I Know You [Priv. Rosette Lestrange]

Lestrange consiguió frenar sus golpes con la lanza, escapando de su alcance con una diestra maniobra, se detuvo a varios metros de distancia. La pesada armadura que llevaba cedió cayendo por piezas al agua. El ataque surtió efecto, no pudo evitar una presumida sonrisa, tras la armadura se escondía un cuerpo perfecto, cubierto por un vestido que ahora lucía manchado de sangre y barro. Humedeció sus labios y clavó la espada en el barrizal que había bajo el agua. - Mucho mejor ahora. Por cierto, bonito vestido.- Su dañado cuerpo empezaba a resentirse, pero no lo suficiente, quería sentir todo el placer que esta lucha podía brindarle, cada punzada de dolor era una delicia para su oscura alma. Quería más, poco le importaba cómo quedará después del siguiente golpe, pues lo único que buscaba era saciar su hambre. Había pasado mucho tiempo desde que tuvo un enfrentamiento que le hiciera disfrutar tanto.

Lanza en mano se aproximó a él. La velocidad de Rosette aumentó notablemente al no llevar la armadura puesta. Atacó con el astil de la lanza directamente a sus piernas, provocando que cayera de espaldas al agua. Con un diestro movimiento, la paladina giró el arma y hundió la punta en su hombro derecho, ejerciendo presión sobre la lanza con su cuerpo, quedando prácticamente sentada encima suya. No pudo contener un quejido, cerró los ojos, apretó los dientes y arqueo la espalda hacia atrás. Lestrange retorció el arma con fuerza, haciendo más profunda la herida, la agonía era embriagadora. Abrió los ojos para encontrarse con la cara de la contraria, parece que su reacción fue lo suficientemente complaciente para la mujer. Mostraba una mueca de deleite absoluto, ambos se habían perdido ya en una espiral de dolor y placer de la que era imposible salir.

Sacó fuerzas de donde pudo y sujeto con ambas manos el astil de la lanza, la separó de su hombro y la empujó, lanzándola por los aires con su propietaria incluida. La paladina salió disparada hacia atrás, aterrizando de cuclillas en un trozo de tierra húmeda que había fuera de la superficie cubierta por el agua.

De un salto sobrehumano se abalanzó sobre ella, tumbándola de espaldas contra el barro. Se dejó caer al suelo de rodillas, sentándose encima de las piernas de Rosette. Aprovechando el subidón de adrenalina que corría por su cuerpo, podía mover el brazo derecho aunque con dificultad. Desde esa posición, con ambas manos, recorrió ascendentemente los costados del cuerpo sin armadura de la mujer, lentamente, de una manera erótica. El dolor y el placer para él iban unidos de la mano, así que iba a devolverle con creces el pequeño regalo. Sus manos siguieron recorriendo el cuerpo de la mujer remontando por sus brazos, juntándolos lentamente por encima de la cabeza de la rubia. Con su mano izquierda, sujetó firmemente las muñecas y se recostó sobre ella apoyándose en el codo de la mano que la inmovilizaba. Su diestra, empezaba a quedarse dormida por causa de la herida, para retrasar un poco los efectos, transformó sus brazos en unas garras de color rojizas, su piel se volvió más dura, como si se tratase de la piel de un demonio, sus músculos crecieron de tamaño y todo el brazo se recubrió poco a poco de esa segunda piel escamada.

Su dedo índice recorría el camino central del pecho de la mujer hasta detenerse a la altura de su ombligo, se entretuvo allí trazando círculos sobre el con su garra, mirando a la paladina con una maliciosa mueca que mostraba sus malas intenciones. Dos cosas sucedieron a la vez, el puente de su nariz y sus labios se pegaron al oído derecho de Lestrange, haciendo que ésta girase levemente su cara en la dirección opuesta y mientras los presionaba contra ella en un susurro, su mano derecha hundía el dedo pulgar dentro de la piel de la mujer, desgarrando levemente con la uña la capa muscular de su abdomen. - Deseo que lo disfrutes tanto como yo.-  Comenzó a moverlo lentamente, disfrutando de las expresiones que ponía su compañera, sonriendo perversamente contra su oído. Su brazo ya dolía intensamente, cada movimiento de su mano enviaba punzadas a su hombro, haciendo que gruñera de dolor junto con Rosette.

Las muecas de dolor hipnotizaron a la paladina, disfrutaba viendo como Atreyu sufría, verle allí tirado sin poder moverse alimentó la llama de pasión. Escuchaba la piel romperse, los músculos ceder a medida que la lanza se adentraba. Por unos instantes creyó haber vencido ya, en esa posición el regente no parecía una gran amenaza… un error que le hizo confiarse. Escapó de sus labios una exclamación de sorpresa al ver como la lanza era tomada y expulsada de golpe junto con ella. Aterrizó sin problemas sobre la tierra húmeda. Levantó la mirada buscando al contrario, perderlo de vista un segundo cambia las tornas pero cuando lo hizo, no pudo hacer nada.

