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Discrepancia de opiniones [Hileach]

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Discrepancia de opiniones [Hileach] Empty Discrepancia de opiniones [Hileach]

Mensaje por Astrid Dagmar Mar Sep 01, 2015 7:04 pm

La taberna conocida como “El Mono Borrachuzo” (cuyos clientes habituales se empeñaban en llamar “Finnegan’s”, teniendo en cuenta que ese era el apellido del dueño), albergaba un ambiente animado y ruidoso, invitando a dejar de lado las diferencias entre razas y opiniones con ayuda del alcohol y la buena comida casera. Poseía una variedad de olores desagradables de todo tipo, pero a pesar de eso, Astrid creía que era el mejor sitio en relación calidad-precio para poder disfrutar de un buen almuerzo.  

Había llegado hacía veinte minutos, y por suerte, logró ocupar una mesa libre. Prefería eso a estar incómoda en la barra, cuyos asientos, por alguna razón, le cargaban la espalda de una manera horrible. No es que no estuviese acostumbrada a ello, pero ella estaba allí para pasar el rato y relajarse, pese a no ser un sitio demasiado tranquilo.

- Aquí está su pedido. -  Una mujer rolliza y con una sonrisa mellada le sirvió su jarra de cerveza, así como un gran plato que contenía un estofado de ternera que olía, para gusto de Astrid, como las mil maravillas. Le devolvió la sonrisa, agradeciéndole a la señora por traer su comida y bebida.
Comenzó a comer sin miramientos, como si no tuviese a nadie más alrededor. Tenía tanta hambre que creía que en cualquier momento su estómago se volvería un agujero negro y se tragaría a sí misma, pero por suerte, había llegado el momento de saciarse.

Al otro lado de la taberna se encontraba un pequeño grupo de soldados de las Brigadas Dominia. Eran fácilmente reconocibles y no era raro verles por allí. Ella, por su parte, siempre se había mantenido al margen – desde que empezó a acudir a aquél local, jamás se había encontrado con que dieran demasiados problemas, más allá de algún comentario fanfarrón y burlas bravuconas. Como las que seguirían en breve.
Uno de los soldados se levantó del asiento, apoyando las manos en la mesa donde estaba con sus compañeros. Tenía las mejillas enrojecidas y aspecto de estar completamente ebrio, debido a los movimientos que hacía y a su tono de voz, que era tan alto que podía oírse desde cualquier sucio rincón de ese lugar.

- ¡Tendríais gue haberle vishto! ¡Ese bashtardo revolucionario llegó a suplicarme gue le perdonase la vida! Se carcajeó. Astrid apretó los dientes. Sabía que en el bando contrario las cosas estaban igual, pero detestaba estar ante estas situaciones. Tomó un sorbo de su cerveza para ayudarse a tragar la comida mientras trataba de ignorar los alardeos de semejante espécimen. - ¡Apenas se podía mover de la paliza que le había dado! ¿Dónde quedaba su orgullo, eh? Tomó un trago de la jarra que tenía al lado. – ¿Tan bajo pueden caer los revolucionarios, eh? ¡Un tío como yo no se dejaría arrastrar ni aunque me quedase paralítico! ¡Qué digo! ¡Un verdadero soldado no sería tan cobarde de hacer eso!

- Un verdadero soldado no alardearía de un acto cruel, aunque fuese contra un enemigo. – Ese comentario pertenecía a Argos Naruk (que estaba sentado dos mesas más allá del grupillo), un cazarrecompensas cincuentón que se mantenía tan en forma como si tuviera treinta años menos, pero con mucha más experiencia. Astrid lo conocía bien: había logrado debatir varias veces con él sobre el sentido de la guerra, y demostraba abiertamente una posición neutral, criticando los extremismos de un bando y de otro. Y por supuesto, no tenía pelos en la lengua cuando estaba bebido, que era el caso.

El soldado se incorporó como pudo y caminó hacia Naruk, haciendo eses. Empezó a gritarle al cazarrecompensas, acusándolo de pertener a la revolución y diciéndole insultos varios. Sus amigos parecían no querer meterse demasiado, pero no podían evitar carcajearse de vez en cuadno debido a su embriaguez. Debido a que Naruk mantenía la compostura, el soldado se enfureció aún más, por lo que, en un abrir y cerrar de ojos, ambos habían llegado a las manos. El soldado había cometido el error de tratar de sacudirle los hombros al hombre, lo que hizo que éste se defendiese y enfadase más al borracho.

En menos de un minuto se había formado un corrillo alrededor de ellos. Algunos soldados trataban de ayudar a su compañero, para después comenzar a empujar y golpear a todo aquél que trataba de defender al cazarrecompensas. Astrid se levantó, algo irritada por no terminar de comer, y trató de apartar a la gente que formaba el corro para poder mediar entre ambos.

Agarró a Naruk del brazo, pero éste trató de forcejear para poder seguir peleando con el soldado. - ¡Calma, idiota! Ya te has metido en un berenjenal bastante gordo, ¡no lo empeores! – exclamó. Sabía que tal vez podía recibir algún golpe por parte de los amigos del soldado, pero procuró mantener una posición neutral al mismo tiempo que intentaba apartar a su conocido, sin mucho éxito.
Astrid Dagmar
Astrid Dagmar

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Mensaje por Saito Hajime Miér Sep 02, 2015 12:26 pm

Tras una tediosa misión de exploración el Capitán B de la División de Tronus descansaba con algunos de sus hombres en una taberna “El Mono Borrachuzo”, pues a pesar de no ser el mejor de los lugares en el mundo el ambiente agradaba mucho a Jhon porque se podían distinguir habitantes de diferentes razas, regiones, culturas y pensamientos, unidos todos en un mismo lugar donde hasta ahora no había sangre en la cuenta. Esa tarde en medio de todo aquel ruido Jhon andaba recordando pues aquel ambiente que para muchos pudiera ser desagradable a él le recordaba mucho a su pueblo y una cosa llevaba a otra lo cual también le hacía recordar a su familia y en los pocos momentos felices de su infancia con ella, sumido en un mar de recuerdos que siempre acababan en las mismas imágenes traumáticas de las muertes de su pequeña hermana y de sus padres en sus jóvenes manos manchadas de sangre. De repente el disfrutado sonido del lugar aumenta aparentemente sin motivo alguno.
-Jhon levanta la vista y para su disgusto nuevamente uno de sus hombre anda nublado por la bebida y hablando de mas, al ver que casi todos en dicho lugar miraban con cara de pocos amigos al soldado y que la situación estaba a punto de irse a las manos, Jhon descontento se levanta de la barra y camina en dirección al problema, sin mencionar palabra ni efectuar gesto alguno agarra por la nuca al borracho y lo lleva de vuelta a la barra donde agacha la cabeza dejándose vencer por tanto alcohol en sangre. Jhon mira a todos y dice en voz alta ´´Aquí no ha pasado nada´´ dirigiéndose a su asiento habla con el tabernero y dice que sirva bebidas para todos.
Saito Hajime
Saito Hajime

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Mensaje por Astrid Dagmar Miér Sep 02, 2015 5:50 pm

Un hombre que parecía tener cierta importancia entre los soldados había conseguido agarrar al borracho y llevarlo a su sitio. El soldado no hizo nada más y simplemente se quedó con cara de fastidio, maldiciendo que hubieran tenido que pararle los pies. Naruk, por otro lado, aún forcejeaba con Astrid y otro joven para poder zafarse de ellos.

