El primer día [Priv. Arno Mireault]

—¿En serio harás esto hermana? — Janise casi le suplicaba que lo reconsiderara, que pensara en las posibilidades más allá de la brigada, era obvio que no quería estar atada al gobierno y sin embargo, sus padres y el deseo de Ilaira sobre proteger personas inocentes de planes estructurados que dañarían una vida pacifica la movían a entrar y experimentarse sobre ello, ya que quedar seleccionada representaba bastante responsabilidad sobre los hombros de las dos, responsabilidad con la que Janise no quería cargar precisamente. Ilaira sin embargo, aunque sabía sobre el comportamiento errático y violento de su hermana, sentía como toda aquella cuestión le preocupaba de forma notable y cada vez que a su hermana se le ocurría pensar en las posibilidades negativas, a Ila le daba un retorcijón en el estómago, aunque tampoco era como para hacerla querer desistir de su decisión. Iba a alistarse a la brigada sin importar qué.

Aquel día llego a la base para postularse por la mañana, el sol apenas comenzaba a calentar la tierra y el cielo estaba despejado, además le temblaban las piernas y Janise no estaba del mejor humor que dijéramos, a pesar de mantener una expresión sería y calmada, Ilaira sentía que iba a desfallecer por completo en cuanto comenzaran a hacerle exámenes.
Se paró frente a al vestíbulo de recepción, y observó al hombre que estaba detrás del mismo anotando una serie de cosas con agilidad y concentración imperturbable hasta que a menos de un segundo de estar allí, levantó la vista hacia Ilaira y su hermana, el hombre parecía de mediana edad, con una cicatriz enorme que le atravesaba horizontalmente el rostro de oreja a oreja, a Ilaira le causo repentino admiramiento ver aquello y a Janise más bien una mezcla de sentimientos encontrados —Vaya rostro hermana…— le dijo Janise desde dentro, pero Ilaira la ignoró.
—¿Si?, ¿qué desea? — comenzó el hombre, su voz era potente y rasposa, casi como la de su padre y cada vez que dejaba salir una palabra su ceja izquierda emitía un tic, Ilaira no supo distinguir si era reflejo involuntario o costumbre y pensó rápidamente en que nunca lo sabría.
—Buenos días… vengo a enlistarme al ejercito de Spatium señor, brigada…— le dijo esta con aquel tono tan característico suyo, casi sin emociones; entonces el hombre solo la miró fijamente a los ojos, como buscando vacilación, se paró de la silla en la que estaba sentado y la observó de arriba abajo “No me gusta esa mirada, Janise”… —Se llama desaprobación…— hablaron internamente las dos hermanas, pero Ila seguía manteniendo la misma mirada y expresión en su rostro… —Es raro ver un fénix estos días… — le dijo el hombre volviendo a su asiento y sacando un formulario de una enorme gaveta detrás de la mesa. —Llene esta hoja, cuando termine, entréguemela y pase a revisiones, segunda puerta a la derecha. — siguió el hombre después de pasarle el formulario y una pluma.

— ¿Cómo lo ha sabido? — dijo Janise para su hermana, con una mezcla de impresión e indiferencia “No lo sé…” le contestó simplemente Ilaira y seguido de eso se puso a llenar el formulario. Una vez terminado se lo entregó al hombre de la cicatriz, hiso una pequeña reverencia y siguió las instrucciones para ir a revisión, caminó por el pasillo y tocó la segunda puerta a la derecha dos veces, desde dentro se escuchó una voz femenina indicándole que entrara; una vez dentro el cuarto se veía como un centro médico, con varias camillas y estanterías con medicinas, era la segunda vez en su vida en la que estaba en un lugar como aquel, la primera había sido hacía ya 20 años, aunque en aquel entonces no era igual, lógicamente.
—Hola querida…— se escuchó de nuevo la voz de la mujer frente a ella, aquella mujer no se parecía en nada cualquier cosa que hubiera visto antes “Janise…. Casi estás igual que ella…” pensó disimuladamente Ilaira reprimiendo una burla hacía su hermana —Lo grosera no solo lo heredé yo ¿no es cierto? — se la devolvió desde dentro Janise, pero Ilaira solo supo estarse quieta.
—Buenos días, me han mandado acá para la revisión— dijo Ilaira con el tono seco de siempre, entonces la mujer se paró de la silla, tenía unas caderas bien curveadas y pechos en los que cualquier hombre se fijaría, además de un cabello negro liso perfecto y brilloso y unos ojos de color rojo casi hipnotizantes, sostenía entre el dedo índice y el dedo medio un cigarro, del cual dio una calada antes de hablarle nuevamente —¿Para qué más estarías aquí si no?— dijo con una sonrisa casi perfecta, de no ser porque no se notaba emoción en ella —Quieres enlistarte ¿cierto?, veamos si estas hecha para esta vida dura…— le dijo entonces, apagando medio cigarro en el colillero que tenía en su escritorio, después de hacerle varios chequeos le pidió que se desnudara completamente, cerró las ventanillas por las cuales entraba el sol e Ilaira quedó completamente expuesta ante la mujer, quien se paró frente a ella inclinándose un poco y viéndola de pies a cabeza, examinando y palpando de vez en cuando en diferentes zonas “Tiene las manos frías” le dijo Ila a su hermana quien no podía parar de reírse en su interior.

—Cargas diez veces tu propio peso, eres una hibrida muy interesante, nunca había visto esa combinación… y además…— se detuvo en cuanto llegó a sus ojos, los escudriño por completo, como si estuviera leyéndole la mente, pero simplemente no dijo nada y le ordenó vestirse nuevamente. El chequeo no duró más de una hora, le hizo un test psicológico y en cuanto terminó la última fase, con un simple “se te mandaran los resultados por carta”, le ordenó retirarse, Ilaira y su hermana pasaron por la recepción algo indiferentes, no se molestaron en ver al hombre de la cicatriz seguirlas con la mirada.
—Vaya par de chicas…— dijo la doctora una vez estando sola en la oficina mientras que prendía de nuevo la mitad del cigarro que había apagado previamente con delicadeza.

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—¡Oye, deja de pensar tanto, vas a hacer que se me reviente la cabeza! — le reclamó Janise a su hermana, Ilaira estaba sentada en el pórtico de la casa de sus padres, con un sobre del gobierno frente a ella, como una niña y un pedazo de papel que no sabe cómo comenzar a pintar… —Es que no puedo evitarlo…— le dijo en tono frio aunque se le notaba el nerviosismo en la cara.
—Sabes qué, me da lo mismo ya— dijo Janise girando los ojos; la conciencia de Ilaira pasó a segundo plano y antes de que ella misma se diera cuenta, cambiaron los cuerpos. —Veamos qué tenemos acá…— Janise tomó el sobre por una esquina y lo rasgó, tiró el papel sobrante a un lado de manera descuida y sacó el contenido, solo de leer las primeras palabras supo que había sido aceptada en el ejército.
—Sabía que pasaría esto…— le dijo entonces a Ila desanimada, una vez que habían vuelto a cambiar de cuerpos, Janise estaba ya solo un poco molesta, ya no podía evitar el destino que les deparaba.
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