El ministro se abalanzó sobre ella de tal forma en que le fue imposible defenderse o contraatacar. El golpe fue lo suficientemente fuerte para tumbarla en el barro de golpe. El frío provocado por la húmeda del barro recorrió su cuerpo, casi al descubierto. La larga cabellera dorada empapada en este, su cuerpo levemente hundido… eso no fue lo peor. Notó el peso del cuerpo masculino sobre sus piernas impidiendo que se moviera. La siguiente acción de su señor la tomó por sorpresa, cuando las manos de este comenzarona  recorrer los costados de forma lenta, rozando el erotismo. No le desagradó en sí el movimientos, sabía de los gustos del ministro y la situación la pintaba perfecta para el. Intentó zafarse en un descuido suyo pero no fue capaz, cuando las manos volvieron a subir recorriendo el mismo camino. Con la izquierda no le costó tomar las dos muñecas de la paladina, colocando estas sobre su cabeza. Se retorció buscando liberarse, no pudo… por mucho que lo intentara parecía estar indefensa, en una postura demasiado… bueno, los soldados comenzaban a malinterpretar el combate. De nuevo el rostro del albino pegado a su oído, más cerca que la vez anterior, obligándola a girar la cabeza  en dirección contraria. Contempló asombrada, incapaz de articular palabra, como el brazo derecho se transformaban en unas garras rojizas, cubriéndose con una piel con aspecto de escamas. El dedo índice sobre el pecho, bajando lentamente hasta la altura del ombligo, trazando círculos sobre el. Las garras eran lo suficientemente afiladas para que rasgaran la tela por la que pasaban, destrozandola… pero lo mejor vino después. Lentamente, como ella hizo antes con su arma, notó el dedo del ministro corta su piel, introduciendose en ella. El dolor que le provocaba le hizo removerse inútilmente bajo el cuerpo del albino, de sus labios escapaban leves suspiros, no mucho después gruñidos y gemidos mezcla del dolor y el placer que estaba sintiendo. Haciendo una ligera fuerza con la cabeza, en vez de intentar separar el rostro del contrario, lo paguó contra él para poder hablarle al oído.-No sabe… lo mucho que disfruto con esto.- Confesó con voz entrecortada, soltando una suave risilla que pronto se convirtió en otro gemido de dolor. Aprovechó el momento, pegando lo máximo posible el rostro en el regente, le dio un fuerte mordisco en el cuello, apretando con toda la energía que pudo. Al soltarlo había dejado la marca de la mordedura allí, pequeñas gotas de sangre escapan de la herida, la fuerza fue suficiente para hacerle sangrar. No quiso contenerse y lamió la mordedura limpiando la sangre, la saboreo lentamente y de nuevo comenzó a reír.-Sabe delicioso, mi señor ¿Quiere probarme?- Le retó, sonriendo de forma pícara a sabiendo que no se resistiría. El cuerpo entero le fallaba, en aquella posición se le hizo imposible moverse o zafarse, lo único que podía hacer es sufrir la deliciosa tortura que le brindaba.    

Su respiración agitada, sus gemidos, el calor de su cuerpo debajo del suyo, esa insinuante voz que le confesaba el placer que la embriagaba, la calidez de  su rostro contra el suyo, su risa, esa risa demente… Los dientes de la contraria sobre su piel… El mordisco de Rosette en su cuello solo provocó que cayera más en el abismo del placer. Su cuerpo pesaba, no podía casi mantenerse sobre ella sin dejar caer todo su peso. Tras notar los dientes de su adversaria clavarse en su cuello, un gemido escapó de sus labios y sus piernas fallaron, su cuerpo cayó sobre el de la paladina, impidiendo a la mujer prácticamente cualquier movimiento. Separó lentamente su cabeza de la de ella para admirar como Lestrange relamía sus labios cubiertos con su propia sangre. Sus ojos azules adquirieron un brillo dorado, intenso, algo hervía en la boca de su estomago y subía hasta su cabeza causándole una sensación tan embriagadora que no le dejaba pensar con claridad, se encontraba mareado, fuera de sí. Solo veía sangre, dolor, pasión, deseo...

La tentación de probarla la había experimentado varias veces anteriormente, pero nunca se atrevió a hacer nada que pudiera ir más allá de su relación como señor y sirviente, aunque nunca la considero como alguien inferior, de ser por él, le hubiera otorgado un puesto como Gladius, pues era un título mucho más grandioso que el de paladín cara al reino. Pero tras pensarlo, decidió darle ese puesto para poder pasar más horas en su compañía. Sabía que se convertiría en su sombra, a donde quiera que fuera requiriera su presencia sin importar sus deseos. Pensándolo fríamente era algo egoísta, pero tras un tiempo juntos comprobó que para ella era una tarea que disfrutaba.

No supo cómo ni en qué momento sujetó a la mujer suavemente por la parte superior de su espalda con su brazo izquierdo. Consiguió sacar fuerzas de nuevo y se arrodilló sobre ella con la suficiente firmeza para sujetar la espalda de su adversaria, sentada debajo de él permanecía la mujer, dejándose llevar en un cálido abrazo, sin perder el contacto visual se acercó lentamente a ella, poniendo fin al vacío que separaba sus cuerpos, chocando su pecho contra el de ella, sujetó firmemente la base de la cabeza con la mano izquierda, arqueándola hacia atrás, dejando al descubierto la blanca y suave piel de su cuello. Humedeció sus labios y con su lengua, vagó por la suave piel del hombro de la mujer, poco a poco recorrió su cuello, respirando pesadamente sobre ella. Estaba perdiendo totalmente el control sobre sus acciones. Por una parte no quería parar, pues hacía tanto tiempo que no se dejaba llevar que este momento parecía la primera vez en la que descubría su apetito mortal, pero por otro lado, si se perdía en sus emociones, no sabía cómo podía acabar. Bajo ningún concepto quería herir letalmente a Rosette, pero de seguir así llegaría a un punto en el que no sería consciente de sus actos. Esa sensación de alarma era la que le contenía. Una lucha interna se debatía en su mente. ¿Quién acabaría tomando el control? ¿La parte racional o la parte primigenia que durante tantos años le había dominado? - Por supuesto que quiero probarte… Desde el momento en el que puse mis ojos en tí…- Violentamente clavó sus dientes en el trapecio derecho, provocando otro alarido de dolor en la mujer que se retorcía entre sus brazos.

