Neutron Star Collision [Noir L. R'Lyeh]

La delicada doncella se encontraba sentada en el marco de la amplia ventana de su hotel, con las piernas flexionadas contra su pecho, los brazos rodeando a las mismas y sus largos dedos blancos jugueteando con un sencillo, pero muy elegante anillo de plata, el cual giraba y giraba en torno a su dedo anular derecho. Sus enormes ojos de color ardiente carmín refulgían hacia el oriente, fijos en el casi cristalino brillo de la hermosa luna que en toda su magnificencia se dibujaba contra la cúpula oscura de la noche.

La dulce brisa de la noche la acariciaba con sutileza a la par que danzaba ligera con las finas hebras azabaches de su larga cabellera desprolijamente recogida en un sencillo rodete rematado por una hermosa horquilla del mismo tono que su anillo.

Sus pensamientos se encontraban completamente ajenos al cuadro que su belleza dibujaba en aquella romántica posición, divagando entre sombras y luces de un tiempo muy lejano al actual. Sumergiéndose en profundos mares de recuerdos que con cada olaje le rasgaban el pecho y le consumían la cordura. Recuerdos de un ayer manchado por la incertidumbre, la traición y la sangre.

Cada noche, la joven vampiresa en compañía de la dama luna bebía de aquel coctel venenoso, como si algún tipo de penitencia religiosa se tratase, simplemente para no olvidar la razón por la cual en ese instante sus manos se encontraban tan sucias, su cuerpo pegajoso y su alma marchita.

Tal vez habrían cientos y miles de soluciones, un millón de caminos y billones de pensamientos o razonamientos que podrían hacerla florecer como un ente supremo, ajeno a todo aquello que en un tiempo atrás se hizo y ahora ya no es; más no, para ella no.

Un suave suspiro escapó de manera cansada de sus finos labios y su cuerpo se estremeció débilmente a la par que sus ojos dormían bajo sus delgados párpados, fruncidos sutilmente junto a sus delineadas cejas de fuerte negro. Su semblante se caló de profundo dolor y su garganta ahogó un grito de desesperación. Estaba muerta, muerta en vida.

Su pie derecho se resbaló y por poco cae sobre la mullida alfombra junto a la ventana, más se sostiene de un mueble junto a ella. Jadea y se toma del pecho, estrujando las finas y traslúcidas telas de su vestido de cama como si algo estuviese causándole tremendo dolor en dicha zona. Caminó a tientas hasta la adoselada cama y cayó tendida sobre esta temblando y jadeando casi en silencio mientras el cuerpo se le partía por dentro.
Las memorias siempre terminaban por convertirse en dagas que la dañaban por dentro, sacudiéndola como si un espíritu maligno la poseyera y arrancándole gritos de pánico y dolor extremo sin cura alguna.

Iba a ser una noche muy tortuosa. Solo era el comienzo.

Más unos golpes secos irrumpieron en la enorme habitación haciéndose eco desde la puerta principal, volviéndose más y más insistentes a cada minuto que pasaba.

Noir suspiró intentado recuperar el aliento calmado y entornó apenas los ojos en dirección al oscuro pasillo que llevaba a la puerta. Se aferró a las sábanas y las estiró intentando impulsarse lentamente y se arrastró fuera de la cama.

Se tambaleó lentamente contra las paredes y prestó atención. Los golpes volvieron a retumbar y una fina voz llamó tras la pesada madera, una voz que la joven reconocía de entre todas las que justo minutos antes le habían estado golpeando en la cabeza.

-Agatha…- susurró casi inaudible y se acercó aún más a la puerta intentando olfatear el aroma del ser tras la puerta. ¿Cómo era posible que Agatha supiese dónde estaba?. De hecho, era inadmisible que ella supiese que Noir seguía con vida después de todo aquello.

