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SISTEMA MUNDIAL DE SPIRIT SOUL
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Categorías | Chaos | Spatium | Tempus | Revolucionarios & Anti gobierno | |
Territorio | 225 | 240 | 110 | 80 | |
Infraestructura | 170 | 320 | 330 | 60 | |
Vehiculos | 150 | 150 | 195 | 250 | |
Armamento | 90 | 21 | 21 | 45 | |
Soldados | 80 | 70 | 70 | 110 | |
Prestigio | 80 | 50 | 120 | 120 | |
Total: | 1435 | 3747 | 1531 | 2085 |
MEJORAS MUNDIALES DE SPIRIT SOUL
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Categorías | Chaos | Spatium | Tempus | Revolucionarios & Anti gobierno | |
Vehiculos | Lvl 0 | Lvl 0 | Lvl 0 | Lvl 0 | |
Infraestructura | Lvl 1 | Lvl 1 | Lvl 1 | Lvl 1 | |
Armamento | Lvl 1 | Lvl 1 | Lvl 1 | Lvl 1 | |
Links Necesarios: | Info del sistema | Ramas de mejoras | Tierras dominadas | Contador de puntos |
MEJORAS DE CHAOS
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Tipo | Nivel | Mejora | Adquirida el día | ||
Mejora de Armamento | 1 | Armadura reforzada. Los soldados cubren su espalda, hombros, y brazos con armaduras mágicas. (+17 puntos al dado de defensa de cada soldado) | 26/5/2016 | ||
Mejora de Infraestructura | 1 | Geisers de lava.Tus murallas son cubiertas por geisers de magma que queman todo lo que se acerca. (+100 hp a cada muralla al defender de una invasión) | 21/8/2016 |
MEJORAS DE SPATIUM
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Tipo | Nivel | Mejora | Adquirida el día | ||
Mejora de Armamento | 1 | Pólvora Delux. Las armas del reino sufren una mejora total. (+20 al dado de ataque de cada soldado) | 26/5/2016 | ||
Mejora de Infraestructura | 1 | Se refuerzan las murallas del reino en edificios gubernamentales. (+100hp a todas las murallas al defender de una invasión ) | 24/8/2016 |
MEJORAS DE TEMPUS
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Tipo | Nivel | Mejora | Adquirida el día | ||
Mejora de Infraestructura | 1 | Campo tecnológicamente alterado. Un campo electro-magnético rodea tus murallas protegiéndolas del daño enemigo. (+150 hp a todas las murallas al defender una invasión) | 26/5/2016 | ||
Mejora de Armamento | 1 | Cañón electromagnético. Los soldados son armados con tecnología de punta. (+15 al ataque de cada soldado) | 21/8/2016 |
MEJORAS DE REVOS & ANTI-GOBIERNO
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Tipo | Nivel | Mejora | Adquirida el día | ||
Mejora de Armamento | 1 | Armas cortantes (Espadas): los forjadores y herreros abdicados a la revolución son considerados los mejores entre las regiones. (+20 al dado de ataque de cada soldado) | 26/5/2016 | ||
Mejora de Infraestructura | 1 | Diavolik Force. La manipulación con éxito de materiales para crear tus murallas, hace que la protección que esta otorga aumente considerablemente. (+120 hp a todas las murallas al defender de una invasión) | 21/8/2016 |
Blanco y negro [Karura]
Spirit Soul :: Chaos :: Aldea de Nihil
Blanco y negro [Karura]
-Baja eso, Taro ¿Quieres? Lo oigo desde aquí.- Le dijo medio molesto. Akki no acostumbraba a escuchar música. No recibió respuesta alguna, así que le arrojó con fuerza un bolígrafo para que reaccionara.
-¡Hey! ¿A qué viene eso?- Se quejó el joven mago, levantándose para curiosearle la mesa al General.
-Lo que quiera que sea esa cosa, no la pongas tan alta.- Suspiró, revisando las fichas de las Brigadas Dominia.
-¿Qué haces, Akkio? ¿Qué es eso? ¿Es una misión? ¡Quiero ir! ¿Puedo?- Empezó a molestarle dándole toques en un hombro.
-Es una expedición a la Aldea de Nihil, pero no puedes ir.- Sonrió calmado, ya había encontrado a quien se vendría con él.
Los siguientes quince minutos en los que se había dispuesto a buscar a Karura para decirle que le acompañara, los había pasado oyendo las súplicas de Maitaro, que le insistía en que él debía ir, en que era imposible que su escuadrón no tuviera un mago blanco. Tenía razón, pero él aún era demasiado débil, no tenía ni una sola manera de defenderse, no sabía usar ni siquiera dagas o espadas cortas, tampoco sabía bloquear con escudos, era pésimo para la batalla. Intentó hacerle entender mientras llegaban al patio, donde ese día estaban entrenando sus técnicas todos los soldados. Acabó por ignorar cada una de sus quejas, se estaba quedando sin paciencia. Saludó a todas las brigadas y se acercó hasta la elfa, esperando a que terminara su ejercicio, para captar fácilmente su atención.
-Buenos días, soldado.- Saludó de manera formal. No podía hablar si su amigo no se callaba, así que se giró con una miraba agresiva y fulminante, poniendo una mano entre los dos rostros y apretando el puño. Entendió bien eso y guardó silencio, luego se dirigió a la drow de nuevo. -Quiero que me acompañe a una expedición. Se han detectado acciones extrañas, muy sospechosas en Nihil e iremos a revisar. Prepárese.- Concluyó el mensaje, retirándose de allí.
Él también tenía que prepararse, no iba a llevar muchas cosas, no iban a pasar más de un día fuera y la mayoría del tiempo, si es que iban andando, sería por travesía, más que por investigación. Recogió algunas cosas que vio de su interés y se reunió con la elfa en la salida de la Base de Spatium. Había dejado tiempo suficiente para que se diera un baño para que se limpiara del entrenamiento bajo el ardiente sol. Aunque se había callado, aún no se había podido deshacer del mago, que seguía en silencio cada uno de sus pasos, como si pensara que así nadie le vería.
-Podemos ir volando, en moto o andando.- Dijo mirando pasar los coches.
Re: Blanco y negro [Karura]
Karura acabó por detrás de su víctima inerte; se impulsó con el pie derecho hacia delante y pasó a su lado a la misma velocidad que cuando propinó el primer golpe. Volvieron a sorprenderse con su rapidez, y no se esperaron una nueva incisión, esta vez en el costado derecho; se afiló paulatinamente hasta que el torso superior cayó de bruces hacia un lado, entre una nube de polvo que levantó del suelo. Karura consideró aquello un trabajo bien hecho, y relajó su postura. Uno de los generales se acercó a ella. Esbozaba una sonrisa aprobatoria; la enalteció con aplausos, pero las palmadas tenían intervalos muy largos uno después de otro.
