Siete noches de Incierto destino [Noir L. R'Lyeh & Fingon Sindar]

La tormenta rugía en el horizonte, la lluvia golpeaba con alevosía y ansias de destrucción los techos de la aldea, entre las sombras de las nubes enfurecidas entraban a la ciudad presurosos los que deseaban resguardarse de la ira de los cielos y entre todo el tumulto se distinguía una figura alta, muy alta, una capucha negra y pesada cubría su rostro pero sus resplandecientes ojos azules y profundos parecían linternas entre la negrura, ojos sin pupila que se notara a simple vista, esos ojos denotaban su raza, un elfo. Caminaba presuroso a través de las calles infestadas de ladronzuelos y prostitutas, volteando cada segundo a comprobar que nadie le seguía, era imperativa su seguridad, no podía ser capturado por las garras sombrías que le seguían de cerca, sombras que le seguían el rastro pero demasiado en la lejanía como para atraparle, el elfo de pronto cae en el pánico y se pierde por un segundo, su nerviosismo es evidente, pero al fin lo encuentra, una posada, al entrar no se quita la capucha, parece que las sombras son sus aliadas y no piensa despojarse de ellas, se inclina sobre el gran mesón y con una voz profunda y gutural, habla con un delgado dependiente de nariz aguileña y cabello castaño, un tipo común.

-Rápido, una habitación en el segundo piso con baño privado, rápido, pagare por adelantado- ordeno el elfo con gran nerviosismo mientras miraba atentamente la puerta ante cualquier movimiento al tiempo que dejaba una cuantiosa suma en la mesa, suficiente como para pagar tres habitaciones normales, su mano derecha estaba oculta debajo de sus también oscuras prendas, era obvio que tenía un arma debajo. Un arma muy grande.

El dependiente le miro extrañado y se le clavaron los ojos en los del elfo, eran hipnotizadores, y quemaban como si estuvieran imbuidos por el poder de mil soles, nada se resistía a esos ojos acusadores, llenos de poder y confianza, una confianza impropia para las miradas nerviosas que daba de vez en cuando evaluando cada movimiento de los presentes en el Hall de entrada. Solo habían tres personas, una chica con muy, pero muy poca ropa esperando que la lluvia parara o que alguien le trajese un abrigo, el elfo no lo sabía y no le importaba averiguarlo, estaba tiritando de frio por ir a la moda, el otro era un anciano encorvado, no tenía un rostro porque también estaba cubierto por una capucha, pero sus movimientos indicaban que lo era, el dependiente estaba a punto de darle una habitación cuando el elfo le interrumpió.

-Lo si... siento se… señor, pero este amable caballero acaba de tomar la única habitación con baño privado y como es un anciano, sería ideal que el la tomase, además llego primero- respondió el dependiente que aunque amaba el dinero, respetaba a los ancianos más de la cuenta.  

-Me importa muy poco este viejo de mierda, yo pagare su habitación, no quiero que nadie me moleste bajo ningún motivo.- Dijo el elfo mientras cruzo la mirada con el anciano y le arrebato las llaves en el aire al flacucho dependiente y firmando el libro de registros subió la escalera pesadamente mientras miraba a todos los presentes y no despegaba los ojos de la entrada principal.

-No te preocupes hijo, los jóvenes son impulsivos, tomare cualquier cuarto que tenga disponible, cuanto le debo… cof… cof… Dijo el anciano mientras temblaba de frio y tosía violentamente sangre sobre un pañuelo que sostenía en su mano enguantada, parecía sufrir una especie de fibrosis quística o algo parecido, el dependiente le explico que el elfo había pagado su habitación y podía seguir derecho al fondo, la habitación estaba realmente cerca de la chimenea y era mucho más cálida que el resto.

El anciano firmo el libro con el nombre de Qu´o Deran y vio que sobre su nombre había firmado el elfo, Fingon Sindar, un elfo de ojos azules resplandecientes y con gran prepotencia… suspiro largamente y se encamino encorvado envuelto en sus negras túnicas y sombras acogedoras, era su día de suerte, una habitación gratis…

Los bandidos eran siete, conocidos en los alrededores como los Señores Akuyaz, matones que usaban su poder para extorsionar y vender una falsa seguridad a los negocios de la zona, a veces eran contratados por nobles para obtener información. Esta vez había un encargo, obtener un microfilm robado de una mansión, el intruso se había colado como un espectro en un edificio gubernamental y había desaparecido de la misma forma, el intruso era un elfo que portaba un sable revolver de ojos resplandecientes. En el camino a la aldea los Señores Akuyaz le emboscaron y lograron rajarle el estómago al hacerse pasar por aldeanos en peligro. El elfo se defendió ferozmente escapando al invocar una luz cegadora que les despojo de la visión por varios minutos.


