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El arte de la astucia se lleva en la sangre [Semi-Privado • Revolucionarios]

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El arte de la astucia se lleva en la sangre [Semi-Privado • Revolucionarios] Empty El arte de la astucia se lleva en la sangre [Semi-Privado • Revolucionarios]

Mensaje por Isela A. Ichinose Miér Mayo 18, 2016 12:05 am

La protección de la “ciudad prohibida” donde se emplazaba la sede del VI Tenebris era digna de admirar por donde se la mirase, una construcción relativamente nueva pero con todo el aire cargado del pasado, impregnada de secretos incapaces de cruzar más allá de esas murallas tan resistentes como significativas para la revolución…Allí se encontraba ella, siempre tan elegante como meticulosa en sus asuntos, en el ala Norte de la fortaleza donde las Hortensias se veían más esplendorosas ahí se encontraba ella, observándolas atentamente con secreta devoción. La brisa de la soleada mañana mecía sus largos cabellos a un costado, enmarcando la delicada figura de la Novarum Inferno que una vez satisfecha, fue incorporándose para alejarse unos metros solo para retornar al interior del gran salón principal…uno decorado típicamente al estilo oriental pero con muy buen gusto y de fondo teniendo el delicado aroma del incienso.

De aquí para allá iban algunos empleados, pero la muchacha no prestaba atención cuando decidió sentarse en donde normalmente lo haría Astaroth. ¿Acaso estaba faltándole el respeto?, ni mucho menos ya que antes consultaba todo con él y desde algún tiempo el líder de la revolución tenía en mente dividirlos por grupos para que todo resultara de forma más beneficiosa. Desgraciadamente este se encontraba demasiado ocupado como para ello, así que dejó todo en manos de su fiel esposa, Astartea, quien procuraría encargarse de que todo salga como se solicitó. En lo que esperaba a los demás revolucionarios, la mirada de la fémina se centraba en algunos documentos que prefería repasar atentamente por segunda vez, pues esa mirada parecía algo absorta en cada renglón o palabra, la que se notaba levemente más afilada gracias al delicado delineado que sus ojos lucían. Llevaba puesto un kimono negro con algún que otro detalle en dorado, digna prenda imperial que tenía ya desde hacía algún tiempo pero que usaba muy pocas veces pero que solo realzaba esos rasgos afinados. En el regazo de Isela descansaba el felino del averno, quien estaba bastante relajado al respecto, indiferente a todo los ruidos normales del movimiento a su alrededor.

Una vez terminada la lectura de esos escritos, procedió a tomar la pluma cuya punta de plata tenía grabada las iniciales de su nombre y apellido para firmar los mismos cuidadosamente. Suspiró repentinamente ante algunos recuerdos intempestivos que se presentaban en su mente, precisamente en el rostro de cada revolucionario entre las numerosas filas, desde los más aptos a los más débiles…Pero claro, irónicamente para la hibrida ningún revolucionario era débil o inservible, ya que estaba convencida que mediante la fuerza, podían lograr esa meta en común que todos poseían…derrocar al gobierno a costa de lo que fuera. En su mente estaba presente el poder bestial del Lord, siendo que lastimosamente ninguno estaba preparado para enfrentarlo cara a cara solo restaba hacerse más fuerte y a fin de cuentas la revolución era una maquinaria perfecta, única, eficientemente desarrollada por una mente maestra que observaba cada punto posible de quiebre antes de que se rompiese.

Posiblemente con una reestructuración revolucionaria, todo sería más fácil de controlar y aunque mover piezas siempre tenía algún precio alto, eso no intimidaba a Isela, pues también se consideraba una pieza más en ese reinado que tantos llamaban revolución. Una causa en la que estaba entregada al ciento por ciento y dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias.
Nota:
Isela A. Ichinose
Isela A. Ichinose

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Mensaje por Frederik L. Damgaard Miér Mayo 18, 2016 11:19 pm

La revolución, esa causa avocada al cambio de ese mundo o al menos a la muerte de quien actualmente lo regia. Un grupo que por alguna razón atrajo la atención de Frederik aunque en ese momento no lograba recordar porque se había unido. En realidad cuando despertó por primera vez en ese mundo, su esencia caótica casi consumió su consciencia pero se las ideo para adormecerla dentro de ese nuevo cuerpo humano que había obtenido, una máscara mucho más frágil que su cuerpo real pero aun así, conservaba gran parte de sus poderes y gracias a los entrenamientos a los que se sometió, muchas de sus antiguas memorias se habían desbloqueado. Casi podía sentirse como su antiguo ser aunque no estaba seguro si eso sería algo del todo bueno.