—Muy bien; es suficiente —les dijo a todos—. Eso ha sido todo por hoy.
La fila de brigadas se rompió en pequeños grupos que fueron, de una forma más o menos ordenada, metiéndose en el vestíbulo del enorme edificio que daba al patio de entrenamientos. Karura siempre iba sola. Se alisó los cabellos sudorosos con los dedos; algunos flecos untuosos se le habían pegado a un costado del cuello. Necesitaba urgentemente una ducha, pero de pronto, apareció el General. Karura se giró hacia él y devolvió el saludo. Detrás de él iba una persona de corta estatura, pero que aún así le sacaba una cabeza a la elfa. Llevaba encima una túnica pesada, y una cara apesadumbrada; era como si la cabeza le pesara sobre los hombros.
Karura sabía quién era: uno de los amigos del general. Maitaro; un nombre extraño que Akki acotaba como “Taro”. Intentó abrir la boca, pero Akki lo detuvo con una mirada brillante de furia, levantando el puño, tembloroso por la fuerza con la que apretaba.
—Buenos… días, General. —Akatsuki le informó con marcada seriedad que se preparase para dentro de una hora. Partirían en una misión de reconocimiento en la recóndita Nihil. Karura se preguntó qué es lo que habría allí de interés para la brigada. Quizá, como siempre, se tratase de revolucionarios de poca monta reunidos en congresos clandestinos y rebeldes—. Sí, sí señor.
Se dio una ducha y se colocó encima el uniforme reglamentario. Detrás de la espalda, como siempre, se cruzaban las fundas negras de dos “kodachis”. Se aseguró haberlas afilado en la armería anteriormente. Cuando salió, uno de los reclutas fue hasta ella para indicarle que el General ya la esperaba afuera, junto a la escalinata que llevaba a la puerta de entrada. “Qué impaciente es”, rió interiormente.
Se presentó ante él en unos minutos. Taro seguía detrás, pegado a su culo. Karura entornó los ojos con fastidio, pero asumió que él también les acompañaría en esta gesta.
—Volando. —Casi parecía una broma de mal gusto decirlo; como si tuvieran un enorme zeppelin a la distancia de un brazo estirado.
Re: Blanco y negro [Karura]
-Listo, arriba.- Les ordenó de buena gana, sin que pareciera un mandato.
-¡Woah! Nunca me lo habías enseñado ¡Es enooorme!- Exclamó fascinado Taro, recibiendo una mirada agresiva del General.
-¿Qué te he dicho?- Resopló dándole la espalda.
Le echó una mano a Karura para que pudiera llegar al lomo más fácilmente. Luego, también ayudó al joven mago, que no podía escalar con esos faldones que a él le parecían demasiado ridículos. Jamás sería capaz de llevar algo así por la calle con normalidad, no al menos en Spatium, donde la gente se extrañaba al ver ciertas cosas pertenecientes a la "edad media" o sociedad de Chaos. Akatsuki se sentó delante de sus compañeros, para poder dirigir a la bestia. Desvió la mirada hacia atrás, diciéndole a Karura que se aferrase a él para no caer. Sin que tuviera que decir nada más, Taro también lo hizo, pero él se abrazo a la drow, eso le molestó al General, pero por el momento, no dijo nada. Si ella se quejaba o se le ocurría hacerle algo, seguramente le tirase del dragón y que se las apañara solo, muchas veces le había advertido sobre no "tocar y molestar" a sus seres queridos. Hasta ahora siempre había hecho caso.
Xepher emprendió fácilmente el vuelo, con sus aleteos y su inmensa velocidad, en pocos minutos sobrevolaron las puertas de Spatium. Taro tenía miedo y no podía dejar de temblar, pero al menos estaba callado y eso era lo que quería. A este ritmo el viaje duraría menos de una hora. Chaos estaba relativamente cerca, tenían que cruzar un pequeño tramo de océano y encontrarse con el pantano maldito. Akki le mandó rodear esa zona aunque el camino fuera más largo, porque el aura que emanaba de aquella zona, impedía los vuelos, algo tenía que no permitía a nadie pasar por encima como si nada. Los vehículos quedaban inestables y se estrellaban. No quería un accidente pudiendo evitarlo. Pasaron al lado de Ciudad Prodigio y al girar, se hizo visible a lo lejos Aeris Arcana, la ciudad de los dirigibles de guerra de Chaos. El dragón era relativamente seguro, si él no tenía ningún problema, sus pasajeros tampoco, no tenían peligro de caer a menos que ellos mismos se lo buscaran.
-Aterriza ahí, fuera, para que no nos vean.- Le pidió a su fiel dragón.
Descendió lentamente dando círculos en los límites de la aldea, en espiral. Al final se alejó unos kilómetros, cuando las nubes ya no les hacían invisibles. Al tocar el suelo Xepher, dio un salto, dándose prisa en que sus compañeros también bajaran, pues quería hacer desaparecer al dragón para que nadie diera la voz de alarma y se pusieran en armas contra la bestia. Había algunas familias residiendo allí, no muchas, pero las que podían trataban de ser felices. Las casas viejas de madera estaban en condiciones pésimas, él no lo veía un lugar habitable, cualquiera de las pequeñas estructuras podía derrumbarse si soplaba el viento. Las tablas estaban carcomidas y los tejados eran de paja.
-No se me ha informado de que sea aquí dentro, tal vez haya algo en los alrededores. Revisaremos todo lo que podamos sin perturbar las tareas de los habitantes.- Dijo mirando a la elfa y al mago, hasta obtener su aprobación, para ponerse en marcha con lo que debían hacer.
Re: Blanco y negro [Karura]
La figura era un anciano, o eso parecía. En realidad aparentaba mucho menos años de los que realmente cargaba sobre sus hombros. Se ocultaba bajo una espesa capa de cáñamo, y de la barbilla puntiaguda le colgaba una extensa mata de pelo blanco que se prolonga hasta el suelo. Tenía los dos ojillos entreabiertos, escondidos entre un mar de arrugas; y una nariz afilada, demasiado larga para considerarla del todo normal. La piel macilenta era casi amarilla, translúcida, rellena de pápulas y pequeños hematomas, debido simplemente a la fragilidad capilar. Había perdido la elasticidad con los años, pero no la maña suficiente como para no permitirle manejar el adminículo que tenía el hombre implantado en su cabeza.