- ¿Que no ha pasado nada? ¡Claro! Eso es lo que hacéis tanto en un bando como en otro. ¡Todo lo que os deje en mala posición lo negáis y hacéis como si no pasase nada! – Se notaba que el cazarrecompensas también había bebido de más y había estallado ante la actitud del soldado. Normalmente actuaba con tranquilidad y, aunque le gustaba decir las cosas sin tapujos, no solía reaccionar violentamente. Pero aquella situación le había sacado de sus casillas.

Astrid coincidía en parte con la opinión de Naruk, pero en ese momento lo que más necesitaba era pararle los pies antes de que aquello empeorara. El tabernero se había puesto en marcha con la petición del hombre que había disuelto la pelea, tratando de mantenerse al margen. Sabía con quién no debía meterse.

El cazarrecompensas logró soltarse, por lo que caminó dando zancadas hacia el tipo que sentenció que no había pasado nada. Levantó el brazo, pero no parecía querer ir a golpearle directamente. Astrid corrió tras él, colocándose en medio de ambos en un movimiento rápido. Apartó como pudo a Naruk, agarrando sus brazos. – Estáte quieto, ¿quieres? – espetó, en un tono brusco. Por supuesto, a ella tampoco le importaría patear el trasero de esos perros del gobierno, pero quien realmente había actuado de manera despreciable en ese momento había sido el soldado. Y el cazarrecompensas por seguirle la corriente, claro está. – Déjame esto a mí. Yo me encargo.

Naruk asintió, dando un suspiro de fastidio mientras volvía hacia su asiento. Astrid también suspiró, pero de alivio, y después se giró para mirar directamente al hombre de mayor rango. Quizás sería el capitán de la brigada, o algún sargento. – Convendría que evitáseis traer este tipo de animales a la taberna, – le dijo, tratando de ser cordial, pero con un tono molesto que no pudo disimular. – No es el lugar donde habitan las personas más correctas del mundo, pero creo que ninguno queremos que haya daños colaterales, ¿no es así? – Ladeó la cabeza mientras se cruzaba de brazos. Estaba realmente incómoda. – Si estáis a cargo de esta tropa, asumíis toda la responsabilidad que ello conlleva. Y eso incluye controlar lo que hacen los soldados, por muy mayorcitos que sean ya. –

Normalmente no perdería el tiempo dando este tipo de charlas moralizantes. Había aprendido que cada cual tenía sus propios principios y no tenían por qué coincidir, pero la situación le había hecho necesitar tratar de ser un poco diplomática. Por no partirle las narices a todos, vamos.
Astrid Dagmar
Astrid Dagmar

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Mensaje por Saito Hajime Jue Sep 03, 2015 9:34 am

Tras volverse a sentar junto a la barra Jhon suspiro como un poco harto de este tipo de situaciones donde lo único que hacían era dejarle mal parado pues estaba a cargo de los soldados que eran puros incompetentes y fanfarrones pero que sin lugar a duda les había cogido un gran aprecio pues sabía que en el fondo eran hombres de buen corazón lo que encasillados en las ideas de otros, como muchos en su opinión personal. Tras unos segundos aprecia como aquel tipo que juzgar por su apariencia cazarrecompensas seguro se acercaba hacia donde él. Uno de sus soldados que estaba sentado a su lado se intenta levantar rápidamente, Jhon velozmente abre su mano en un gesto indicándole que se sentara, pues el manejaría la situación.
Kanut su mano derecha dentro de la brigada y su hombre de más confianza dentro de la misma se le acerca al oído y le susurra -Ese anciano es Argos un viejo cazarrecompensas que frecuenta el lugar- Al llegar Argos levanta su mano al parecer sin intención de agredirlo cuando de repente una chica se interpone entre los dos agarrando al viejo y calmándolo para que retornara a su mesa.
En efecto, así mismo sucedió el viejo volvió dando tumbos y refunfuñando a su mesa. Jhon bajo la vista y volvió a centrar la mirada en su bebida, pero nota que aquella chica cuyo valor y coraje parecían ser más grandes que su tamaño seguía parada delante de él, la miro a los ojos y ella dijo -Convendría que evitáseis traer este tipo de animales a la taberna,no es el lugar donde habitan las personas más correctas del mundo, pero creo que ninguno queremos que haya daños colaterales, ¿no es así?Si estáis a cargo de esta tropa, asumíis toda la responsabilidad que ello conlleva. Y eso incluye controlar lo que hacen los soldados, por muy mayorcitos que sean ya.- parecía molesta e incómoda, por lo que pudo apreciar Jhon.
-Os ruego me perdone por la vergonzosa actuación de mis hombres, aunque me apetece reafirmar que es el alcohol quien está hablando a través de sus bocas... y si vamos a apodarlos de animales diría entonces que estamos rodeados por un gran rebaño-se levantó y afirmo alto y claro mirando a toda la taberna.-Por lo cual me tomo el atrevimiento de rectificarle sus palabras y pedirle de favor que trate de evitar semejantes ofensas-dijo con un tono más suave y volviéndose a sentar. -Le agradezco su apreciación señorita pero os pido que le dejéis el mando de la brigada a su capitán, que si no fuese por mí ya hubieran acabado las cosas bastante diferentes… por lo cual viendo que todo está en orden supongo que ya se habrá percatado de que no ansío ningún tipo de altercado-.
Jhon se viraba hacia el tabernero lanzándole una pequeña bolsa con monedas y diciéndole -Tabernero prepare unos cuartos pues pasaremos la noche aquí ya que el clima así lo desea – El tabernero un poco despistado trata de entender pues el cielo estaba despejado según tenía entendido. *Cuando de momento un estruendoso trueno rompe con el silencio y parten las nubes en un interminable llanto.* Jhon mira al tabernero y sonríe. El pobre hombre contrariado por aquel suceso baja la mirada y se dirige a preparar lo solicitado por el Capitán.
Mientras sus hombres se preparan para subir a descansar Jhon aprovecha y se acerca a la ventana observando el caer de las gotas, sintiendo el olor a lluvia y mirando el cielo gris. *Apoya su mano abierta en el cristal* tras un suspiro por cansancio se dirige a subir las escaleras hacia el descanso, de camino tendría que pasar por la mesa donde se encontraba la joven con la cual había tenido un intercambio de palabras y pensaba -Esa chica quien será? La verdad es que ha sido muy valiente para plantarle cara a una Brigada Dominia con su Capitán y todo… jajaja…o muy tonta jajaja-*sonrió* al acercársele pasa por su lado, la mira por unos segundos sin dejar de caminar y vuelve a dirigir su mirada al frente para subir los escalones.
Saito Hajime
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Mensaje por Astrid Dagmar Vie Sep 04, 2015 11:25 am

El hombre se había disculpado por el comportamiento de sus soldados, pero no sin antes mantener su orgullo. Era bastante educado, pero eso no impidió que Astrid necesitase morderse la lengua más de una vez para evitar contestarle de manera inapropiada, o que la dejase expuesta como una revolucionaria. Éste le dejó caer que él no era quien estaba al mando de esos soldados. Al principio no sabía si creerle, por lo que no pudo evitar esbozar una media sonrisa, con incredulidad. – Je. – Finalmente asintió, como haciendo una pequeña reverencia con la cabeza, y dio un paso atrás. – En ese caso, discúlpeme usted por la confusión. – Se llevó una mano al pecho. – Pero espero que entienda que le vi lo suficientemente sensato como para ser el único de sus compañeros que me respondería con palabras, en lugar de burlas o vaya usted a saber qué. – ¿De verdad no era él quien estaba a cargo de ese grupo?