Ser un dios oscuro era provechoso pero aquellos que lo adoraban en los tiempos antiguos, alimentaron mucho su deseo de ver todo envuelto en destrucción…el caos de la guerra era su alimento y cuando lo perdió, fue posible matarlo o bueno, desterrarlo a ese plano mortal. Sin dudas pudo terminar peor pero tenía muchos de sus poderes nuevamente además de que gozaba de un puesto de poder en el reino donde “nació” aunque el titulo era un poco extraño. Ahora controlaba la mitad de los revolucionarios en ese reino y todos lo llamaban Demon debido a su nueva denominación aunque bueno, casi quedaba como anillo con su forma real además que por un tiempo perteneció a los duques de ese movimiento y precisamente al sitio donde ellos vivían era a donde se dirigía ese día.

Era uno de los tantos que habían sido reasignados aunque sabía que algunos fueron elegidos para permanecer en la isla. En parte le agradaba porque se sentía muy limitado en ese sitio aun con ese tamaño masivo, sabía que existían límites en esa tierra flotante y lo alteraba mucho. Claro que ahora visitarla era opcional, sus obligaciones ya no se encontraban en ese lugar y aquello quitaba un gran peso de sus hombros.

Como siempre arribo volando con su poder magnético, siempre desafiando la gravedad con esa habilidad. Le gustaba flotar en el aire sin necesidad de alas o algún elemento, simplemente esa energía que ya fluía de forma natural en su cuerpo y por tanto podía usar incluso sin concentrarse en ello. Desde el aire se abrió paso hacia la pequeña ciudad en el centro de la isla, ese gremio que albergaba el poder de toda la revolución, hogar de los líderes. Alguna vez había vivido en ese lugar cuando perteneció a ese escalón pero fueron otras épocas, ahora todo era diferente…todo era mejor de alguna forma.

El pelirrojo se abrió camino por el firmamento, hasta que diviso su destino. Con elegancia como siempre, aterrizo en el techo de la construcción y se tomó un momento para admirar el paisaje, disfrutando de la vista completa que podía obtener desde allí. Era una vista sobrecogedora pero no podía perder mucho tiempo ahí así que reduciendo su cuerpo a un sinfín de partículas de nieve, desapareció del tejado para materializarse en uno de los balcones de la habitación inferior. Acomodo sus ropas, aquel traje negro que casi siempre usaba y la camisa roja que lo acompañaba. Se quitó las gafas y entro al cuarto, paseando su mirada por el mismo hasta que se encontró con Astartea— Buenas noches…mi señora —Murmuro con calma, realizando una corta reverencia para la mujer para luego continuar su camino hasta una de las paredes en el lado contrario de la habitación— Creo que soy el primero en llegar… ¿verdad? —Cuestiono con tranquilidad al mismo tiempo que cerraba sus ojos y acomodaba su cabello rojo tras su hombro antes de cruzar ambos brazos sobre su pecho, soltando un corto suspiro. Se preguntaba quienes nomas asistirían a ese lugar, aun no conocía a todos los nuevos reclutas y le interesaba saber con qué clase de gente contaban.
Frederik L. Damgaard
Frederik L. Damgaard

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Mensaje por Adam Benjamin Jue Mayo 19, 2016 3:33 pm

En toda esa pena existencia, no hubo siquiera un solo motivo para cualquier posible y mísero arrepentimiento sobre las decisiones o acciones que llegaba a tomar. Sus quejas siguieron sin tomar alguna cifra; su odio pudo ser calmado por voces de alta serenidad; sus errores consiguieron ser enmendados con duro esfuerzo… El camino hacia la revolución no pudo, sino que fue y seguirá siendo, la mejor decisión que pudo haber tomado al borde de la desgracia eterna. Su punto de vista sobre la vida y el conocimiento humano logró ser renovado en base a nuevas experiencias que pudo llegar a tener, jamás pudo haber creído el hecho de haber querido abandonar el puro arte de la magia que actualmente dominaba. ¿Desconfianza de los demás? ¿Miedo hacia lo prohibido? ¿Odio ante lo diferente? Simples escusas que las personas se hacían con tal de no verse envuelto en la desgraciada vía de la magia oscura que optó por seguir cierto pelinegro… dejando de lado a un simple humano, a un chico inocente, el cual solo deseaba conocimiento y fuerza. Si antes de que todo ocurriese alguien le hubiera advertido de lo que le ocurría en un futuro, nunca hubiese creído que aquello fuese cierto gracias a la mención de una sola frase… “A vuestros servicios, mis Señores…”

