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▓ El ejercito revolucionario es comandado por Novarum Inferno, quienes buscan acabar con el régimen establecido.

▓ Los tres reinos se mantienen en armonía,no hay expectativas de guerras.
The way of the gods [Tramas 10-11 parte 2]
T
ras grandes travesías para ambos bandos, la trama ha culminado en el mitico Omnia donde ambos bandos tras encontrarse con las deidades supremas del universo han recibido sus propias cruzadas.Leer más...
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Categorías Chaos Spatium Tempus Revolucionarios & Anti gobierno
Territorio 225 240 110 80
Infraestructura 170 320 330 60
Vehiculos 150 150 195 250
Armamento 90 21 21 45
Soldados 80 70 70 110
Prestigio 80 50 120 120
Total: 1435 3747 1531 2085
MEJORAS MUNDIALES DE SPIRIT SOUL
Categorías Chaos Spatium Tempus Revolucionarios & Anti gobierno
Vehiculos Lvl 0 Lvl 0 Lvl 0 Lvl 0
Infraestructura Lvl 1 Lvl 1 Lvl 1 Lvl 1
Armamento Lvl 1 Lvl 1 Lvl 1 Lvl 1
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MEJORAS DE CHAOS
Tipo Nivel Mejora Adquirida el día
Mejora de Armamento 1 Armadura reforzada. Los soldados cubren su espalda, hombros, y brazos con armaduras mágicas. (+17 puntos al dado de defensa de cada soldado) 26/5/2016
Mejora de Infraestructura 1 Geisers de lava.Tus murallas son cubiertas por geisers de magma que queman todo lo que se acerca. (+100 hp a cada muralla al defender de una invasión) 21/8/2016
MEJORAS DE SPATIUM
Tipo Nivel Mejora Adquirida el día
Mejora de Armamento 1 Pólvora Delux. Las armas del reino sufren una mejora total. (+20 al dado de ataque de cada soldado) 26/5/2016
Mejora de Infraestructura 1 Se refuerzan las murallas del reino en edificios gubernamentales. (+100hp a todas las murallas al defender de una invasión ) 24/8/2016
MEJORAS DE TEMPUS
Tipo Nivel Mejora Adquirida el día
Mejora de Infraestructura 1 Campo tecnológicamente alterado. Un campo electro-magnético rodea tus murallas protegiéndolas del daño enemigo. (+150 hp a todas las murallas al defender una invasión) 26/5/2016
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MEJORAS DE REVOS & ANTI-GOBIERNO
Tipo Nivel Mejora Adquirida el día
Mejora de Armamento 1 Armas cortantes (Espadas): los forjadores y herreros abdicados a la revolución son considerados los mejores entre las regiones. (+20 al dado de ataque de cada soldado) 26/5/2016
Mejora de Infraestructura 1 Diavolik Force. La manipulación con éxito de materiales para crear tus murallas, hace que la protección que esta otorga aumente considerablemente. (+120 hp a todas las murallas al defender de una invasión) 21/8/2016

Little Things | Astrid Dagmar

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Privado Little Things | Astrid Dagmar

Mensaje por U.A.M. Jue Oct 13, 2016 5:00 pm

- ¿Qué debo hacer? -Se preguntó internamente a sí mismo mientras permanecía sentado sobre la gruesa rama de un árbol en medio de una plazoleta. Sus piernas se balanceaban alternativamente la una con la otra mientras su rostro permanecía fijo en la gran muralla, la primera de las tres, la que separaba a la clase más baja del resto. Tan grande e imponente que contrastaba con las viviendas empobrecidas que la rodeaban ¿Por qué debían existir? Apenas había amanecido y el androide sintió que desde ese día algo debía cambiar; el día anterior había conocido a Li-san y gracias a ella llegado a la conclusión de que debía tomar un rol más activo- Deseo seguir viendo sus sonrisas -Era lo que se susurró cuando abandonó la pequeña residencia pero no dio más que unos pasos cuando se encontró con que no tenía ni idea de qué rumbo tomar. Así terminó por subirse a una rama y pensar, el tener algo de naturaleza cerca le servía para aclarar sus pensamientos de alguna manera que no lograba comprender.

