Un vagabundo en Chaos. [Atreyu, Marduk]

Pues sí, allí me encontraba después de tantísimo vagar por el mundo, delante de las puertas de la base militar, anexa al majestuoso castillo del reino de Chaos, decidido a hacer las pruebas para entrar en sus huestes. Llevaba esperando el día de ingreso varias semanas, y al igual que yo, había unas treinta y dos personas bastante variopintas, sobretodo guerreros, aunque también mercenarios y un curioso aldeano, sin duda probando fortuna. Llegó la hora, y traspasamos las puertas. Delante de nosotros una gigantesca gruta excavada en la roca viva, bien pertrechada para cualquier ataque incluso un asedio prolongado, y muchos soldados haciendo instrucción. El ejército de Chaos no era como chismorreaban en otras partes del mundo, o al menos no ahora con el nuevo ministro al cargo, al menos lo que veía, era organización, disciplina y compañerismo, me gustaba esa sensación que se respiraba.

Las pruebas constaban de dos partes, la primera, la parte física, que todos podíamos ver a lo largo de la gruta, una serie de muros que trepar, cuerdas, escaleras, etc.… aunque supongo que todo eso iría unido a empujones, zancadillas, y demás lindezas propinadas por los aspirantes. Debía empezar rápido, no podía estar donde la muchedumbre, o cualquier traspié provocado, me alejaría de la victoria.

Tras la orden del caballero de élite encargado de las pruebas, salimos como un rayo hacia el primer muro, todo iba a ser coser y cantar, un salto, y ya estaba agarrado a una de las cuerdas que me llevaban a las escaleras de la victoria. Mientras mi cuerpo se movía al son de las poleas, me permití el lujo de echar un vistazo detrás de mí. ¿Cómo?, mi rival más próximo era el aldeano, jamás lo habría pensado, y detrás de él, iba el grueso de los aspirantes, aunque no tan grueso como esperaba, supongo que ya había habido alguna pelea en la primera zona de muros. Tras un minuto más de prueba, termine sentado en el suelo merecedor del primer puesto, no era bueno que me notaran fresco para la segunda parte de la competición. Por fin iban llegando los demás participantes, algunos de ellos no muy bien parados de la trifulca del principio, cinco de ellos no pudieron continuar con nosotros, y fueron llevados a la enfermería.

Cuando se aproximó el caballero de élite, me incorpore como si me costase, y escuché cómo sería la segunda prueba. Se crearían ocho grupos de tres personas, y uno de cuatro, para luchar dentro de unos círculos dibujados en el suelo, si caíamos al suelo perderíamos, y si salíamos del círculo también. El caballero nos indico que podíamos coger cualquier arma del arsenal expuesto, o si traíamos las nuestras propias, podíamos usarlas también, pero nada de venenos ni armas mágicas, o seríamos expulsados inmediatamente. Mire a mis caderas y sentí las empuñaduras de mis dos cimitarras, mis compañeras de viaje, mis confidentes, ¿cómo podría cambiaros en un momento tan decisivo?

Mientras el caballero de élite terminaba de hacer los grupos al azar, y algunos corrían de vuelta del armero, me paré a observar a mis adversarios. Me había tocado el grupo de cuatro combatientes, dos mercenarios bien pertrechados, a los que mi instinto me decía que tuviera bien vigilados y un guerrero. Aunque intentaba aparentar estar más cansado de lo que realmente estaba, mi intuición me avisaba que muy posiblemente los tres me atacarían, por haber ganado la primera prueba, y así tener más posibilidades de derrotarme, no podía despistarme ni un segundo. El caballero de élite nos dio orden de colocarnos en nuestros puestos, y a un grito, comenzó la segunda prueba.

Tras mirarnos unos segundos eternos, el guerrero se lanzó con su lanza directamente contra mí, y descargó un golpe con la parte inferior del arma, para después girar ésta, en un molinete que pretendía rematarme de una sola vez, una maniobra bastante básica al menos para mí. Moví las cimitarras en dos círculos opuestos para golpear la lanza por debajo, desviándola por encima del ataque del guerrero, y mientras vigilaba a los otros dos, termine el movimiento golpeando, al ya desestabilizado atacante, detrás de las rodillas, para que la gravedad hiciera el resto. Uno menos. Viendo la facilidad con que me había deshecho del primer contrincante, los dos espadachines se lanzaron contra por mí, pero sin furia, midiendo muy bien sus golpes. Al principio mis movimientos se limitaron a la defensa, dejando que mis oponentes se fueran cansando, a la espera de que cometiesen algún error. Se trataba de dos atacantes que conocían muy bien los movimientos que realizaba el otro, estaba clarísimo que se conocían, y que habían combatido juntos. Sus ataques se complementaban, y lanzaban sus estocadas desde ángulos opuestos. Tras varios minutos de danza mortal, hicieron un cruce, y atacaron al unísono con golpes idénticos, las puntas de sus espadas chocaron, ¡ese era mi momento!, hice un quite y lancé un velocísimo golpe hacia arriba con mi cimitarra izquierda, que desvió el doble ataque, y sin perder tiempo con mi hombro empuje a ambos luchadores, que perdiendo el equilibrio cayeron a la arena de fuera del círculo improvisado.