Su trabajo como Mayordomo no iba a tener fin, siquiera podía considerar tal disparate por parte del pelinegro. Para él, dicho oficio no solo significaba lo que todos piensan; su cultura, habilidad, elegancia, responsabilidad, profesionalidad… Todo lo había conseguido a base de empeño… todo gracias a aquel trabajo como Mayordomo en la Mansión Ichinose. Su honradez llegaba a ser eterna, pues aquella oportunidad de rehacer su vida no iba a volver a pasar por sus ojos. Al volverse alguien al servicio de los líderes Novarum, se beneficiaba de todo aquel tiempo libre que sus manos alcanzaban tener; gracias a esto, tuvo la conveniencia de fortalecer su mente y cuerpo. Todo nuevo conocimiento que hallaba sobre la Nigromancia lo empleaba durante su debido entrenamiento, jugando con la propia muerte, entrando en lo más oscuro de la Magia Negra, en el más horrible arte de la tortura; Pero… ¿Quién habría imaginado que le reconocerían para formar parte del alto mando de la Revolución? Su presencia había alcanzado otro nivel, al igual que sus responsabilidades como miembro de dicha liga.

Como la mayoría de las veces, el pelinegro acompañaba a sus Señores allá donde fueran, siempre con su debido consentimiento, sin embargo, aquel día el Líder Revolucionario no podría asistir a la convocatoria debido a sus obligaciones personales, aun así, Adam no iba a asistir solo como sirviente, sino como miembro de la Revolución, más concretamente, como uno de los pocos elegidos para permanecer a cargo de los revolucionarios, un Novarum. Aun con tal peso sobre sus hombros, el Mayordomo no mostraba siquiera una mísera reacción de intranquilidad, al estar continuamente, día tras día, junto a los Señores Líderes, había construido una barrera de auto-confianza y profesionalidad que lo resguardaban de cualquier sentimiento innecesario para el trabajo. Con su negra gabardina equipada a juego con sus guantes de cuero de la misma tonalidad, se encontraba justo delante del portón que daba a la sala principal de VI Tenebris, base revolucionaria de alto nivel militar a la que pertenecía.

Si no hubiese sido porque debía solucionar algunos contratiempos personales referentes a los empleados de la Mansión, ahora mismo permanecería al lado de Isela esperando a los próximos revolucionarios, pero… ¿Había sido el segundo en llegar? Con suavidad, Adam abría el portón con la palma de ambas manos hasta que su cuerpo pudiera atravesar dicha entrada. Allí permanecía sentada la persona de cabello largo y oscuro a la que siempre servía sin intentar cometer un solo error, Isela Adramelech; Respondiendo a la pregunta anterior, a una relativa distancia de dicha eminencia, se encontraba uno de los antiguos Novarum, alguien reconocido por su gran poder y actuación como Lider, habiéndose mostrado siempre leal a la Revolución. Actualmente mantenía otro cargo ¿Motivos? Adam desconocía cuales habían sido, pero cualquier miembro que lo haya conocido anteriormente, sabrá que, estando en el rango que estuviese, siempre iba a ser un guerrero excepcional. Mediante una elegante y natural reverencia, saludaba a la persona quien le debía todo – Siento llegar tarde, Madam. Necesitaba arreglar unos pequeños asuntos con los sirvientes. -  Murmuró. Volteó su cuerpo dirigiendo aquella mirada de indiferencia que siempre mostraba a personas ajenas, para así, inclinando levemente su cabeza, saludar chico.  – Un gusto conocerlo. – Nuevamente se acercaba a Isela para así recibir cualquier petición que ella le encomendara – Si desea que le traiga algo mientras esperamos, ejecutaré su petición lo más rápido posible, Madam… – Sentenció. Sus orbes tocaron cada rincón de la sala, deleitando su mirada con la hermosa arquitectura y decoración del lugar.
Adam Benjamin
Adam Benjamin

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Mensaje por Cyan Al-Gram Dom Mayo 22, 2016 10:44 am

Las llamas asolaban todo cuanto su vista era capaz de alcanzar, observando como las paredes compuestas completamente de madera, eran consumidas en cuestión de segundos por un fuego cruel que no parecía tener fin. Salió de su habitación y trató de bajar las escaleras hasta la sala principal. Podía escuchar las voces de sus familiares pidiendo ayuda y el joven deseaba con todas sus fuerzas responder, aunque por más que lo intentara, su voz no lograba salir de aquella garganta. Padre, madre, hermano y hermana… ¿Dónde estaban? Sus agónicos gritos suplicando la salvación se escuchaban muy cerca, pero las llamas y el humo tapaban toda visión de largo y medio alcance. “Hay que salir de aquí” había pensado el muchacho de azulados cabellos, comenzando a correr de manera desesperada ante una de las ventanas. Corrió y corrió, mas no parecía llegar a su destino, pues como si fuera arte de brujería la distancia que lo separaba de su vía de escape se hacía más extensa con cada paso que daba, en lugar de ser al revés.