- Uno no conseguirá nada si no se mueve -Susurró a la vez que bajaba la vista- Pero Uno no sabe qué hacer -De las casas próximas comenzaban a salir los padres de familia para emprender un nuevo día laboral al igual que los niños se preparaban, algunos para seguir el ejemplos de sus progenitores y recaudar unas monedas para el pan de cada día. Entre ellos pudo ver a los dos sobrinos de Zonya-san, Elías y Ruben, saliendo del hogar con unos trapos y cajas con correas que llevaban del hombro. Uam sabía desde hace tiempo que los dos se dedicaban a lustrar las suelas de los zapatos y conseguir lo que pudieran para ayudar a su tía pero, por más lógico que le resultara su proceder, no podía evitar el pensar que no era adecuado; que deberían estar leyendo libros, instruyéndose, comiendo, jugando, disfrutando de sus jóvenes años en lugar de pasar las horas al sol en busca de algunas monedas. “ Una persona que ha vivido siempre en la pobreza y que ha sufrido tiene mayor facilidad de encontrar la felicidad con poco… ”, las palabras de Li-san hicieron eco dentro suyo; quizá ese era su problema, estaba pensando en grande cuando debería estar pensando en menos- Felicidad con lo poco -Repitió para sí antes de deslizarse de la rama para dejar su cuerpo caer hasta que sus pies vestidos de zapatillas se plantaron con firmeza en el suelo de tierra, soltando una leve capa de polvo. Con su mano izquierda rebuscó entre su túnica hasta que extrajo una cantidad mísera de monedas que se quedó observando con satisfacción- Uno buscará lo poco que los haga felices -Cerró la mano y guardó las monedas, se cubrió con la capucha y se puso en marcha.

Desde la zona en la que se encontraba hasta llegar al mercado el trayecto le tomaría como varios minutos pero no es que tuviera demasiada prisa, tomándose el tiempo para observar con cuidado a sus alrededores. No mucho había cambiado desde que estuviera ahí la última vez, unos pocos vehículos transitaban por aquellos lares, la mayoría no podía costearlos por lo que se desplazaban en biciclos, a pie o en alguna clase de montura, aunque estas últimas no se las veía con demasiado cuidado. Pero lo que siempre trataba de prestar suma atención eran las expresiones de los orgánicos y le apenaba descubrir que la predominancia de caras largas y hombros decaídos era hasta muchas veces abrumadora, Ba Sing Se no era la excepción ¿Cuándo sería la última vez que alguno de ellos se detuvo a sonreír? Posó la vista al frente, podía preocuparse pero permitirse el enfocarse en ello, no en ellos en ese momento al menos- Uno debe concentrarse en lo poco que puede -Se repitió y continuó hasta que sus pies lo hicieron recorrer varias esquinas, la cantidad de personas a su alrededor aumentaba y el aire se llenaba del rugido de las voces elevándose una por sobre las otras acompañadas de un murmullo constante. Había llegado al mercado.

Avanzó con cuidado entre la multitud que se apiñaba una con la otra aunque espacio para caminar no faltaba pues los transeúntes pronto se detenían en alguno de los puestos a entablar conversaciones con el comerciante, regatear, aparentar algún ojo crítico sobre uno que otro objeto. Otra de las cosas que Uam no entendía, la necesidad de los orgánicos por lucrar a expensas de otro con productos sobrevaluados para cualquier estándar que pudiera concebir. Solo esperaba poder encontrar algo útil aunque no tenía ni idea de lo que buscaba pero suponía que lo reconocería cuando lo descubriera. Un impacto en su espalda lo apartó de sus pensamientos, haciendo que se tambalee un poco pero sin resultarle demasiado problema; sorprendido se giró para descubrir a una persona encapuchada de bruces en el suelo, quejándose por lo bajo- Uno se disculpa, permítame ayudarle -Extendió su mano y antes de que pudiera pensarlo ya estaba de pie. Algo estuvo a punto de decir el hombre pero pareció repensárselo de inmediato y comenzó a correr. Uam se quedó algo confundido cuando se percató que el hombre había dejado tirado una bolsa que el androide terminó por levantar en el momento que escuchaba un grito por encima de los demás- ¡LADRÓN! ¡LADRÓN! -Uam giró el rostro hasta encontrarse con un hombre algo más bajo y rechoncho que jadeaba y sudaba en exceso y lo miraba con los dientes apretados a la par que lo tomaba del cuello de la capucha con rabia- ¡TE ATRAPÉ, LADRÓN! -