Era un aparato curioso, que se sujetaba por medio de un casquete posterior, en semiluna; y que se prolongaba en una curva hasta el ojo del mismo lado para administrar a este todo tipo de lentes. El anciano sólo tenía que golpearlas con un dedo para interponerlas al ojo, y tenía tantas encima como las que tiene dentro de su mecanismo un microscopio. Sólo él sabía lo que estaba escudriñando dentro de la esfera; un artilugio por el que profesaba un profundo interés. Descansaba sobre una mesa por medio de un pequeño penacho de madera que lo soportaba rígido y seguro. Rutilaba con destellos azulinos, como el mar espumoso y embravecido.
Se escuchó un chispazo a su lado, y de pronto, una pantalla se iluminó en la pared izquierda. Una silueta ennegrecida y difuminada empezó a informar desde el otro lado. No se dignó ni a apartar la mirada de su preciada joya.
—Señor. Los preparativos están listos; el culto está preparado para continuar.
—Perfecto —respondió en voz baja, exánime—. ¿Habéis encontrado mucha gente en Chaos dispuesta a unirse a nuestra causa?
—Mucha, señor. Si me lo permite…—amago de sonrisa—, le diré que su plan está dando buenos resultados. Más de lo que se esperaba.
El anciano soltó una risilla estentórea, casi podía confundirse con una convulsivante tos.
—¿No le importa que me divierta un poco a partir de ahora? —Una pausa—. Algo así, como un descanso.
—De acuerdo, pero no te desvíes. Lo importante es...
—Lo se —lo cortó inmediatamente—. Lo tendré en cuenta.
Y cortó la comunicación.
En la habitación enorme, circular, casi del tamaño de un enorme observatorio (y en gran medida, eso es lo que era), entre gran cantidad de inventos y máquinas que echaban vapores mágicos, estaba él; el maestre, que ahora mismo sonreía, imaginándose las dichas que alcanzaría si llegaba a cumplir sus ambiciosos objetivos. En el cristal, por fin, se mostraron los tejidos del futuro, que entretejieron la imagen borrosa de un dragón negro, enorme y fiero.
***
Tras unas cuantos minutos de viaje, llegaron a Nihil. Karura se asombró consigo misma; no se esperaba que aguantara tanto una travesía aérea, y encima, sobre el lomo de un dragón. La cabeza le daba vueltas de lo mareada que estaba, y cuando aterrizaron y pudo descender a suelo firme, casi se echa al suelo a besar la hierba fresca y llenarse la boca de humedad y tierra. Por supuesto, se reprimió; tenía un honor que mantener. “Hemos llegado”, suspiró muy aliviada. En cambio, Maitaro se lo estaba pasando en grande. No sólo había tenido la oportunidad de acompañarles, sino de viajar sobre un dragón. ¡Un dragón de verdad! Y sujetarse de las caderas de una Drow. ¡Una Drow de verdad!
Desde lejos, Nihil estaba cubierta por una capa espesa de niebla que flotaba en el aire y parecía no querer abandonar el pueblo durante todo el año. Había veces, en verano, que se despejaba. Pero ahora seguía allí, ocultando la aldea. Se encontraban sobre un pequeño montículo de tierra, y bajando por una pequeña colina, sorteando la poca vegetación, seca y achaparrada, podía llegarse fácilmente a la entrada del pueblo. Después de las advertencias del General, los tres bajaron caminando y se encontraron con la empalizada entreabierta y silenciosa. Un demacrado guardia la guardaba en sueños, apoyado sobre el palo vertical de su propia alabarda, desafilada y maltratada por el óxido. La barrera que protegía la aldea no era una visión más halagüeña: una fila de madera astillada dispuesta en vertical, apuntalada al suelo, y remachada con tablones horizontales; alguno había sido tachado oblicuamente. Debía haber sido construida por monos.
—¿Qué hacemos? —preguntó, confundida. No sabía si despertar al guardia, o pasar desapercibida para entrar en la aldea, lo cual, no le costaría demasiado.
Re: Blanco y negro [Karura]
-Lo mataré y entraremos.- Bromeó, sin embargo Taro no lo entendió.
-¿¡Queeeé!? ¡No puedes hacer eso! Matar es malo Akkio, debes evitarlo a toda costa... Hablar da mejores resultados.- Le saltó a la espalda y le rodeó el cuello con los dos brazos, tratando de ahogarle un poco.
-Lo sé, no voy en serio. Nos colaremos.- Dijo quitándose de encima a su compañero.
No le gustaba y le molestaba que le saltara encima. Cuando lo hacía era para impedirle actuar molestando. Intentaba conducir a Akatsuki por el mejor de los caminos, dentro de los que estaban disponibles para él. Pretendía que fuera menos violento, que se parase a pensar mucho más las cosas, que se basara en otras cosas diferentes a su fuerza. Llevaba dieciséis años esforzándose para conseguir lo que quería y en realidad todo funcionaba. Anteriormente Akki era mil veces peor de lo que era ahora, era mucho más malvado y la mayoría de cosas que hacía, iban con rencor y odio hacia el mundo en general. Antes prefería el caos y ahora buscaba el orden. El General apenas era consciente de sus cambios, si se viera a si mismo en el pasado, sería incapaz de reconocerse.
-¿Y si preguntamos? También podemos pasar como si nada. Si se despierta le contamos.- Sugirió Taro.
Por hablar le señaló que fuera él quien le preguntara al guardia. Akki prefería pasar por otro lado, incluso saltar por encima de esas tablas rotas de madera, pero no podía olvidarse de que Taro no era sigiloso, no sabía pasar desapercibido y no podía escalar por encima de la barrera. Cuando el chico se adelantó, Akatsuki aprovechó para llevarse a Karura por el otro lado, que ellos se infiltraran tranquilamente. Al menos él lo consiguió, sin que notaran su presencia. Dio un salto y se aferró a las puntas, para pasar al otro lado. Podía haber arrancado las tablas, pero eso habría hecho demasiado ruido. Taro de echo, consiguió el permiso, el vigilante no le vio una amenaza y le dejó pasar sin problema alguno. Justo después, volvió a dormirse.
-Me siento observado.- Comentó el General mirando a todos lados.