¿Cuando la situación había cambiado tan drásticamente? Casi ninguna persona le llevó hasta esos límites, es donde la razón desaparecía, dejándose guiar por los instintos primarios. Recordaba la sensación de actuar por impulso, olvidando la diferenci entre bien y mal. Por mucho que su cuerpo estuviera herido, aunque cayera al suelo destrozada, no parará de moverse… esa necesidad estaba por encima de ella. El mordisco surtió un efecto poco esperado, el ministro perdió las fuerzas momentáneamente, cayendo sobre ella. Comenzó a temblar ligeramente, la cercanía entre los dos nunca vista.

Era una muñeca en los brazos de su señor, sin oponer resistencia alguna cuando sus manos fueron liberadas del agarre, solo para ser tomada por la espalda siendo levantada, el hombre pudo arrodillarse una vez más, tomando con más fuerza la espalda de la paladina. El cuerpo de Rosette temblaba, fuera por el dolor o los nervios, no reaccionaba. El dios oscuro rompió la distancia entre los dos, sus cuerpos se juntaron finalmente y el corazón de Rosette latió con más fuerza que antes. No desvió la mirada ni un instante de la de Atreyu, percibiendo que sus ojos habían cambiado a una tonalidad amarillenta. No recordaba haberlo visto así nunca, tampoco le importaba mucho, quizás fuera una señal de que disfrutaba al máximo de aquello. Eso fue suficiente para ella, saber que su señor estaba a gusto. El cálido aliento sobre su cuello, una sensación que le hizo perderse unos segundos, perdiendo la fuerza. El cuerpo entero se tensó cuando la lengua del ministro paseó por su cuello, recorriendo cada centímetro de su piel. Instintivamente Rosette rodeó el cuello de Atreyu violentamente, clavando las uñas en la espalda de este. Los dientes del regente se hundieron en la piel de Rosette provocando que soltara un grito ensordecedor, una mezcla de dolor y placer, se aferraba más a su señor buscando el calor de este… entonces sintió algo húmedo en sus mejillas, llevó una de las manos allí y al tocarlo lo supo… estaba llorando. Le costó asimilar que las lágrimas caían por sus mejillas ¿Por qué? ¿Eran de dolor? Era la primera vez que lloraba… el ministro le hizo llorar.-Lloro...- Murmuró sin terminar de creérselo. Respiró hondo y lanzó un suspiro placentero, una pequeña sonrisa de nuevo iluminaba el rostro de la rubia.-Mi señor...-- Le llamó clavando de nuevo las uñas en la piel del ministro, comenzando a bajar las manos provocando varios arañazos en esta.-De habermelo pedido… le habría dejado degustarme.- Ella le prometió obediencia sin importar nada más.-Recordad que soy vuestra sirvienta… mataré por vos… y de ser necesario, moriré para salvar vuestra vida.- Para ella servir al ministro era un honor, el solo ser elegida fue suficiente para llevarse su completa admiración y a medida que el tiempo pasaba, iría ella sola contra el ejército revolucionario si él se lo ordena.

Por muy placentera que fuera aquella situación, por mucho que no quisiera moverse ni un centímetro, la batalla debía continuar… Aprovechó la situación para tomar el control, tomando al ministro de la cabeza, le empujó obligándolo a caer al barro como hizo con ella minutos antes. Busco la lanza rápidamente, no dejando un segundo para que el albino no tuviera oportunidad de moverse. Se dejó caer sobre el, posicionando el asta de madera sobre el cuello para impedirle que se moviera. Sentada sobre la cintura de Atreyu, introdujo dos dedos en la herida abierta como él hizo en su vientre. Aún notaba la sangre caliente escapar de la herida, todo el maldito cuerpo comenzaba a fallarse… y por lo que notaba el tampoco iba muy bien. Hurgó un buen rato la herida, sacó los dedos relamió la sangre de estos ¿Por qué lo hacía? Lo disfrutaba, el dios oscuro sangraba, ella le estaba haciendo sangrar… una sensación más que excitante,

“Mi señor” esas dos palabras retumbaban dentro de su cabeza como si se trata de un hechizo. Tenían el efecto de un encantamiento, pues cuando las escuchaba salir se retorcía entre sus brazos, eran como una maldición para él. Incapaz de moverse, incapaz de reaccionar. Únicamente podía mirarla a los ojos intensamente esperando su siguiente súplica. La única criatura en el mundo capaz de doblegar su voluntad, de hacerle sentir mortal, vulnerable… ¿Por qué? ¿Qué había en sus palabras que le impidiese cumplir con su deseo? ¿Por qué quedaba paralizado ante una simple mujer? Él, el dios de la guerra. Una criatura magnífica y poderosa estaba siendo obstaculizada por otra más débil… No… en absoluto era débil, simplemente era mortal, una raza que desgraciadamente estaba condenada a una existencia efímera comparada con la suya, pero para nada débil. Lestrange era fuerte. Su valor se refleja en su labor, en la protección del dios oscuro. Complacer cualquier deseo que tuviera en mente, daba igual su naturaleza. En esta noche tan oscura compendio que daría su vida por él, por cualquier deseo, aunque supusiera su muerte.

No estaba dispuesto a perderla, no quería dañarla más, sentía la imperiosa necesidad de protegerla. Sentía su cuerpo contra el suyo, conectados por algo más que una materia tangible. Más allá de su apariencia, sus almas, su esencia era una sola, tan afines que no necesitaban hablar. Lestrange se aferraba a su cuerpo, notaba sus uñas en su espalda, víctima de su deseo, no pudo hacer nada más que complacerla. El susurro de su voz era como el canto de una sirena. Lejano, embriagador y lujurioso. La voluntad de servidumbre de Rosette hizo que su hambre acrecentara.