Cuando se recuperaron pudieron recabar información que indicaba que estaba en la aldea cercana, quizás oculto en una posada, un bar o en alguna casa de algún contacto del gobierno, debían encontrarlo, la herida que traía era terrible y difícilmente las artes normales podrían curarla, el elfo sin duda recurriría a la magia. Pero ese no era el problema, sin duda podría curar sus heridas, lentamente pero lo haría, el problema era que entre los Señores Akuyaz se encontraba un genio elemental que podía detectar cualquier flujo en la magia como un radar, de esa forma le habían detectado la primera vez cuando le emboscaron.

El huésped registrado como Fingon Sindar estaba en penumbras en su habitación esperando lo inevitable, el ataque de los delincuentes, uno a uno puede limpiar el piso contra una decena de enemigos, pero estos se coordinan bien, se conocen y no juegan limpio, siete contra uno, es demasiado ante el poder de cualquiera, los ojos resplandecientes se clavan en el pomo de la puerta, mientras se mantiene expectante junto a la ventana, no dudara en saltar, pero amartillando su arma seguro que podría matar al primero que entre en la habitación, vendrán por él y lo sabe, solo es cuestión de esperar.

El anciano entra en su habitación, cierra la puerta con llave y se arrodilla en el suelo tosiendo una vez más… no aguanta más su enfermedad, se arrastra por el suelo de madera mientras tose y caen gotas de néctar carmesí sobre la alfombra cálida y gruesa, el anciano quiere acostarse sobre esa calidez y dormir, dormir para la eternidad, se agarra el estómago con fuerza, el dolor es espeluznante, y comienza a sonar una melodía, una tonada simple y como un goteo delicado, es un teléfono, las pertenencias de anciano caen al suelo y se desperdigan por todo el lugar… el teléfono se abre y aparece una llamada. “Nerdanel” aparece en el visor de la llamada.

Los Señores Akuyaz entran en la posada de manera violenta, la chica que estaba en recepción huye como alma que la lleva el diablo, uno de los delincuentes la atrapa antes de que salga y ella grita de pavor, el hombre le lame el cuello de manera degenerada mientras le manosea de manera impune, el líder de los hombres pone un mazazo sobre el mesón y el flacucho dependiente toma distancia levantando las manos, los papeles saltaron hacia todas direcciones y los cinco secuaces se lanzaron sobre el mesón, uno de ellos, el genio elemental, mantiene los ojos cerrados, concentrado en detectar cualquier tipo de magia, si lo encuentra, atacaran todos sin importar quien sea, la recompensa vale la vida de unos cuantos.

-El elfo… donde esta?- dijo el líder al tiempo que movía lentamente la maza de manera amenazadora sobre el mesón tirando todo lo que había sobre el, vasos, llaves, campanillas y cuadernillos.

Los delincuentes revolvían los papeles con malicia y cuando el dependiente apunto el libro de registro, uno de los Akuyaz dijo el nombre que buscaban… Fingon Sindar, habitación siete, segundo piso, el hombre hizo una señal y los siete, dejando a los dos desgraciados en el primer piso, la chica llorando escapo a la tormenta, era mejor caerse en sus brazos que esperar la incertidumbre de volverse a encontrar con los villanos, todos subieron desordenadamente profiriendo gritos de euforia y saltando de alegría pateando y golpeando son sus espadas y mazas toda la decoración del lugar, probablemente estaban drogados y sumidos en el alcohol. El anciano escuchaba como los desquiciados delincuentes se adueñaban de la posada y se arrastraba por el suelo de manera impotente, tomo el pomo de la puerta pero no lo abrió… quería con todas sus ganas hacer algo, pero en su estado, solo le propiciaría la muerte, una muerte segura y su misión fallaría.