No había nadie por allí. Las ventanas estaban tapiadas, la plaza desierta, la fuente que alguna vez tuvo agua, estaba partida por la mitad. El guardia estaba de espaldas, él no podía estar mirándoles, además, ni siquiera sabía que Karura y él estaban dentro. No había ni un alma, ni una brisa, nada, ni siquiera rayos del sol, que eran opacados por la espesa niebla. Nihil era un lugar demasiado lúgubre, no sabía bien por donde empezar a mirar. Akki admiraba la destreza de la elfa, su gran capacidad para escabullirse y para moverse, así que le pidió hacer uso de sus habilidades para ver si conseguía encontrar algo, cualquier cosa por muy pequeña que fuera. Tal vez ella pudiera apañárselas para mirar dentro de alguna casa sin ser descubierta.
-Especialmente esa casa ¿Ven? No me gusta un pelo. Me da muy malas vibraciones.- Gruñó entrecerrando los ojos.
Estaba apartada de las demás, era mucho más grande y con mejor estado. Se sentía un aura extraña y desagradable, una muy mala impresión. Ahora, le pidió a Taro intentar reconocer qué era eso. Solo fue capaz de decirle que si acaso era energía mágica concentrada. Dijo que sería algún habitante conjurando algo en su hogar o una fuente acumulándose poco a poco.
-Vamos a revisar ahí primero. Daremos un rodeo.- Se adelantó él primero para llevar a cabo la incursión.
Re: Blanco y negro [Karura]
Akki declaró que Taro atravesaría la puerta principal, y ellos dos, por parecer más peligrosos, darían un rodeo por la empalizada hasta encontrar un punto débil. Después, se reunirán en la plaza del pueblo, si es que un pueblo tan demacrado como aquel tendría uno. Karura pensó que el plan estaba bien, porque si bien ellos dos iban armados; Taro no parecía estarlo. Tan sólo tenía la pesada túnica que cubría casi todo su cuerpo como un asceta célibe.
Al final, funcionó. Akki saltó el vallado en un punto donde un montículo de tierra se amontonaba contra la estructura. Y la elfa, por su parte, se deslizó entre dos tablones que dejaban apenas un resquicio fino y estrecho. Taro no corrió mala suerte, como pudieron ver cuando se encontraron con él en la plaza.
Un silencio sepulcral reinaba en medio del poblado; como en un cementerio sin voz alguna. El único ruido era de la brisa que se levantaba sobre la tierra yerma y flotaba en constantes vueltas, una y otra vez, como si rodeara al poblado con un escudo de aire. Los matojos de zarzas salpicaban el camino, apenas empedrado en caóticas líneas que conectaban los zaguanes de las destartaladas viviendas. Taro les comentó que, después de todo, el guardia le dejó pasar como si nada. Karura rodó los ojos hacia un lado, escéptica, incapaz de creerse aquel cuento. Quizá, sólo había tenido suerte.
Akki señaló una de las viviendas; una casona en lo alto de una colina, al final de una extensa callejuela que ascendía poco a poco con las curvaturas de un río. A un lado y otro se ordenaban las puertas; y las residencias, desmejoradas, estaban fabricadas con madera y argamasa. Los postes laterales estaban muy pegados, como si hayan sido construidas todas juntas, al mismo tiempo. Aún así, la altura variaba tanto como la respiración atáxica de un enfermo. A veces se encontraban un gran torreón, seguido de un pequeño cuartucho con placas de aluminio encima, tapizado de hormigón adulterado, hinchado de imperfecciones.
Aquella casa que había observado Akki creció hasta convertirse en una mansión, separada por una verja alta, acabada en punta. Un jardín la rodeaba, relleno de arbustos y enormes zumaques, hace tiempo sin cortar. Parecía una verdadera selva lo que había allí dentro. Taro les llamó enseguida nada más a empezar a rodear el muro. Encontraron la cancela entreabierta. Cuando el mago le dió un empujón, se movió con un grito chirriante y ensordecedor.
—No deis un paso más —les dijo una voz autoritaria, a sus espaldas. Había allí dos soldados;no exactamente, pero asemejaban serlo. A Karura le recordaban a los trabajadores de la mina de Chaos, pero tampoco eran soldados de allí. Eran musculosos y fieros, de piel oscura. Vestían un peto de cuero, por debajo, faldones harapientos que les llegaba hasta los pies, donde asomaban botas de cuero bastante desgastadas. Ocultaban el rostro detrás de un yelmo de cimera alta, con un plumón en la parte alta que les llegaba hasta la nuca; muy parecido a aquellos cascos de los antiguos hoplitas espartanos—. ¿Quién os ha dejado entrar en la ciudad?
Blandió la hoja, que brilló con un fulgor blanco, el de la luna reflejándose sobre el mar negro de una noche cerrada.
Re: Blanco y negro [Karura]
-Si nos derrotáis, tal vez conteste.- Les desafió tanto con palabras como con la mirada, afilada, agresiva y brillante.
Sabía que muchas cosas podían salir mal, pero en principio, no deberían tener problemas contra ellos, en un combate de dos contra dos, además, siempre contaban con la asistencia mágica de Taro, que podía curarles de cualquier herida a distancia. Bárbaros guerreros de Chaos, como él, llevaban la destrucción a todas partes. Pelearía con las manos, como siempre, hasta que le resultara necesario el uso de su espada, que sería un elemento sorpresivo: No todo el mundo saca armas de la nada y nadie se lo espera. Las espadas de los adversarios eran finas, delgadas y muy afiladas, así como ligeras, igual que sus protecciones, que ni siquiera él las llamaría armaduras. Supuso que con ese equipamiento, serían veloces, quizá más que él y por ello debía andarse con cuidado y dejarles atacar primero.
Quería procurar estar cerca de la elfa durante la pelea contra esos soldados, aprovecharse de todas las oportunidades que ella le brindara para poder derrotarles fácilmente y ofrecerse a ser su escudo en todo momento. Incitó a los guerreros a acercarse con violencia y el orgullo característico de los destructores de Chaos. La gran mayoría de allí, preferían morir antes que ser deshonrados o tener que admitir una derrota. Sería demasiado fácil dejar que Xepher se los comiera, pero si las cosas se ponían feas, podía ser una muy buena opción, así aprovechaba para que se alimentara. Le dio unas suaves palmadas en el hombro a la drow, haciéndole saber con ese gesto que contaba con ella para sus maniobras. Serían una locura estando solo. Planeaba ser un mero señuelo y que ella les quitara la vida.
-Se huele el miedo.- Susurró provocando aún más.