Sin darse cuenta había entrado en su juego. Su cabeza fué guiada lateralmente hasta que obligó al resto de su cuerpo a tumbarse sobre el barro. El astil de la lanza se precipitó contra su garganta, amenazando su libertad de movimiento. Su cuello fue víctima de la amenaza. Cerró los ojos y permaneció inmóvil contra el barro esperando el movimiento de su contraria. Su respiración era irregular, entre el deseo  y el dolor, no podía instaurar un ritmo constante. Abrió los ojos para encontrarse con Lestrange sentada sobre su cuerpo, se sentía tan cansado que no quería pelear por quien permanecería en la posición dominante, simplemente la dejó  ahí, con su lanza sobre su garganta. El dolor en su hombro derecho se intensificó, los dedos de Rosette penetraron en su herida reavivando la sensación de dolor y sufrimiento que minutos antes experimento. Sujeto su mano. La mujer acercó a su rostro los dedos ensangrentados que previamente hurgaron en el hombro del dios oscuro para ser devorados por sus labios. Sus pupilas se dilataron, un hambre feroz que se adueñó de él, haciendo que se confundiera con la reacción de un animal.

Sujetó la cintura de la mujer violentamente contra su cuerpo, quedando tumbada sobre él. Su brazo derecho prácticamente estaba inservible, pero ella tampoco salió bien parada del mordisco que sufrió en sus carnes. Estaban parejos en cuanto a daño. ¿Qué importaba? Lo único que tenía en cuenta era el dolor, el placer de sentir al contrario gozar por los golpes o heridas producidas y para ello, ambos eran expertos.

Tras lamer la sangre de la herida se vio sorprendida por su reacción, pues unió su lengua a la suya en busca de ese sabor metálico que producía su propia sangre. Por un breve lapso de tiempo sus lenguas se entrelazaron, provocando una descarga de placer abrumadora. Ambos se separaron para coger aliento, sus ojos vidriosos se encontraron sumergidos en un mar lujurioso más allá de toda cordura. - Es suficiente, Lestrange...- Sus labios pronunciaron las palabras adecuadas, pero su alma clamaba por abalanzarse sobre la mujer y arrancar los ropajes que aún cubrían su cuerpo y colmarla de placeres tan abrumadores que sería incapaz de describir. Sacando fuerzas de donde no las había se posicionó sobre la mujer. Su cuerpo lentamente se relajó sobre el de su contraria. Acarició su rostro con su mano izquierda, pues la derecha en estos momentos estaba completamente fuera de su control consumida por el dolor. Una caricia envolvio su rostro, guió su mano suavemente hasta su frente que envolvio con su mano abierta. Violentamente sacudió la cabeza de la paladina contra el suelo. - Es hora de ponerle fin a esto.- Su voz ronca era autoritaria, sabia que de no parar el combate ahora, mas adelante sería tarde. Solo esperaba que la mujer, obediente como siempre, cumpliera su mandato.

Esperaba recibir un nuevo golpe, salir volando una vez más o que la torturara como venganza de nuevo… pero no, lo que hizo el ministro la dejó sin aliento. Todo dentro de ella se revolucionó cuando, sin vergüenza alguna, el hombre entrelazó la lengua con la suya, en un frenético beso. Era el primer beso de Lestrange, nuevas sensaciones nacieron de ella. Lo disfrutaba, el cuerpo entero se lo confirmaba cuando el dolor de las heridas desapareció el tiempo que duró la unión entre los dos, reemplazandola por una corriente de placer que recorrió todo el cuerpo. Se dejó llevar y respondió el beso buscando imitarlo pero su torpeza era evidente. En general le había pillado desprevenida, no entendía nada pero no apartó los ojos de los de él. Cuando se separaron su respiración estaba más agitada y entrecortada, entre la inexperiencia y los nervios le costaba recuperar el aliento.

Le escuchaba hablar pero no articulaba palabra ninguna, dejándose manipular libremente por él, los orbes de Atreyu la hipnotizaron. El se posicionó sobre ella, y cerró los ojos cuando la mano acarició sus mejillas. Era una sensación cálida, una muestra de cariño, un gesto que tranquilizó a la paladina… sin embargo regresó a la normalidad al notar como su cabeza era golpeaba salvajemente contra el suelo. Tardó en reaccionar unos segundos y cuando lo hizo bajó la cabeza a modo de sumisión.-Lo que usted ordene, mi señor.- Le miró de nuevo con cierto enfado.-Pero...- Un último golpe, una pequeña bofetada a comparación de los golpes que se habían estado dado antes.-Ahora estamos a la par.- Sentenció burlona. Poco a poco iba recuperando su cordura, ese sentido del humor retorcido e infantil que la caracterizaba. Quizás regresaba a la normalidad pero muchas dudas se sembraron en su interior ¿Qué había sucedido exactamente? Cruzaron la línea entre amo y sirviente, un beso fue capaz de hacerle dudar sobre el futuro… pero no era ni momento ni lugar para ese tipo de pensamientos, aún debían cumplir una misión. Por suerte la oscuridad les ocultó de las miradas indiscretas de los soldados, evitando un posible rumor. Se puso en pie y el dolor le vino todo de golpe, perdiendo el equilibrio casi cayó de nuevo pero uso la lanza como apoyo. Bañada en sangre y barro, sin la mayor parte de la armadura y el cuerpo demasiado al descubierto… esto pasaba cuando perdía el control.