El joven aprendiz de lancero no tardó en verse de rodillas, debilitado por el cansancio y la constante inhalación de humo tóxico. Un golpe en seco llegó hasta su espaldas, el cual lo hizo caer y acto seguido cerrar sus ojos, como si estuviera a un paso de entrar en aquel sueño de donde nadie jamás es capaz de regresar.
¡!Volviendo a la era presente, unos ojos bien atormentados se abrieron en el rostro del hombre. La terrible pesadilla que había sido un reflejo muy exacto de su pasado había finalizado, pero tras de sí dejó un rastro amargo de terror que hizo al revolucionario comenzar a sudar. Se incorporó de cintura para arriba y sus rojizos orbes quedaron nuevamente ocultos tras los párpados, colocando la palma de su mano derecha sobre su ceño, dejando escapar leves jadeos. Le llevó unos minutos calmarse antes de poder desviar la mirada hacia el filo de la cama, preparándose para salir sobre esta.

Una vez en pie lo primero que hizo fue buscar un balde de agua con el cual poder lavarse la cara y de aquella manera espabilar; la habitación de la posada era pequeña por lo que había suerte en que todo estuviese tan a mano. El día de hoy resultaba ser más importante que el resto, ¿Por qué? Porque la próxima vez que presentara su presencia ante otros miembros de la revolución, esta vez no sería como un miembro Alpha, sino como un partidario de la élite, bajo las órdenes directas de los que se encontraban más arriba en esa pequeña jerarquía. Con todo listo para partir, Cyan pasó por delante del mostrador saludando a la bella señorita que lo atendía. No hacía falta pagar pues ya lo había hecho la noche anterior y tenía vía libre para poder salir. Había estado tan solo un par de veces por Vi Tenebris. El lugar era más grande de lo que parecía a la distancia y el lancero podría perderse con facilidad al no saber las calles de buena mano.

Las edificaciones que podía observar al caminar eran majestuosas. Por un momento se imaginó cómo sería vivir en alguna de esas enormes casas y no podía evitar dejar escapar la risilla tonta en mitad de las calles, seguramente viéndose como un vulgar idiota. Después de un par de calles mal giradas y retomar un camino correcto, acabó llegando al edificio principal, donde comenzó a caminar con lanza en mano, observando las majestuosas paredes hermosamente decoradas. Al final del pasillo ubicó una puerta que parecía entornada, sintiendo la insaciable necesidad de abrirla poco a poco. Tras esta se ubicaban tres personas, cuya identidad de los dos varones le era aun completamente desconocida. La persona restante era la única mujer en la sala, y se trataba de su superiora directa, quien le había dado el privilegio de poder ascender a ese puesto.
Con permiso…Musitaba al abrir la puerta mientras caminaba lentamente hacia el centro de la amplia sala. Optó por una postura firme y con vista al frente.Cyan El Lancero, reportándose. Siento haber llegado tarde, me perdí un poco de camino hacia este lugar.Finalizó, justificando el porqué de su llegada tardía.
Cyan Al-Gram
Cyan Al-Gram

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Mensaje por Meiko Kuran Lun Mayo 23, 2016 7:30 am

Habían pasado varios meses desde que no veía a los demás Novarum al igual que a algunos de los revolucionarios de rango más bajo, desde la pelea contra el coloso exactamente no veía a ningún conocido. El no haber conseguido aquel libro mágico causo un punto de inflexión en la fémina difícil de arreglar así como así. 
Ella que siempre había sido una excelente revolucionaria élite en el pasado,  sintió como si su entrenamiento no fuera el suficiente para su nuevo rango, por lo que se traslado desde el momento que la batalla concluyo hasta el día de hoy al acantilado de Chaos donde a estado entrenando duramente ademas de aprender habilidades nuevas.
Esta especialmente orgullosa de todo lo que a conseguido en no demasiado tiempo por lo que a vuelto a sus obligaciones dado que nunca se sabe cuando el Lord puede mover ficha, -ese maldito ser el cual se cree indestructible, algún día le cortare la cabeza y la enviaré en una caja bien bonita a la mansión Ichinose-, pensó mientras deshacía el poco equipaje que se llevo al acantilado.

Azrael, su persa negro ronroneaba entre las pantorrillas de Meiko, aquel animal de ojos ámbar y azabache pelaje había echado tanto de menos a su dueña que reclamaba caricias por parte de la mujer.
-Oh vamos pequeño, ya estoy en casa no sufras... Te traigo truchas de la mejor calidad, me han costado una pequeña fortuna, ¿sabes azri?-, le dijo con amor a su mascota, aunque Meiko era poco afectiva por falta de cariño en su niñez, aquel gatito era su debilidad y unas de las razones por lo que volvió también al ático modesto que poseía en Chaos, cuando ella no estaba que solía ser constantemente, un amigo de la infancia que vivía en el mismo bloque de apartamentos atendía las necesidades del felino.
Meiko le puso la trucha en el comedero de su compañero de piso y salió a hacer algunas tareas antes de dirigirse a Revolution City donde estaban citados los revolucionarios por la señora Isela.