Cuanto más cabreados, más ciegos de rabia y menos estrategia, se convertirían en blancos fáciles, solo toros desbocados. Con esto consiguió que uno de ellos, incluso sacara un pequeño escudo, dañado de muchos combates anteriores, totalmente descuidado y maltratado. El más autoritario solo llevaba su espada y arremetía contra los dos, indignado y molesto. Levantaba polvo por los pisotones, arrastrando el pie justo antes de levantarlo. Quiso atacar con un ataque blandiendo la espada en vertical, lo más fácil de evitar. Eran imponentes e imaginó que tenían que tener mucha más habilidad, no podían ser tan malos y predecibles. Akatsuki estaba esperando a que usaran algo peligroso. Karura podía cortarle por la mitad si él le sujetaba, porque estaba entremedias de ambos. Quería aprovechar esa oportunidad, antes de que su compañero se les tirase encima. Si obtenía rápido la aprobación de la elfa, llevarían a cabo la primera sangre del día.
Re: Blanco y negro [Karura]
Uno de ellos descolgó el hacha que tenía atada en la espalda. Pesada, difícil de manejar, pero mortal en las manos de un guerrero de Chaos.
—¿No deberíamos llamar al Árbitro? —dijo, con una mueca de desaprobación en la cara—. Es mujer extraña. Tiene el uniforme de la brigada.
—¡No le tengo miedo a Spatium! —aulló en respuesta a su compañero, levantando la gladius.
El guerrero se precipitó contra Akki a una velocidad insólita. Llevaba un desvencijado escudo como protección. Levantó la espada y… una estela roja le cubrió la garganta. Un corte limpio y silencioso abrió la piel, la grasa por debajo, la tráquea y los músculos. Un río de sangre se deslizó sobre su comisura derecha hasta el mentón, y se llevó las manos a la garganta abierta. Echó un estertor al aire, y se hundió en el piso para ahogarse con su propios fluidos, entre repetidas convulsiones agónicas. Karura estaba detrás, los ojos brillaban intensamente, y la hoja de su kodachi rutilaba de rojo como una luna eclipsada de sangre. Taro, al observar tal escena, se llevó las manos a la boca. Estaba horrorizado, con ganas de echarse a vomitar; se mordió fuertemente la lengua para no hacerlo.
Karura agitó la hoja hacia el cadáver y encaró al otro soldado, tembloroso. Dio un paso atrás, y luego otro. Tenía los ojos clavados en él, los ojos de una asesina que necesita sangre para alimentarse. Intentaba hablar, pero le castañeaban los dientes. Debía ser el soldado más inexperto de todos ellos, porque Chaos solía matar a todos los efectivos que se baten en retirada; un justo castigo para los cobardes, que por supuesto, no tienen cabida en Chaos. El guerrero debió comprender esto, pues se envalentonó. Balanceó el hacha delante de Karura; por la derecha, por la izquierda… Karura se agachó para evitar el filo, esquivó dos o tres envites más, y bloqueó el cuarto con las dos katanas a la misma vez. En el aire se escuchó la canción del metal, y los filos se encontraron una y otra vez. El guerrero sentía que, poco a poco, iba perdiendo el equilibrio, y que aquella extraña mujer de piel negra le ganaba terreno. Comprendió que había sido mala idea enfrentarse solos a aquel par de extraños sin pedir refuerzos.
Sin embargo, alguien dentro de aquella mansión debió enterarse de la reyerta. Retumbaron millares de pasos allí dentro, y repentinamente, las puertas de la entrada se abrieron hasta batirse contra la pared, como si las hubieran golpeado para abrirlas violentamente. Un hombre embutido en una pesada armadura salió del umbral, para bajar algo torpemente las escaleras que daban al jardín. El peto era un metal hinchado, como para albergar dentro una pesada barriga, los brazos enguantados en metal albino. Un yelmo redondeado le cubría la cabeza, con visera, y una rejilla que no ocultaba sus ojos achinados y la barba cerdosa que le cubría, casi totalmente, la papada rellena de grasa.
—¿Qué está pasando aquí? —Su pregunta fue instantáneamente contestada cuando, detrás de la verja, vio que tres personas atacaban a uno de sus hombres—. ¡Carajo! ¡A mí la guardia revolucionaria!
Re: Blanco y negro [Karura]
-¡Akkio ayúdame! ¡Aagh!- Exclamó Taro, que había sido apresado antes de poder escapar.
Uno de los muchos guardias tenía sujeto al mago, con la espada en el cuello, amenazando con degollarle. La cuchilla ya le estaba tocando y le había hecho un hilo de sangre. Estaba inmóvil, asustado y sin saber si su mejor amigo sería capaz de salvarle. Ahora es cuando se arrepentía de haber ido con ellos, cuando sentía que estaba a punto de echarse a llorar como un cobarde. Pero Akatsuki no podía juzgar a Taro, él no era un guerrero, no estaba preparado para estas cosas, aunque había visto civiles más valientes, con más orgullo, el suficiente para mantenerse con una mirada rabiosa y no sumisa. De las puertas salieron filas y filas de guerreros, armados con espadas, lanzas, hachas y escudos, ahora con armaduras mucho más resistentes y cuidadas. Soldados revolucionarios expertos, dispuestos a acatar las órdenes de su líder.
-¡No dejes que me maten!- Le suplicó.
-¡Soltadle! ¿Me quieren a mi? Aquí estoy.- Alzó las manos hasta ponerlas a la altura de la cabeza.
No estaba seguro de qué hacer, en otras circunstancias, en las que quien estuviera atrapado fuera un desconocido, seguramente lo hubiera dejado morir a cambio de arrebatarle la vida a todos y cada uno de los revolucionarios que allí estaban. Una vida por cien o más, incluso dentro de la mansión, iría a buscarlos y ponerles fin, pero ahora, se planteaba si su mejor amigo, aquel que había estado con él desde niño, era mucho más importante que esa basura de gente rebelde. Si atacaba a alguno le degollarían y si no lo hacía, a lo mejor frente a la elfa y al propio mago, era él quien le decía adiós al mundo y no estaba dispuesto a eso.
-No, queremos a la elfa oscura, ella es interesante, nunca habíamos visto a un ser semejante.- Señaló el de la voz cantante.
Akatsuki ladeó la mirada para divisar a Karura, tal vez ella sí que fuera la clave para que no les pasara nada a ninguno de los tres, pero la jugada era tan arriesgada que si salía mal, morirían los tres simplemente. Estaba ante una decisión complicada, no permitiría que le tocaran un pelo a la drow y lo único que podía hacer era un intercambio. Ahora Karura pertenecía a su familia y eso era algo que nadie podía superar.