Extendió la mano a su señor para ayudarlo a levantar, también estaría malheridos después de feroz combate pero satisfecho.-Le he golpeado duro.- Le dijo para picarle.-Cuando se recuperen sus heridas… y el orgullo, terminaré le patearle el trasero.- Controló todo lo que pudo el cuerpo mientras caminaba de regreso al campamento para no quedar en ridículo tras esas atrevidas palabras. Los soldados la recibieron impresionados y asustados, intentaron ayudarla pero con un violento gesto con las manos  rechazó la ayuda.-Mi estado no es prioritario, el ministro está herido, moved el culo o dejáis de respirar en este instante.- Obedecieron a la velocidad del rayo, tres de los soldados habían ido donde el ministro para ayudarle. Que aún tuviera fuerzas para amenazarles de esa forma les hacía entender que matarlos tampoco le costaría mucho. La maga del grupo se acercó, siendo la única mujer del grupo la necesitaba para curar las heridas. Las dos se retiraron lejos del grupo de hombres para tener más intimidad. La mujer retiró los restos de armadura y tela que aún se resisten a caer, las piezas, la armadura en sí quedó inservible. Con suma delicadeza la maga limpió a la rubia usando un hechizo de agua. Pronto la sangre y el barro desaparecieron de su cuerpo dejando contemplar mejor la magnitud de las heridas. La hechicera trató de curar las heridas de la paladina con magia pero fue detenida en seco.-Limpialas… pero no las cures con tus hechizos, deben curarse solas para que el cuerpo se endurezca.- La chica asintió y siguió las órdenes, limpiando las heridas y vendando estas para que el cuerpo siguiera la rutina. Limpia y vendada pero desnuda, incluso el vestido que tenía bajo la armadura quedó destrozado. Para su fortuna la hechicera había traído una armadura de repuesto…-¿Qué cojones es esto? ¿Me estás tomando el pelo?- Eso que se puso no se podía considerar armadura. Armadura ligera (muy ligera para su gusto) que le cubría los brazos y los costados, un apretado corsé, finalizado en una diminuta falda. El resto del cuerpo estaba al descubierto, toda la coraza realzaba su figura dándole un aspecto más sensualidad que atemorizante. Por lo menos las botas eran altas y no unos malditos zapatos de tacón para bailar…-Seguro estoy ridicula.- No era consciente de su propio atractivo, quería ponerse su ropa normal pero eso no era posible. Suspiró resignada, ya no había motivos para darle más vueltas a la cabeza. Ambas mujeres regresaron con los hombres, Rosette unos pasos atrás de la maga. Los soldados la miraron idiotizados, el cambio fue bastante agradable para ellos… así los castigos de Lestrange no parecían tan malos. La paladina tomó asiento al lado del ministro, era bien entrada la noche y quizás deberían de irse a dormir pero quería saber si aún quedaba una orden pendiente.-Espero no sean graves las heridas.- ¿Eso fue una especie de disculpa? Fue él quien pidió ese trato.-¿Tiene alguna cosa que contarme antes de ir a descansar? Sobre lo de mañana…- Aclaró esto último.    

Un último golpe en su rostro hizo que girase levemente la cara. Al principio se sorprendió, no esperaba esta reacción tan repentina, aunque encajaba en el comportamiento de Rosette. Quedó aliviado al ver que la mujer a pesar de las heridas, no había perdido su humor tan característico, por un instante creyó que perdería el control y acabaría haciendole un daño irreversible. Poco a poco su respiración se tornaba más rítmica, menos pesada. Todo el cuerpo le dolía, notaba calambres en su brazo derecho. Aún podía notar cómo salía sangre de su hombro. Todo había sido tan intenso que pasaría tiempo hasta que pudiera olvidar las sensaciones experimentadas por primera vez con Lestrange, deseaba que llegara el momento en el que repitieran la experiencia, pues la batalla no tuvo un vencedor, ¿o tal vez sí?. Esa noche le sirvió para descubrir muchas cosas que estaban pasando y que hasta ahora no se había percatado del punto en el que se encontraba. - Mis heridas estarán curadas por la mañana. Si quieres dañar mi orgullo tendrás que esforzarte más la próxima vez. Buscaremos un lugar apartado, libre de cualquier mirada indiscreta. Solos, tú y yo.- Contestó de manera licenciosa mientras observaba cómo se levantaba la mujer.

Aceptó su ayuda y se puso en pie, doloridos y agotados recorrieron el uno junto al otro el camino que les conducía al campamento improvisado, recogiendo sus armas y los trozos de la armadura de Rosette que estaban desperdigados por el agua. La paladina, tan animada como siempre, endureció su comportamiento al encontrarse rodeada por el grupo de soldados que preocupados fueron a ayudarles. Uno de los soldados sostuvo su espada, otro le ayudó a quitarse la parte superior de su ropa, dejando al descubierto las heridas sufridas por las lanzas causadas en su cuerpo. Se sentó junto al fuego, apoyándose contra la pared del templo, dejando a su cuerpo descansar para reponerse. Mientras, Lestrange se alejaba con la otra mujer, supuso que para curar sus heridas. Uno de los soldados se apresuró a traer agua y telas para ayudar al dios oscuro con sus heridas. - No te preocupes, mañana no habrá ni rastro.- Tomó la vasija de agua y echó un trago, el resto del contenido lo dejó caer por su cabeza, permitiendo que resbalara por pecho y espalda. Daría lo que fuera por una agradable de ducha de agua fría, estaba completamente cubierto de barro, sudor y sangre. Con la tela empapada comenzó a limpiar su pecho con la mano izquierda. Cuando esta se cubrió de barro y sangre la arrojó a un lado. Los hombres permanecieron sentados junto al regente, comentando las mejores jugadas de la pelea que habían presenciado. Aparecieron de nuevo las dos mujeres. Todos los presentes dirigieron sus miradas hacia Lestrange, quien portaba un atuendo para nada propio de ella. Cada curva de su cuerpo quedaba perfectamente envuelta en la armadura de cuero. Cubrían más las botas que llevaba que la propia ropa en sí, no podía negar que deleitaba con la vista, pero tampoco quería que resultara muy evidente.

