Arcadia, es en verdad un ultimo reposo?

La suerte no estaba realmente de su lado en este momento, todo le estaba saliendo mal e inclusive parte de su ego se destrozó junto con sus alas en ese último encuentro que terminó siendo un impedimento para ella, después de aquella derrota cedió en pensamiento, tal vez ella había nacido para permanecer encerrada durante toda su vida. Duró inactiva durante tres días por el agotamiento físico y los procedimientos médicos que le obligaban a permanecer dormida. Lo primero que hicieron fue confiscar todo su armamento, arma de fuego, Escudo de pulsera e inclusive su brújula de acero, después de esto la llevaron al quirofano para evitar su posible muerte. Un proceso tedioso debía ser ejecutado para saber todos los males que caían sobre la fémina, parte por parte su cuerpo fue analizado para saber como debían actuar. -¿Cual es el reporte del paciente? El doctor de ese lugar era quien iba a lidiar con todo. -A ver... ¿Qué tenemos aquí?... 3 Huesos del costillar roto... una contusión en su antebrazo izquierdo, pie hombro derecho dislocado... ¿Alas?. ¿De que raza se trata? ¿Un sucubo dices?.. Vaya, la abertura de huesos y ligamentos están hechos trizas, el daño es permanente, ahora son solo pedazos de hueso colgantes sobre su espalda.. están ligados directamente con sus omóplatos.. amputaremos. El diagnostico era claro, pero extenso. Esta mujer parece un jarrón roto.. ¿Qué más?... Abertura de bala en la zona izquierda de su costado inferior, hay una bala dentro junto con quemaduras de tercer grado.. al parecer este impacto destrozó parte de su sistema reproductor, y las quemaduras solo hicieron que la herida fuera más grave.. bueno, almenos no impactó en un riñón u órgano  más importante.

Necesitaremos una buena cantidad de personal, así que es mejor que se preparen. Fue así como todo el proceso comenzó, era poco probable que la Sucubo despertara tan pronto, sin embargo le mantendrían dormida con dopantes hasta que la operación terminara, primero acomodaron las zonas dislocadas, después se encargaron de sus huesos rotos, las cosas de menor gravedad fueron atendidas rápidamente y gracias al metabolismo de la misma estas se cerraron bastante pronto, además sus huesos rotos también tendrían un rápido sanamiento. Lo dificil comenzó, lo primero fue extirpar la bala de su cuerpo y confirmaron que el impacto destrozó parte de su sistema reproductor, afortunadamente ningún órgano vital que pusiera su vida en un riesgo peor, pero las quemaduras de tercer grado serían un enorme problema, pues requerían de más tiempo, al final terminaron por cerrar los huecos de la bala con Hilo y aguja. Sus muertas alas eran un tema distinto, no había forma de recuperarlas ya que perdieron todo su diseño aerodinámico, aún si intentaban salvar lo que quedaba no serían más que masas horribles en su espalda, así que amputaron directamente desde sus omóplatos dejando dos heridas bastante grandes atrás en  su espalda.

Tal vez habían pasado unos 4 días desde entonces, pero por fin ella había abierto los ojos... ¿A donde se encontraba? era sumamente oscuro y sentía la humedad en su nariz junto con un olor desagradable... luego se percató que en donde descansaba su cuerpo era una cama vieja, pero que almenos tenía sus sabanas limpias para obviamente evitar infecciones.. llevaba puesta una ropa particular, de paciente de hospital,pero en su cuello había algo que sin duda alguna le incomodaba, no podía quitarselo. intentó moverse un poco y un punzón horrible en su vientre impidió que se pudiera levantar. Era curiosa la posición en que estaba... boca abajo con la cara sobre una almohada, así que le costó aún más poder acomodarse de mejor manera. Movió sus brazos ligeramente para apoyarse y aunque sea poder levantarse de la cama, grave error, pues el dolor que sintió fue espantosamente horrible, le ardía mucho la espalda, no pudo aguantar su propio peso por esta razón, y gracias a esta torpeza terminó por caerse de la cama. Cayó sobre su antebrazo izquierdo y sus sabanas limpias terminaron en el suelo junto con algunos aparatos extraños que estaban directamente inyectados sobre su antebrazo izquierdo. -A-auch...- Apenas y vocalizó eso.. tenía la vista borrosa.. pero en frente suyo, había una pequeña hoja de papel pegada a las rejillas de su puerta.. ¿Qué decía? "Paciente de metabolismo rápido, no es necesaria más atención del personal médico" Le dolía un montón a decir verdad, se quejaba bastante pues en su espalda era hueso cortado lo que realmente había pasado, su metabolismo se tardaría mucho en acoplarse a este nuevo tipo de heridas.

-Se que no debería hacer esto, pero... ¿Que había sido eso? Una voz.. alguien más estaba ahí con ella, pudo verlo, un hombre de traje extraño se acercó mientras ella estaba ahí en el suelo. -No.. no puedo dejarla ahí tirada... Era tan solo un jovencito con espíritu, ¿Qué estaba haciendo?.. -Ah.. reporto que la paciente a orinado por completo las sabanas y no hay personal en este momento que la atienda... Si.. aún está inconciente,  Si.. P-procederé a hacerlo. El guarda habló desde una radio, el higiene debía ser vital para un paciente de operación, por esta razón eran más flexibles con este problema. -Rápido.. no tardarán en venir. ¿¡El abrió la celda?! le ayudó a sentarse sobre la cama.. y después de eso recogió las sabanas. Toma.. es todo lo que puedo darte.. eso puede aliviar el dolor.. guárdalas bien.. yo.. debo reportar ahora que has despertado. Dejó las sabanas sobre la cama, Hikari tenía ahora una botella muy pequeña, con analgésicos.. abrió la botella y tomó una pequeña pasta.. luego guardo el resto bajo su almohada. -Ah.. si, he decidido abortar, el condenado ha despertado.