De un momento a otro, se puso a tronar de repente. Chasqueó la lengua, con fastidio, puesto que aquella lluvia le había fastidiado los planes. Maldita sea, ¿tan nublado estaba por la tarde? Ella juraba que no, pero aquella semana el tiempo parecía haberse vuelto loco.

Antes de que pudiera seguir hablando con el señor, éste se había aproximado a una ventana, mientras sus compañeros subían las escaleras. ¿Era necesario que se quedaran? Suspiró y volvió a su mesa. Seguramente los restos del estofado estarían frío, pero eso apenas le importaba. Agarró su jarra de cerveza y bebió lo que quedaba de contenido, para después dejarla de golpe en la mesa. ”Y yo que quería tener una tarde tranquila…” Elevó un brazo para llamar la atención del tabernero o de la camarera. La señora mellada se apresuró a su lado y parecía un poco apurada. – El estofado estará frío. ¿Quiere que le cambiemos el plato? – Astrid negó con la cabeza, recostándose sobre el respaldo de la silla.
– No se preocupe por eso. Pero me apetece hidromiel esta vez. Tráigame una jarra, por favor. – Pensaba que no le vendría nada mal tomar un poco. Su amigo Hector, de quien dejó de saber cuando empezó a lucha por la causa revolucionaria por su propia cuenta, era un gran conocedor de distintas bebidas alcohólicas. Éste, por alguna razón, prefería el hidromiel más que cualquier otra – e invitó a Astrid más de una vez a tomarlo con él. Aquellos eran buenos tiempos, pero ella era aún bastante ingenua.

Notó que el tipo con el que había estado hablando antes estaba mirándola mientras se dirigía a los escalones. Volvió a sonreír de lado, ésta vez mirándolo a él directamente. – Que sean dos. – La camarera asintió y se retiró rápidamente. – Usted, señor. Siéntese aquí conmigo. ¿Le gusta el hidromiel? – Había algo de él que le llamaba la atención: estaba acostumbrada a que los soldados del gobierno usasen como excusa su “superioridad” para poder tratar a los demás con la punta del pie, pero ese hombre parecía tener una educación impropia de aquellas personas de mente tan cerrada. Quizás era mera fachada, probablemente incluso fuese un farsante que actuase así de cara al público, pero precisamente por eso quería conocerle mejor. – Vamos. Le invito yo. –
Astrid Dagmar
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Mensaje por Saito Hajime Lun Sep 07, 2015 9:54 am

Para la sorpresa del Capitán que a pesar de saber que no era el mejor lugar ya que no eran muy bienvenidos gracias a la gran fama que poseían las brigadas del ejército, pretendía retirarse con sus hombres a un merecido y deseado descanso,la chica con la que antes habían cruzado un par de palabras le sonrió y le invito a una copa de Hidromiel, que según había escuchado el de esa taberna tenía una buena reputación según sus frecuentes consumidores claro, así que pensó en aceptar dicha oferta ya que también tenía curiosidad en saber quién era esa joven y de saber el motivo de tan inesperada invitación.
Kanut aprovecha al final de las escaleras y pregunta –Capitán he hablado con los muchacho y creo que cuando le pregunto hablo en nombre de todos, cuales son las órdenes para mañana?-Jhon lo mira y pone las manos en las barandas diciendo –Tranquilo Kanut, que se las necesidades de mi tropa, te entiendo y sé que están deseando reunirse con sus familias, que ya llevan varios días sin ponerse en contacto con ellas y sin verlas, ve y diles que quedan fuera de servicio hasta nuevo aviso y que no se metan en más problemas, que recuerden que siempre llevaran el uniforme aunque vayan de civil- Kanut asintió con la cabeza, no sin antes dejar escapar una ligera sonrisa entusiasta de alegría y fue a contarle las buenas nuevas a los muchachos que seguro se pondrán de lo más contentos al escuchar las palabras del Capitán, y claro, como no iban a estar contentos si llevaban alrededor de tres meses fuera.
Después de haber ultimado algunos detalles Jhon se dirigió hacia la mesa de la muchacha, se sentó y se recostó al espaldar dela silla, se dio un trago de Hidromiel y le dijo –La verdad que tienes unas agallas, no todos le hacen frente a una Brigada Dominia con su Capitán y menos sola…………perdón por la educación no me he presentado, mi nombre es Jhon, Jhon Hileach y soy un Capitán de la División de Tronus- al terminar de decir esto la chica puso cara como de un poco confundida pues parece que no había entendido las palabras de Jhon y seguro había pensado que otro era elque estaba a cargo.
Jhon no era de muchas palabras ni de andar curioseando sobre otras personas, pero esta chica tenía algo diferente, un coraje y valentía que le llamaban la atención, algo que no se ve en todas las personas y que hacía rato no veía.
Después de un rato en la mesa y de haberse agotado sus bebidas, Jhon le hizo un gesto a la camarera para que les sirviera otra ronda, miro a la joven que tenía en frente y dijo –la segunda ronda va por mí, permítame devolverle el gesto-. Al venir la camarera y servir las bebidas el Capitán sintió algo diferente esta vez, un aroma algo extraño casi indetectable, pero no era en su bebida, rápidamente antes que la chica diera el primer sorbo le aguanto su jarra volviéndola a la mesa. Supongo que el primer pensamiento que le debe haber venido a la chica debe haber sido – y a este que le pasa está loco- a semejante reacción sin motivo era lógico y común que esos pensamiento le pasaran por su mente.
Enseguida me senté y le dije – Disculpe usted señorita pero creo que esta bebida no le caerá muy bien, sospecho que alguien habrá mezclado su trago con un veneno o tranquilizante, no le afirmo con certeza porque el hidromiel no deja distinguir bien cuál de las dos sustancias podría ser-. No me explico, esta chica tendrá tantos enemigos como para que quieran tenderle semejante truco, o un momento…. Podría haber sido para mí y la camarera haberse equivocado cambiando las bebidas, pues no tengo ni idea de quien pudo haber sido, lo único que tengo muy claro es que uno de los dos hemos sido blanco de algún enemigo.
Saito Hajime
Saito Hajime

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Mensaje por Astrid Dagmar Miér Sep 09, 2015 8:02 pm

¿Que ese hombre era qué? Astrid hizo todo lo posible para disimular su sorpresa. ¿Por qué se presentaba así como así después de haberlo negado? Sonrió, tratando de ocultar su confusión, aunque tal vez fuese bastante evidente. Si algo le habían dicho hacía tiempo, era que tenía que aprender a esconder sus reacciones espontáneas, o de lo contrario, no sería capaz de mentir en condiciones. – Llámeme Astrid. – No reveló su oficio, pero trató de pensar en algo por si lo preguntaba. – Viajera, sin más. Trato de ganarme la vida realizando pequeños encargos, pero no me gusta la palabra “cazarrecompensas”. Hoy en día la gente tiende a confundirlo con algo negativo, ¿sabe? Como “mercenario”. – Antes de que se diese cuenta, ambos habían acabado con sus dos jarras. Ella dedujo que notaría los efectos del alcohol en cuanto tomase un poco más.

Hileach se ofreció para pagar la segunda ronda. Quiso preguntarle acerca de por qué le habría echado el muerto a otra persona con respecto a lo de ser capitán, pero justo en el momento en el que agarró su bebida, él se la quitó de las manos y la colocó en la mesa. Enarcó una ceja, confundida. ¿A qué había venido eso? ¿Quería hacerse el gracioso?