Le sobraba tiempo o eso creía, así que se fue de compras por la ciudad para re decorar su hogar, los tonos monocromáticos serian ahora los absolutos protagonistas de paredes, muebles y objetos decorativos, le dio las instrucciones al hombre que trabajaba allí, así como la dirección del ático y las llaves del mismo para que cuando volviera de la reunión estuviera todo a punto para comenzar otra etapa de su vida.
La próxima parada era comprar ropa, unos pantalones de cuero negro, camiseta blanca de tirantes y chupa a juego con los pantalones estaría bien para ir a la sede de los revolucionarios, acompaño el atuendo con unas botas de estilo militar también negras adornadas por tachuelas.
Salió de la tienda lista para desplegar sus alas y volar hacia el lugar, la suave brisa que corría hacia que el camino fuera agradable y sin apenas esfuerzo, cosa que agradecía infinitamente.
No tardo mucho en llegar teniendo en cuenta la distancia que había desde donde se encontraba hasta Revolution City, aterrizo con elegancia e hizo el resto de camino a pie.
Hacia bastante tiempo que no pisaba la sede, un lugar pensando con elegancia para que los revolucionarios se reunieran, el diseño estaba pensado al detalle para satisfacer las necesidades de los mismos, se sentía como en casa siempre que pisaba el lugar.

Una de las empleadas le indico la habitación donde se encontraban ya reunidos algunos de los revolucionarios, -¿algunos?, maldición! Crei que seria de las primeras en llegar-, pensó mientras la seguía algunos metros por detrás por respeto, tras anunciarla a los demás presentes Meiko entro por la puertas recorriendo con la mirada a los allí presentes.
-Buenas noches, disculpen la demora-, dijo haciendo una pequeña reverencia con la cabeza.
Después se dirigió a Isela directamente, -Buenas noches señora, discúlpeme usted la primera por favor-. Le dijo con respeto a Astartea.
Meiko Kuran
Meiko Kuran

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Mensaje por Isela A. Ichinose Miér Jun 22, 2016 6:24 pm

Posó la mirada sobre el primero en llegar y así paulatinamente, pues aunque se mostrara realmente cortés, atenta con ellos, su mente estaba completamente lejos del lugar donde debía enfocarse. ¿Pero en que pensaba concretamente?, en todos los puntos débiles que pudiera tener la propia organización revolucionaria…El odio ferviente corría por sus venas, alimentándola día a día en una nefasta promesa de hacer caer al monarca, sí, pero tampoco era tan idiota como para ir así sin más al Dominus Castle…Los Custos Dei le importaban un reverendo cuerno, pero el Lord poseía poderes que iban más allá de la imaginación de cualquiera.

—En efecto, Frederik, fuiste el primero en llegar pero parece que Adam estaba pisándote los talones, y…no, Adam, está bien, descansa y relájate un poco que afuera de la mansión ya no tienes por qué encargarte de ello. Aprovechen los pocos lapsos de paz, porque me temo que no duraran mucho— Sentenció sin más, observando por ese entonces al conocido lancero de tantos rumores, si, rumores que habían llegado a los oídos de Isela y que por obvias causas llamaron su atención, algo que pocas veces ocurría. Iba a decir algo respecto a este, pero ante la llegada de la Novarum, solo sonrió delicadamente ante la presencia de la contraria, mostrando en parte sus respetos. —Pónganse cómodos, porque aunque esto no es extenso, va a tomar algunos minutos— Tras decir eso, dejó a un costado aquella pluma, perfectamente acomodada sobre los documentos que revisó a conciencia, como si nada pudiera escapársele.

—Nunca está de más repetirlo, en este momento soy la voz de Astaroth que por otros asuntos no pudo estar presente. La verdad es que cada uno de ustedes son eslabones fundamentales en la revolución, incluso los que no se han dignado a venir hoy. Quizás no son conscientes de ello, pero de cada uno de ustedes depende la victoria…marcan una diferencia entre la vida y la muerte, hay mucho en juego y es por eso que se intenta recordarles que no se expongan innecesariamente— La mirada de la hibrida de por si era bastante afilada, con atisbos de frialdad o dureza cuando trataba un asunto que era por demás de importante en los “círculos donde se movía”. Su voz era serena pero a la vez asertiva, e incluso se notaba espinas de odio bien ocultas cuando se refería al gobierno o peor aún al mismo monarca.