Aclaración:

Acercarse a Carceris Arcadia simplemente para curiosear sobre su ubicación era algo que a Astrid jamás se le había pasado por la cabeza, pero lo que había sido completamente impensable para ella era siquiera entrar a echar un vistazo y menos aún si ese vistazo incluía como objetivo rescatar a alguien de allí.

Hasta ahora.

Era una locura, una insensatez que podría llegar a costarle mucho más caro de lo que su mente podría llegar a concebir. Normalmente, la morena hacía todo lo posible por no involucrar en sus asuntos a terceras personas, incluso si eso pudiera beneficiarle, pero en esta ocasión no tuvo más remedio que tragarse el orgullo y contar al menos con los servicios de una mercenaria de nombre Ankabeth, a quien contrató para que pudiera ayudarle a infiltrarse en aquella prisión que presumía de ser la más segura de todo Spirit Soul. La mujer aceptó por motivos propios, pero el dinero sin duda fue un gran incentivo.

Además, en un principio quiso rechazar la propuesta de Cyan, un revolucionario al que conoció en la contienda contra ciertos monstruos ocurrida en Chaos poco tiempo atrás. Hikari Hiroshi, la persona que según el criterio de Astrid se encontraba en Arcadia de manera injusta, era también del bando opositor al gobierno. Las noticias de su encarcelamiento habían corrido como la pólvora, de modo que la morena no dudó en comentarle al joven lancero acerca de sus planes de rescate, más como un método de desahogo que como petición de ayuda. Él aseguró estar en deuda con ella, de modo que decidió acudir también a la prisión, no sin antes reportar la situación a sus superiores. Dos de ellos se habían unido a la misión por cuenta propia tras conocer estas circunstancias, o al menos eso pudo entender.

Ambos ostentaban cargos importantes. Al reunirse todos en el punto acordado, Astrid reconoció los rostros de ambos sujetos: sin ir más lejos, la fémina de delicadas facciones se trataba de Astartea, la segunda al mando de los Novarum Inferno. Por otro lado, el pelirrojo que le acompañaba había pertenecido a dicho grupo cuando la morena aún se consideraba revolucionaria, pero ahora parecía ser de un rango menor.

Aquellas cinco personas habían trazado un plan para poder entrar en la cárcel de manera sigilosa, pero el principal problema aparecería una vez que ellos estuvieran dentro. Según un informante que previamente había estado investigando la situación externa de aquella estructura, irrumpir por la fuerza era una tarea imposible. Sin embargo, logró averiguar los horarios en los que se transportaban criminales de prisiones de menor importancia hasta Arcadia. Esto les fue de gran ayuda para ellos, que en aquellos instantes se disponían a tender una emboscada a uno de los vehículos blindados que llevaban a los reos, con intención de noquear al conductor. Se aprovecharían de la maleza que rodeaba el camino para ocultarse, pues, aunque apenas era inexistente debido al clima invernal, era lo suficientemente frondosa como para que pudieran esconderse adecuadamente.

—Ahí viene,—murmuró Astrid, apartándose la tela negra que cubría parcialmente su rostro, tras asomarse un poco de su escondite y divisar el característico furgón negro que se acercaba hasta su posición. No se sentía cómoda dando órdenes a sus antiguos superiores, o al menos, comentando en voz alta alguna estrategia que ellos pudieran considerar así. —Haré que el conductor se baje para que nos sea un blanco fácil. Una vez lo dejemos inconsciente, le desvestiremos y uno de nosotros se pondrá su uniforme.—Daba por hecho que el resto de acompañantes sabía conducir, aunque ella misma no tenía ni idea.

…Tampoco tenía que ser tan difícil, ¿verdad?

Lo que no le iba a resultar complicado sería darle un leve susto al conductor. Si bien no podría manipular bien el material blindado que recubría el vehículo desde lejos, sí que podía utilizar algún trozo de metal para causarle una pequeña abolladura. Un golpe bien dado le haría reaccionar como quería.

Se colocó más cerca de la cuneta (si es que se le podía llamar así) de aquel camino rocoso, jugueteando con la hoja de una navaja entre sus dedos. El vehículo ascendía por la cuesta montañosa a la velocidad más prudente que podía permitirse, de modo que no sería difícil apuntar a la puerta que correspondía al asiento de la víctima. Aumentó el tamaño del filo, redondeándola para formar una especie de esfera metálica del tamaño de la palma de su mano. Hizo un gesto con la cabeza al resto de sus compañeros para indicarles que estuvieran preparados, y lanzó la bola de acero a modo de proyectil contra el objetivo.

El conductor frenó de golpe, sobresaltado. Si bien la abolladura no había sido grave, fue lo suficientemente notable como para que el hombre (cuyo aspecto era bastante enclenque) se bajara del vehículo, confundido y murmurando maldiciones para sí mismo. No tardó en darse cuenta de la presencia de algún que otro gamberro por la zona, así que comenzó a husmear en dirección a donde estaba el grupo. Una vez estuvo cerca, Astrid alargó el brazo para agarrarle con rudeza del cuello del uniforme, arrastrándole hacia la maleza donde se estaban ocultando, para así propinarle un golpe seco en la nuca con intención de hacerle perder el conocimiento sin que pudiera reaccionar a tiempo. No creyó que pudiera ser eficaz, pero logró su cometido, haciendo que el cuerpo inconsciente del guardia cayera en la nieve. Suspiró de alivio y miró de nuevo a sus acompañantes.