Re: Blanco y negro [Karura]
Karura dejó caer las kodachis con una expresión desaprobatoria y, a los poco segundos, los soldados fueron a apresarlos. Karura sintió los dedos hundirse sobre la piel del antebrazo hasta hacerle daño. Intercambió una mirada con su General, aunque fue muy breve y efímera; los caballeros se habían interpuesto entre ella y Akki. Sintió como deslizaban una cuerda alrededor de las muñecas y la aseguraban hasta tenerlas bien juntas.
—General. ¿Qué hacemos con estos dos? —preguntó uno, que llevaba una pluma azulada en la visera del casco.
—Llévenlos al foso. Ya veré lo que haré con ellos cuando hable con el árbitro.
Una compañía de revolucionarios ataviada con uniformes de Chaos condujo a Akki y a su amigo al sur del pueblo. Allí, el camino descendía hacia un valle abrupto de pequeñas colinas y altibajos hasta llegar a un edificio alto y desvencijado. Tenía la forma de un torreón esbelto y de piedra negra. Los hicieron pasar por la entrada, y los encerraron en una sala circular, atando sus manos a los grilletes que habían adosado a la pared. Los ataron separados, uno en frente del otro. Todavía podían mover los pies. Arriba, por encima de sus cabezas, el frío calaba y la luna era testigo de sus desgracias. Aquella habitación estaba abierta, pero desde el suelo hasta el techo debía de haber por lo menos unos treinta y cinco metros. La pared lisa no ofrecía ningún saliente para escalarla, eran como las duelas de un enorme tonel.
Por otro lado, a Karura la condujeron dentro de la mansión.
—Ya verás qué de contento se va a poner el árbitro. No se ven drows en Chaos desde… bueno; desde que tengo uso de razón —risa batiente.
Acompañado de dos guardaespaldas, subieron las escaleras de un ancho vestíbulo y atravesaron una de las puertas a mano derecha, allí se abría una salita, como una especie de recibidor. Al fondo de la sala se abría en una ancha cristalera que daba a un patio; por el otro lado habían unos sillones tapizados de terciopelo rojo. El enorme trasero del general, enfundado en acero, precipitó en los sillones. Volvió a reír victorioso. Parecía que hoy era su día de suerte; estaba orgulloso de haber capturado a tres brigadas y estaba seguro de que eso supondría mucha información para el ejército revolucionario. Le sonsacaría todo lo que pudiera a esa elfa aunque tuviera que retorcerle los pezones hasta rompérselos. Se acercó a ella con una sonrisa petulante y le preguntó:
—Muy bien. Ahora, dime qué os trae a Nihil —la señala con un dedo—. No hace falta que respondas: ¿Buscando revolucionarios, verdad?
Los ojos ambarinos rodaron hacia un lado; su careto era tan feo que le resultaba doloroso. El general lo tomó como un gesto de clara rebeldía, y la golpeó en la mejilla con el revés del guantelete. La mejilla se le coloreó rápidamente, los ojos se le ensombrecieron.
—¿Quieres más? —el hombre gordo sonrió. Al fin y al cabo, él estaba seguro. Tenía sus armas, y además, dos de sus hombres la agarraban de los hombros. Podría hacer lo que quisiera con ella; eso le hacía sentirse poderoso e irreverente. Fue a darle otra bofetada cuando, de repente, la mano se le quedó paralizada en el aire. Se escuchó una advertencia a sus espaldas, y la puerta se abrió dejando paso a una figura oscura y encapuchada.
—Ya es suficiente. —Sentenció. Karura alzó la cabeza, con los ojos abiertos, esperanzados, pero no era la persona que esperó ver. Su voz le era familiar, como así la forma de caminar, y aquella musculatura incipiente sobre la armadura de cuero y de remaches dorados. Un pequeño hueco entre la chaqueta, en forma de aguja, revelaba la depresión de su esternón y el comienzo de dos duros pectorales. Llevaba capucha encima, y una máscara negra que sólo dejaba un pequeño hueco para dos ojos afilados. Las manos enguantadas en mitones negros.
—Ya veo. Toda la diversión para el árbitro. ¿No es así?
El gordo se giró hacia él. Los dos soldados llevaron su mano hasta la sien a modo de saludo.
—Dejadme solo con ella —exigió.
El general se golpeó los muslos fastidiado, y asintió gruñendo. Hizo una señal con la cabeza para que los soldados se retiraran y él los siguió por detrás. Cerró la puerta tras de sí, no sin antes dedicarle una mirada cargada de odio a ese joven insolente que había llegado a liderar, con poco tiempo, a una pequeña parte de todo el pequeño ejército revolucionario.
Re: Blanco y negro [Karura]
-¿Y ahora qué? ¡Vamos a morir!- Exclamó forcejeando con los grilletes. Lo único que logró fue hacerse daño. -¡Vendrán a torturarnos! ¡Nos arrancarán las uñas y nos clavaran cosas ardiendo! ¡Clavos! Muchos de ellos...- De solo pensarlo se le empalideció el rostro y empezó a patalear.
-¡Cálmate maldita sea! Déjame pensar.- No estaba de buen humor y en estos casos, era una ventaja.
Tenía los ojos cerrados y cabeza bajada, reflexionaba en silencio mientras su acompañante no hacía más que quejarse. Aún así pudo dejar la mente en blanco durante escasos minutos. Los problemas los encontraba para salir de allí y rescatar a su elfa, porque no tenía dificultad en soltarse de los grilletes. Empezó por eso, apoyando los pies en la pared y haciendo fuerza con casi todo el cuerpo. Apretó los puños y los movió con violencia, provocando un ruido chirriante, hasta que las ataduras cedieron. Hacían falta más cosas para apresarle, pero aún así, no podía salir y tal vez eso era suficiente para los guardias. No le servía de nada estar libre si no podía saltar por la ventana. Primero fue a liberar al mago, rompiendo las cadenas, pero no así las esposas, no podía quitarlas sin hacerle daño.
-¿Cuál es el plan, Akkio?- Preguntó mucho más aliviado.
-No tengo ningún plan, pero no te alarmes, saldremos de aquí. Dame tiempo.- Se hizo el silencio después de eso.
Se acercó hasta la ventana y apoyó las manos en el alféizar de piedra, inclinando la cabeza para ver la altura. Solía improvisar las cosas tal cuál sucedían y eso de no tener planes anticipados solía enervar a los que estaban con él. Todos acostumbrados a tener unas pautas bajo las que actuar, perdidos cuando las cosas fallaban y sin saber arreglárselas solos: Él no era así. Akatsuki siguió pensando durante casi diez minutos, hasta que dio con la solución perfecta, pues no pretendía salir y ya, sino, podía haber ido por la misma puerta por la que entraron. Podía con los guardias mientras no le atacaran a distancia y la mayoría portaban espadas y hachas. De esta otra manera, rescataría a Karura.