La mirada de odio que tenían mientras se quitaban el polvo de sus ropas, era indescriptible, supongo que tendrían las mismas ilusiones que yo, y siendo honestos, eran mucho mejores que algunos ganadores de otros círculos, aun así, el azar es muy importante en la vida, y hoy la suerte no les sonrió. Envaine mis preciosas gemelas, y me entretuve en terminar de ver los combates. Por desgracia el aldeano no pudo resistir en el último círculo que quedaba, por muy poco no se hizo con la victoria, pero el guerrero contra el que luchaba, hizo trampas tirándole arena a los ojos, la desgracia se veía venir, lastima. Ya estábamos los 9 restantes. El caballero de élite nos hizo reunirnos a todos y seguirle por un imponente pasillo de piedra que finalizaba en una sala abovedada de unos veinte metros de diámetro limítrofe con mismísimo castillo. Rodeado de unos muros robustos, en el suelo de la estancia, estaba grabado el símbolo de Chaos en un rojo granate rodeado de un círculo en oro de diez metros. ¿La última prueba iba a ser luchar entre nosotros, otra vez? ¿En serio?

El caballero de élite nos mandó no entrar al círculo, y nos calmó las dudas, todos íbamos a ser contrincantes de un solo luchador, los que fueran elegidos, entrarían a formar parte del ejército de Chaos. Se generó un cierto desorden, comenzamos a mirarnos entre nosotros, ¿Cómo que nueve guerreros íbamos a luchar a la vez contra un solo tío? ¿Era broma? De pronto las puertas en frente nuestro comenzaron a abrirse dejando ver un largo pasillo oscuro, en el cual se vislumbraba un personaje que avanzaba hacia el patio. Todos quedamos mudos, impacientes, y porqué no decirlo, descolocados ¿Quién sería capaz de luchar contra los nueve aspirantes a la vez?...

Hoy se incorporaban nuevos miembros al ejército de Chaos. Desde que se hizo con el control del continente, siempre participaba en la última prueba de acceso de los candidatos, siendo él el que tomaba la decisión final para acceder o no a las filas de las tropas. En la parte trasera del castillo, instalaron varios obstáculos y pruebas para que la primera ronda de eliminados se celebrara ahí, así podía observarlos desde el interior del castillo sin llamar la atención.

Como era de esperar a la señal de salida los más tontos empezaron a caer. ¿Cómo se atrevían a presentarse si tan siquiera eran capaces de pasar ni el primer obstáculo? Observaba divertido desde el interior de la cristalera de las escaleras al primer piso como se peleaban entre ellos para pasar primero, lo que ninguno se paró a mirar que ya habían dos participantes que les sacaban una considerable ventaja. El primero era un joven rubio, de buena condición física, muy rápido y ágil. Su rival inmediato era un hombre de mediana edad, no tenía un físico muy atlético que digamos, pero era capaz de seguir el ritmo del primero, y eso era todo un logro. Caminó por el pasillo acristalado siguiendo la carrera de futuros soldados.

Tras terminar la primera prueba quedaron veintiocho personas en pie. Algunos más cansados que otros, no sabían lo que les esperaba a continuación y algún bravucón que otro, hacia exhibición de su fuerza en vez de guardar energías. Todo este método de selección estaba previamente medido para comprobar la capacidad tanto motora como de resistencia de los aspirantes así como su astucia en el combate y destreza. Pero el dios oscuro a parte de tener en cuenta todo eso, analizaba cuanto podía de los gestos y actitudes de los futuros guerreros de Chaos con los compañeros y frente a los desafíos propuestos. Necesitaba guerreros fieros, pero inteligentes.

Las rondas por grupos comenzaron y decidió salir al exterior para tener mejor perspectiva de los combates. Bajó las escaleras velozmente y se transformó en cuervo al salir al exterior. Voló hasta posarse en una de las ramas de un árbol cercano. Los combates ya habían empezado, pero aún seguían todos los aspirantes en pie. El grupo de cuatro sin duda iba a ser el más espectacular, pues en el coincidieron el vencedor de la anterior prueba, un guerrero que quedó de los primeros del pelotón en llegar al final y dos mercenarios que consiguieron pasar la prueba con trampas. Tal como era de esperar todos atacaron al rubio, quien ya contaba con la reacción de sus “compañeros”, no tardó mucho en reducir a los movimientos de los tres en cuanto tuvo la oportunidad de contraatacar. Satisfecho con el resultado siguió observando el resto de combates, quedando un poco decepcionado al ver que el hombre de aspecto poco robusto caía derrotado.