—Deberíamos darnos prisa.— ¿Quizás algunos de ellos deberían esconderse con el resto de prisioneros? Era arriesgado, puesto que no sabrían si quien se hiciera pasar por el guardia tendría la oportunidad de liberarles sin que el resto del personal de la cárcel se diera cuenta de la situación, pero no tenían muchas opciones. Tal vez a alguno de los presentes se le ocurriría algo mejor.

Allí estaba la fémina, sentada y observando con algo de altanería todo el imperio que significaba el territorio revolucionario. En su mano derecha había una copa de cristal, contenedora de tal exquisito vino que de tanto en tanto solía disfrutar, aunque no fuera seguramente una mujer que sintiese demasiado gusto por el alcohol…el día o el clima ameritaba, tal vez demasiado. Presenciaba por ese entonces el entrenamiento de los soldados atentamente…siendo que en su rostro se mostraba seriedad pero a fin de cuentas tranquilidad. Claro, era una especie de Emperatriz que solo rendía cuentas a un único ser, a su esposo, e Isela no era una mujer que recayera en insubordinación, claro que no. Se había ganado su puesto a base de confianza, a base de muchas lágrimas y de recorrer un camino lleno de espinas bajo su ser…No había sido fácil, la recompensa no era material, pero ser considerada la mano derecha del líder era más que suficiente por los obvios privilegios que esto otorgaba…Un control casi absoluto.

En aquel sector que parecía ser una réplica de la ciudad prohibida, la imponencia podía dejar helado el corazón de cualquiera, pero ella solo estaba absorto en esos entrenamientos tan impecables a cargo de revolucionarios experimentados, pero toda su calma se terminó en un segundo. Con respeto, dedicándole una reverencia para finalmente buscar un permiso que ella otorgo con la mirada a modo de corresponder, se acercó sigilosamente uno de los sirvientes del lugar al oído derecho de ella: Una pieza ha c-caído…Está confirmado, una pieza de los Alphas ha caído. El caballero Cyan Al-Gram se encuentra en el ala Norte aguardando, mi señora. Fue automática su reacción, Isela le observó con sorpresa pero no de la buena y por consiguiente optó por ponerse de pie, buscando con la mirada a Adam y Saeko…No, no estaban presentes y su poco buen humor se fue al mismo carajo, pero si notó unos cabellos rojizos…otra opción no había. —Damgaard— Solo eso musitó en un tono de voz imperativo pero asertivo igualmente dándole a entender que le siguiera ya saliendo de aquel lugar tras seguir al sirviente que caminaba a toda prisa más adelante.

Momentos después se confirmó que Hikari había tenido un encuentro con un Custos Dei, pero que tras perder sus alas fueron arrancadas. Uh…el veneno comenzó a circular presuroso por sus venas al recordar todo el suceso del Lord y en un arranque de ira, la fémina terminó estrellando la copa de cristal contra el suelo, mostrando enfado absoluto. —No hay perro que no se parezca al amo— Gruñó con evidente soberbia, ¿quién se atrevía a masacrar a uno de sus revolucionarios de ese modo?, no, era algo inaceptable bajo toda circunstancia. Imperdonable. Menos cuando siempre se había prometido cuidar los intereses de Astaroth…y cada revolucionario era parte de ellos sin lugar a duda.

No lo pensó demasiado, abandonó nuevamente ese recinto, pidiéndole al par de revolucionarios que aguardasen unos momentos. Subió varias escaleras, atravesó otros cuantos cuartos hasta que abrió repentinamente la puerta del despacho de Takumi sin tocar previamente, cerrándola a sus espaldas para exponerle toda la situación; ella quería ir a Arcadia. La negativa por parte de este hombre fue rotunda, pero Isela era buena insistiendo aunque solo degeneró en una discusión por parte de ambos…Trató entonces de hacerle entender que podía demostrarle buenos resultados y aunque Astaroth no se sintiese complacido con la idea, terminó haciendo lo que siempre hacia con ella…dejarla libre bajo sus propios riesgos ante las decisiones tomadas. Ella se tomó unos momentos breves para despedirse, siempre con un beso afectuoso o mimos de por medio. El tiempo corría en su contra, por lo que al abandonar el despacho fue a cambiarse de ropa por algo más cómodo, tomar el par de katanas y sin más que hacer, regresar a donde aguardaban los otros dos revolucionarios para partir.


El frio se hacía sentir, pero de momento no simbolizaba algo realmente molesto…ah…claro que no, Isela como ex miembro de los Vicealmirantes tuvo tiempo más que suficiente como para adaptarse a ese clima tan tempestuoso para algunos, pero para ella no significaba mayores problemas. Mientras observaba a una de sus ex revolucionarias a los ojos, Astrid, la fémina simplemente pensaba…Internamente era todo un proceso radical, retornar al reino que tanto odiaba y no simplemente eso, introducirse una vez más al corazón de Arcadia…los tormentos que ahí vivió fueron el quiebre de su mente, jamás había experimentado tanto miedo en su vida y…¿cómo estaba segura ella que eso no representaría el inicio de un desborde emocional?...Bueno, siempre se había controlado a un nivel emocional, pero vamos…era Arcadia, Arcadia era la fuente de sus pesadillas hasta hoy día aunque ninguna palabra respecto a eso saliera de sus labios ni mucho menos, pues regresar sobre sus pasos no era la opción más acertada a sus principios de nunca retroceder.