-¡Eso es! Xepher sácanos de aquí.- Sonrió sacando el brazo derecho.
El humo negro rápidamente tomó la forma de la gran bestia cósmica. Las alas con el universo envolvieron parte de la torre y la figura del reptil se aferró con las garras, enterrándolas en la estructura. Los guardias que custodiaban por ahí cerca se asustaron y fueron a ver a sus presos liberados. Tan pronto como se adentraron en la sala, el ataque del dragón les dio de lleno. Las fauces abiertas exhalaron un rayo semejante al láser con rayos a su alrededor, abarcando todas las figuras de los soldados, reduciéndoles a nada. Para cuando esto pasó, Akki y Taro ya estaban subidos en Xepher y partieron volando hasta el techo de la mansión. Le pidió que saltara para derrumbar el techo y hacer un agujero por el que entrar.
-Te doy permiso para que te comas a todos los soldados que se acerquen. Y si no se acercan, vas a por ellos.- Le dijo a su mascota y fiel aliado, quien pareció contento.
Ahora mismo su única preocupación era encontrar a Karura, él estaba a salvo de los revolucionarios. Apenas se atrevían a acercarse, en cuanto veían la cabeza del dragón por el pasillo retrocedían, sin tener ningún tipo de defensa contra esa bestia del infierno. Destrozaba a cada paso que daba, las paredes se agrietaban y cada vez era más peligroso estar ahí dentro. Cuando el General se dio cuenta, le mandó mantenerse en vuelo: No quería que los escombros hicieran daño a quien estaba buscando. Taro vigilaba todas las direcciones y se mantenía al lado de su amigo, para que no le atraparan de nuevo. Bajó las escaleras casi dando saltos, nadie se dignaba a atacarle con ese bicho gigante detrás, que tenía los colmillos ensangrentados de todos los compañeros que había engullido. Akatsuki reventó puertas y paredes, llamaba la atención de todos, pero eso quería, que la dejaran sola. Iría directamente a por el capitán, a por la máxima autoridad de ese grupo revolucionario.
-No se pongan en mi camino, escoria revolucionaria.- No se detuvo hasta encontrar el cuarto en el que estaba Karura. Todos las otras habitaciones que había encontrado estaban arrasadas.
Re: Blanco y negro [Karura]
—¿Q-quién eres tú? —volvió a preguntar con voz temblorosa, mientras daba un paso atrás. Sus piernas tropezaron con un pliegue de la alfombra y cayó hacia atrás, por suerte, hacia el cojín aterciopelado del sillón.
—Yo también me lo he preguntado muchas veces —rió—. Es difícil de explicar; digamos que, mi existencia aquí es inestable. Al menos por ahora…
—Tú no eres el General —aseguró Karura con el ceño fruncido. Todavía llevaba los grilletes juntando las manos, y también le habían quitado las kodachis.
—No soy él. Pero sí que nací de él —se aproximó a ella.
—Estás con los revolucionarios, eres un enemigo —inquirió, insistente, con la voz ronca.
El hombre se inclinó hacia ella, apoyando y extendiendo los brazos hasta el reposaespaldas, los labios fueron en búsqueda de los de la albina, y sin especial premura se hundieron el uno con el otro. Si cerraba los ojos, casi podía verle a él, con sus manos varoniles recorriendo su cuerpo, los ojos rasgados mirándola a ella, sólo a ella. Aquel revolucionario hasta tuvo la poca decencia de meterle la lengua dentro de la suya, sumergiéndola en un mar de placer, de sensaciones húmedas y relucientes. Casi como un ramalazo de realidad, reaccionó convulsivamente a la cruda verdad. Akki estaba casado, y pronto tendría una hija. No cabía en su mente otro amor que no fuera el de Cath. Cuando lo comprendió, Karura apretó la mandíbula, y el hombre se alejó rápidamente. Cuando se llevó un dedo a los labios los encontró ensangrentados, pero le sonrió cándidamente.
—Pronto lo comprenderás. Si vienes conmigo, te mostraré toda la verdad —le aseguró.
Repentinamente, un temblor sacudió la habitación violentamente. La lámpara del techo, justo encima se balanceó y se precipitó hacia el mueble. Karura soltó un aullido; por un momento pensó que iba a morir allí mismo, pero aquel hombre se abalanzó hacia ella y la cubrió con la espalda y los brazos extendidos. Recibió el impacto de lleno, el cristal se hizo trizas en sus hombros pero aguantó estoicamente y segundos después, cuando Karura levantó la cabeza, pudo verlo aún sonriendo; un hilillo de sangre le corrió por la frente.
La habitación siguió tambaleándose. Un guerrero de los suyos pateó la entrada, ansioso.
—Señor, hay que evacuar inmediatamente. ¡Los prisioneros han escapado, tienen un dragón! ¡Está destruyendo la mansión… y los arqueros no pueden detenerlo!
—¿Un dra… dragon? —titubeó, sorprendido. Nunca había esperado que aquellos dos tuvieran un dragón.
Afuera se escuchaba el tronar de la madera al resquebrajarse, un poderoso rugido, los terribles aullidos de los hombres.
—¡Debe escapar de aquí, rápido! —el pobre hombre se volvió, desapareciendo en el corredor. Se escuchó otro grito desgarrador, y unos golpes pesados que se dirigían a la habitación, los pasos de un monstruo. Los escombros cayeron al suelo y algo crujió en el techo. Karura miraba hacia arriba aterrada. Una grieta se había abierto desde una de las ventanas hasta el centro de la salita, donde aún quedaba el soporte de la lámpara, rota y descarnada. La bestia que entró por la puerta desestabilizó los goznes, la madera astillada estalló en pedazos y el yeso de la pared cedió a la inexorable fuerza de unas alas que llevaban el universo a cuestas. Dos figuras lo montaban.
El árbitro se interpuso entre el dragón y la elfa oscura.
Última edición por Karurauatsuurei el Miér Ene 07, 2015 1:13 pm, editado 1 vez
Re: Blanco y negro [Karura]
-Karura... ¿Estás bien?- Preguntó, siendo lo único que pudo decir, por ahora.
Se bajó de un salto de la bestia, que gruñía con agresividad y desprecio al clon de su amo. Se preguntó si, de la misma forma que compartía su aspecto físico, también conocería sus recuerdos y a sus conocidos. Se estaba andando con mucho cuidado, porque conocía su propia fuerza y no le gustaría probarla de manos de otro, menos aún de su copia. Debía matarlo cuanto antes, teniendo cuidado de no dañar a la elfa, por lo que le indicó a su dragón de acercarse lentamente y rodear al clon, siempre mostrándole sus enormes y afilados dientes, así como las chispas entre los mismos. No tenía ni idea de lo que había hecho y si lo llegaba a averiguar, ardería medio mundo.