La siguiente prueba daría comienzo en breve, en cuanto llegasen a la Base Militar. Se adelantó a ellos para comprobar que todo estaba preparado. Entró en la enorme estancia unida a la roca y cambiando a su condición humanoide se acercó a uno de los Caballeros que esperaba allí. - ¿Todo listo? - Preguntó al soldado mientras se quitaba la prenda de cuero rojo tan característica que siempre portaba - Sí, Ministro. Todo está preparado. Las tres armas y los tres escudos han sido colocados, al igual que las cadenas y el talismán que nos proporcionó.- Giró su cuello y hombros haciéndolos crujir, demasiado trabajo de oficina, tenía que sacar más tiempo de alguna parte o acabaría más rígido que una piedra. - Perfecto, comenzaremos en cuanto lleguen. Ahora vengo, hazles pasar, en cuanto venga les explicaré la última prueba. -

El grupo de aspirantes entraron en la sala de entrenamiento más grande de la base, una estancia circular, con el emblema de Chaos en el suelo y dos Caballeros de Élite aguardando en la puerta. Explicaron brevemente a los guerreros en qué consistiría la prueba, los detalles los omitieron pues sólo el Ministro tenía idea de porqué habían preparado la estancia de esta manera esta vez. Desconcertados esperaron la llegada del dios oscuro. Pasados unos minutos unos pasos se oían desde fuera de la estancia.

Entró en la sala y los Caballeros cerraron tras él las puertas, quedando parados uno a cada lado de estas. Se detuvo en el centro de la sala frente a los guerreros que habían pasado con éxito todas las pruebas planteadas. Iba desarmado, vestido con pantalones rojos revestidos con unas protecciones de cuero negras, calzado a juego del mismo color y una camisa gris oscura de un tejido elástico que se cerraba con cremallera. - Buenos días aspirantes. Espero que hayáis disfrutado con los encuentros hasta ahora realizados. Estás a sólo un combate de formar parte del ejército de esta nación y esa prueba, la realizaréis contra mí.- Comenzó a caminar hacia un lateral de la sala mientras seguía con su discurso - Por si queda alguna duda, soy Atreyu, ministro de Chaos.- Se apoyó sobre una pequeña barrera de madera que había colocada sujetando un escudo en su centro. - Como podéis ver, hay tres murallas como estas repartidas en la habitación, cada una sostiene un escudo por delante y un arma por detrás, a parte de esas armas, hay dos cadenas en la sala y un talismán que amplifica los poderes de su portador. Sí, aquí podeis usar combate cuerpo a cuerpo, armas o magia. Podéis combinar varias técnicas, pero en el caso de las armas sólo podéis usar las que he dispuesto en esa sala, así que agradecería que os acercaseis a la puerta y entregarais las que portáis. - Mientras los aspirantes entregaban las armas como les indico el albino, seguía explicando el desarrollo de la prueba. - Esto es una prueba un tanto especial - Uno de los Caballeros se acerco y le entregó un reloj de arena -Este es el tiempo que tenéis para derrotarme o permanecer conscientes, quien no esté en pie cuando se acabe la arena del reloj, deberá volver a inscribirse a las pruebas si quiere formar parte del Army of Chaos. Sólo podéis elegir un arma o artefacto cada uno, como veis unos tienen el acceso más fácil que otros. En vuestra mano está también el formar ataques conjuntos o atacarme individualmente. ¿Alguna pregunta?.- Entrego el reloj al Caballero que volvió a su posición a la puerta, con un gesto indicó al dios oscuro que estaba preparado y con sus brazos estirados sostenía el reloj de arena que sería girado a la señal del ministro. -  Bien, comencemos.-

Cuatro de los hombres corrieron a la parte trasera de los escudos, dos de ellos empezaron a pelearse entre sí por la espada que había oculta tras una de las barreras, los otros dos, alcanzaron su objetivo. Uno de ellos tenía una daga, el otro un listón de madera que recordaba a un bate de baseball como los que se podían encontrar  en Tempus, pero de aspecto más rudimentario. Otro de los hombres comenzó a recorrer la sala buscando algo con lo que atacar al dios oscuro y el resto de aspirantes se abalanzaron sobre él. Uno de ellos comenzó a lanzar una combinación de puñetazos y patadas combinados con una precisión bastante impresionante, pero le faltaba velocidad para que supusiera un desafío para Atreyu, conseguía esquivar cada movimiento del contrario sin ni siquiera romper a sudar. Aprovechando la distracción del ministro, uno de los hombres comenzó a invocar unas llamaradas que lanzó sin miramientos hacia su objetivo. Sujetó por la muñeca a su actual combatiente y retorció su brazo obligándose a apartarse a un lado. Elevó la mano izquierda y una masa difusa de oscuridad enano de su mano, engullendo las llamas que le lanzaron. - Vaya, un mago por aquí…- Se deshizo del hombre con el que mantenía combate cuerpo a cuerpo levantándolo del brazo y lanzándole de una patada en el estómago contra la pared. Se centró en el hechicero.