Asintió ante las palabras de Astrid, ya que no le molestaba en lo más mínimo que esta liderara el rescate ni mucho menos, pues Astartea no era mujer cuyos humos se le subieran a la cabeza…mientras pudiera ver el estado de la revolucionaria Hikari, todo estaba más que bien ante sus pensamientos. Suspiró con algo de resignación ante el grupo cuando la actual Rubinus procedió a realizar tales proezas, totalmente sincera en lo que decía; —Es una pena que ya no sea una revolucionaria, es ágil…Me agrada eso— Susurró bajo, notándose el ligero vapor que de su boca salía a causa dela baja temperatura, para finalmente aproximarse junto al resto hacia el vehículo en cuestión. Se tomó unos segundos para examinarlo, encogiéndose ligeramente de hombros ante cierta interrogante. —Como ex vicealmirante me llevo bastante bien con la tecnología hasta hoy día, podría conducir esto…pero…no sería bueno que lo primero que vean fuera mi rostro. ¿Alguno de ustedes podría en todo caso?—

No era novedad, presentarse así como si nada era una acción suicida y si querían sacar a Hikari de ahí, tenían que ser cuidadosos, procurando no cometer ningún error que pudiese arruinar todo lo planeado. Subestimar el corazón de la montaña era algo de idiotas, más aquella prisión que era una digna creación del terror, tanto para los reclusos como para cualquiera que deseara violar su seguridad.

En silencio se encontraba caminando por esa enorme isla, siempre recordando los eventos que llevaron a que tomaran posesión de ella y de sus días como uno de los 5 gobernantes de esta. Ahora se encontraba en un escalón inferior más su poder continuaba siendo rival de aquellos 5 o en realidad 3 ya que aún los dos nuevos que entraron en las filas seguían sin probar su valía como verdaderos líderes. Así lo veía el pelirrojo, todavía no estaban a la altura de ser llamados novarum al menos el dios nunca los llamaría de esa manera hasta ver una prueba clara de que eran dignos del nombre. Por su parte Frederik podría encontrarse fuera de su trono pero aun gozaba del respeto de todos los revolucionarios y el miedo de algunos también pero era lo mismo, se mantenían fuera de su camino y no cuestionaban sus órdenes…lo único que en realidad necesitaba de ellos.

Su recorrido había terminado y tomo camino hacia la ciudadela en el centro de la isla. Aun recordaba cuando había sido su hogar y posiblemente su habitación seguía en el mismo sitio aunque hace mucho que no le daba uso alguno. Quizás era lo mejor, muchas experiencias lo habían convertido en un soldado fiel pero vigilante de otros propósitos y con una misión personal que nadie conocería hasta que llegase el momento de actuar en ella pero mientras tanto, mantendría su deber como se esperaba de él. Por ello siempre cobijado por las sombras, mantenía su puesto en el salón principal de la fortaleza, vigilando a la mujer más poderosa de ese grupo como siempre lo había hecho, siempre a la espera de sus órdenes que solían ser pocas pero muy imprevistas como aquella que era prácticamente una invitación a un sitio que según había escuchado, convertía al infierno en un agradable lugar para visitar.

La mano fue echada y su deber como soldado era asistir junto a ella para protegerla, no sería un viaje agradable de eso no tenía duda. Iría listo para cualquier eventualidad, abandonando la fortaleza en dirección a su hogar en el extremo de esa isla. Allí tomo una ropa negra de aspecto imperial, prendas confeccionadas de las memorias de su anterior vida y sobre estas coloco una armadura de apariencia metálica pero fabricada con la piel de una de las criaturas más peligrosas de ese mundo junto a dos guantes plateados con un recubrimiento de ónix. Todo aquello resistente como las murallas de una ciudadela pero ligeras como una pluma. Finalmente se colocó una larga capa plateada y con la capucha cubrió su rostro antes de salir en busca de la revolucionaria.


Las gélidas tierras del reino tecnológico…un sitio que no visitaba desde su entrenamiento en el desierto congelado. Gracias a ello ahora caminaba sin sentir ningún efecto por los duros vientos que azotaban el camino e incluso sus pasos dejaban cero rastros, siendo cubiertos por la misma nieve cuando el hombre comandaba que fuera así. Nunca fue un sitio demasiado de su gusto, demasiado carente de vida y demasiado dependiente de tecnología…algo que ofrecía una ventaja para el revolucionario, una que hasta el momento no había tenido la posibilidad de mostrar. Aunque parecía que pronto lo haría, según como los eventos se estaban desarrollando.

Espero a que esa mujer terminara de actuar, manteniendo su atención en los alrededores en busca de algún posible refuerzo mas todo continuo tranquilo. Se acercó tras la revolucionaria, mirando de reojo por primera vez al otro hombre que los acompañaba y según sabia, trajo la noticia que los había conducido a ese lugar. Dio un paso hacia adelante cuando escucho la voz de Isela, bajando su capucha por primera vez en todo el trayecto. El viento sacudió sus cabellos rojos, sostenidos en una coleta cada vez más parecidos a su forma real, pasando un par de ellos sobre su rostro que ahora era más duro y serio desde que se había abocado a descubrir la fuente de sus poderes.

