenzar aquella conversación con mejor pie, pero lo hecho ya no podía cambiarse, y tenía que resignarse*

-Me gustaría completar mi ingreso en la academia. Se le informó de mi petición hará unos días, mediante una carta procedente de los ciudadanos de Spatium...- Como si la carta hubiese llegado hacía tan sólo minutos, la mujer se levantó de su asiento entusiasmada, mientras sacudía su cabeza enérgica en señal de aprobación*

-¡Sí, la recibimos! ¡Es un placer tenerte con nosotros, joven Ventus! Siento ser tan maleducada, pero... ¿Trae el dinero consigo?-

-Por supuesto- Respondió, mientras asentía y buscaba un sobre en la mochila que llevaba cargada a su hombro derecho. Tras encontrarlo, lo sacó de ella y lo extendió sobre la encimera, haciendo que, al ver dicho sobre, la escritora lo guardara en unos cajones del fondo de aquella sala con discreción. Entonces, regresó con un folio lleno de cuadrículas alargadas, las cuales eran ranuras donde insertar los datos del nuevo fichaje -Tenga, rellene esta ficha y oficialmente será alumno de la academia. Tome un bolígrafo- Dijo, mientras le ofrecía la ficha y el bolígrafo sacado del lapicero a la misma vez, con una sonrisa educada y sincera.  El joven los tomó y, tras sentarse un rato sobre uno de los asientos de la recepción y ponerse manos a la obra, completó la ficha de ingreso, la cual devolvió sin demora a la secretaria. Al haber finalizado, se despidió de la mujer asintiendo alegremente y abandonó el edificio, con un sabor de boca extrañamente dulce. "Maldita sea, se me olvidó preguntar si era una academia de internos... ¿Ahora dónde duermo?". Regresó a la recepción con la esperanza de que aquella mujer resolviera su importante duda, pero por desgracia no se encontraba en la sala de antes. ¿Ahora qué podía hacer?*

*Ligeramente desesperado y nervioso, volvió a salir del edificio para dar un paso alrededor de éste e investigar sus inmediaciones, ver qué instalaciones se encontraban en el recinto aparte del edificio principal, si encontraba algún que otro parque pequeño donde relajarse un poco... Se encontraba realmente cansado tras encontrarse tanto tiempo andando o simplemente de pie, cargando con aquella pesada mochila de viaje, por lo que su objetivo primario sería encontrar bancos en lugares apetecibles para relajarse y poner la mente un poco en blanco, con la esperanza de que volviese a encontrarse con la secretaria mas tarde y resolviera la duda de dónde podría pasar la noche. Por suerte, no le tomó mucho tiempo encontrar banco rodeado de flores y arbustos, cual pequeño jardín. Estaba seguro que el hermoso sonido del cantar de los pájaros despuntando el atardecer y el aroma que desprenderían aquellas flores sería la mezcla perfecta para, incluso si así lo veía necesario, darse una pequeña siesta. Se acomodó en el banco, dejó reposar su mochila a un lado y, mientras retomaba el ritmo respiratorio usual, se dispuso a observar cómo los pájaros comenzaban a jugar al "pillar" por la zona*