Tomó impulso y de un salto con mortal en el aire se situó a espaldas del mago. Giró sobre sí mismo y de una patada, mandó al hechicero contra una de las protecciones de madera que previamente sujetaban uno de los escudos, haciéndose añicos por el tremendo choque del cuerpo inconsciente contra las tablas. Volvió su atención hacia el rubio que exitosamente había superado las pruebas. Sin duda era hábil, seguramente podría darle algo de caña, pues consiguió encontrar el amuleto que con tanto cuidado se propuso colocar. Quería probarlo sin tener que preocuparse de las distracciones. De espaldas a la puerta, cerca de la parte central de la sala, podía divisar que los seis aspirantes a guardianes se concentraban por la zona más lejana de la estancia.

Extendió ambas manos hacia delante. De los pies de cada guerrero empezó a emerger una niebla negra que rodeaba en sentido ascendente sus cuerpos, como si de una serpiente humeante se tratase aferrándose a sus cuellos. Intentaban desesperadamente deshacerse de lo que fuera aquello. ¿Una ilusión?. No, podían notar el tacto frío de la muerte al contacto de su piel. Fuese lo que fuese no lo podían sujetar. Empezaron a caer de rodillas uno a uno, jadeantes, con los ojos inyectados en sangre. La falta de aire los dejó inconscientes en el suelo. Sólo quedaba en pie el hombre que portaba el amuleto. Al presenciar semejante escena, retrocedió unos pasos guardando mayor distancia sobre el ministro.

- No te preocupes, en estas pruebas no suelo matar a nadie. Sólo les puse a dormir.- Elevó sus hombros para restar importancia al acto que acaba de cometer. Dejó bien claro que con un simple movimiento de sus manos era capaz de acabar con la vida de una persona si se lo proponía. Una sonrisa ladeada se esbozó en la comisura de sus labios y en un parpadeo, se lanzó contra su objetivo.

Ejecutó una cadena de golpes que dio inicio con un puñetazo directo hacia el rostro del rubio, detuvo el ataque en el último segundo con su mano. Su otro brazo intentó alcanzar la boca del estómago de su oponente, que frenó con el antebrazo. Sus reflejos eran rápidos, cuerpo a cuerpo el aspirante se defendía con maestría. Tiró hacia él con el puño que permanecía atrapado en la mano de su oponente, desestabilizando al contrario que con la fuerza de la inercia siguió la trayectoria del brazo del albino, aprovechó la cercanía de su rostro para darle un cabezazo que le empujó hacia atrás, obligándole a que liberase su mano. Cuando estaba a punto de caerse de bruces al suelo, aprovechó para saltar en el aire y tomando impulso con sus dos piernas, se puso en horizontal con el suelo, rematando el ataque con una patada en la mandíbula que lo lanzó por los aires hasta chocar contra la pared del fondo.

El aspirante acabó chocando contra la pared del fondo. La expresión de su rostro era de descontento. Se puso en pie y corrió hacia él, deslizándose por el suelo con las piernas por delante. Se preparó para recibir un ataque efectuado por la parte inferior de su cuerpo, cuando en el último momento, utilizando el desnivel del suelo en el que se encontraba empedrado el escudo de Chaos bajo sus pies, su adversario lo utilizó para elevarse por los aires y efectuar un ataque directo con su puño sobre su pecho, enviándole hacia atrás varios metros.

Volvió la vista atrás para asegurarse que los demás aspirantes seguían durmiendo. Tras comprobar que así era puso de nuevo la atención al hombre que adoptaba una posición defensiva y una mirada desconfiada. La expresión de su rostro mostraba su irritación. Posiblemente se debía a que las cosas no iban saliendo conforme el quería. Le estuvo observando exhaustivamente durante cada una de las pruebas, la destreza demostrada en ellas les llevó al enfrentamiento que mantenían ahora. No quería interrupciones, quería el duelo contra él, ver realmente de qué pasta estaba hecho, no tuvo muchos problemas con ningún adversario, todos que los que estaban en esta sala eran más débiles que su actual oponente, así que era una pérdida de tiempo prestarles atención. La lucha cuerpo a cuerpo no parecía que se le diera tan bien como la destreza exhibida con armas de filo, sería interesante un duelo de espadas contra él, pero no ahora, antes de ponerse a ello, tenía que demostrar que era rival para el regente.