--El androide ladeó su cabeza casi por completo- ¿Eh? -
U.A.M.
U.A.M.

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Privado Re: Little Things | Astrid Dagmar

Mensaje por Astrid Dagmar Jue Oct 20, 2016 2:20 am

Las noticias de que el Lord había caído en un estado crítico de salud habían corrido como la pólvora, sobre todo desde que la última publicación de la revista de Tempus Company había salido a la luz. Esto último implicaba que existiesen leyes que limitaban la libertad de los ciudadanos a la hora de continuar su vida diaria, encauzando su rutina de forma que la seguridad civil, pero principalmente la del gobernante, no se vieran afectadas por incursiones sospechosas de los revolucionarios. Astrid había tratado de no considerar aquellas nuevas normas como algo que sobrepasaba lo estricto, pero al verse directamente afectada por ello no podía evitar pensar que los que se llevaban la peor parte de todo aquello eran precisamente los que no hacían nada. Y lo peor de todo aquello era que podía hacer aún menos para cambiarlo. Ni siquiera perteneciendo a algún ejército podría tener la potestad para ello, pues ese derecho estaba reservado para los más altos cargos políticos.

Tampoco podía lamentarse por ello eternamente. Por el momento, debía resignarse y acatar con las órdenes establecidas, siempre y cuando ninguna de estas implicaran el peligro de algún civil. Llevaba ya varios días tratando de acostumbrarse al toque de queda (que probablemente era lo que más afectaba a su vida diaria) y había considerado conseguir un permiso para poder salir de Spatium. Después de todo, como sub-líder de los Rubinus Vigilis, estaba en obligación de acudir a misiones importantes que se llevaran a cabo para dicha organización en cualquier parte de Spirit Soul. No lo hacía simplemente porque fuese su deber, si no que, aún pudiendo tomarse unos días libres para poder relajarse, si se daba el caso acudiría sin dudarlo.

De momento no había surgido ninguna urgencia ni nada realmente preocupante, de forma que podía permitirse pasar unos días en Ba Sing Se. Pasear por sus calles le traía recuerdos, llenándole de una sensación de nostalgia que le resultaba agradable y al mismo tiempo le angustiaba un poco. Temía encontrarse con alguien que pudiera reconocerle; aunque esto no significase nada relevante ni fuera a cambiar su vida en ningún aspecto. De este modo, sus paseos se limitaban a meros recados, ya fuesen encargados por Hikari o porque ella misma considerase que necesitaba hacer algo en la ciudad.

No se había levantado demasiado temprano, de hecho, ni siquiera había oído el despertador. Maldijo internamente al darse cuenta de aquello a la vez que se preparaba para acudir al mercado. Generalmente eso era trabajo de los sirvientes de la mansión, pero entre que no se adaptaba aún a tantos lujos y que quería hacer algo por sentirse útil, prefería ser ella quien se encargara de eso. Al menos hasta que tuviera que irse. A aquella hora la calle comercial y sus aledañas estarían tan repletas de gente que sería casi imposible caminar si no fuera porque el gentío fluía de forma natural. Más bien, lo que era difícil era pararse a mirar algo determinado.