Los soldados se dispersaron en el momento en el que Rosette se acercó a él, sentándose a su lado. Recorrió descaradamente con su mirada las largas y estilizadas piernas de la mujer, la escuchó decir algo, pero sus palabras no llegaron a su cerebro. Volvió su mirada para encontrarse con la de ella, dejando a un lado sus fantasías. Tras la pregunta, echó un vistazo a su alrededor, todos se habían ido a dormir, dejándoles solos sentados junto a la fogata, el único ruido era el crepitar del fuego. - No creo que sea buena idea que nos separemos, tus heridas no han sido curadas, ¿verdad?.- La conocía demasiado bien. Intuía que la terca mujer no dejó que la magia curativa de la maga hiciera efecto. - Es inútil gastar saliva contigo. La única forma de que hagas caso es siguiendo una orden. Y ahora, señorita, le ordeno que me deje curarla.- Los labios de Lestrange hicieron un leve movimiento como si fueran a replicar algo, siendo estos detenidos por el dedo de Atreyu. - Una orden he dicho.- Su mirada permanecía serena, conectada a los enormes ojos violeta de Lestrange. Su dedo se separó despacio de sus labios y su mano se situó a la altura del pecho de la paladina sin hacer contacto con ella, creando cortina de niebla oscura, ganando terreno sobre su cuerpo, extendiéndose sobre este y penetran en el dios oscuro. Su cabello comenzó a volverse negro y sus ojos rojos. El color de su piel se oscureció, cuando la transformación concluyó, como si se tratara de una segunda piel, la oscuridad comenzó a desprenderse de su cuerpo en forma de pequeñas partículas que flotaban en el aire como si fueran ascuas que escapaban de la fogata. La pareja se vio envuelta en una cálida y reconfortante sensación. Notaba como sus cuerpos se iban revitalizando conforme las pequeñas partículas hacían contacto con su piel. - Será mejor que descanses. Mañana nos ceñiremos al plan que teníamos en un principio.- La mujer cerró lentamente los ojos, estaba agotada, el día sin duda había sido duro para ambos, pero a diferencia de él, necesitaba dormir para recuperar sus fuerzas. Cuando terminó de aplicar la cura, observó la serena expresión de la paladina. Se había quedado completamente dormida, su respiración era lenta y pausada. Un pequeño escalofrío hizo que la mujer se removiera, su piel estaba erizada. Acercó su cuerpo contra el suyo y la acomodó entre sus brazos, dejando que el calor de su robusto cuerpo calentara la fría piel de Lestrange. Atreyu permaneció lo que quedaba de noche en vigía, pues de todo el grupo era el único que podría recuperar fuerzas sin dormir. El resto era mejor que descansaran y reunieran toda la energía posible. Nadie sabía que se podían encontrar dentro de aquel Santuario.

Con los primeros rayos de sol dejó a Rosette recostada en la pared. Quería inspeccionar un poco más la entrada antes de acceder con todo el grupo. Bajó las escaleras que conducían a la entrada y creando una esfera luminosa, se adentró por el camino de la derecha. Dejó que la luz descendiera hasta llegar a una curva. Regresó sobre sus pasos e hizo lo mismo por el otro camino. Esas escalera aún eran más largas, pero tampoco mostraban nada más. Salió de la construcción para reunirse de nuevo en el campamento con todos. Ya estaban despiertos, preparando algo de café para tomar fuerzas. Se acercó a Rosette y acariciando su hombro le dio una orden. - Rosette, divide los grupos. Vamos a entrar.- La camiseta que llevaba quedó destrozada, llena de barro y sangre tras el combate. La dejó tirada donde estaba, cubriendo la parte superior de su cuerpo con el abrigo de cuero rojo. Recogió su espada, se acercó a las escaleras y comenzó a bajarlas. Tras descender tres escalones, se giró levemente para comprobar que todos le seguían. Siguió bajando con Lestrange ya a su lado. - No sabemos que vamos a encontrarnos ahí abajo. Si ves que el grupo o tú corréis peligro, da media vuelta y sal al exterior. Vamos a inspeccionar el terreno un par de horas y regresamos. Si cuando esté fuera no te veo, entraré a buscarte y te castigaré personalmente por desobedecer una orden. ¿Entendido Lestrange? - Su voz severa y autoritaria fue cambiando la entonación por otra más cercana y juguetona al hacerle la pregunta. - Soldado, su faltriquera.- Extendió una mano y sujetó la bolsa que le acercó el hombre. Rebusco en el interior y saco un par de relojes de bolsillo, entregando uno a Rosette. - Si no nos encontramos dentro, a las doce nos vemos en la puerta.-

Tras recoger el reloj, tomó su camino y desapareció con la pareja de soldados escaleras abajo. Atreyu por su parte emprendió su camino por las escaleras contrarias utilizando una esfera de luz para alumbrar el paso.

Las palabras retumbaron en su mente durante un largo rato, tarde o temprano combatirán de nuevo para descubrir si la paladina alcanzó el nivel del ministro. La próxima vez lucharían sin interrupciones ni mil ojos observando cada movimiento… ¿Cómo acabaría esa batalla? A pesar de haber demostrado sus habilidades en combate, aprovecharía el tiempo para entrenar y hacerse más fuerte para la próxima lucha.