Era el portador del amuleto, el elegir este objeto por encima de un arma le dio a entender que podría tener ocultas habilidades que no pudo demostrar anteriormente. Sólo esperaba que no lo cogiera para hacer un espectáculo de bolas de fuego de colores. Al menos uno de los aspirantes debería ser capaz de poder ingresar en el ejército. Había que aliviar el ansia de batalla de Lestrange, la paladina de Chaos era muy severa en sus entrenamientos, más de un soldado desertó tras pasar por una de sus maniobras infernales. El porcentaje de aspirantes que permanecían en el Army os Chaos tras su primer mes en el ejército, se vio disminuido desde que la paladina puso orden en las filas, pero a contra, la calidad de los que llegaban a formar parte del grueso de sus tropas, había aumentado considerablemente elevando así la ferocidad del escalón más raso de las huestes de Chaos.

- Voy a presentarte a mis pequeños, hace tiempo que no salen a jugar. Espero que te gusten los animales.- Con un chasquido de sus dedos, dos sombras negras emergieron del suelo, poco a poco adoptaron la forma de dos grandes felinos portadores de un par de orbes rojos. Las dos sombras comenzaron a moverse sutilmente, acechando a su objetivo mientras Atreyu observaba con los brazos cruzados. Se acercaban sigilosas al joven que se desplazaba lateralmente, tanteando los movimientos de las criaturas, esperando su ataque. Avanzaban cruzándose entre sí, como si intentasen confundir a su enemigo.

Era momento de reaccionar, si, tenía a un adversario temible delante, pero aun así tenia que retomar el ímpetu de las anteriores pruebas, y salir victorioso, era clave entrar en el ejército de Chaos, para así de primera mano estudiar sus cambios, y sus posibilidades en las guerras que por desgracia se auguraban. El ministro después de volar hacia atrás mientras se cubría de mi anterior ataque, se quedo mirándome, analizándome, sentía sus ojos escudriñarme y tomar una decisión sobre su futuro ataque, tiempo que mi cuerpo y mi cansancio pedía a gritos. - Voy a presentarte a mis pequeños, hace tiempo que no salen a jugar. Espero que te gusten los animales. – digo con sorna el albino, mientras comenzaban a aparecer dos nubes a sus costados. Las dos sombras comenzaron a tomar la forma de unos felinos grandiosos, unos dientes de sable extintos mucho antes de que yo apareciera en este mundo y con sus ojos granates vigilantes de su presa, comenzaron a flanquear mi posición.

Los efectos del medallón por fin se habían armonizado conmigo, podía notarlo vibrar sobre mi pecho maximizando mi poder a cotas que jamás había tocado, revitalizando mi ímpetu para salir de esa sala convertido en nuevo guardián de Chaos. Las dos figuras felinas caminaban con elegancia mientras comían el terreno que nos separaba, no las iba a dejar que encontraran su posición perfecta desde donde destrozarme, y me abalance sobre ellas corriendo. Mi velocidad unida al prodigio del talismán, pillo desprevenidas a las fieras, y antes de que pudieran sobreponerse, la más próxima a mi volaba hacia atrás después del rodillazo que le había propinado en plenas fauces. La segunda sombra iba a abalanzarse sobre mí, cuando con un gesto de mi mano alzada, comenzó a revolverse chillando de dolor y comenzando a arder desde lo más profundo de su cuerpo oscuro. Mi cuerpo palpitaba de poder, jamás habría sido capaz de quemar un cuerpo desde dentro a esa velocidad, como poco habría tardado medio minuto concentrado, pero en ese momento había faltado un simple movimiento de muñeca, y una orden, para que el animal sombra desapareciera entre alaridos y un estallido final.

Atreyu miraba la escena desde un punto estratégico y alejado, cuando el otro diente de sable, agitando la cabeza para hacer desaparecer el atontamiento, se enfrasco en una carrera hacia mí para atacarme. Me posicione en defensa, aunque ni loco podía parar a aquella bestia y sus colmillos de frente, solo era una distracción, solo esperaba al último momento para hacer un movimiento falso hacia la derecha, y voltear a la izquierda girando, de esa manera la sombra pasaría por mi costado, y tendría devuelta la ventaja. Así lo hice, ahora era el momento, hice el gesto al lado derecho, y drible sobre mi pierna izquierda, pero cuando parecía que el felino pasaba de largo, estiro la pata trasera conscientemente, golpeando mi único punto fijo al suelo, haciéndome caer de espaldas. Gracias a los dioses, el diente de sable llevaba demasiada aceleración para poder acabar su carrera al lado mío, y mientras se giraba y derrapaba sobre el suelo liso con ansias locas de hacerme probar sus colmillos, me incorpore de un salto, y note como el conjuro de fuego volvía a estar activo en mi mano.

