• Décima Trama de Spirit Soul • Highway To Hell

Exactamente se cumplía una semana justa y el plazo se vencía, debían presentarse en la antesala del infierno para completar un proceso, faltar no era una opción cuando Astaroth apostó con Lucifer y eso no debía ser tomado como un juego más. Tres días estuvo el líder de los revolucionarios en inconciencia, por lo que como era de esperarse, Astartea no se despegó de su lado…No, se encargó de cuidarlo, de estar a su lado en todo sentido, porque así como estaba él, quizás demasiado expuesto a sufrir cualquier atentado a manos de un traidor. Era algo que podía ocurrir, entonces ella no se vio en otra posición más que extremar los cuidados, apenas se tomaba algún tiempo corto como para comer algo ligero o ducharse, ya que incluso renunció a sus horas de sueño sin importarle demasiado.

Cuando despertó de su letargo, lo notó débil o todavía con bajas defensas por la cantidad de almas absorbidas, pero fue cuestión de tiempo para que el tema en cuestión saliera a la luz y se decidió lo siguiente, los revolucionarios deberían acompañarlos por cualquier eventualidad que pudiese ocurrir entre medio, pero también se enviaron misivas a los tres reinos…precisamente a gente que presentaba un papel neutral o igualmente opositor ante al famoso gobierno. Ah sí, la paga era bastante buena, pero la promesa principal radicaba ante una promesa adicional de Astaroth que haría caer al gobierno a como dé lugar.

Esa noche, la fémina presentaba tal seriedad instaurada en su rostro como nunca, siendo que apenas intercambió algunas pocas palabras con los demás, se limitó a permanecer a la diestra del líder. ¿Estaba preocupada?, un tanto. Diciéndolo de un modo meramente rápido, conocía perfectamente bien las entrañas del infierno, las acciones de sus gobernantes y aunque no fueran precisamente a internarse en la boca del lobo…estarían ante la presencia de grandes potestades infernales, entre ellas su padre…Un ser de crueldad absoluta que se encargó de criarla, de formarla para que fuera precisamente lo que el deseara pero…todo se fue al mismo olvido cuando esta no tuvo mejor idea que unirse con Takumi. Solo restó esperar hasta que los presentes se juntaran frente a la mansión antigua de Spatium, tras unas precisas coordenadas como para asegurarse de alguna forma que ningún miembro nada deseado pudiese interceptarlos…Lo menos deseado eran los perros del gobierno así que todo se trató con sumo cuidado o delicadeza, pero considerando la situación en que a fin de cuentas, todo podía llegar a pasar…Isela estaba más que preparada para despedazar a cualquier miembro que no fuera propiamente neutral u opositor.

En el interior de la residencia abandonada se encontraba el portal que los conduciría directamente hacia el sitio ya pisado por los lideres revolucionarios…Entre destellos propiamente rojos como así también resabios de lo que parecía ser electricidad en esa misma tonalidad de color, fueron transportados hacia la ante sala del infierno. Visualmente no era el sitio que inspirase más confianza…no…un ambiente increíblemente denso que dificultaba la respiración, cuyos límites no se veían con facilidad ante la niebla sumamente espesa que amenazaba con cubrirlos, e incluso el zumbido reticente de numerosas avispas infernales…Estas tenían diferentes usos, aunque ninguno tan simple o entendible, picaban a los condenados para hacerlos sangrar o llorar de modo desgarrador, ya que las lágrimas de estos alimentaban a gusanos repugnantes que surgían del suelo para alimentarse de tal fluido. Estas avispas revoloteaban cerca, más no se lanzaban contra los visitantes, al menos…no inmediatamente.

Al ingresaron en esa dimensión, Isela adoptó ese aire propiamente delicado que le profería retornar a sus tierras, puede que sus colmillos estuviesen apenas más crecidos o eso se notaba cada vez que mantenía sus labios separados al intentar obtener un poco de aire adicional. Sus ojos presentaron el cambio mayor…pues abandonaron esa tonalidad violácea con reflejos celestes para pasar a ser completamente rojos, decididos, con un toque de maldad e incluso dulce lascivia que arrancaba suspiros…Las inscripciones antiguas desaparecieron de su muñeca derecha como si se consumieran…al menos la frase intrínseca de posesión a Adramelech, pero en la izquierda se trazó en un lenguaje netamente infernal similar al hebreo, lo que netamente era, ante los ojos del averno…la esposa de Astaroth. Finalmente, observó por encima de su hombro derecho a los demás presentes, asegurándose en cierto modo que no se alejaran demasiado…ya que a fin de cuentas, en esos dominios, no estaba completamente segura de poder “protegerlos”.