—Lamentablemente no pudimos mantener la posesión del libro, y es un golpe fuerte a nuestros ideales porque perdimos posibles pistas valiosas sobre la naturaleza del Lord. Sin embargo, los que estuvimos ahí presentes pudimos salir con vida y no tenemos que avergonzarnos para nada, demostramos que pudimos plantarle pelea al gobierno aunque nos superaban en número, desafiar a un mismo guardián de otra dimensión por seguir nuestro sendero. Fue un golpe, sí, pero en este tiempo he aprendido una cosa…que romperse cientos de veces solo tiene un solo camino posible y es el volver a armarse. A cada uno de ustedes los he visto día a día, sé que son capaces de cualquier cosa, sobre pasar sus propios límites porque a diferencia de los miembros del gobierno, no hay ninguna cadena en nuestro cuello. Somos libres— Admitió con sinceridad total al respecto, recayendo en sus propias palabras y recordando porque tanto odio al Lord, porque tanto odio a Tempus. Un odio tan extremo que realmente deseaba ver el reino destrozado desde sus cimientos, incapaz de volver a erguirse…Claro, ella había sido encerrada en Arcadia y sometida a las peores torturas por decir “no” a alguien que no reconocía como líder, nunca había arrebatado una vida, nunca había atentado contra la existencia de nadie…sin embargo, las torturas que duraron días y noches solo formaron en ella a una mujer que actualmente estaba dispuesta a cualquier cosa.

—Estamos muy bien organizados, pero es hora de mejorar aún más, en comparación al gobierno somos pocos, sí, aunque la gran diferencia es que nos movemos de tal forma sincronizada que ellos necesitan aliarse entre reinos vecinos para no morir aplastados bajo nuestros pies. Pocos son los presentes hoy, pero creo que sería propicio informarles lo que está aconteciendo y como si fueran herramientas del viento, dispersen esta realidad entre los suyos— Retomó pausa propicia, antes de soltar un suspiro casi inaudible como evidente señal de ironía, siendo que posteriormente intentaría esclarecerles un poco más el asunto. —Algunas facciones revolucionarias serán divididas, los Élite tomaran como prioridad Revolution City, proteger estos dominios a costa de su propia vida es lo esencial porque geográficamente es lo único que poseemos. De ahora en más habrá grupos revolucionarios controlando a nuestros soldados y la actividad de los mismos…En pocas palabras, solo seis han sido seleccionados para esta tarea, dividiéndose dos por reino, los Revolucionarios Tech custodiaran nuestros intereses en Tempus, los Revolucionarios Warrior se instalaran en Spatium y los Revolucionarios Demon en Chaos…cada miembro ya ha sido notificado mediante una misiva encriptada, pero como solo hay uno de los presentes en ese selecto grupo…— Por consiguiente, dirigió la mirada hacia el pelirrojo allí, sin mostrar atisbo de emoción alguna como era algo totalmente natural u obvio en Astartea. —Frederik, serás enviado a Chaos, ocupando uno de los dos puestos como Revolucionario Demon, siendo natal de allí conoces más que bien el reino, eso otorgara ventajas. Tienes experiencia de sobra para lidiar con cualquier situación que se te presente—

Sin más, dejó de acariciar a Hades, ocasionando que este tomase asiento en el regazo de la fémina, observando en todas direcciones y bostezando de cuando en cuando, enseñando esos pequeños colmillos perlados. —Algo que tampoco deseo olvidar mencionarles es que Cyan tuvo la suficiente valentía y astucia como para infiltrarse en el incidente o intento de invasión a Chaos, destaco esa labor tuya, ya que pasaste completamente desapercibido. Seguramente algo interesante habrás obtenido en cuanto a la conformación de su grupo militar, tanto en calidad de miembros como habilidades; por eso y porque veo el ímpetu necesario es que recientemente fuiste ascendido de Revolucionario Alpha a Revolucionario Élite— Admitió sin más con una ligera sonrisa tranquila, observándole, para finalmente dirigir toda la atención sobre la fémina de dorados cabellos y el reciente Novarum. —Meiko, llevas algún tiempo como Novarum, de momento tus labores han sido correctas y sobre todo por la mesura con la que has manejado algunos altercados, continúa así y les recuerdo a todos en general que es esencial que notifiquen cualquier falla por parte de los otros revolucionarios. En caso de supuestos traidores, con pruebas comprobables…— Y ahí estaba, esa mirada amatista no pudo tornarse más fría, más insolente respecto a la vida humana de otra persona. —Tomaré cartas en el asunto— Sentenció con seguridad, pues estaba más que sabido que ella no tolera traiciones; quien quisiera irse de la revolución podía hacerlo a placer…pero teniendo la valentía u honor de decirlo de frente y sin poner en riesgo a los demás miembros. —Adam ha sido ascendido a Novarum Inferno, puesto que se merece hace bastante tiempo pero recién a estas alturas osó ostentar. Creo que es casi todo en referencia a la nueva modalidad, pero…Aun tengo algo más que mencionarles—