El gato descomunal comenzaba otra vez su carrera vertiginosa detrás de su presa, cuando tuve una soberbia idea, esperaba que diera mejor resultado que la anterior. Me puse a correr con suficiente velocidad para tener al animal sombra a escasos metros de mi, ni más ni menos espacio entre nosotros, intentando que su afán por desgarrarme hiciera que su potencia y velocidad llegaran al máximo. Todo ocurrió en un par de segundos como mucho, rápidamente cambie de dirección en pos del vigilante ministro, estaba muy cerca nuestro, y cuando la boca abierta de la sombra estaba a punto de aferrarse sobre mi pierna, salte con todas mis fuerzas por encima del dirigente de Chaos, y con las dos manos estiradas, volví a fundir las entrañas del felino, que con un dolor indescriptible y envuelto en llamas, no tenía la opción de parar a tiempo de llevarse por delante a su dueño. - De un ataque de Atreyu, había conseguido salir bien parado, y al menos la mitad había sido devuelta a su hacedor, espero al menos haber cambiado un poco las tornas del combate - Pensé mirando su pelo blanco desde las alturas.

- Bien… - Pronunció con un tono de voz apenas audible. Una sonrisa satisfactoria apareció en su rostro mientras aventaba con su mano las pequeñas ascuas negras que dejó el impacto del fuego contra su sombra. Se giró para mirar directamente a su adversario. Caminó en círculos por la sala mientras observaba a los atolondrados aspirantes empezar a despertar de su letargo. - Guerrero, ¿Cuál es tu nombre? - Se dirigió de nuevo al rubio que peleaba contra él. - Marduk... Bien Marduk, has elegido ese amuleto por una razón. Tienes un gran poder en el que confías y tienes la esperanza que si lo combinas con este abalorio, quizás puedas hacerme algo. ¿Me equivoco?. Y ahora, me gustaría saber, ¿qué tengo que hacer para ver ese potencial que te niegas a mostrarme? Tal vez si te presiono, consiga lo que quiero. Si seguimos mucho tiempo así, me temo que acabaré aburrido y te lanzaré un ataque que te dejará como a tus compañeros. ¿Lo pillas, verdad? No te lo tomes como algo personal.- Sonrió al hombre que estaba en la sala en pie, parecía que sus palabras estaban haciendo mella en el interior de la cabeza del aspirante, pues observó como apretaba el puño derecho.

- Esto se pone interesante… vamos a ver que puedes hacer contra esto. - Juntó las palmas de sus manos a la altura de su pecho. Cerró los ojos y empezó a concentrarse en su próximo ataque. Expulsó el aire lentamente y abrió los ojos , sus orbes azul hielo, adquirieron un brillo dorado y un aura oscura emanaba de la parte superior de su cuerpo elevándose sobre su cabeza. Poco a poco adoptó una figura humanoide, un guerrero samurai levitaba sobre el cuerpo del regente, mostrando su forma de cintura para arriba, empuñando una katana. Como si se tratara de un humo negro que tomaba vida propia, imitaba los movimientos del dios oscuro que se preparó con las piernas flexionadas como si fuera a lanzar un ataque, posiciono su brazo derecho por encima de su cabeza, como si empuñara él la Katana, la sombra, imitando el movimiento, elevó el arma con el filo hacia arriba, su otro brazo, flexionado contra su cuerpo a la altura del cuello, con el codo bajo su mentón. Sus ojos se estrecharon brevemente y en ese instante, retiró el brazo izquierdo con un movimiento lateral violento semicircular, como si con esta maniobra cogiera impulso.

Lo siguiente que pasó es que la sombra se abalanzó de frente contra el novato, este ataque de Atreyu podía ser muy devastador si no se esquivaba o bloqueaba con éxito, pues canalizaba la propia energía del dios oscuro fruto de la llamada violenta y desesperada de la gente que durante milenios le había alimentado y caído en batalla. Esperaba que con esto, su oponente al fin se lo tomase en serio y empezara a atacar de verdad, en vez de pasarse el combate esquivando y huyendo de sus ataques. Si había pasado todas las pruebas con esa aparente facilidad que pudo ver, observando desde la lejanía, esto para él tendría que ser algo más emocionante, no como hasta ahora, si llega a saberlo, no hubiera puesto a dormir tan rápidamente a los otros.

-Marduk, mi Señor – respondí a la pregunta del ministro mientras este caminaba en círculos con su mirada puesta en mi persona. Mientras seguía vigilandome, algo que dijo, me aterro sobremanera, - No, ¿cómo podía saberlo?, nadie que hubiera visto mi maldición había salido con vida – pensé atolondrado. No, no quería si quiera pensar en la opción de sacarla, odiaba con todo mí ser el arma oscura que llevaba oculta en mi brazo, era la misma esencia de la destrucción, un pozo sin fondo donde la energía vital del enemigo o la mía propia, se perdía en la oscuridad más impenetrable. Cada vez que la llamaba, exigía todas las vidas que pudiera absorber, tenía su propia consciencia, un pensamiento único de devastación eterna.