Sin más, con su mano izquierda acomodó algunas hebras de su cabello que era parcialmente sujetado por una delicada diadema que surcaba su cabeza de lado a lado. Observó a los alrededores y fue en ese preciso instante en el que de entre las mismas sombras, surgió Hades con su forma original…aquel felino del averno tan fiel que aparentemente decidió seguirlos y entre gruñidos constantes pero bajos terminó posicionándose al lado de Astartea. —¿Crees que venga una fracción de su ejército como la última vez?— Cuestionó al líder, ladeando apenas el rostro para observarle con profunda seriedad, más no miedo…No, esta vez sería diferente, debía estar a la altura del mayor, demostrarle a más de un demonio residente ahí abajo que a fin de cuentas…él la había elegido por buenas razones. Isela siempre sería una mitad, eso lo tenía en claro, pero no dudaría en hacer temblar los círculos infernales con tal de dar por asentado quien era…lo que era.

¡Ellos no podían faltar!, claro que no, ya que de un portal repentino como magnánimo, frente a los presentes hicieron su aparición las potestades máximas del infierno. En primera instancia, un hombre cuya belleza era capaz de resquebrajar el pensamiento racional e irracional, Lucifer con sus largos cabellos oscuros y ojos color zafiro, sonreía altivo pero con una crueldad tan inhumana como extrema, comandando la caravana. Le siguió Adramelech, quien observó a los presentes con esa mirada de repugnancia o desprecio extrema, clavando dicha mirada desafiante como carmesí en todos los presentes e incluso sobre su propia hija, sintiendo ese extremo deseo por destrozarla pero recordando la última advertencia que Astaroth le dedicó sin mucho reparo. Al final…pero no por eso menos importante, Belcebu, el demonio de cabellos dorados pero sadismo inconmensurable que parecía estar disconforme al perder el tiempo con lo que consideraba simple escoria…es decir, a todos los presentes.

La fémina elevó el mentón ligeramente altiva hacia su propio padre, a sabiendas que no volvería a dejar que la desesperación la dominase a nueva cuenta…Y ahí estaba, quebrantando una de las leyes infernales, puesto que ante Lucifer, ella no era lo suficientemente digna como para poder observarles a los ojos sin permiso. Se notó entonces el reflejo puro del odio en los ojos de la joven, conociendo que con la llegada de esos tres, ya nada era completamente seguro para nadie, pero oh…tampoco era idiota, estaban en territorio enemigo con las infinitas ventajas que estos poseían. Recurriría primeramente a la falsa diplomacia, por el bien de los acompañantes, pero estaba más que sabido que fiarse era un error imperdonable. ¿Vendrían los ejércitos infernales a rodear al grupo que se había presentado?, todo era una probabilidad…Una oscura como tentadora probabilidad en las Tierras de seres que eran obviamente el peligro máximo…Pobre e idiota de aquel que osara subestimar a esos demonios, tan arcanos como la misma creación, los ejes de la creación que ahora representaban a los pilares del propio averno. Irónica, sarcástica hasta el desborde, apenas hizo un ligero movimiento de cabeza ante ellos a modo de “respeto”, o posible “cordial” saludo. —Siete días exactos, pero que puntualidad— Sentenció con ese tono de voz envolvente, melodioso y atrapante, pero claro que en dialecto infernal perfecto.

Más allá de todo, el infierno le sentaba bien, revelaba ese aire impío e imponente que normalmente pasaba desapercibido bajo un velo de misterio en la Tierra. Tampoco estaba confiada ni mucho menos, cometer el error de confiarse o hacerse la superior en un sitio así sería posiblemente fatal. Mantuvo esa postura tan bien cuidada en lo que cruzaba los brazos unos instantes cortos, para luego elevar la diestra y llevar el dedo índice a sus propios labios, separándolos delicadamente solo para morderse la punta del mismo, pensativa, con esa mirada apenas entrecerrada que bien podía dictarse como fría, calculadora. —¿Qué tal?, a que es un precioso lugar— Mencionó a los demás presentes cual víbora venenosa que solo gustaba de incitar, sin girarse para observarlos hasta que a nueva cuenta, sus manos tomaron reposo a cada lado de aquel cuerpo delicado, en lo que solo esperar era la opción más inmediata.