Puedo manejarlo yo —Murmuro deslizando sus ojos azules, iguales al hielo que los rodeaba, sobre la maquinaria mientras colocaba su mano derecha en el costado del camión. A los pocos instantes un par de piezas se movieron sin hacer ruido mientras el revolucionario recababa la información necesaria sobre su funcionamiento —No es una maquina muy compleja…puedo guiarlo pero no combatir mientras lo hago —Comento desviando su mirada hacia los últimos dos miembros de ese grupo —Supongo que hasta entrar…queda en sus manos esa responsabilidad —Musito separándose del camión y caminando hacia el conductor.

Levanto el cuerpo del conductor y lo llevo a la parte de atrás del camión, dejándolo en un sitio donde fuera a ser encontrado y procedió a quitarle el uniforme. Cuando tuvo la ropa en su mano, levanto una mesa de cristal y la coloco sobre esta mientras comenzó a desvestirse en ese mismo lugar. Su piel ligeramente bronceada parecía reflejar las frías corrientes, manteniéndose libre de nieve o escarcha mientras quedaba en ropa interior luego de lo cual invoco una esfera de metal que extendió hasta crear una caja donde guardo su ropa y luego comprimió con su mano a la forma de un arete que colgó de su oreja derecha — Ustedes deberían subir ya al camión…sobre todo tu Isela, intenta que no te vean —Dijo mirando con seriedad a los miembros del grupo antes de comenzar a vestirse.

Con el uniforme se dirigió al asiento del piloto, tomando control de la maquinaria con sus manos de forma que el camión arranco sin problema alguno y comenzó a avanzar hacia la entrada de la prisión. No tenía idea que encontrarían una vez que cruzaran ese lumbral pero cualquier precaución que tomasen…el pelirrojo temía que sería de muy poca ayuda.

Aquel día había amanecido realmente nervioso por el plan que acontecería tan solo unas horas más tardes. Decir que había dormido bien sería el equivalente a soltar una broma sosa y sin gracia, el saber que entrarías a una prisión de máxima seguridad para rescatar a una reclusa le dejaba a uno con mucho que pensar para sus adentros. Era lógico imaginar que podría retractarse en cualquier momento, pensar en alguna excusa pobre y no aparecer por allí. Pero no tenía pensado hacer semejante cosa y tampoco era el estilo del lancero. Aunque no fuera una petición de Astrid, él estaba muy en deuda con ella después de todos los acontecimientos acarreados en el reino de Chaos, donde pudo confesarle uno de sus secretos: Ser miembro del movimiento revolucionario. Después de todo aquel infierno pasado con las bestias demoniacas, reportó lo sucedido a sus superiores junto con información valiosa sobre ciertos individuos. Como extra Cyan había pedido un permiso especial para actuar en aquella operación de rescate, pero jamás imaginó que contaría con la ayuda adicional de un camarada y su superiora.

Dejando atrás sus temores innecesarios, el hombre de azulados cabellos se colocó en marcha para encontrarse junto a sus aliados en el punto designado. Iba acompañado del revolucionario Alpha Damgaard y la señorita Ichinose. Ambos apenas conocidos para el lancero, quien era de las adquisiciones más recientes para la causa. El aire sin duda entre ellos se tornaba tenso y no era para menos, otro camarada importante era quien había caído en manos de la “justicia” y aunque había ciertos detalles que aún no se sabían con certeza, nada de eso importaba para poner en marcha la operación de rescate. En aquel lugar del destino una fría brisa soplaba desde una de las direcciones, haciendo danzar la coleta que Cyan tenía. Por suerte el revolucionario estaba bastante entrenado contra el frío, y de todas formas estaba seguro que una vez que la operación fuese puesta en marcha, no tendría mucho tiempo para pensar en sensaciones térmicas. El hombre reconoció de inmediato el largo cabello oscuro de Astrid, quien estaba siendo acompañada por otra persona cuya identidad le era desconocida hasta el momento.

Cuando los protagonistas de semejante locura estuvieron reunidos, el plan de intromisión en aquella fortaleza gubernamental comenzó a fluir, ideando teorías y explorando posibles vías de entrada; La fuerza bruta estaba vetada de todas las formas. De entre todo lo hablado, surgió la inteligente idea de asaltar un transporte de criminales que iría desde Arcadia hasta el exterior y viceversa. Cyan acompañaba al grupo de la emboscada, cabizbajo entre la maleza y portando su lanza en la mano izquierda, preparado para usarla en cualquier momento. “—Ahí viene—“ Musitó la voz femenina que él ya conocía de antemano. Permaneció inmóvil, a la espera de una indicación manual y silenciosa que le dijera “¡Ahora, actúa!”. “—Haré que el conductor se baje para nos sea un blanco fácil. Una vez lo dejamos inconsciente, lo desvestiremos y uno de nosotros se pondrá su uniforme.—“ Parecía simple pero sonaba eficaz. Aunque Cyan se preguntaba cómo se las ingeniaría Astrid para que el conductor abandonase su vehículo en pleno transporte.

La respuesta no tardó en llegar hasta él, cuando su compañera asintió con la cabeza al resto del grupo, haciendo que Cyan centrara su mirada hacia el punto donde debía prestar atención. No tuvo apenas tiempo de reaccionar cuando Astrid había hecho todo el trabajo por ella sola mientras miraba la situación, pendiente de que no ocurriese ningún imprevisto. “—Deberíamos darnos prisa.—“ El lancero aprovechó para levantar levemente su mano. —Yo tengo una pregunta. ¿Qué hacemos con este tipo?— Formulaba su interrogante mientras desviaba con la mirada al conductor que yacía inconsciente en el nevado suelo. —Aunque le quitemos todo lo que lleva encima, no sabemos si podría avisar a los suyos de una forma que desconozcamos.— Recargó sus pulmones de aire. —Propongo que le atemos a un árbol.— Dicho esto se dirigió al hombre y lo tomó por la parte inferior de los hombros para arrastrarlo. —¿Alguien tiene algo para inmovilizarlo?— Preguntaba al resto, dejando caer una leve petición de ayuda al mismo tiempo.