La paladina no era para nada tonta, la mirada lasciva de los soldados fue bastante repugnante, no entendía como la maga era capaz de portar armaduras así. Quizás lo que más le molestó de eso fue la penetrante mirada del ministro sobre ella, sin duda admirando el cuerpo de Rosette. Esto le incomodó un poco, por ese tipo de razones no usaba ropa así, los hombres (y mujeres) se perdían en el físico.-Eso pasa cuando se está bueno, y demuestra que lo estamos.- Ignoró a la voz, no tenía fuerzas para soportar una discusión mental con ninguna de las dos, ya bastante dolor de cabeza aguantaba.
La respuesta tardó unos segundos en llegar, y de haber sabido lo que iba a decir se habría marchado a dormir sin mediar palabra.-Yo...- Quiso quejarse, negarse a la ayuda, que el cuerpo se fortaleciera por sí solo, sin embargo fue callada con el simple gesto del dedo sobre sus labios. El cuerpo entero de la paladina se tensó, su orgullo quería evitar la ayuda pero su parte racional le decía que era una morden y debía cumplirla. Por ese motivo no dijo palabra alguna, clavó sus ojos en los orbes ajenos mientras este curaba las heridas. Vio la lenta transformación del ministro, estaba descubriendo más cosas sobre él. Le miraba curiosa y sorprendida, la oscura piel se fue desprendiendo del dios oscuro, y de un momento a otro una extraña sensación de alivio y calor al envolvió. La sensación, ayudada con el cansancio y el sueño, hicieron que cumpliera fácilmente la siguiente orden. Cerró lentamente los ojos, nunca antes había tenido semejante facilidad para dormir, acostumbrada a pasar las noches en vela. La última imagen antes de la oscuridad fue la del rostro del regente frente a ella y finalmente oscuridad.

Despertó con la llegada del alba, miró a su alrededor examinando que todos los soldados estaban presentes pero ni rastro del ministro. Se levantó de golpe con expresión seria acercándose a los hombre que dormían.-¡Levantad el puto trasero! Debería daros vergüenza que sea la primera en estar en pie!- Los hombre salieron corriendo de sus cómodas camas improvisadas, dando vueltas buscando su equipo o preparando el desayuno. La paladina que odiaba el sabor amargo, tomaba un vaso de chocolate espeso y con nubes de azúcar que ocultaba, no quería que la vieran tomando una bebida un tanto infantil. En el momento del último sorbo notó la mano de Atreyu sobre su hombre, llamándola.-Sí, señor.- Dejó la taza manchada a un lado y se puso en pie de nuevo.-Vamos señoritas, es hora de jugar, espero estén preparados.- Señaló a la maga y al hombre herido.-Ustedes vienen conmigo.- Luego señaló al resto.-Vosotros con el ministro, quiero que le cuiden bien o no os molestéis en volver.- Los hombres tragaron saliva, probablemente preferirían quedarse allí encerrados que sufrir la furia de la rubia.
Tomó su lugar junto al ministro cuando bajaron la escaleras, cada grupo de soldado tras su respectivo líder. Una de esas infantiles sonrisas iluminó el rostro de la paladina.-Lo mismo digo, señor… mi deber es protegeros y de no hacerlo tendré que castigarte por no dejarme cumplir mi cometido.- Por supuesto bromeaba, pero tomó completamente en serio las palabras del contrario. Cogió el reloj de bolsillo que le ofrecían, examinando este para comprobar que estuviera todo correcto, un error podría resultar fatal. Tras esto hizo un gesto a sus dos acompañantes para que la siguieran por el camino dejando atrás al otro grupo.
Un profundo silencio se creó en el momento en que los tres quedaron solos, lo único que se escuchaba era el sonido de los pasos en el suelo encharcado. Al terminar de bajar la escaleras se encontraron en una amplia sala rectangular que conectaba con ambos caminos. Al ver al otro grupo a unos metros de ella, saludó con la mano efusivamente.-Ha pasado mucho tiempo.- Comentó entre risillas, continuando el camino. Otra escalera descendente más, cada vez iban más abajo ¿Dónde les llevaría? El camino desembocó en una habitación con forma de semicírculo con más escaleras adelante.  Al avanzar hacia la primera entrada los tres se detuvieron en seco al encontrarse con un gran foso ante ellos.-Buscad una forma de pasar.- Los dos se miraron entre sí confundidos ¿Cómo pasar? Examinaron el borde buscando una forma de pasar. La paladina estaba parada de pie contemplando cómo buscaban desesperadamente la solución. Se acercó para ver se acerca el obstáculo, golpeando sin querer una piedra en el camino. Los ojos de Rosette se iluminaron, había descubierto la respuesta al acertijo, y era bastante sencillo. Con aire sereno agarró a la maga del hombro, empujándola contra el foso de golpe. El robusto hombre quedó mudo al verla caer, ella alzó un grito de terror y desesperación al notar el empujón… pero no cayó, chocó contra el aparente foso. La mujer no entendía nada, estaba de rodillas sobre el foso, como si levitara.-Una ilusion optica ¿Veis? - Señaló el mecanismo que daba la imagen del foso. Con su habitual tranquilidad cruzó para llegar a las primeras escaleras descendentes que acabaron en un balcón.-No hay gran cosa...- Se alongó en el borde del balcón buscando algo. La voz entrecortada de la maga le llamó haciendo que se diera la vuelta. En la esquina opuesta del balcón se encontraba una criatura con aspecto de pez a dos patas y rondando el metro ochenta de alto.-Algo de acción de verdad, venga, debe ser sencillo para vosotros dos.- Los dos soldados se dedicaron miradas de perseverancia y se lanzaron al ataque sin esperar a su superiora. El hombre era un poco más grande que la criatura siendo una ventaja suficiente para enfrentarlo cuerpo a cuerpo. La maga aprovechó para lanzarle un hechizo de hielo congelando las piernas de la criatura en el suelo. Incapaz de moverse, el soldado apuñaló a la criatura repetidas veces hasta que dejó de respirar y el orbe cayó al suelo destruido. El ser allí clavado a causa del hielo con múltiples heridas de corte era una imagen inquietante.-Un mensaje para lo siguientes que vengan.- Dejando atrás el primer balcón regresando a la planta de arriba para continuar por el pasillo.