Claramente, ella tampoco sabía cómo abordar bien el asunto, pero convenía que otros supieran, pues la voz se regaría como una epidemia y podía sacarle provecho a esto, así que sin más, en lo que acomodaba algunas hebras oscuras detrás de la oreja derecha. —Hay un nuevo integrante en la revolución y es realmente joven, quizás el miembro activo más joven que tenemos, es por eso que cabe mencionar que tan solo tiene once años. Actualmente ocupa un cargo como revolucionario Alpha y por vez primera admitiré que esta persona tiene mi entera protección— Apoyó las manos sobre la mesa, levantándose lentamente al decir esto y logrando que el felino del averno diera un salto hacia el costado con algo de malhumor por ser arrebatado de su comodidad, aunque segundos después fue caminando lentamente hacia donde Adam para maullarle muy bajo, sin dejar de observarle y mover lentamente la cola. —Esto no quiere decir que es una especie de consentido, no. Por el contrario, deseo fervientemente que sepa la realidad de este mundo y es por eso que quiero pedirles a cada uno de ustedes que lo traten como a un igual, en resumen, no hagan distinción alguna del trato que tendrían con otro revolucionario. Es  joven, tiene mucho que aprender sobre los errores que pueda llegar a cometer…¿Acaso podría yo atentar contra alguno de ustedes si el joven recibe algún correctivo?, en lo absoluto, tolerar nimiedades o errores puede llevarnos a todos a la misma muerte. Cualquier miembro de la revolución debe ser tratado igual, sin favoritismos— Así, de tanto en tanto les observaba fijamente como si pudiese penetrarles el alma, conocer sus pensamientos o incluso miedos pero esto…esto era algo meramente hipotético, irreal, ya que por obvia naturaleza la mirada de Astartea solía ser lo bastante profunda como un océano laberintico en el que era demasiado fácil perderse.

—Si. Se preguntaran a que viene todo esto y es que sencillamente deseaba que lo vieran ustedes mismos, pero creo que Lucius se ha retrasado en acudir. Y he aquí la cuestión, ¿quién es Lucius?...Sencillo, Lucius es mi hijo— Soltaba la bomba como si nada, ya que a fin de cuentas, según su criterio, casi nada podía escandalizar a la Novarum Inferno que en todo instante mantuvo ese rostro obvio de serenidad. —La sinceridad es algo que aprecio en demasía, así que lo seré con ustedes en todo momento. Lucius Ichinose es hijo biológico de Astaroth, particularmente yo no necesito que sea de mi propia sangre para considerarlo como tal…Actualmente es el único heredero con el que ambos contamos, por eso les he mencionado que no hagan ningún tipo de favoritismos con él, debe formarse a como dé lugar— Mantuvo firme su postura, dejando esas delicadas manos a cada lado de su cuerpo. —Algunos ven esto como una aberración propia al linaje, y si…esto tiene un porque. Conocen a la perfección lo que pasó con el Lord y las torturas en Arcadia que a nivel interno me han afectado en cierto punto; intentar en estos momentos concebir siquiera un ser de mi propia sangre implica no solo riesgo de vida para mí, si no es probable que la criatura no llegue a término— Citó con extrema frialdad pero sin perder ese toque melodioso en las palabras. —Teniendo en cuenta el ritmo de vida que llevo como Revolucionaria, es probable que tampoco esté lo suficiente en este mundo como para poder formarlo a voluntad, quizás ocurra en un futuro lejano la idea que naturalmente debería ser, pero mientras tanto he depositado un gran peso sobre los hombros de Lucius, y otro poco en ustedes al pedirles que sean una especie de guía adicional— Sin más, fue todo lo que tuvo que decir al respecto, ya que lo que acontecería a la brevedad…sería todo un misterio.
Menciones:
Isela A. Ichinose
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El arte de la astucia se lleva en la sangre [Semi-Privado • Revolucionarios] Empty Re: El arte de la astucia se lleva en la sangre [Semi-Privado • Revolucionarios]

Mensaje por Lucius H. Ichinose Jue Jun 23, 2016 11:39 pm

Durante sus primeros años de vida, el joven demonio jamás comprendió lo que ocurría entre las dos principales ideologías que, manifestándose en forma de bandos completamente opuestos, poblaban Spirit Soul. Tampoco estaba muy informado al respecto durante sus años en el orfanato, a pesar de que la curiosidad que sentía el infante por conocer lo que sucedía en el mundo era cada vez mayor. De vez en cuando, oía comentarios en boca de los encargados y la mayoría de ellos no parecían reflejar simpatía por gobierno, o por Lord. Le llevó un tiempo comprender qué clase de instituciones o eminencias se escondían detrás de estos términos tan recurrentes en las conversaciones sobre política que mantenían los responsables del edificio de tarde en tarde.