Al frente se notaba el rio Aqueronte, que no era solo un conductor de almas hacia las propias entrañas del infierno…en las profundidades se encontraban horrores que escapaban de la creencia “humana” convencional, aguardando a cada desdichado curioso. A fin de cuentas los presentes se encontraban en la ante sala del infierno, nido de las almas o aberraciones que penaban en cada recoveco de tal fúnebre sitio.

Realmente había un interés particular en la rubia por conocer el infierno, no solo por conocer un poco más sobre su origen demoniaco si no que también sería una gran oportunidad de generar vinculos con distintas personas para que su nombre, su reputacion y su bolsillo se vieran en un futuro beneficiados solo para contactarle y ayudar en distintas pausas, ya había tenido la oportunidad de conocer a la jefe revolucionaria en ciertas ocaciones, pero jamás ha tenido una charla formal con Isela u otro Novarum Inferno presente. Se había preparado bastante bien para todo lo sucedido, llevaba consigo todo su arsenal, una armadura de cristal que apenas era visible que tapaba su cuerpo y no era notoria por el vestido que normalmente esta llevaba, además de traer consigo su guadaña, espada, Revolver y por supuesto su brujula que le permitía utilizar su Alquimia correctamente. ¿Qué se esperaría al llegar al infierno? Ni siquiera ella estaba segura de eso, pero como todo lo planeado llegó al punto de encuentro con bastante puntualidad. Lo primero que vio al entrar en la residencia abandonada fueron las tropas revolucionarias, algunos neutrales y tal vez (Si no le fallaba la memoria) algunos Rubinus.

Ahora que lo pensaba, ¿Astrid no vendría aquí también? Después de todo estaba bastante interesada por forzar su cuerpo humano innecesariamente, así que se le cruzó un momento por la cabeza, sin embargo no la pudo divisar por el momento al ver rostros que apenas y distinguía, reconoció tan solo a los Novarum y poco más realmente, su memoria no era la mejor para recordar rostros. Los destellos eran impresionantes, molestaban su vista un poco mientras que todos permanecían esperando para poder cruzar,¿Por qué se tardaban tanto? Después de todo ya los presentes habían llegado al punto de encuentro... aunque probablemente el ejercito de la revolución se pondría en marcha pronto así que por esta razón no dijo demasiado y en menos de lo que pensó ya todos se encontraban en el infierno.

Las aberraciones del infierno se dieron a relucir, gritos desgarradores, animales asesinos y una eterna tortura a aquellas almas que no obraron bien en vida y ahora debían pagar por sus actor hasta que sus pecados se redimieran por si mismos... la sencación al entrar era particularmente agradable, su cuerpo se sentía más ligero que de costumbre, también podía respirar con gran tranquilidad a pesar de la dura atmosfera del sitio, ¿Tal vez era porque simplemente se trataba de un Súcubo? era lo más probable a decir verdad y no podía negar que le sentaba bien estar allí. El caos del infierno era inimaginable, las historias de lo tenebroso y oscuro no se comparaban cuando se ve en vida, el ambiente caotico indicaba que realmente no lo pasarían para nada bien si decidían explorar tal mundo. Insectos asquerosos picaban personas, ella mantuvo la vista fija en cada uno de ellos pero realmente no creyó que fueran una amenaza mayor, los parasitos abundarían en un lugar como ese. -Será bastante interesante, ¿Cuanto tiempo aguantaremos en este lugar?-

A veces, hay que tener cuidado con lo que puedas soñar pues… no se considera fraude el hecho de que se puedan cumplir… Las pesadillas toman el control de nuestras mentes la mayor parte de las veces. Esa angustia por dentro impidiéndote dormir, atemorizando cada parte de tu cuerpo, incapaz de cambiar de camino, incapaz de salir una vez has entrado en ese mundo creado por tus experiencias, por tus locuras e inquietudes… por tus errores y tristezas. Podrías tratarlo como el mismo Inframundo… Pero eso solo te convertiría en una persona ajena a la realidad, desconocedora de lo que verdaderamente puede considerarse Infierno… dentro del mismo Infierno. Lugar donde la agonía, miedo, dolor, angustia se apoderan de todo tu cuerpo en el momento en el que tus descuidados pies dan el primer paso en su interior. Dicen que su arquitectura infernal es lo suficientemente tremebunda para hacerte llorar sangre, para provocarte tal ardor en los ojos imposible de ser aliviado incluso por manos celestiales; Su vegetación es escasa, más bien inexistente, pues la única vida que encontrarías sería la misma depravación. Un purgatorio de vastedad inimaginable; un Limbo Prohibido; un Universo de Horrores. Sin embargo, lo verdaderamente digno de enloquecer por su abismal existencia sería las grandes presencias que dominan dicho mundo… Aun así, todos sabemos que en los reinos se hayan demasiados libros escritos anónimamente con diferentes descripciones de ese lugar, por tanto, solo los “afortunados” de haber entrado y salido de allí son los únicos capaces de detallar lo que reside en él, algo que puede estar más allá de nuestra compresión. Los Líderes Novarum…