-¡Lucha conmigo, vamos!- Le gritó frustrado.
Fueran cuales fueran los planes de su adversario, aún si eran buenos, no iba a permitir que estuviera mucho tiempo sobre la tierra. Sentía curiosidad por saber qué quería de la drow. También quería saber quién era y de dónde había salido, aunque esto no cambiase para nada su plan de eliminarle: No podía admitir que hubiera otro como él. Akatsuki era único y no había lugar para su clon, tarde o temprano caería ante él. Si hacía falta, cambiaría su objetivo y se esforzaría exclusivamente en deshacerse de su maldita presencia. En el momento en que el General le hiciera una seña, Xepher dispararía su láser en dirección al clon. Para comenzar la batalla, decidió invocar su gran espada, hacía tiempo que no la usaba, porque últimamente se centraba más en la fuerza bruta de sus puños, pero para esta ocasión, pensaba que la necesitaba. Eso y todo lo que tuviera a su disposición.
-Sea lo que sea que quieras de Karura, no vas a conseguirlo.- Sentenció acortando la distancia con cierta prudencia.
Estaba atento al escenario, por si se le caía algo encima o el suelo se volvía inestable, cosa que no tardaría demasiado en ocurrir con el dragón ahí, pero hasta que sucediera, pelearía con todas sus fuerzas. Pensaba tantear cómo era su copia, porque estaba claro que no podía luchar normal: Él conocería todas sus técnicas y movimientos. Tenía que hacer algo extraño, algo que no fuera usual y resultara impredecible. Lo más simple, pero ahora no tenía ninguna idea. Por esto, atacaría sabiendo que su adversario se defendería fácilmente, solo para hacer tiempo y buscar algo mejor. Blandió su espada en horizontal a la altura del pecho, sí, todo adrede. Lo que más temía era el ataque psicológico: Si de verdad el clon era exactamente igual, mediante los recuerdos podía quebrar al verdadero y lo sabía bien, era inestable con respecto a eso. A ese ataque le siguieron varios tajos más, frenéticos sin patrón alguno. Cortes oblicuos, verticales y circulares con un solo objetivo. El filo azabache esperaba encontrarse con el aire o con el choque de un arma ajena. El clon no podía dejarse golpear así por las buenas, estaba convencido de que se defendería o le esquivaría. Eso era justo lo que quería.
Re: Blanco y negro [Karura]
Antes de poder retirarse unos metros de un salto, la hoja le alcanzó el dorso del brazo. Tenía el cuero del traje rasgado y por debajo apareció una herida incisa que empezó a sangrar con rojo intenso. El misterioso hombre se colocó de nuevo la máscara y se frotó la herida. La palma se quedó impregnada con el hedor herrumbroso a sangre. La sangre y el dolor le hacían sentirse más vivo que nunca.
—Solo quiero enseñarle la verdad —respondió—. Habéis sido engañados; ciegos y hundidos en vuestra propia ignorancia e idea de justicia. Me da igual cuál será tu destino y el de tus otros amigos. Pero Karura se quedará conmigo. No pienso dejar que el lord ni la brigada la siga utilizando.
Antes de que Akatsuki pudiera contraatacar, el aura oscura que emanaba de su doble inundó la habitación derruida. Un viento huracanado empezó a correr alrededor, en círculos. Karura se agazapó por detrás del sillón, con la cabeza ladeada y observando atentamente a los dos Akatsukis luchar en el centro del salón. Del ojo del vendaval surgió un agujero oscuro donde asomó el mango de una espada. El árbitro la recogió, y sacó de allí una Laevateinn muy parecida a la del Akki original, pero ennegrecida como el carbón más puro. Las líneas que se entrelazaban en el centro de la hoja eran rojo sanguíneo, y los picos más agudos, terriblemente afilados. Una polvareda oscura cubrió por entonces la espada mágica, pero pronto se disipó con el viento.
Antes de que pudiera percatarse, Akki tenía a su enemigo encima de él, dio una vuelta en el aire con la espada en la diestra; el filo iba a caer sobre él como si fuera el trueno negro de una tormentosa noche. Las líneas que decoraban el arma tan carmesíes como la sangre que se deslizaba por detrás de la máscara, podría verlas poco a poco como una lluvia de muerte si pudiera ralentizar el tiempo.
Re: Blanco y negro [Karura]
Taro, que estaba viendo eso, no estaba de acuerdo con la pelea y se estaba mordiendo la lengua para no intervenir. Se desesperaba por momentos, ninguno de los dos Akkis estaba siendo consciente de que estaban peleando por una persona o al menos, sabía que el original tenía eso en mente. Mientras Akatsuki seguía pegando espadazos sin apenas pausa, el mago se subió al dragón, tratando de parecer imponente, aunque no le hacían ni puñetero caso. Akki sentía que podía aguantarlo todo, que cualquier golpe de su copia no significaría nada, se veía capaz de todo en ese preciso momento. Xepher se sacudió para quitarse al mago de encima y alzó una de las garras con el propósito de encerrar entre las mismas al clon de su amo. Era pequeñito en comparación a sus enormes patas de bestia alada. Estaba haciendo eso sin que el Akki verdadero se lo ordenara, dejándole perplejo.
-¡No le agarres! Es asunto mío.- Le exigió con agresividad, pero su dragón no le hizo caso y siguió intentando atrapar al clon. -¡No necesito apoyo! Aléjate, te lo advierto.- Amenazó con atacar a su propio compañero si no se estaba quieto.
Al fin logró que se retirase lo más posible. Estaba bien que muriese más rápido si su dragón le ayudaba, pero ya no le parecía tan bien que hiciera las cosas sin que él se las mandara. Cuando terminara de comprobar en cuantas cosas le superaba su copia, tal vez Xepher fuera de utilidad para terminar con él. Ahora, quería sentir esa fuerza titánica que muchos temían y respetaban en los otros reinos, esa que sus amigos evitan a toda costa por ser tan devastadora. Le dejó espacio y tiempo a su enemigo para que se reincorporase. No podía ver a Karura pero sí podía ver al clon, lo que significaba que no estaba con ella, de alguna manera eso le aliviaba mucho.
-Voy a luchar por ella hasta la muerte y después también. No permitiré por nada del mundo que la alejes de mi para tus propósitos.- Sentenció en guardia.
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