Hasta que supo de la identidad de su padre biológico y llevaba ya un tiempo amparándose en la majestuosa casa familiar del matrimonio Ichinose, Lucius no entendía muy bien la función de los revolucionarios. A pesar de la desinformación, no se atrevía a hacer demasiadas preguntas fuera de lugar. Se limitaba a escuchar y a atender lo que le decían en completo silencio, sin que ninguna palabra se escapara de sus labios salvo cuando era necesario. Cualquiera diría que podría convertirse en un hijo ejemplar observando su comportamiento, siempre y cuando no le hubiera conocido previamente.

Antes de ser trasladado con Astaroth y su mujer (a la que aún no se acostumbraba a llamar ‘madre’, pues no tenía ninguna relación de sangre con ella), el recién nombrado revolucionario acostumbraba a mostrar una actitud rebelde y desdeñosa ante cualquier figura autoritaria. Entonces, ¿cómo era que el joven cambió de parecer de un momento a otro? ¿Por qué su comportamiento era respetuoso y obediente con aquellos que representaban una entidad similar a la de los individuos que fracasaron en educarle como era debido?

Aquel día en el que sus cuidadores decidieron enviarle con su difunta madre (la biológica, probablemente una ramera cuya muerte no afectó ni en lo más mínimo al muchacho) y leyeron los datos básicos que albergaban del joven en sus archivos, se descubrió que su progenitor no era otro que el mismísimo líder de la revolución, Astaroth, el duque infernal. Por supuesto, Lucius no era estúpido, y tras observar las reacciones de horror de los encargados del orfanato, se dio cuenta de que iban a entregar su custodia a un hombre que no dudaría en rebanarle el cuello si osaba rechistar una sola vez. Un hombre poderoso, un hombre cuyo ejemplo tendría que seguir tarde o temprano y al que quizás, en un futuro lejano, podría llegar a superar.

Sus deducciones demostraron ser ciertas una vez pudo conocer al matrimonio Ichinose. Si bien le proporcionaron el cuidado que no había recibido nunca, ninguno, ni siquiera ese soberbio mayordomo, le iban a consentir ni el más mínimo reproche o error. Aunque había sido ascendido rápidamente a revolucionario Alpha, eso no significaba que le tuviesen en mejor estima que otros soldados. Se lo habían dejado claro de todas las maneras posibles, aunque tal vez le resultaría muy complicado tener que morderse la lengua cuando ninguno de sus padres (o Adam) estuviesen cerca.

Astartea, su… madre, había citado al ejército revolucionario en la sede de VI Tenebris, el gremio que su padre había fundado con el objetivo de reunir a todo aquel que quisiera acabar con el régimen del Lord, aún sin necesidad de pertenecer a las filas del bando opositor al gobierno. Por supuesto, Lucius también había sido convocado a la reunión, pero no como hijo, si no como soldado.

Al entrar en el edificio, ni siquiera reparó en preguntar en qué sala se estaba celebrando la reunión que presidía Astartea. Como segunda al mando, no era de extrañar que a veces ella tomara las funciones de su padre para dirigir a sus seguidores. No le fue difícil encontrar el salón, cuya entrada era un enorme portón doble que se encontraba entreabierto. El muchacho empujó una de las puertas, escudriñando la habitación con su único ojo al descubierto nada más empezar a tener un poco de visibilidad del lugar. Aquella mujer a la que ahora debía tratar como su superior y no como su madre se encontraba al fondo, apoyada sobre la mesa que tenía delante de ella. No parecía haber llegado demasiado tarde, puesto que apenas habían acudido unos pocos asistentes. Sin embargo, la charla parecía haber comenzado hacía relativamente poco.

El joven cerró la puerta tras de sí, sin apartar su mirada cerúlea de la mujer de cabellos oscuros que dirigía la junta, manteniendo un semblante de extraña solemnidad para un muchacho de su edad. —Buenas noches. Les ruego que disculpen mi tardanza.— Hablaba de la manera más educada posible, queriendo demostrar una elocuencia digna de un futuro líder (o lo que pudiera mostrar, teniendo en cuenta que sólo había pronunciado una simple disculpa). Caminaba hacia el resto de los presentes para situarse más cerca de ellos, hasta por fin detenerse a una distancia prudente de Astartea. En ningún momento desvió la vista de su fisonomía, ni siquiera cuando se agachó para realizar una pequeña reverencia. —Siento haberme demorado y haber interrumpido la reunión con mi llegada, mi señora.— Ésta vez sus palabras iban destinadas a su madre. Tras musitar lo último en un tono firme y ceremonioso, se irguió de nuevo, tratando de imitar la postura de otros de los asistentes.
Lucius H. Ichinose
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