Desde que su mente se puso en marcha, sabía con demasiada exactitud que aquella mañana era el comienzo de un día donde su conocimiento sobre el mundo iba a dar un cambio drástico, donde todo lo que creía cierto podría o no cambiar. Pero ese momento aún no llegaría, por tanto, su rutina diaria comenzaba como cualquier otro día. Pantalones, camisa banca, chaqueta negra de seda, corbata y guantes. El Smoking estaba listo. Durante su ocupación, Adam actuaba como normalmente hacía, sin embargo, en su interior residía una esencia puramente negra colmado de ansia, llena de un irreflexivo deseo de conocimiento. ¿Llegaría a la locura? Sería algo cómico. Una persona tan sosegada, fría y profesional como Adam no podría llegar a tal punto de demencia. Es un Mayordomo de la Mansión Ichinose después de todo. Llegando al punto de controlar su temperamento sin apenas dificultad.

El escuadrón de sombras se abalanzaba sobre el día como siempre, venciendo y provocando la retirada del que horas antes aquel astro de fuego era quien reinaba sobre los individuos, iluminándolo todo a su vista en Spirit Soul. La noche tomaba protagonismo de nuevo, recibiéndonos con su oscura presencia, tan hermosa como siempre. El comienzo del viaje comenzaría tiempo después.

Su partida hacia el averno junto a sus Señores daba lugar, pero no sin antes darles instrucciones de trabajo a los encargados para el mantenimiento del orden y limpieza de la Mansión, como siempre hacía una vez el pelinegro abandonaba el domicilio. Su ropaje era el mismo; es bien cierto que pertenecía a la élite de los revolucionarios, pero aquello no era escusa alguna como para no acompañar a los líderes junto a su verdadero y primordial cargo que se le fue concedido desde el principio de su nueva vida, Mayordomo. Aquella incursión podría ser peligrosa, desde luego, pues se adentrarían en la tierra prohibida, donde la muerte no es más que un insignificante entretenimiento, un juego para los residentes de dicho lugar… donde la mayoría de nosotros no seríamos más que viles ratones ante las miradas vesánicas de la aberración. Su única arma era la homogeneidad; si el momento se tornaba impropio, el pelinegro intentaría enfrentar al horror con igual horror. Posiblemente no tendría alguna posibilidad de ganar, pero ante cualquier cosa, algo si tenía asegurado, pues la protección hacia sus superiores lo era todo. No infravaloraba el poder de Takumi e Isela, ni por asomo, los admiraba; sin embargo, en el ínfimo caso de suceder algo fuera de lo normal, no importaba si Adam no saliera de allí mientras hubiese conseguido algo de tiempo para sus amos.

Con cada paso que daba sentía total inferioridad mientras acortaba distancias entre su ubicación y el destino. Por fin habían llegado… El objeto que nos transportaría se trataba de un portal ubicado en una residencia. Allí, varios revolucionarios como sujetos de cargos neutrales se encontraban listos para el acontecimiento que surgiría en breves. Benjamin los observaba de reojo con indiferencia, sin ánimo de lucro, pues carecía de interés hacia ellos. Y así fue como, sin poder volver atrás por sí mismo, se adentraba por primera vez en aquella satánica dimensión. Permanecía en silencio, más bien por el hecho de ser incapaz de pronunciar palabra alguna, pues una esencia de tormento le asfixiaba por dentro. Allí, la misericordia era burlada por los seres del averno, no aceptaban errores, no concedían segundas oportunidades, no respetaban a la vida misma. Un lugar lleno de poder y consternación. Un lugar donde las almas más desdichadas a causa de sus pecados eran recibidas con tortura eterna. Con el paso de los segundos, Adam se adaptaba a la atmósfera del Inframundo. Podrían considerarlo como un desequilibrado, pero por un lado sentía afecto hacia dicho mundo, pues aquel ambiente lo consideraba algo bello, al fin y al cabo.