Después de realizar las acciones necesarias para ir sobre seguro, era tiempo de la fase dos: Introducirse en la prisión. Para ello haría falta que uno se vistiera con las ropas del conductor y manejara esa máquina con ruedas, facilitando la llegada al lugar de esa forma. “—Como ex vicealmirante me llevo bastante bien con la tecnología hasta hoy día, podría conducir esto… pero… no sería bueno que lo primero que vean fuera mi rostro.—“ Era cierto, algo había oído de que su superiora había tenido feos encuentros con la justicia en el pasado. Si era una persona famosa, fácilmente podrían reconocer su rostro y dar alarma de ello. “—¿Alguno de ustedes podría en todo caso?—“ Parecía que durante unos segundos, un opresor silencio llenó el lugar, siendo corrompido únicamente por los vientos helados e intermitentes que corrían libres por la escena. De pronto, el compañero pelirrojo que no había soltado palabra desde que llegaron, se ofreció voluntario.

Cabía mencionar que Cyan también pudo haberlo hecho, pero solo hubiese sido con la intención de destacar, pues él no sabía llevar ese vehículo y en una operación tan delicada no había lugar para acciones fuera de lugar. El hombre demostró que tenía otros planes para el conductor que previamente Cyan había arrastrado y propuesto de atar sobre un árbol, siendo que tomó de él las ropas que estaban despojadas o a medio despojar de su cuerpo. El lancero dirigió su mirada a la hermosa mujer de quien recibía las órdenes. —Señorita, sería prudente que se situara en la parte de atrás, así podrá refugiar mejor su imagen.— Propuso. El hombre aún no tenía muy clara cuál era su función exacta dentro del grupo, notaba que su presencia todavía era baja por lo que se limitaría a mantener los ojos bien abiertos, atento a cualquier anormalidad que pudiese ocurrir. Dentro del auto se situó también en la parte de atrás, pues con lanza en mano resultaba ser incompatible en el asiento del copiloto. —Deberíamos pensar qué haremos una vez lleguemos, está claro que al evaluarnos de cerca se darán cuenta que somos extraños.— Finalizó.

Poco a poco volvía a sentir su cuerpo, aquella pildoras que había tomado si que eran útiles,  tal vez podría usarlas en un futuro, pero por el momento descansar en su celda era lo mejor, el lugar era húmedo y oscuro, sin embargo a ella parecía no importarle el lugar a donde se encontraba, miró la condición de su cuerpo.. le dolía el costillar, también sentía cierta incomodidad en su vientre.. toda esa parte estaba cubierta con vendajes, no podía echar un vistazo o algo parecido, y aquel intenso ardor en su espalda tampoco se iba.. no podía mover sus pequeñas alas, principalmente porque se las habían arrancado, pero ella no sabía de este gran detalle... habían pasado tal vez unos treinta minutos desde que todo inició, poco a poco podía volver a mover sus brazos, su raza se recuperaba rápidamente después de todo, sus huesos rotos tan solo necesitaban un poco de reposo. -B-bien..  buscó levantarse y lo logró con éxito, caminó un par de pasos.. realmente sentía su espalda ligera, más de lo normal, pero no podía ver que sucedía, comenzó a estirarse poco a poco, y traqueos junto con sonidos  por su cuerpo indicaban que todo estaba acomodándose como debería y gracias al analgésico. ¡Bien! las heridas graves llevarían un tiempo, pero no era nada que no pudiera resolver por su cuenta.  -¿Ningún guardia?... se acercó a la puerta de acero y por una pequeña ventanilla no pudo observar nada.. muros de piedra solida y una puerta impenetrable, un retrete y un lavamanos. -Es acogedor.. pero quiero salir de aquí. haría una pequeña prueba, podía usar un circulo de transmutación.. si tan solo tuviera algo con que dibujar. Una pequeña idea surgió de su cabeza, acercó su mano a su boca y mordió levemente su dedo indice haciéndolo sangrar, se acercó al suelo e hizo una especie de circulo, con una estrella de 5 puntas. Trans... acercó su mano... pero nada pasó. ¿T-tal vez no tengo la fuerza suficiente?... escuchó un timbre, anunciando que abrirían alguna puerta, ella se exaltó y con sus sábanas limpio lo que hizo, luego se sentó sobre la cama nuevamente.