Continuaron el camino hacia la siguiente escalera, el primer combate no había sido muy difícil aumentando la confianza de los dos guerreros. Rosette estaba orgullosa de los resultados, los dos había unidos sus fuerzas perfectamente, una sincronización maravillosa… esperaba continuarán así a medida que el nivel de los enemigos aumentará. Un extraño sonido de “click” sonó en el momento en que alcanzaron la segunda escalera. La paladina apartó de golpe al hombre en el momento en que tres estacas de madera se alzaban cortando el paso a las escaleras. La cosa no terminaba ahí, del fondo de la sala aparecieron dos líneas luminosas que avanzaron velozmente contra ellos. Cuando uno de ellos tocó una piedra la cortó sin ningún problema. Lestrange supo de inmediato que corrían peligro.-¡Abajo los dos!- Ordenó al tiempo que se agachaba. La primera línea pasó por encima de sus cabezas, la otra que llegaba detrás era un tanto más baja.-¡Saltad!- Con un poco de fuerza pudo soltar sin problema el obstáculo. Después de todo una armadura más ligera tenía sus ventajas pero en el momento de luchar no le serviría de mucho. Una segunda tanda de luces apareció, y Rosette aprovechó el aumento de velocidad para ir contra ellos, en el último momento saltó por en medio de los dos, cruzando sin problema. Siguió corriendo sin pararse, llegando al final de la sala, en la pared de la misma una palanca de aspecto antiguo. El tiempo y la oxidación le dificultaron la acción, usó todo el cuerpo del cuerpo para hacer caer la palanca, y finalmente cedió en el tercer intento. La trampa mágica se desvaneció en el momento preciso en el que alcanzaba a los dos soldados. Estos respiraron tranquilos y esperaron el regreso de la paladina. Bajaron las segundas escaleras ascendentes, encontrándose de nuevo con otro balcón. Iba a quejarse cuando vio abalanzarse contra ella otra criatura como la anterior. La paladina fue lanzada varios metros, chocando contra el suelo un par de veces. El soldado embistió a la criatura comenzando un nuevo ataque cuerpo a cuerpo pero este ser parecía más listo. De un poderoso cabezazo se deshizo del guerrero, cortando de paso el golpe de la maga que pretendía repetir la jugada anterior. Los movimientos de la criatura confundieron a los dos luchadores, no esperaban ese comportamiento. El ser tomó a la maga aprovechando el despiste de esta, estrujandola con una sola mano. Lestrange se preparó para contraatacar pero el soldado se adelantó y corrió hacia el monstruo, cortando la mano que agarraba a la maga. Cayó al suelo junto con un reguero de sangre perteneciente al ser. La maga se puso en pie de inmediato, extendió la mano al cielo y provocó una pequeña tormenta eléctrica sobre la criatura. El soldado se acercó de nuevo, esquivando el intento de ataque, clavando la espada en el pecho hasta atravesarlo. No recuperó la espada, se alejó lo más que pudo. Un rayo salí de la nube impactando contra la espada, que haciendo como pararrayos condujo la electricidad por el cuerpo del monstruo. la criatura lanzó un chillido ensordecedor y explotó en mil pedazos. Los tres acabaron bañador en los restos de la criatura, a lo que Rosette no pudo evitar reír.-Ha sido genial, repetimos la próxima.- Los dos soldados no parecían tan contentos con aquella ducha asquerosa pero por lo menos había ganado. De nuevo los tres subieron las escaleras para alcanzar el final del trayecto… ¡Más escaleras! Bajaron cansados ya, después de subir y bajar tantos escalones debían tener los músculos a tope. Ante ellos un nuevo balcón, que para su sorpresa dejaba ver otro igual justo en frente, se acercó de nuevo al ver un figuras allí que sospechó eran el ministro y el resto de idiotas. El sonido de lucha le hizo mirar hacia atrás, sin esperar orden había iniciado la nueva batalla contra el tercer monstruo que ya sospechaban que encontrarian. A cada criatura que veían, más fuerte era, provocando que finalmente la paladina entrará en el combate. El monstruo la aplacó con fuerza empujándola hacia el borde del balcón. La paladina se agarró a la criatura evitando así caer al vacío, al borde de la barandilla con la criatura prácticamente encima suya. Haciendo acopio de toda la fuerza de la que disponía, le dio una patada a la criatura haciendo que retrocediera. Se sujetó a la barandilla del balcón y se puso en pie sobre esta. Aprovechó la altura para saltar más alto, cayendo sobre la criatura desde el aire. El monstruo trató de cubrir con los brazos pero solo sirvió para que fueran atravesados por la lanza, impidiendo que los moviera sin gritar de dolor. Acto seguido la maga usó un hechizo que poco a poco fue comprimiendo a la criatura. Escucharon los huesos romperse, los órganos explotar dentro del cuerpo… el cuerpo entero reduciéndose a una masa de carne. Pero para aliviar el sufrimiento del desgraciado ser, el caballero cortó la cabeza de esta. Salió rodando varios metros del cuerpo dejando un reguero de sangre. La maga ahogó un quejido de asco, no quería parecer blanda. La paladina cogió la cabeza amputada y metió la mano en la base del cuello cercenado. Los dos soldados casi vomitaron de asco al ver que la paladina usaba la cabeza a modo de marioneta.-Vaya…  se me ha ido un poco la cabeza.- Dijo moviendo la cabeza de un lado a otro mientras reía. De nuevo se acercó a la barandilla del balcón para buscar a las figuras que había visto antes. Efectivamente, se trataba del ministro y los otros seis tontos, probablemente pasando por las mismas situaciones que ellos tres.-¡Ministro! ¡Ey! ¡Estamos aquí!- Llamó la atención del otro grupo agitando los brazos… donde en uno aún conservaba la cabeza.-¡Mire, un nuevo juguete!- Abrió y cerró la boca del ser muerto un par de veces como si hablara. Respiró aliviada, el ver al regente sano y salvo le alegró en el momento.-¡¿Ahora qué hacemos, señor?!- Se quedó allí parada jugando con la cabeza esperando la respuesta de su superior.