Las tres infernales eminencias se manifestaban ante la presencia de los revolucionarios. Era asombroso que existiera tal extremo poder viniendo de los tres seres. No era loco pensar la posibilidad de que, tan solo uno de ellos, nos pudiera reducir a cenizas sin importarle lo más mínimo, pero el viaje fue realizado por ciertos motivos, incluso tratábamos con un Adramelech entre el trio de Demonios, así que Adam consideraba tal hipotético caso con un veinticinco por ciento de posibilidades. Mantenía la compostura ante las entidades, contemplándolos con respeto, más no aprensión. El Mayordomo respondía con una sonrisa ante las palabras de su Señora. – Madam… Mi Señor… Es un honor haberlos acompañado al Infierno… - Situado detrás de ellos, el pelinegro continuó su comentario junto a una pequeña reverencia. – Quiero agradecerles esta oportunidad de poder conocer lo inimaginable para mi entendimiento. – Se trataba de la, seguramente, única coyuntura de ver con sus propios ojos aquel truculento arte creado por una naturaleza totalmente distinta de la que conocemos, por tanto, el mínimo error que cometiera no sería aceptado ni por él mismo. Solo debía actuar como siempre... con profesionalidad.

Éride no iba a perderse por nada del mundo aquella reunión masiva de revolucionarios que se arremolinaban ante una vieja mansión en Spatium, convocados por los líderes de los Novarum Inferno. La sacerdotisa podía imaginarse que se debía a consecuencia de los hechos producidos tiempo atrás en Prodigy City, los cuales no tuvo el placer de vivir en sus propias carnes. Por supuesto, eso no significaba que tuviera que mantenerse al margen en ese instante. Desde que recibió las noticias de lo acontecido, ansiaba ser partícipe (o, al menos, una mera espectadora) de los planes que los revolucionarios pudieran tomar a modo de represalias contra el gobierno, vencedor de aquella contienda de gran magnitud.

Marchaba a la vez que el resto, manteniéndose atrás del todo. A pesar de haber sido antiguamente la diosa de la discordia (y técnicamente lo seguía siendo), si tenía en cuenta el rango que poseía actualmente y consideraba el poder que ostentaban muchos de esos soldados en comparación con ella, no era digna de ponerse en el mismo lugar que un revolucionario de élite, por ejemplo.

Una vez dentro de la mansión, no tardó en ver el portal que conducía a una dimensión alterna. Una dimensión que, si bien no había tenido el placer de conocer previamente, sin duda no le resultaría en absoluto extraña, ni mucho menos desagradable. Y pudo comprobarlo segundos después, cuando todos los presentes fueron teletransportados al mismísimo Infierno. Con mayúsculas, puesto que no era el infierno en sentido figurado, precisamente.

El aire era tan denso que sentía que debía mantener los labios levemente entreabiertos para poder respirar aún más oxígeno (si es que había de eso en el averno), además de inspirarlo por las fosas nasales. Según pudo observar, no parecía ser la única que estuviese pasando por aquello. Por otro lado, un constante zumbido que provenía de unas extrañas avispas hacía que quizás la primera impresión de aquella dimensión no fuese la más… cómoda, pero sin duda alguna no podía quejarse de estar en esa situación. Al fin y al cabo, no todos los días una podía tener el honor de encontrarse en el infierno, de cara a Lucifer, Belcebú y Adramelech.

Por otro lado, cabía destacar que los gritos desgarradores de agonía y desesperación por parte de las almas condenadas que habitaban el lugar le producían un escalofrío que comenzaba en su coronilla, recorría toda su espalda y acababa donde ésta perdía su casto nombre. Si bien había logrado con el paso de los siglos aprender a mantener la compostura en cualquier tipo de situación, ésta vez sentía que necesitaba realizar un grandísimo esfuerzo por mantenerse impasible. Y sin embargo, conseguía hacerlo. Pero sin duda alguna, tenía que reconocer que, a su pesar, permanecer demasiado tiempo en el plano físico le había dejado huella: eso no podía ser bueno, ni mucho menos.