No, precisamente eso no. Por lo visto, la bebida tenía un olor extraño – y no era precisamente de una mala preparación del hidromiel. A Astrid a veces le fallaba el olfato, por lo que más de una vez se había visto en problemas – no de envenenamiento, pero sí de comerse algo en mal estado por culpa de no notar muy bien el olor. Y la apariencia no siempre ayudaba. Sí, seguramente habría hecho enemigos y sabía que no tenía por qué caerle bien a todo el mundo, pero en ese momento no tenía ni idea de quién podría haber sido. Por no decir que tal vez fuese algún enemigo del capitán, cosa que sería bastante más obvia.

Se encogió de hombros, como queriendo quitarle importancia al asunto. – Pasemos de beber esta ronda, entonces. – Miró a su alrededor rápidamente, como queriendo identificar cuanto antes a algún posible sospechoso. Estaba claro que las bebidas habían salido directamente de la barra, por lo que los principales sospechosos eran el tabernero y la camarera. Sin embargo, se dio cuenta de que había otras tres personas más ocupando asientos en ese lugar, y ninguna de ellas se hablaban. ¿Y si el veneno era para el capitán y alguno de ellos era un revolucionario? ¿Cómo iba a entregarlo al bando contrario? Suspiró y trató de pensar en algo coherente, sin tener mucha idea de qué hacer.

A los pocos segundos, decidió acercarse a la barra con las bebidas y pedir otra ronda, esta vez esperando allí mismo. Se inclinó sobre la mesa, lo suficiente como para poder comunicarle sus intenciones a Hileach sin que apenas se le oyera. – Voy a llevar esto. Pediré otra ronda. No se preocupe por el pago, ya me lo devolverá en otro momento. – Se levantó y tomó las dos jarras, llevándolas a donde estaba el tabernero y pidiendo otras dos bebidas. Mientras esperaba, miró rápidamente a los tres clientes para ver si reconocía algún rostro, pero no tuvo éxito. Claro que ella no conocía a todos los revolucionarios que poblaban Spirit Soul, pero estaba harta de ver las caras de los que pisaban la taberna. ¿Y si alguno de ellos era un criminal?

Cuando recibió la siguiente ronda, notó que alguien le clavaba la mirada. Trató de no mirar directamente – parecía ser un joven de pelo castaño sentado a la izquierda, vestido con ropajes oscuros. Cuando ella elevó la vista, él la apartó rápidamente, con cara de pocos amigos. Estaba claro que tal vez sólo fuese timidez, pero le costaba sacar el lado bueno de alguien después de haber estado a punto de envenenarse. Volvió a la mesa, inclinándose de nuevo sobre esta para hablar en voz baja a Hileach. – El de pelo castaño me ha estado mirando raro. Los otros dos tipos parecen estar más a lo suyo, así que no sé si estarán disimulando o si realmente no tienen nada que ver. – Se apartó un poco. – Tenemos que tener cuidado con los tres, por si acaso.
Astrid Dagmar
Astrid Dagmar

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Mensaje por Saito Hajime Vie Sep 11, 2015 9:32 am

-Llámeme Astrid- dijo, y en cuanto a la profesión trato de darme una breve explicación de a lo que se dedicaba para ganarse la vida, le creí pero una pequeña parte de mí no se tragaba todo aquel asunto y me decía que había algo más, la acababa de conocer no quería poner en dudas sus palabras y llevarle la contraria, por lo que me pareció bien por el momento.
Después del incidente de las bebidas me hizo un gesto como queriendo hacerme saber de qué lo que había pasado no tenía una gran importancia, supuse que lo habría hecho para no llamar la atención, para no descubrir las intenciones del culpable y para mantener las cosas entre nosotros sin causar ningún tipo de revuelo.
Se quedó en silencio, expectativa y mirando hacia la barra, trate de no mirar y de seguir en lo mío como si no hubiera pasado nada para mantener el perfil bajo.
Al par de segundos se me acerca, me dijo que iría a la barra a llenar nuestras bebidas nuevamente y que no me preocupara por el costo que en otro momento se lo devolvería, se levantó de la mesa agarrando las dos jarras y dirigiéndose a la barra. Tratando de darle vueltas al asunto me quede en la mesa, gire la cabeza hacia ella y me doy cuenta que mientras esperaba el hidromiel intercambio una que otra mirada con unos hombres de trajes oscuros sentados en la barra. Juro que en aquel momento lo primero que me paso por la mente fue que la chica había ido hasta esos hombres que serían sus cómplices para decirles que por poco la matan y que tengan más cuidado, pues debían acabar conmigo a como dé lugar, -como siempre Jhon haciendo buenos amigos- pensé con ironía, aunque era lógico soy desconfiado hasta de mi propia sombra, pues era lo que me había mantenido vivo todos los años que tuve que vagar solo después de que ases…….. después de aquel incidente. Pero que va debía dejar de pensar así no todas las personas en este mundo son de alma oscura, confiare en mis instintos y hare caso omiso a toda esta paranoia que me he montado yo solo. Al fin salgo de aquel bucle de pensamientos con un claro propósito de atormentarme y veo que Astrid regresa a la mesa y se sienta, solo para volverse acercar y decirme que uno de los hombre el de pelo castaño la estaba mirando no de manera normal y que al parecer los otros dos que estaban a su lado estaban como más en sus cosas, por lo que no sabía si estaban disimulando o si en realidad tendrían algo que ver con lo ocurrido, esta vez se distancio un poco y me dijo que tendríamos que tener cuidado con esos tipos.
Me le acerco a ella y le digo –tranquila, espera aquí vuelvo enseguida- me doy un trago de hidromiel y me levanto de la mesa dirigiéndome a la barra, al acercarme noto que olor que había detectado antes se intensificaba por lo que era cierto lo que me había dicho Astrid, definitivamente uno o los tres hombres de aspecto extraño tendrían algo que ver, lo único desfavorable era que no podía saber con exactitud la proveniencia del aroma, rápidamente una idea me vino a la mente, mire hacia el lado *saque una moneda del bolsillo tirándosela* y dije –eh quieres ganarte una moneda-el muchacho trata de reaccionar rápido levantando su mano para agarrar la moneda, enseguida percibí el origen del aroma, provenía de sus dedos unos restos de polvo cuyo olor coincidía con el del veneno se alojaban entre sus uñas.
De repente todo el sonido se aisló de tal manera de que un silencio envolvente predominaba, el tiempo casi se detuvo haciendo parecer a todos como si fuesen estatuas, por un momento lo único que escuchaba era el latido de mi corazón, sentía como la sangre caliente y la adrenalina fluían por todo mi cuerpo.
*Lo agarre por la nuca golpeándolo contra el mostrador y dejándolo al parecer inconsciente* la moneda salió disparada al aire, mire a los otros dos que iban llevando sus manos hacia una daga que llevaban ambos en sus cintos, *cogí a los dos separándolos de la barra y arremetiéndolos contra la pared haciéndoles soltar las dagas y caer al suelo inmóviles* me dirijo hacia el primer hombre del pelo castaño si mal no recuerdo el que me dijo Astrid, justo a tiempo para atrapar la moneda víctima de la gravedad y devolverla a lugar donde pertenece, mi bolsillo.
*Lo tome por la camisa levantándolo del suelo y sujetándolo contra la mesa, agarre una jarra de hidromiel que estaba al alcance de mi mano y se la vacié en la cara despertándolo* le pregunte –quien te manda?-aquel maleante no respondía así que *lo golpeo en el estómago* le vuelvo a preguntar –quien te ha enviado?- el hombre sin decir ni una palabra empieza a reírse cada vez más alto y solamente alcanzando a decir ya casi en el final del camino de su infeliz vida –no porque mires más cerca significa que veras más- terminando de decir esto el muchacho fallece.
Lo solté y di como dos pasos atrás dándome vueltas en la cabeza dicha frase, sin tener éxito en tratar de arrancarla de mi mente.
Saito Hajime
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Mensaje por Astrid Dagmar Miér Sep 16, 2015 12:57 pm

No entendía qué acababa de pasar. ¿Qué era ese hombre? Astrid había tratado de quitarle importancia a la situación, ya que quería evitar inculpar a algún posible revolucionario. Prefería salvar la vida de esa persona que había estado a punto de envenenarle, incluso si era un espía del gobierno que sabía de quién se trataba, sólo por el hecho de que no había manera de comprobar quién había sido.