Afiló la mirada y ordenó a uno de los finos cuchillos que se encontraban en la mesa junto a su cama que saliese disparado hasta su mano a la par que la joven se acercaba más y más a la puerta. Olfateó de vuelta y se sorprendió aún más, pues sí era el aroma de Agatha.

-Imposible..- se dijo a sí misma y automáticamente desplegó todos sus sentidos de alerta. Tenía que ser una trampa, por lo que prefirió mantenerse en silencio un poco más, se hizo un pequeño corte en el dedo y un hilillo de sangre se filtró por el mismo moviéndose como si tuviese vida propia. Noir lo introdujo por la ranura de la llave y cerró los ojos transmitiendo su energía a través del hilillo buscando poder obtener una imagen de quien estuviese tras la puerta.

Dio un respingo al notar que era la viva imagen de Agatha, su aura, su esencia, su aroma, su voz. – No…- susurró completamente furiosa y desconcertada.- Hasta tal punto podéis llegar para obtener mi cabeza…-

Asió con mayor fuerza la daga al igual que impregnó un muy mortal filo en el hilo de sangre que había convocado, abrió la puerta y valiéndose de su manipulación de sombras, engulló el pasillo en fracción de milisegudos y tomó del cuello a la Agatha ante ella.

La situación se desenvolvió en un mar de forcejeos y súplicas que llevaron a Noir a meter a la mujer a su alcoba, amordazarla y prácticamente colgarla del centro del salón con los pies al cielo y el sinfín de dagas y espadas que tenía apuntándole dispuestas a hacerla pedazos.

La joven Agatha imploró una y mil veces a Noir jurándole que había pasado por cientos de inconvenientes y engaños hasta finalmente haber dado con ella. Que ella era aquella niña que solía visitar la mansión R’Lyeh y que si no fuese por lo complicado de su situación, no la habría molestado por nada del mundo, ni siquiera por complacer su profundo deseo de verla una sola vez más.

Noir terminó por quedar convencida tras algunos puntos y decidió oír lo que la había impulsado a tan terrible empresa, quedado finalmente en un estado de preocupación. Agatha le ofreció todo lo que le quedaba a su familia con tal de que utilizase su poder, uno que ella llamaba “Omnipotente” con el fin de hallar el paradero de su pequeña hermana y traerla de vuelta a casa. Sus padres no creían que una R’Lyeh siguiera con vida, ni mucho menos que pudiese traer de vuelta a la pequeña; sin embargo Agatha conocía a Noir, conocía mejor que nadie sus habilidades y su esperanza estaba completamente encadenada a la existencia de la vampiresa.

Decidida y ceñida en una promesa formulada a su amiga de años, la joven vampiresa tomó los recaudos pertinentes y salió rumbo al Bosque Goblin guiada por las vagas pistas que Agatha le pudo proporcionar. Aunque fuesen un tanto inconsistentes, por algo tenía que empezar y ese Bosque seria su punto de partida.

Tardó casi un día entero en remontar hacia Tempus y medio día en cruzar del puerto al Bosque, llegando ya entrada la noche a los lindes del terrorífico lugar. Dejó todo lo que pudiese estorbarle en una pequeña cueva y comenzó a deslizarse entre los árboles y sombras haciéndose fiel amiga de estas.
Sus pasos terminaron por llevarla muy dentro de la espesura cuando finalmente oyó cual engañoso hechizo el grito desesperado de una mujer. Sus ojos se afilaron y empuñó su pesada espada a la par que cubrió su rostro con una fina tela oscura, escaló uno de los grandes árboles y comenzó a transportarse entre ramas y ramas de manera muy sigilosa y veloz hasta que entre los matorrales vio una extraña estela de color fuego moverse sagaz en la misma dirección que ella.

Aminoró un poco la marcha y conjuró a las sombras para que hiciesen un perfecto camuflaje a su derredor mientras observaba atenta, cautelosa y lista para actuar si fuese necesario; cuando finalmente el grito volvió a romper contra la noche en compañía de otros más guturales y horrendos.-