¿Quién era?... no podía ver mucho, pero se mantuvo tranquila, ahora que estaba encerrada no había nada que temer, supuso la joven ignorante. Los pasos firmes se notaron cada vez más cerca, eran dos tipos al parecer, sin embargo no oía nada más que esos,  tardaron algo en llegar hasta su celda, pero ella pudo ver una figura masculina y otra femenina, y sin temor a nada, abrieron las puertas. Dos entes entraron a aquel cuarto, ambos utilizaban el mismo uniforme militar de alto mando, inclusive llevaban un sombrero y todo. ¿Qué era esto? ¿Un circo? pensó ella. -Esta es, la mujer que desafió estúpidamente a un Custos. Dijo la figura masculina, era de piel muy blanca, notaba cierto tono negro en su color de cabello, y sin duda alguna era bastante alto, con un tono de voz ronco y una postura tan firme como la roca. -¿Esta?... realmente creí que se trataría de una bestia llena de dientes y un montón de armas que salían de su piel o algo así. Esta era similar, ojos carmesí, pero su cabello era mucho más largo, pues llegaban casi hasta sus hombros, además de ser de color blanco.. tenía pecas y usaba lentes. La haremos cantar como un ave, ¿No cree? ¿Señor Soushi? hablaban los dos ignorándola por completo. Que las apariencias no la engañen, señorita Yuno, este ser logró herir de gravedad a un Custos Dei. Fue entonces, que la pelirrosada decidió interrumpirles Oigan.. Bola de fenómenos, no se de que están hablando, pero mi condena es estar aquí. Ambos sujetos se rieron, y la mujer (que era un poco más alta que ella) habló. Tienes una lengua viperina.. joven Sucubo, espero que tengas la misma actitud después de la primera sesión, Ahora es mejor que obedezca, si tiene una buena conducta recibirá un mejor trato.  El hombre caminó y sacó un par de esposas, ella simplemente estiró sus manos y se dejó esposar, sin decir demasiado.

Y la sacaron de su celda, se escuchó un timbre y la puerta se abrió, el edificio tenía un enorme pasillo, ella en lo poco que pudo observar es que no habían más celdas.. ¿A caso estaba sola en ese lugar?... había un pasillo largo con varios cuartos, en el último de ellos fue en el que le mandaron. - ¿Ahora qué? ¿Ni siquiera me darán una cama? el cuarto estaba vacío y era bastante pequeño.. solo  habían dos huecos. Debe poner las manos en los dos agujeros. mencionó el hombre. Ella no dijo mucho, probablemente le requisarían para ver si se había llevado algo, pero por suerte no traía nada consigo. No tengo nada si es lo que piensan. de un tono mal humorado respondió. Se escuchó un "Crack" y un fuerte apretón en sus manos esposadas.. ¿Qué sucedía?. Las reglas son simples, señora Sucubo, le haremos una pregunta y usted la responderá, si no obtenemos ningún resultado, le sacaremos la informacion.... No dijo nada referente a eso, estaba de espaldas a sus dos acompañantes. Esto.. es una broma.. ¿Me interrogarán en este estado?... Fue inteerrumpida por el varón. Se equivoca, usted no está siendo interrogada, esto es una tortura de parte de Arcadia, para darle la bienvenida. nuevamente las risas invadieron el pequeño cuarto.

El interrogatorio comenzó. ambos seres de dudosa raza tenían consigo dos cosas que la pelirrosada notó, el hombre tenía un latigo largo, y la mujer uno más pequeño, con varios extremos. Empecemos con algo muy simple, su nombre, por favor. No obtuvieron respuesta hasta después de unos cuantos segundos.  -Mi nombre es Nitales, Nitales Jorge Vaya burla más infantil, la pelirrosa rió un poco. ¿No es graciosa, señor Soushi? Dijo la mujer mientras se acercaba a la mujer, le tocó la cintura, inclusive le acarició un poco. Oh, si que lo es, señorita Yuno. La dama retrocedió, y el hombre estiró su brazo derecho hacia atrás, después se escuchó el rozar del viento con aquel "Instrumento" y luego un golpe contra la piel de la pelirrosada, justo en su costado izquierdo fue golpeada, Un gran y punzante dolor la hizo quejarse mientras se retorcía en su lugar, fue realmente doloroso. -Repetiré la pregunta, Su nombre.-...-N-no diré.. nada..-  Ahora fue la mujer quien la golpe, con aquel látigo de varios extremos le dio la bienvenida, azotó su espalda baja haciendo que su ropa de paciente se desgarrara un poco, el sonido era realmente perturbador, causaba cierto eco en el cuarto, seguido de un grito de dolor de la mujer que ahora estaba siendo torturada. -S-son.. unos... M-malditos... dijo en voz baja la pelirrosada, su respiración comenzó a tornarse realmente irregular, y una gota de sudor en su frente bajó por toda su nariz. Muy bien, seré gentil y cambiaré la pregunta. ¿Edad?-.... -Jamón.. respondió la sucubo, ni siquiera hablaron, otro espantoso golpe salió sin previo aviso, directo en su pierna derecha, dejando un moretón en su canilla, un enorme grito salió de sus finos labios, cerró los ojos y se agachó, no podía mantenerse de pie.  -¿Qué hay de sus padres? Esta vez, respondió con un comentario algo irónico -T-tengo.. tengo derecho a guardar silencio.. t-todo lo que diga será usado en mi.. contra.. Ambos Torturadores se miraron en ese instante, sonrieron, y la mujer de ahí decidió hablar. -Es usted toda una tonta, señorita.- Guardaron silencio.. Hikari igual, su respiración agitada era lo único que se escuchaba. -Sin piedad, Yuno.- Le hizo un gesto con la cabeza.