Pero por alguna razón, Hileach había adivinado de algún modo que desconocía que aquellos tres muchachos habían sido los culpables. Astrid dedujo que quizás fuese un revolucionario radical, quizás un criminal sin más (o eso esperaba). El mismo que afirmaba querer evitar alborotos, se acababa de meter en uno. Bastante violento. La camarera había soltado un grito ahogado al ver cómo arremetía al chico de pelo castaño contra la barra y el tabernero parecía haberse quedado de piedra tras el ataque contra los otros dos muchachos. Estaba acostumbrado a las peleas, pero quizás no a ver semejante uso tan violento de la fuerza.

Astrid se levantó de la mesa. Trató de acercarse lo más rápido que pudo, aunque fuese para evitar algo peor, pero el capitán le propinó un puñetazo en el estómago al joven antes de que pudiera hacer nada. Éste utilizó sus últimas fuerzas para decirle algo a Hileach que ella no pudo oír con claridad, para después exhalar un último suspiro. ¿Tan fuerte había sido ese golpe? ¿Acaso era humano ese hombre?

No quedaba mucha gente en la taberna, pero el murmullo previo a la pelea se había silenciado de golpe. Astrid se había quedado demasiado confusa y sorprendida a la vez. El tabernero, que normalmente tenía una posición neutral con respecto a las pequeñas trifulcas entre soldados del gobierno y algún que otro revolucionario que se encontrase por allí, parecía estar enfadado, pero a la vez temeroso. No podía sonreír de oreja a oreja cuando tenía un cadáver en el suelo de su local, pero tampoco podía ordenarle a alguien de tal cargo que se marchase de allí así como así. Bueno, claro que podía, pero quizás no se atrevía tras ver ese espectáculo.

Astrid miró de reojo a los otros dos chicos. Parecían de la misma edad que el fallecido, quizás no superarían los veinte años. ¿Podrían ser cadetes? No era de extrañar que los grupos más radicales – de ambos bandos – enviaran a los más novatos a realizar el trabajo sucio, como si así pudieran tantear el terreno sin arriesgar la vida de los más experimentados. En su día, ella fue partícipe de este tipo de misiones, pero por suerte logró salir airosa de éstas. Agradecía haberse apartado de ese extremo, pero en ese momento no pudo evitar sentir empatía por los chicos. A pesar de que un mísero error podría haberla matado, claro está.

Quiso agarrarlos y gritarles. Quiso volver atrás en el tiempo, reunirlos a los tres y darles una buena bronca, una en la que por lo menos les explicase bien hasta cuándo se podían llevar a cabo los planes, ya que había que conocer dónde están los límites de cada cosa, incluso de uno mismo. Por desgracia, Astrid no podía manipular el tiempo, ni mucho menos, por lo que no podía hacer mucho. Y quién sabe, puede que incluso habiéndoles avisado previamente, no le habrían hecho caso. A veces el radicalismo podía cegar a las personas, y eso era algo que ella conocía de primera mano.

Se llevó una mano a la frente, levantándose el flequillo sin querer. – Hileach, – se oyó decir a sí misma, sin pensar, – creo que lo mejor sería que se marchase. No soy quién para decírselo, menos aún teniendo en cuenta que ellos… – Pausó durante un segundo su diálogo, tratando de no sonar demasiado empática con los muchachos por su posible condición ideológica. – Que ellos pueden ser criminales. Habrá que limpiar este estropicio y con usted por aquí, dudo mucho que alguien quiera mover un dedo. – Le hizo un gesto con la cabeza, señalando a la puerta. – Vamos. Tomar el aire le vendrá bien. Y después de ver esto dudo que le pueda pasar nada allá fuera. – Intentó sonar lo más tranquila posible, pero temía tener algún deje de nerviosismo, ya fuese por algún fallo en la voz, o por algún gesto inconsciente. No sabía si acompañarlo, si escoltarlo para vigilar que no volvía a hacer nada más, o quedarse simplemente allí, por lo que simplemente esperó su reacción.
Astrid Dagmar
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Mensaje por Saito Hajime Dom Sep 27, 2015 3:20 pm