Tras un rato, logró detenerse delante de un puesto de fruta e intercambiar algunas palabras con el dependiente. Apenas se habría dado cuenta de que detrás de ella un hombre se había chocado con alguien y había caído al suelo si no fuera porque el mercader con el que hablaba había dirigido su vista hacia el señor en cuestión. Para cuando ella se dio la vuelta, el tipo salió corriendo, y no le habría dado importancia de no ser porque alguien comenzó a gritar alertando de un ladrón. La mujer dudó por un momento, sin saber si debería perseguir al que se había echado a la carrera, pero se quedó en el sitio en cuanto vio que el comerciante que había dado la voz de alarma se acercaba furioso hacia la persona con la que el supuesto ratero se había chocado y le sujetaba de la capucha.

—¡Oiga, espere!—exclamó. Tenía que intervenir: esa persona no era culpable. O sí, quizás podría ser una táctica de robo que había salido mal, pero Astrid no pensó en eso. El gordo le miró con ojos de rabia, como si le enfadase aún más que le interrumpiera en su acusación. —¡Déjele en el suelo, él no hizo nada!—ordenó. No tenía ningún derecho para hacerlo pese a ser Rubinus, pero las palabras salieron solas de su boca. Arqueó ambas cejas al percatarse de que el acusado era un extraño androide. No había visto muchos en su vida, lo cual le causó curiosidad. ¿Tenía idea siquiera de lo que estaba ocurriendo?

El comerciante dejó al androide en el suelo. Bueno, más bien, tan sólo dejó de sujetarle. —¿Y tú quién eres para darme órdenes, eh? ¡Este tipo tiene la bolsa que me robaron!—espetó, escupiendo saliva al hablar. Astrid se echó un poco hacia atrás para evitar que el salpicara, pero fue inevitable. Se limpió con la manga de la chaqueta y señaló en la dirección por la que había ido el verdadero ladrón. —Se tropezó con este… con esta persona y se fue corriendo por ahí. Probablemente se le haya caído.—No estaba muy segura de eso último, pero era lo que creía.

El gordo se apartó del androide y le quitó la bolsa de golpe, para después mirar a Astrid con los brazos cruzados. —¿Y tú qué sabes? ¿Acaso vienes con él? ¿Cómo sé que no eres su compinche?—inquirió, con un brillo de malicia en los ojos. Antes de que la Rubinus pudiera justificarse, el frutero salió en su defensa, apartándose de su puesto. —Déjale en paz, Gerard. Yo lo vi todo, y es cierto, ese señor no llevaba tu maldita bolsa,—respondió, en un tono malhumorado. Parecían conocerse de sobra… y no llevarse bien.

—¡Lo que me faltaba!—exclamó Gerard, hincándole el dedo índice en el pecho al frutero, como si quisiera imponerle. —¡Seguro que esta fue una de tus tretas, cabrón! ¡Estoy harto de que me robes la clientela, Harold!—chilló, en un tono repleto de envidia. Harold le replicó, diciéndole que jamás había hecho eso y asegurando que la pérdida de clientes era cosa suya, pero el gordo parecía no creerle. Astrid decidió que sería buena idea separarles antes de que llegaran a las manos, pero fue demasiado tarde: para cuando se metió en medio, el comerciante furioso lanzó un puñetazo en dirección a Harold… pero que acabó en toda la mandíbula de la Rubinus, por haberse interpuesto entre ambos hombres. La mujer retrocedió un poco, miró de reojo al androide, y antes de que pudiera hacer nada más, los mercaderes comenzaron a enzarzarse en una absurda pelea. —…Va a ser complicado separarlos…—murmuró en voz baja, acariciándose el dolorido mentón. Volvió la vista de nuevo hacia el robot, frunciendo el ceño. —¿…Te importaría ayudarme? Esto no va a acabar bien. Necesito que sujetes a uno de los dos hombres. Al frutero, él probablemente no te haga nada.—Quizás debería haberle preguntado si estaba bien, pero lo pasó por alto sin querer.
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Privado Re: Little Things | Astrid Dagmar