Se escuchó un disparo y un cuerpo rodar por las escaleras, el primer delincuente había caído por las escaleras en el acto apenas había entrado a la habitación del elfo, un segundo disparo hirió a un segundo delincuente, pero eran muchos. Entraron todos al mismo tiempo y el elfo rugió cuando una espada se clavó en su costilla derecha haciendo que esta estallara en sangre, golpeo con una zarpa inmensa a su atacante y disparando una vez más una llamarada intensa contra el grupo, salto por la ventana entre mil cristales destellantes y pedazos de madera, que cayeron al vacío, el elfo reboto contra el suelo junto con un enemigo, le pateo el rostro y corrió por una callejuela, los cinco gritaron incoherencias y bajaron corriendo las escaleras, uno de ellos se llevó el cuerpo de su amigo y la posada quedo en nuevas penumbras y destrozos mientras el flaco dependiente temblaba en la oscuridad bajo el mesón.

El microfilm correspondía a transacciones del bajo mundo, un noble había estado haciendo negocios ilegales para aumentar sus arcas, estaba siendo ayudado por un teniente de la marina y juntos estaban levantando un imperio que a ojos del elfo era terrorífico, solo bastaba llevar ese microfilm a las autoridades precisas para acceder a las cuentas bancarias correctas y rescatar el dinero, las pruebas eran contundentes, si salían a la luz, ambos, el noble y el teniente serian encarcelados de por vida, lamentablemente no se podía confiar en las autoridades locales, el microfilm debía llegar directamente al Dominus.

Poco pudo correr el elfo, al no conocer la ciudad había llegado finalmente hasta un callejón sin salida, contra la pared, se enfrentaba a seis delincuentes, tenia una costilla perforada y sangraba mucho, sin embargo no estaba herido, el líder de los delincuentes arrugo la nariz molesto, no era el elfo que buscaban… tres disparos recibió el cuerpo de Fingon Sindar, y fue apuñalado cuatro veces antes de caer rendido, en el suelo le patearon, golpearon y un delincuente le corto el rostro desde la ceja hasta la boca, la marca de los Señores Akuyaz, una cruz horrenda que identificaba a las pobres victimas de su matonaje, la lluvia caía melancólica sobre el cuerpo vapuleado, el líder se acercó a él y le pateo nuevamente el rostro, la sangre mano a borbotones de la nariz.

-Donde está el microfilm, donde está el otro elfo.- pero solo recibió un escupitajo sanguinolento.  

Los Señores Akuyaz se acercaron y masacraron con pisotones el rostro, manos, piernas, genitales y pecho del pobre al tiempo que gritaban incoherencias, el elfo moriría por cierto, sin embargo sonó una patrulla, las luces rojas y azules alertaron a los delincuentes y levantando la cabeza huyeron del lugar tan rápido como llegaron a sembrar el pánico. El alguacil del pueblo encontró al elfo que apenas se mantenía consiente y llamo por su radio a una ambulancia.

Los matones desde las sombras acechaban, los había engañado el ladrón del microfilm, él no era Fingon Sindar, pero le encontrarían y le arrebatarían el microfilm a cualquier costo, aunque le quitaran la vida.


El anciano había logrado acostarse sobre la cama de paja y la sangre manaba por el colchón hasta el suelo, su estómago estaba abierto, y si se descuidaba sus tripas podrían salir de un momento a otro, tenía sangre en la boca y aunque parecía viejo, no lo era, lentamente su semblante comenzaba a cambiar, a rejuvenecer, sus orejas puntiagudas comenzaron a emerger y finalmente Fingon Sindar emergió, el verdadero, la magia elfica de Qu´o Deran, el otro elfo se desvanecía, pero había sido suficiente como para asegurar su bienestar. Se había encontrado con él en el camino hacia el pueblo y habían urdido un plan para despistar a los asediados, Sindar se había encaminado directo a la posada y él había dado una vuelta para cubrir las huellas de su compañero, Qu´o Deran era un elfo noble y abnegado que posiblemente había dado la vida por la misión de Sindar, el Custos Dei se sentía fatal por el destino incierto de su camarada, pero correría la misma suerte si no se cerraba la herida, su conciencia se desvanecía y de a poco perdía sus pensamientos en la bruma de los oníricos señores que le acechaban, un mareo intenso le ataco y sus ojos parecieron cerrarse para descansar, sus resplandecientes y encendidos ojos verde esmeralda tan caracteristicos.