El sonido de la habitación era horrible, el rozar del viento y en una milésima de segundo el choque del cuero con la piel, luego un grito desgarrador que anunciaba golpe tras golpe en diversas zonas de su cuerpo, como una película de terror, la sesión continuó durante 40 minutos, pregunta tras pregunta, la pelirrosada  las evitaba todas.. así hasta el azote número 20. Su espalda baja estaba hecha pedazos, su piel presentaba moretones y cortes que sangraban muy poco por toda esa zona, al igual que la planta baja de sus piernas, hechas trizas. Su rostro estaba lleno de sudor que goteaba en su cara, sumado a las lagrimas y un poco de saliva, mantenía en todo momento sus ojos cerrados. -¿No hablará enserio?... ¿Qué debemos hacer?. preguntó a su compañero.-No más preguntas... acabala.- Y la fémina dio inicio a un latigazo en su espalda alta, justo sobre la herida abierta de su operación, y un sonido desgarrador invadió probablemente todo el piso. ¡AAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!... Y latigazo tras latigazo, completaron los 40 azotes. Para cuando terminaron, la fémina amordazaba colgaba de sus brazos, no podía más, era demasiado. Ahora.. las preguntas. Ambos se miraron por un segundo.. la mujer de traje decidió hablar. Nombre, edad, sexo, Bando, familia. Hubo silencio.. seguido de la respiración descontrolada de Hikari. - H-hiroshi.. H-hikari.. Veinte años.. R-revolucionaria Alpha.. F-familia.. asesinada..- Respondió de manera corta, mientras que las lagrimas, la sangre y el sudor decoraban el piso. ¿Lo ve, señorita Yuno? Al final las sucias ratas siempre confiesan. Dijo con una alegre sonrisa. -Tienes razón, Señor Soushi.

Se habían logrado organizar de manera eficaz para entrar en prisión. Damgaard fue quien se encargó de vestir las ropas del conductor, al que amordazaron en la parte de atrás del camión, con los demás prisioneros. Por su parte, Isela, Cyan y Astrid se situaron en el mismo lugar que ellos, haciéndose pasar por reos también. Ankabeth, que se había puesto un uniforme que sobraba, le había ordenado al lancero que se encargara de ocultar los rostros de los demás criminales, además de los suyos propios. Después de cerrar la puerta, el vehículo comenzó a moverse. La morena se mantuvo en silencio, a pesar de que quería dedicarle alguna que otra palabra de agradecimiento a la Novarum. Ella ya había vivido en sus propias carnes los horrores de Arcadia y a pesar de ello había decidido acompañarles, arriesgándose a volver a ser encerrada en tan terrible prisión. Por supuesto, la Rubinus se sentía en deuda con todo el grupo que le acompañaba, pero no podía evitar sentir admiración por la entereza de aquella mujer. De todas maneras, era bastante incómodo ponerse a hablar del tema delante de gente a la que le importaba un comino el asunto, sin contar con que tenían un maldito saco en la cabeza.

Astrid no supo cuánto tiempo pasó desde que la mercenaria cerró las puertas del camión hasta que éste arribó a la entrada de Arcadia. Simplemente, en un momento dado, sintió que éste se detenía, para después oír unas cuantas voces camufladas por la carrocería. Después de escuchar un ruido, vio un poco de claridad del saco, lo cual le permitió saber que estaban examinándoles. Un poco más tarde, volvieron a moverse, hasta que finalmente aparcaron el vehículo. Escucharon unas indicaciones, lo que le llevó a Astrid a pensar que algunos de los guardias eran verdaderamente ineptos. Como Cyan, ni Isela ni ella misma estaban atados, pudo quitarse el saco de la cabeza y poder respirar un poco hasta que abrieran las puertas. Quiso ayudar a sus acompañantes para que hicieran lo mismo, pero pensó que no serían tan idiotas como para no ser capaces de hacerlo por ellos mismos. Finalmente, salieron a un pasillo repleto de armarios y muebles varios. ¿Qué clase de lógica tenía aquello? Se suponía que era un corredor de paso, ¿no? Debería ser más espacioso y no tener tantas cosas por medio. La morena decidió no decir nada al respecto, pero comenzó a hablar después de girarse hacia los presos que aún seguían en el camión.

—¿Y qué hacemos con estos? Deberíamos asegurarnos de que no van a hablar. A saber si no nos delatan por obtener algún que otro favor especial.— Los ojos de la mujer se fijaron en un armario que estaba medio abierto, justo delante de ella. Dio un par de zancadas y lo abrió del todo, encontrado una chaqueta raída y polvorienta en su interior. —…¿Quién pondría esto aquí?—preguntó, en un susurro. Lo guardó en el morral que llevaba encima. Quizás podría servir para camuflarse de una manera simple en algún momento en el que fuera necesario. O quizás no. ¿Y si el resto de muebles tenía algún mapa o algún objeto que pudiera servirles? No perderían nada buscando. —Señorita Isela, usted ya estuvo antes aquí. Si no le es mucha molestia, ¿cree que podría acordarse de algún punto clave de este lugar?—La pregunta era muy ambigua, y quizás no tuviese recuerdos lo suficientemente claros como para evitar que se perdieran, pero no quería descartar ninguna posibilidad.

Mientras le preguntaba, se había acercado a otro armario, cuya puerta estaba trancada. —Seguro que aquí hay algo…—masculló, apretando la manilla, hasta que por fin pudo abrirlo de golpe. Sí que había algo, pero no les iba a resultar agradable. Una pequeña granada cayó desde el interior y rodó hasta la posición más estratégica que pudo: el punto intermedio que separaba a todos los miembros del grupo.

Ésta no estalló, si no que liberó un gas tóxico. —¡…!— Astrid comenzó a sentir que se ahogaba, además de un intenso ardor en la garganta y en los ojos, que lagrimeaban como reacción natural a la intensa irritación. —¡Mier…da!— murmuró, mientras trataba de cubrirse la boca y la nariz para evitar aspirar aquel humo. —¡V-vámonos de aquí!—logró vocalizar, apenas en un hilo de voz que consiguió escapar de sus cuerdas vocales. Y tampoco veía nada, así que estaría chocándose con las paredes.