Mensaje por U.A.M. Jue Oct 20, 2016 11:38 am

Parecía iniciarse alguna especie de patrón, eso o es que el androide tenía una demasiado extraña suerte de “toparse” con un extraño cada vez que salía a recorrer; aunque en esta ocasión no fue uno, sino varios pero lo que más le resultaba curioso, por decirlo de alguna forma, era el apelativo que el rechoncho hombre usaba para dirigírsele mientras su mano cerrada en la tela de su vestimenta se movía nerviosa, zarandeando un poco al confundido androide a la par que pequeñas gotas de saliva caían sobre su liso e inexpresivo rostro sin entender lo que sucedía ¿Por qué le trataba de ladrón? ¿Acaso era por la bolsa que llevaba en la mano? Su mente mecánica iba atando cabos y formulando las hipótesis más aproximadas… El hombre caído… Ciertamente todo parecía encajar con un malentendido, uno que estaba atrayendo más atención de la que Uam desearía recibir, debía decir algo- Por favor, Uno no… -Pero se vio interrumpido por el auxilio de otra persona, una mujer de cabellos oscuros que aparentemente era testigo de lo que sucedió en realidad y llegaba en su auxilio.

Uam giró el rostro hacia ella, queriendo denotar, o al menos transmitirle, de alguna forma gratitud en su rostro carente tras sentir el agarre del otro aflojarse hasta apartarse pero parecía que solo pasaba de enfocar su atención del androide a la mujer. Eso no le gustaba para nada. Dentro de su mente cibernética podía calcular el incremento en la presión del sujeto, el exceso de sudor, las pupilas dilatándose. Conforme la conversación avanzaba los signos se volvían más evidentes y le resultaban peligrosos, en especial para con la mujer. Por supuesto que no la conocía de nada pero eso no evitaba que sintiera preocupación por su persona, en especial siendo que ella resultaba el nuevo objeto de ataque- Por favor… -Trató de volver a pronunciarse aunque la voz le salía apagada, culpa en parte de sus protocolos de interacción social en casos como aquellos, donde un mecánico no tenía que emitir juicio alguno de ser posible; pero no tuvo la posibilidad de seguir pues por segunda vez fue cortado, esta vez por el fugaz y rabioso movimiento del comerciante al arrebatarle de lleno la bolsa, cosa que el Androide no hizo esfuerzo alguno por negar. Ya a esas alturas todos sus sistemas permanecían en alerta y él solo tenía el deseo de desembarazarse de dicha situación para continuar con el día con la esperanza de que fuera a mejor.

Lo curioso de la vida, en especial para Uam, es que siempre parecía querer desviarse de su curso. Algunas veces en peor forma que otras. Ese fue el caso cuando un segundo comerciante salió en su favor, recriminando al primero. Recordó un dicho orgánico que oyó alguna vez “Como agregarle pólvora al fuego”, él nunca lo había entendido del todo hasta ese momento, pero más que pólvora parecía un barril de explosivos. Todas las alarmas del androide estaban en su punto máximo pero el golpe fue demasiado rápido como para que él actuara, además ¿Qué hubiera podido hacer? Lo mejor que logró fue moverse y ubicarse detrás de la pelinegra para evitarle alguna caída, percatándose en ese momento de lo alta que era en comparación a sí mismo, viéndose en la necesidad de elevar el rostro en cuanto le habló, tardando incluso más tiempo en procesar sus palabras--Su cabeza dio un pequeño respingo, tensándose antes de girarla hacia los dos hombres que se repartían golpes entre vociferaciones- Uno… hará lo que pueda… -Dijo con voz neutra, en aparente calma pese a que en su interior todos sus protocolos entraban en conflictos unos con otros. A su mente llegaban las alertas en el rojo más vivo que hubiera visto nunca marcando las leyes que imperaban su vida misma.

”Un robot no hará daño a un orgánico ni actuará físicamente en su contra”

- “Pero Uno no puede dejarlos seguir” -Se cuestionó por dentro mientras sus ojos recorrían la escena y se terminaba de apartar de la mujer, dando un paso hacia adelante.

”Un robot no se inmiscuirá en asuntos orgánicos”

Sentía los servomotores de sus uniones mucho más pesados que de costumbre, como si quisieran detenerse por sí solos pero Uam terminaba por negárselos, obligándolos a seguir. De hecho todo él se sentía como si pesara muchas toneladas en un instante.