- Señor Ministro, tiene razón, cogí el amuleto con la esperanza de que aumentara mis capacidades, y así intentar poder hacerle frente en esta pelea, pero le ruego que no me haga invocar mi secreto – implore al dignatario que con su sonrisa ya había tomado una decisión. -Y ahora, me gustaría saber, ¿qué tengo que hacer para ver ese potencial que te niegas a mostrarme? Tal vez si te presiono, consiga lo que quiero. Si seguimos mucho tiempo así, me temo que acabaré aburrido y te lanzaré un ataque que te dejará como a tus compañeros. ¿Lo pillas, verdad? No te lo tomes como algo personal.- Respondió Atreyu, mientras mis compañeros comenzaban a despertar de su letargo. – No, ¿qué iba a hacer el albino? ¿Me iba a obligar, iba a poner su vida y la de los demás en serio peligro?, había que parar esto – pensé mirando la puerta con el rabillo del ojo.

Comprendí que era demasiado tarde, - Esto se pone interesante… vamos a ver qué puedes hacer contra esto. – proclamo el ministro en voz alta, mientras comenzaba su ataque final. El temible guerrero que tenía delante de mí, cerró los ojos para concentrarse, mientras juntaba las manos en forma de plegaria junto a su torso, de pronto un aura siniestra completamente distinta a las que ya le había visto hacer, comenzó a crecer encima de su cuerpo, tomando poco a poco la forma de un guerrero espectral. La sombra termino de definirse como un samurái preparado para el mortífero ataque, su katana tan afilada como mis gemelas que yacían a la entrada, tenía su objetivo en mi, y esta vez me sería imposible escapar de ella. El samurái oscuro era una prolongación mental del Ministro, puesto que este comenzó a realizar una sinuosa kata y el ser de sombra realizaba exactamente los mismos movimientos perfectos de su amo, hasta que la magnifica y mortal danza paro, el ataque no aguardaría mas en realizarse, - no podía demorar más mi decisión, o moría allí mismo, o claudicaba a la petición del que quería que fuera mi Señor - pensé mientras mi puño derecho se cerraba notando la impaciencia de mi maldición.

La brutalidad y velocidad del ataque me pillo encerrado en mis pensamientos, necesitaba más tiempo, pero el albino quería la respuesta ya y no iba a esperar. Su sombra se abalanzo hacia mi sin contemplaciones, y mire con calma cada centímetro que recorría en su salto mortal, había tomado una decisión, fuera cual fuera el final, Atreyu quería esto. Cerré los ojos y solo vasto comenzar a relajar la mano, para que el cosquilleo comenzara a recorrer el brazo, pero no, algo no iba bien, no era la vibración normal lo que estaba sintiendo, ni mucho menos era solo el brazo el que lo sentía, una descarga increíblemente dolorosa paso por todo mi cuerpo como un torbellino, para de pronto dejar de responderme. La katana de la sombra se encontró de bruces con la lanza oscura, parando el golpe de esta, cuando de pronto el aura de mi brazo comenzó a trepar por mi torso, mis piernas, mi cuello, intentando adueñarse de mi cuerpo, no podía gritar, la notaba insaciable, reclamando cada una de las vidas de esa sala, no podía permitirlo, - ¿Qué estaba pasando?, ¿Por qué el arma había adquirido tantísimo poder?, no puede ser, ni lo había pensado, el talismán – pensé mientras hacía esfuerzos por llegar a mi cuello con mi otro brazo.

El aura violácea comenzó a expandirse por la sala, la lanza estaba fuera de sí, no es que no pudiera controlarla, es que ella estaba intentando controlarme mientras me propinaba descarga tras descarga. La sala comenzó a temblar, pero no era como antes, la magnitud de las sacudidas tectónicas iba en aumento. El bendito samurái seguía en fuerte lucha contra la lanza oscura y mi brazo que ya solo hacia caso a los pensamientos de la maldición, - ojala la sombra de Atreyu me diera el tiempo necesario para intentar hacerme con el control, antes de que el arma matara a alguien – pensé mientras miraba a mi alrededor. Una sacudida regalo de mi maldición, volvió a recorrer mi cuerpo, su determinación era abrumadora, pero no, yo estaba ganando lenta y dolorosamente la batalla por mi cuerpo, el aura que envolvía casi la totalidad de mi ser retornaba a regañadientes al brazo, cada centímetro era una lucha sin cuartel, pero poco a poco volvía a tener el control, por fin tenía el mando de mi voz.