-No porque mires más cerca significa que veras más- que diantres habrá que querido decir ese chico con eso, Jhon no tenía ni la más mínima idea. A lo lejos sentía una voz pero al mismo tiempo cerca que le hablaba, era Astrid la chica que acababa de conocer esa noche, sabía que le estaban diciendo algo, incluso escuchaba las palabras salir de la boca de la joven, pero todo era inútil no entendía ni una palabra pues sus ideas y pensamientos se encontraban ausentes en quién sabe dónde, pero seguro con algo referente a las palabras escuchadas del joven moribundo.
Después de unos segundos parecía volver en sí, levanto la vista mirando al tabernero que estaba petrificado, no era capaz de mover ni el más mínimo musculo de la cara y con razón después de semejante numerito.
Hileach era bastante tranquilo, es un tipo de los que difícilmente veras buscando pleitos, lo que claro todo en esta vida posee un lado positivo y otro negativo, tanto odio y dolor en su pecho no podían reflejarle algo bueno en su actitud dado que a veces cuando entraba en estado hostil esos sentimientos reprimidos en su corazón no le ayudaban para nada, en resumen Jhon era un buen tipo, el cual no te gustaría tenerlo de enemigo.
La taberna estaba que parecía que no había pasado nada y que todos estaban en sus propios asuntos, pero en realidad todos estaban a la expectativa de ver qué pasaba después.
El capitán aparto su mirada del tabernero y se dirigió hacia los dos chicos que yacían en el suelo, estos al verlo dirigirse hacia ellos intentan ponerse de pie, cuando se les acerca les dice –En serio? Vale la pena arriesgar sus vidas por los ideales de otros que no tienen el valor ni el coraje para hacerlo, están siendo manejados como marionetas, y después hablan de los del gobierno, les inculcan los ideales de otros y los mandan a morir por ellos- En otras ocasiones Jhon había tenido problemas con algunos de sus superiores por situaciones bastantes parecidas, pues habían veces en que no estaba completamente de acuerdo con algunas órdenes y actos inculcados por oficiales de mayor rango, por lo que en varias ocasiones se le había negado promociones y ascender de rango por no estar 100% a favor de algunas que otras acciones. Debido a esto Hileach en su momento se negó de vivir en las instalaciones, o sea el cuartel que le había propiciado el gobierno al ejercer como Capitán al servicio del mismo, y ahora vivía en una casa pequeña, sin grandes lujos que no llamaba la atención.
Kanut uno de sus más allegados había intentado hacerle cambiar de opinión para que volviera al cuartel con todos sus hombres, desgraciadamente al ver que todos sus intentos se volvían fallidos dejo de intentar cambiarle de opinión y poco a poco fue entendiendo el punto de vista del Capitán y su vez aceptando más su decisión. La lealtad y admiración de Kanut hacia el capitán eran incuestionables pues Jhon fue el único que lo apoyo y confió en él dándole una oportunidad cuando nadie más creía en él al entrar por primera vez al cuerpo de la brigada Dominia del gobierno al mando del Capitán Jhon Hileach, uno de los capitanes más prestigiosos y apreciados por los pueblos.
En fin después de haber cruzado aquellas palabras con esos chicos que se quedaron en completo silencio después de haber escuchado a Hileach, se dirigió hacia la puerta de la taberna para salir de la misma y tratar de refrescar la situación tomando unos minutos de tranquilidad. Al salir que todavía estaba lloviendo levanto su cara mirando hacia el cielo, a su vez suspiro un poco cansado de la vida que llevaba. Las gotas de lluvia le caían en su rostro y le mojaban su pelo sintiendo como si esa lluvia limpiase su alma y borrara todas las malas decisiones y experiencias que había tenido que vivir.
Cerró sus ojos por unos instantes y como que escuchaba una voz que le hablaba en su mente, a su vez escuchó unas pisadas que se le acercaban, al abrir los ojos la voz era de una señora que corría en su dirección como si no hubiese un mañana, estaba llorando y con aspecto desesperado, campesina diría pues sus ropajes la delataban al igual que su piel maltratada por el sol y sus manos victimas de exceso de trabajos duros de toda una vida. Al llegar a él se le tiró encima y le dijo –Señor por favor ayúdeme se lo suplico, no sé a quién acudir- trate de pedirle que se calmara y que me explicara lo que sucedía, mas ella dijo –Unos bandidos han atacado mi cabaña, se han llevado a mi hija y han dejado unos cuantos rufianes a que hagan cenizas mi hogar, por favor ayúdeme, mi choza y mi hija están en peligro, se lo suplico- al terminar el Capitán le pregunta –y donde está su cabaña señora?- -al salir de la ciudad a la izquierda del camino después del molino abandonado, por favor apúrese señor- después de decir esas palabras la mujer se desmaya, rápido la tomo en sus manos, la cargo y la llevo dentro de la taberna, la sentó en una silla y le dijo al tabernero –eh tabernero atiendan bien a esta señora que se ha desmayado y los gastos ponlos a mi cuenta, es tu responsabilidad tabernero, ahora vuelvo- terminando de decir eso Jhon salió por la puerta disparado en dirección a la choza de la pobre mujer con la mejor disposición de socorrerla, pues no soportaba el abuso y la injusticia, a parte de su buen corazón y la necesidad de siempre estar dispuesto a ayudar ya que este acontecimiento tenía un pequeño parecido con su historia de niño.
Saito Hajime
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Mensaje por Astrid Dagmar Dom Sep 27, 2015 6:11 pm

Quizás Hileach no fuese el más indicado para darle lecciones de moral a los dos muchachos. Se mordió la lengua para evitar decir cualquier tontería que pudiera dejarla en evidencia, por lo que ignoró lo que había dicho el capitán. No sabía muy bien qué debería hacer en ese momento, pero dejó que éste se marchara, pues eso mismo era lo que ella le había sugerido antes.

¿Qué clase de hombre era Hileach? ¿Tan lavado tenía el cerebro que se le había distorsionado completamente su sentido de la justicia y de la moral? Tal vez ella no fuese la persona más adecuada para hablar del tema, teniendo en cuenta la evolución de su manera de pensar a lo largo de los años, pero no pudo evitar preguntarse qué se le pasaba por la mente a ese hombre, que había parecido estar ido, probablemente sumergido en sus pensamientos, cuando Astrid le sugirió que se marchase.

Los jóvenes trataron de levantar el cadáver de su amigo como pudieron. Ella se dispuso a ayudarles, pero Hileach volvió a entrar, esta vez cargando con una mujer en sus brazos. Esta anciana parecía haberse desmayado, pero Astrid descartó la idea de que fuese cosa del capitán, que la sentó en una silla mientras le dirigía al tabernero varias palabras, de manera apresurada. ¿A dónde planeaba ir? ¿Quizás pretendía limpiar su nombre realizando alguna acción noble?

Sin pensarlo demasiado, la revolucionaria corrió tras el hombre. No sabía por qué lo estaba haciendo, pero no le dio demasiadas vueltas. ¿Acaso pretendía hacerse el héroe tras haberse cargado a un muchacho? Sí, claro que éste “muchacho” había intentado asesinarle y debía ser castigado de alguna manera, pero era evidente que la imagen que acababa de crearse el capitán en esa taberna no era la más correcta. Y esto podría empeorar la visión del gobierno en las personas más neutrales.

Cuando le alcanzó, le llamó, entre jadeos. – Hileach, espera. – Se detuvo delante de él para poder tomar aire. – No dudo de tu extraordinaria fuerza, pero sí que dudo de que puedas arreglártelas solo en el conflicto que sea si no tienes la cabeza en su sitio. – Pensó que quizás lo que había dicho había sido demasiado insultante, pero tras observar la actitud del hombre después de haber matado al chico, estaba segura de que no podría meterse en más líos él sólo. Pero, ¿por qué diantres le estaba echando una mano? Ni ella misma se entendía a esas alturas.
Astrid Dagmar
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Mensaje por Saito Hajime Mar Sep 29, 2015 10:05 am