”Un robot no es más que una herramienta de los orgánicos”

- Por favor… Deténganse -Susurró con la poca fuerza de voluntad que le quedaba al costado del hombre llamado Harold mientras con reticencia sus brazos de metal se cerraban sobre su torso y lo apartaban del otro, quedando en un momento entre ambos y recibiendo alguno que otro golpe en su duro armazón. Pero no le dolió, lo que sí dolía era el caos en que se encontraban sus sistemas que le demandaban anular su curso de acción mas no lo haría, no podía quedar impasible- ¡Suéltame! ¡Ese mal nacido es el que comenzó! -Demandaba Harold, intentando zafarse, moviendo los brazos de un lado a otro a la par que escupía saliva y sangre.

-¡¿Yo? Serás cabrón! ¡Esto es todo tu culpa! -Escuchaba bramar al otro hombre- ¡Primero Maggy, luego mis clientes! ¡No pararás hasta que no quede nada de mi ¿No? Pues quédate con la zorra esa pero no te metas en mis negocios! -Aquello pareció tocarle una vena aún más sensible al frutero pues si antes solo forcejeaba, ahora intentaba escabullirse como pudiera, moviéndose como si se tratara de un animal rabioso- ¡Te retractas ahora hijo de tu mal parida madre o te retracto yo aquí mismo! -
U.A.M.
U.A.M.

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Privado Re: Little Things | Astrid Dagmar

Mensaje por Astrid Dagmar Jue Oct 27, 2016 11:53 pm

Miró con curiosidad al androide. ¿Cómo debía tratar con él? ¿Habría entendido lo que le decía? No era como los que trabajaban en la mansión; parecía ser de un modelo distinto… por lo que tal vez estuviese preparado para recibir otro tipo de comandos y procesarlos de forma diferente. Comandos, frases, lo que fuese… era posible que no hubiese comprendido sus palabras. Ladeó la cabeza y se rascó la coronilla apenas un momento, sin saber muy bien qué decirle o cómo hacerle actuar. —Tú…—Le señaló con toda la sutileza que podía permitirse al señalarle directamente con el dedo índice, si es que a eso podría llamársele sutileza. —¿Puedes ayudarme?—Lo vocalizó de forma más lenta, pero sin llegar a algo exagerado, a la vez que cambiaba la dirección de su dedo hacia sí misma.

La respuesta del robot fue extraña, pero no se sorprendió. Estaban programados para hablar de esa manera, después de todo… ¿no era cierto? Sonrió a modo de contestación y fue rápidamente hacia el comerciante gordoncho, puesto que sentía que no debía perder mucho más tiempo. Mientras sus manos se colaban bajo las axilas del hombre (las cuales no parecían ser muy higiénicas, lamentablemente) para poder sujetarle desde atrás, cayó en la cuenta de que no había sido muy clara con el androide. La segunda vez que le habló no le había indicado siquiera para qué requería su ayuda. ¿Lo entendería? Mientras el furioso mercader pataleaba y soltaba improperios para intentar intimidar a la mujer y así lograr que le soltara, ella desvió la mirada hacia donde estaba el encapuchado, para finalmente ver que se había acercado a por el frutero. ¿Comprendió lo que le dijo la primera vez, o intuyó lo que tenía que hacer de algún modo?

—¡Suéltame de una vez, maldita entrometida! ¡Ese hijo de puta me ha arruinado la vida!—exclamaba el hombre, haciendo lo posible por zafarse del agarre de la Rubinus, que apretaba aún más fuerte para evitar que escapara. Ella pudo escuchar el leve susurro del robot, y no pudo evitar cuestionarse de dónde habría aprendido a hacer algo así. ¿Realmente se había enfrentado a una situación así antes? ¿Estaba preparado para ello? ¿Sabía que lo que estaba ocurriendo era algo malo? —Cálmese, sus clientes no van a volver por más que se pelee con él,—le ordenó, pero parecía que esos dos iban a seguir insultándose hasta el fin de los tiempos.