– ¡Salid de aquí ya! – Grite a los presentes con todas mis fuerzas, mientras pedazos de roca comenzaban a caer al suelo de la sala por los inmensos temblores.

La sombra proyectada impacto su arma contra la lanza oscura que se apoderó del brazo del aspirante. ¿De dónde salió todo ese poder? Atreyu quedó sorprendido y a la vez complacido, después de todo, el combate merecería la pena. Sonrió y presionó sobre su adversario más con su ataque, quería ver donde estaba su límite, si aún tenía algo más que mostrar. El aura que emanaba el cuerpo de Marduk empezó a ganar terreno poco a poco, cubriendole por completo, en ese momento la sala comenzó a temblar, la expresión del hombre reflejaba miedo, posiblemente el amplificador de poder era el causante del desbordamiento de energía, pero algo más estaba pasando. ¿No controlaba su propio poder?.

Atreyu aflojó el ataque, dejando que la sombra proyectada desapareciera, en ese momento, el propio Marduk dio el aviso de que despejaran la sala, eso puso a la defensiva al albino, el asunto dejó de ser un juego hace minutos, exactamente en el que la lanza oscura empezó a tomar el cuerpo del contrario. Giró en dirección a los dos hombres que estaban aguardando en la puerta para darles una orden; - Sacadles de aquí, rápido, cerrad la puerta y dejadnos solos.- Obedeciendo al regente, ayudaron a los aspirantes que quedaron fuera de combate a evacuar la estancia, tras su salida, ambos dioses oscuros quedaron en la sala, uno frente al otro, separados por varios metros de distancia. Atreyu observaba a su oponente, elevando su mano, invocando su espada que apareció materializada entre su mano. - Me parece que tienes un pequeño problema con tu poder… No entiendo porque escogiste el amuleto si sabias que esto iba a ocurrir. Una acción muy temeraria por tu parte… Llegados a este punto, me veo obligado a intervenir.- Con una velocidad abrumadora se acercó a Marduk, utilizando su espada para frenar e inmovilizar la parte inferior de la lanza contra el suelo, provocando que su adversario se encorvase quedando momentáneamente inmovilizado. Su expresión manifestaba dolor, internamente debía tener una lucha muy intensa, el regente observaba el arma, desprendía una fuerza desproporcionada, percibía esas subidas de poder que crecían con cada crepitar de su lanza. Miró a los ojos al contrario, el amuleto, si el amuleto dejaba de estar en contacto con él, cabía la posibilidad de que pudiese tomar el control sobre sí mismo. Dejando una mano libre sujetó el colgante y tiró del cuello ajeno rompiendo el contacto. El aura redujo su potencia, pero Marduk aún no podía tomar el control.

Con un movimiento circular de la espada, cruzó el arma por debajo de la lanza elevándola y chocando contra la parte centra, alejando a su adversario varios metros hacia atrás. Manteniendo una posición defensiva miró al contrario, estudiando cuidadosamente sus movimientos. Si era necesario intervenir, lo haría, pero quería ver el desenlace de todo esto. - Tienes que tomar el control sobre tu cuerpo ahora. Tu miedo está alimentando la oscuridad, sólo debes creer en tí. Te consume porque crees que no puedes hacerle frente.- Atreyu observó en silencio la lucha de aquel hombre contra su propia naturaleza. Debía resultar doloroso tener ese poder en su interior encerrado, intentando manifestarse por voluntad propia y frenarlo por temor. ¿Cuántos años llevaba con esa carga? Posiblemente más de los que debería, no podía ser tan difícil controlarse, simplemente había que plantarle cara, las emociones negativas siempre se han nutrido de las mismas que vibraban en su misma frecuencia, un dios oscuro no podía permitirse pasar demasiado tiempo en una emoción oscura ya que le restaba fortaleza, o se alimentaba de ellas o empezaban a consumirle. Eso era lo que ocurría con Marduk. Se perdía en esa oscuridad, dejaba que el miedo al descontrol se apoderase de él, si la primera vez que vivió esa sensación, se hubiese dejado guiar por ese instinto caótico, posiblemente hubiera causado un desastre, pero con el tiempo, dominar ese poder habría sido progresivo hasta ser aceptado. El punto en el que se encontraba ahora mismo era demasiado peligroso. El temblor de la sala no cesaba, el suelo bajo los pies del aspirante comenzaba a agrietarse, si quería que la situación permaneciera controlada lo mejor era ponerlo a dormir para que ese poder se desvaneciera.

- Siento tener que hacer eso, pero no puedo arriesgarme a poner en peligro innecesariamente tu vida ni la de nadie en esta base. Hablaremos después de lo ocurrido.- Sin mas palabras se colocó a la espalda de Marduk y con la empuñadura de la espada le propinó un golpe seco en el cráneo dejándole inconsciente.