Corriendo por las calles de la Ciudad bajo la lluvia, ese era Jhon que sin pensarlo dos veces se había lanzado en ayuda de la anciana sin idea de exactamente en que se estaba metiendo. Sentía unos pasos detrás de él era Astrid que lograba alcanzarlo y se detuvo delante de él para decirle unas palabras, iba a acompañar a Jhon el cual trato de hacerle un gesto de afirmación a la chica pero que si lo tratase de hacer adrede seguro no le saldría.
De camino le dijo –sabes a donde vamos y a lo que vamos?- por la cara que tenía supuso que no, así que trato de explicarle la situación lo más rápido posible ya que en breve llegarían a las inmediaciones de la cabaña de la anciana–la anciana de antes vino pidiendo ayuda pues unos bandidos atacaron su choza dejando algunos detrás para arrasarla y se llevaron a su hija, nos dirigimos hacia la cabaña de la pobre mujer para tratar de impedir que arrasen el lugar y tratar de rescatar a su hija-
Salieron los dos corriendo a las afueras de la ciudad divisando rápidamente el molino abandonado, el cual pasaron veloces, Hileach se detuvo en unos sembrados en las afueras de la cabaña para tratar de ver a cuantos mercenarios debía enfrentarse y si su matemática no le fallaba conto 14 bandidos, al parecer divididos en dos grupos uno menor detrás de la choza y el mayor en la entrada. No corrían el riesgo de ser descubiertos pues la lluvia estaba a su favor y ayudaba mucho. Miro a la joven y le pregunto –sabes luchar?Si no te sugiero que te quedes aquí o que no te separes de mí y si sabes bien, puedes encargarte del que esta orinando y los cinco que están detrás? No te preocupes que yo me encargo de los demás-
Hileach se levantó y se dirigió caminando hacia la entrada de la cabaña, los hombres al verlo sacaron sus arcos y empezaron a disparar, Jhon veía pasar todas las flechas y las eludía con gran facilidad, incluso llegando a agarrar una que pasaba por su lado y lanzársela de regreso con la mano, provocándole una muerte instantánea por una flecha en la frente. A medida que se acercaba eludiendo las flechas aumentaba su velocidad al punto de correr hacia ellos y desenvainando sus espadas, segundos después yacían los cuerpos en la tierra, de repente el Capitán sintió una energía mágica, era al parecer un mago que susurro unas palabras y alzando los brazos se transformó en una criatura demoniaca, Jhon suspiro soltando sus espadas y comenzó a correr hacia el mago desprendiéndose de sus ropajes dándole vía libre a su espíritu salvaje, una criatura a la cual Jhon había decidido negarle su aparición lo más posible ya que culpaba al lobo o sea a el mismo por la muerte de sus padres. Al transformarse su tamaño aumentaba considerablemente, su pelaje era de un gris plateado, con colmillos grandes y sus ojos eran cual cielo de la noche más oscura.
En fin después de un intercambio de golpes el mago decide volver a su forma original y crear una burbuja a su alrededor que desintegraba lo que alcanzaba, sin pensarlo Jhon arremetió contra la burbuja desgarrándole la piel casi por completo y sus ojos se tornaron de un azul intenso mientras lograba tomarlo por el cuello apretándolo con tanta roña hasta el punto de dejarlo decapitado.
Hileach dio varios pasos atrás mientras lograba controlarse y volver a su forma humana, arrodillado en el suelo ya humano al menos de apariencia retorna a ponerse sus ropas de nuevo.
Por sorpresa sale de adentro de la choza un último mercenario con un cuchillo puesto en la garganta de una niña, que supongo sea la hija de la anciana –mira de que valió tu esfuerzo- dijo esto al mismo tiempo que rebanaba el cuello de la pequeña e inocente niña, la cual me miraba con sus ojos envueltos en llanto aferrándose a la vida mientras su fuego se extinguía por la falta de oxígeno.
La vista de Jhon se le torno en negro pues lo único que veía era al bandido y a la niña que en vez de ella veía a su pequeña hermanita pidiéndole ayuda, grito –No- pero era demasiado tarde, arremetió contra aquel bandido hundiendo su mano en el pecho del asesino y arrancándole el corazón mirándolo a los ojos viendo como cada gota de su miserable vida se esfumaba.
Aun con la vista en negro, arrodillado y con ´´su hermana´´ en brazos, trato de evitar su muerte intentando dar la de él a cambio, sin más hizo uso de su habilidad para sanar sacrificando su vida por la de ´´su hermana´´, por suerte el corazón de la niña aun latía ya casi sin fuerzas, digo por suerte porque por muy fuerte que fuese la habilidad de Jhon él podría curar pero no revivir a alguien fallecido por muy reciente que sea su muerte. En unos instantes la niña volvía en si completamente curada, abrió sus pequeños ojos viendo a Jhon y diciéndole gracias. Pero para Jhon aun con su vista en negro la silueta de su hermana en sus brazos era cada vez menos visible, la vio abrir los ojos y escucho como le decía –gracias hermano, por siempre estar ahí para mi…………. Te quiero hermano- una lagrima caía por la mejilla de Jhon al mismo tiempo que su vista se oscurecía por completo sin ver nada yescuchando únicamente el latido cada vez más lento de su corazón, para así caer desplomado al suelo.
Saito Hajime
Saito Hajime

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Mensaje por Astrid Dagmar Mar Sep 29, 2015 11:14 pm

Hileach no se negó a que fuera con él. Le comentó por el camino hacia dónde se dirigían y para qué, por lo que no le importó en absoluto tener que ayudarle. Bueno, ya estaba predispuesta a ello tras haberle seguido, pero mejor hacerlo salvándole el cuello a alguien que no podía defenderse que no tenderle una mano al gobierno desinteresadamente.

Había demasiados bandidos como para que él se hubiera podido encargar solo de todos. Aproximadamente más de una docena, pero no estaba segura. El capitán le preguntó si sabía luchar, dándole consejos en el caso de que no lo hiciera. Astrid pegó un pequeño resoplido y sonrió levemente. - ¿Crees acaso que llevo la cimitarra de adorno, capitán? – contestó, preparándose para marcharse. – No te preocupes. Trataré de deshacerme de esos sinvergüenzas en seguida. Así te ayudo con los otros.- Le dio una palmada suave en el brazo y comenzó a buscar algún punto que le permitiera entrar sigilosamente por detrás de la choza.

…Quizás sería un poco difícil. Pero después se dio cuenta de que de igual modo los cinco que estaban ahí atrás se le echarían encima en cuanto viesen que Astrid atacaba a uno de ellos. Demasiado juntos estaban. También notarían que algo no iba bien si de repente, el que estaba orinando, que también estaba cerca, pegaba algún grito. Y no tenía manera posible de acercarse sin que éste le viera aunque fuese de reojo. Pero quizás sería el más fácil de atacar.

Anduvo de puntillas, levemente agachada. Le costaba estar en esa posición. Pasó una cerca construida torpemente con unas ramas anchas y se colocó tras el hombre que miccionaba, para así taparle la boca mientras le daba una puñalada rápida por la espalda. No se le daba bien ejecutar muertes rápidas. Jamás había sido entrenada para ello, más que para defenderse y luchar contra otros. Una vez que el tipo se desplomó en el suelo (aún vivo), trató de acercarse a los otros. Lamentablemente estaban demasiado juntos y tendría que pelear contra ellos en grupo. Oía el alboroto que se estaba produciendo al otro lado de la cabaña, comenzándose a preocupar por Hileach, y se fijó en que el grupo de cinco también se habían percatado de ello, puesto que comenzaron a rodear la casa por cada lado. Dos de ellos se dirigían a donde estaba ella. Estupendo, mejor ir de poco en poco que enfrentarse a varios a la vez.

Se mantuvo pegada a la pared. El primer hombre no logró atacarle, puesto que ella fue rápida y estaba preparada para realizar una ofensiva por sorpresa que consiguió herirle gravemente. Sin embargo, el que le seguía, le asestó a Astrid un golpe que le hizo ladearse y perder el equilibrio, pero consiguió defenderse a duras penas para al final poder darle el mismo destino que a sus otros dos compañeros.

No fue fácil deshacerse de los otros tres. Tampoco tuvo problemas con el primero, pero esta vez eran tres y no dos, por lo que los restantes se lo pusieron bastante más complicado. Había terminado con ellos no sin haber acabado con diversas heridas que le impedían moverse sin que estuviese aquejándose con el dolor. Coincidió que para ese entonces, todo se había quedado en silencio. Al doblar la esquina para llegar a donde estaba la entrada, vio que Jhon estaba terminando de ponerse sus ropas, pero prefirió no preguntar nada. – Hileach, - dijo entre jadeos. Quiso terminar la frase, pero para ese entonces otro mercenario, quizás el último, salió de la cabaña, agarrando a la niña. Se quedó quieta. No podía hacer mucho más en esas condiciones, pero menos aún si la niña acabaría con el cuello degollado si el tipo detectaba algún movimiento. Sin embargo, éste no dio opción siquiera a que los dos reaccionaran: realizó un corte profundo que hizo que la muchacha cayera bruscamente al suelo.

Antes de que Astrid pudiera dar cualquier paso, Hileach ya había agarrado al tipo y había…

¿¡Había insertado su mano en el pecho del hombre!?

Se cayó hacia atrás, boquiabierta, incapaz de reaccionar. Se había dado cuenta de que estaba temblando. ¿Qué clase de monstruo era ése? Cuando Hileach terminó con su trabajo, se arrodilló y tomó a la chica en brazos… que fue curada por razones que Astrid era incapaz de explicar. ¡¡Pero si estaba degollada, lo había visto con sus propios ojos!!