La multitud había formado un círculo alrededor de ellos, permitiéndose el lujo de curiosear aquella improvisada pelea que parecía darse casi a diario en esa misma calle. Astrid pudo deducir esto último por algún que otro comentario fugaz por parte de los clientes. ”Ya están otra vez”, ”¿Por quién apostamos ahora?”, ”Ese papanatas de Gerard siempre le busca las cosquillas a Harold, y él no sabe callarse,” y cosas por el estilo. A Gerard  parecía importarle más bien poco lo que la gente opinase de él en ese momento, pues seguía en sus trece, y la Rubinus se preguntó si realmente era consciente de que de este modo era como sí podía perder clientes. ¿Cómo podía calmarle sin llegar a golpearle?

—¡Ustedes dos, deténganse! ¿Acaso no puede pasar una semana sin que peleen?—ordenó una mujer entre el gentío. El frutero pareció calmarse súbitamente entre los brazos del robot… muy al contrario que el mercader con sobrepeso. —¡Maggy!—le nombró Harold, haciendo una mueca de pesar. Intentó zafarse del androide una vez más, de forma más calmada, pero seguía atrapado. Por otro lado, Gerard pataleaba y vociferaba de forma más violenta, y Astrid pensó que iba a conseguir librarse de su agarre tarde o temprano. —¡Estúpida zorra! ¡Todo esto es vuestra culpa!—Maggy se sobresaltó un poco, pero respiró hondo para evitar echar más leña al fuego, justo antes de mirar al frutero. —Tú y yo ya hablaremos cuando vuelvas a casa,—sentenció, dándose la vuelta. Algunas personas del público parecían disfrutar de la situación, y el pobre Harold agachó la cabeza, apenado.

Gerard, por su parte, parecía querer ir a por Maggy  y a por el frutero a la vez. Astrid ya no sabía qué hacer, y llegó al punto de necesitar soltarle una imbecilidad que probablemente no funcionaría. —Si detiene este espectáculo y vuelve a su puesto, le prometo que le compro lo que haya en la bolsa y además le pago por las molestias. ¿De acuerdo?—No, no podía dar resultado… pero lo estaba dando. Poco a poco, cierto brillo apareció en los pequeños ojos del gordo, que empezó a desinflarse como si fuese un globo. Quitó los brazos de la Rubinus y le enseñó la bolsa, mostrando una sonrisa de suficiencia. Un par de naranjas, pan, queso, un cartón de leche… tampoco era para tanto. Era posible que el ladrón lo necesitase, de hecho. No podía creer que aquello hubiese salido bien, de forma que su suspiro de alivio fue bastante notorio. —…Bien… dígame cuánto es.

—Dos mil quinientos. En efectivo.—

Abrió los ojos como platos a la par que la gente comenzaba a dispersarse, decepcionados por el resultado de la pelea. —¿¡Dos mil quinientos por esta bazof…!?—Carraspeó al ver cómo fruncía el ceño de nuevo. Eso era más de la mitad de lo que costaba normalmente, y no se tragaba que lo sobrante fuese el pago por las molestias, ni mucho menos. Menudo aprovechado. Hizo una mueca de desagrado y se dispuso a buscar su monedero, para después dar una palmada con el dinero en la mano extendida del mercader. —Hmpf, aquí tiene.—Él contó los billetes y finalmente se alejó de allí, satisfecho, agradeciendo un poco a su manera el trato con la mujer. —Un placer hacer negocios contigo, mujer.

Astrid le miró con cara de pocos amigos, pero le ignoró al cabo de unos segundos. Se acercó al frutero y al androide, exhalando un suspiro que mezclaba desgana y alivio al mismo tiempo. La situación al menos se había calmado, pero no de la manera que hubiera preferido. —¿Estáis bien?—Tras hacer la pregunta, volvió a cuestionarse si el robot tendría conciencia de lo que era eso. —U-uhm… Quizá usted debería volver a su puesto antes de que pierde más clientes… o de lo contrario tendrá que trabajar horas extra.
Astrid Dagmar
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