Después de esto, el capitán se desplomó de golpe. La niña trató de despertarlo, pero la morena pensó que sería buena idea hacer algo antes de que él se despertara y se le fuese la cabeza otra vez. Le costaba moverse y no sabía si podría llevarla en brazos, pero tenían que alejarse de allí a toda costa. Se agachó dándole la espalda a la niña, indicándole que se subiera y tranquilizándola, diciéndole que le llevaría con su madre. No era muy pesada, pero Astrid tenía que realizar un esfuerzo más grande de lo común debido a las heridas, así que quizás tendría que irse parando de cuando en cuando. - ¿Qué va a pasar con el señor? – preguntó la chiquilla.

– No te preocupes. Es un hombre fuerte. Volverá sano y salvo. – Hizo una mueca de dolor, pero trató de disimularla para no preocupar a la niña. Después, bordeó la cerca de la entrada y comenzó a andar hacia la taberna, con la chica en su espalda. Sería un camino largo teniendo en cuesta sus condiciones físicas, pero no podía hacer más.
Astrid Dagmar
Astrid Dagmar

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Mensaje por Saito Hajime Jue Oct 01, 2015 10:08 am

-Jhon……. Jhon……… hermano despierta……… Jhon……..- esto era lo que escuchaba Hileach antes de despertar, al abrir los ojos nota que todo estaba tan oscuro como el acantilado de Wercheg, un lugar que Jhon solía ir de pequeño a lanzar rocas y tratar de escucharlas tocar fondo, algo que jamás sucedió pues no se veía fondo alguno y nadie sabíasi lo tenía. Se levantó todo adolorido entre todo aquel reguero de cadáveres, miro hacia los lados tratando de ver rastro de la niña y pensó –Astrid- arrastrando un poco los pies y un poco confundido se dirigió hacia la parte de atrás de la choza, busco alguna señal pero fue en vano, después con temor a encontrarla se acercó a todos los cuerpos caídos y por suerte ella no se encontraba entre ellos.
Descartando todas las posibilidades pensó que lo más probable era que Astrid habría tomado a la niña para llevársela a su madre que debería haber estado como loca desesperada, -pero me han dejado en el suelo inconsciente y se han ido muy normal- pensó mientras se tocaba sus bolsillos en busca de algún faltante. Supongo que aunque no hayan querido dejarlo tirado que iban hacer cargarlo? Pues nada no le quedaba de otra que ir a la taberna para averiguar qué había pasado.
Se detuvo un momento y miro toda aquella muerte que lo rodeaba, cuantas personas habían fallecido ese día por sus manos, a cuantos tuvo que ponerle fin a su vida. Un asesino, eso era lo que se había convertido? Tanto luchar por hacer el bien y terminar convirtiéndose en su propio enemigo, con lo que luchaba día a día. Aunque bueno no eran más que malhechores que saqueaban y que habían intentado matar a una niña, bueno de no haber estado ahí posiblemente hubiesen tenido éxito, ah sin olvidar el joven de esta tarde que intento envenenarle, ya contaba en su arsenal con más de media docena de muertes en solo una tarde, sin importar lo que fuesen o a que se dedicasen eran personas y seguro con familias. Pero bueno en fin la vida es así, ellos escogieron hacer el mal y Jhon hacer el bien y salvar vidas aunque para salvar una haya tenido que verse en la desdicha de condenar a tantas, eran ellos o él puesto que hacer el de la vista gorda y quedarse de brazos cruzados no se tomaba como opción, matar o ser matado.
Estas era una de las veces en que Jhon le disgustaba un poco estar de alguno de los lados de la balanza y consideraba el hacho de algún día dejar el cuartel y el gobierno para forjar su propio destino sin rendirle cuentas a ningún superior, sería un cazarrecompensas? No sabía pues la idea de serlo no le agradaba mucho, un dilema que solo el tiempo contaría.
De camino a la taberna le paso una idea extraña por la mente –ahora que lo pienso y si me vio como lycan, puede haberse asustado, no se aunque no lo creo como vivimos en un mundo lleno de extrañas y de todo tipo de criaturas, pero bueno tampoco le dije nada aparte de que no me gusta mucho estar tocando el tema- a medida que avanzaba trato de dejar de sacar conjeturas apresuradas y mejor esperaba a hablar con Astrid en la taberna, eso sí aun estuviera ahí para cuando llegue.
Saito Hajime
Saito Hajime

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Mensaje por Astrid Dagmar Jue Oct 01, 2015 7:00 pm

Después de un larguísimo rato, Astrid logró llegar a la taberna. Dejó a la niña en el suelo y abrió la puerta para que la pequeña corriera al interior. La camarera le miró con extrañeza, pero en seguida entendió la situación y le dijo a la chiquilla que su madre estaba en la planta superior, descansando en una habitación que le habían proporcionado sin ningún coste. Ésta le acompañó arriba.

Astrid se sentó de golpe en la primera silla que vio, siendo atendida por el tabernero rápidamente. – Por favor, siéntate, no tienes buena pinta. ¿Estás bien? - Ella asintió con la cabeza, sin pronunciar palabra y tratando de recuperar el aliento. No quedaban apenas clientes salvo un par de borrachos que no parecían violentos en una esquina. - ¿Qué fue del capitán? – preguntó el hombre, mientras le servía un vaso de agua que la morena agradeció bebiendo a grandes tragos hasta bebérselo de una sola vez. Él volvió a servirle más, por si acaso.

– Tuvimos que separarnos por el camino. Pero está bien. Apenas recibió un rasguño, si mal no recuerdo. – En esto último no mintió, pero temía que su memoria le traicionara. Después de haber visto lo que había visto, no dudaba en que ese hombre tenía el sentido de la justicia completamente retorcido y a pesar de que podía llegar a tener buen corazón, era potencialmente más peligroso que cualquier otra persona con la que hubiese tenido contacto desde que comenzó sus andanzas fuera del hogar familiar. Bueno, quizás eso era exagerar un poco. Pero sí que lo veía demasiado peligroso.

¿Qué le habría hecho llegar a ser así? ¿Eran todos los del gobierno de esa manera? No, imposible. Ya había conocido a alguien que era todo lo contrario que él, también de ese bando. Por no decir que, pese a los pensamientos radicales de su familia, sabía de primera mano que no eran tan violentos. Que estuviesen dispuestos a realizar semejantes barbaridades en el nombre de su país era otra cosa, tampoco justificable.

La camarera bajó al rato con unas gasas y un cubo que contenía agua caliente. El tabernero le explicó lo mismo que le había dicho Astrid, así que pareció aliviarse un poco. Ésta mojó uno de los paños en el agua y trató de colocarlo en una de las heridas visibles de la morena, pero ésta lo rechazó. – Estoy bien, gracias. Conozco una pequeña clínica en Nibelheim, con tener transporte me bastará para poder curarme. – No se fiaba de los curanderos de Mills: ya le habían dado problemas más de una vez y no quería tener trato con ellos.

La mujer volvió a insistir, esta vez poniendo de lleno la gasa mojada en la herida que tenía en el hombro izquierdo. Astrid hizo una mueca y se movió en el asiento, causando que le doliera más el cuerpo en sí. ”Tendré que descansar aquí. Ya encontraré cómo irme de aquí pronto,” pensó.
Astrid Dagmar
Astrid Dagmar

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