Las comisuras de sus labios se curvaron ligeramente hacia arriba al escuchar las palabras de Astartea, que se erguía frente al trío demoníaco con un porte orgulloso, digno de la esposa del mismísimo Astaroth. Por supuesto que aquél era un precioso lugar, ¿cómo negarlo? No podía estar más de acuerdo con aquello. Corrigió el gesto rápidamente, volviendo a dibujar en su rostro una mueca totalmente inexpresiva. No quería faltar al respeto ni siquiera con la más mínima tontería, así que no podía permitirse ni siquiera tener actos reflejos. Esto último iba a ser poco posible, pero tenía que intentarlo, de todos modos.

Mantuvo la mirada al frente, evitando clavar sus ojos dorados en los líderes revolucionarios y en los tres demonios. Sin pronunciar palabra alguna, se quedó en el sitio que le correspondía, esperando a que, tarde o temprano, se diera el inicio de aquella ansiada reunión.

-TRAMA PAUSADA-

Por el momento la trama quedara en pausa. Lamentamos las molestias. La trama se reanudara tan pronto como nos sea posible. Gracias por su comprension.

Los mortales cruzaron el portal que los llevaría exactamente a las entrañas de los horrores, donde ninguna posibilidad o esperanza se aguardaba para ellos más que sus propias habilidades. ¿Cómo podríamos empezar a describir tanto horror?, el traspaso de realidades pudo resultar confuso pero entre destellos rojos que ardían intensamente, los presentes se encontraban en la antesala del mismo infierno…El calor era desesperante, uno nunca antes sentido siquiera en la tierra, este calaba los huesos al punto de que pudieran sentir el intrínseco ardor en la masa ósea, la presencia de oxigeno era nula, o al menos en el mismo modo en que conocían todos aquellos mortales. No había que olvidar, estaban en el infierno que carecía de toda lógica, e incluso escapaba del entendimiento “humano”.

¿Qué era lo primero que se podía apreciar?, un incesante zumbido acompañado de chirridos, que si bien no eran ensordecedores, si constantes e increíblemente molestos. Podías taparte los oídos pero igualmente seguirían torturándote dentro de tu cabeza, en proximidad volaban enjambres enteros de avispas infernales cuya única finalidad es picar los cuerpos de entes con forma humanoide que solo podían retorcerse sin demasiada libertad…Solo había que ver esas figuras cercenadas por métodos indescriptibles que emitían gemidos de dolor constantes y sus lágrimas de sangre bañaban el suelo tan infértil como putrefacto pero también servían de claro alimento a gusanos en tonalidades grisáceas, viscosos pero tan asquerosos entre repetidos movimientos sin sentido alguno, estertóreos. La gran mayoría de esas entidades humanoides permanecían encadenadas, confinadas pero reviviendo sus horrores más externos de un modo abrumador segundo a segundo…¿demonios menores acaso?, no, tan solo cúmulos de almas incapaces de cruzar el nefasto rio Aqueronte a causa de una alta capacidad de indecisión cuando contaban con vida.

Contradictorio, irónico, pero el calor incesante parecía ser capaz de derretir el suelo en cualquier momento, tan agónico que realzaba el asqueroso olor de la misma pudrición que habitaba ahí en el lugar. Alzándose altivas al frente estaban las mismas puertas del infierno, increíblemente enormes como para que un titán en su forma real pudiese cruzar por ellas sin problema alguno…estas contaban con dos hojas, parecían estar forjadas por acero algo corroído, carmesí, con varios pasajes sagrados relatados con imágenes blasfemas. ¿La más destacable?, la de una poderosa figura masculina siendo sujetada por cada extremidad e incluso el cuello por las grandes potestades infernales, este ser siendo sometido a torturas en diferentes pasajes, este ser que todos ahí los presentes conocían como el Lord. Si, al parecer el monarca era digno de aparecer en esos grabados siendo diezmado por las huestes infernales hasta hacerlo desaparecer…Innumerables escenas se contaban ahí, hechos importantes ocurridos tanto en el infierno como la misma tierra, después de todo, esos mundos estaban más relacionados de lo que cualquiera pudiera creer. ¿Eran acaso revelaciones de un futuro o solo meros deseos plasmados?, nadie tenía respuesta a eso.

Las puertas empezaban a abrirse lentamente entre sonidos similares al de engranajes rozando contra otros aunque no se viera eso, liberando aun muchísimo más calor que con fuerza “golpeó” a los presentes, dándoles a entender que no sería del todo tan fácil la propia travesía, siendo quizás lo más sutil que ahí encontrarían. Detrás se encontraban tanto Belcebu como Adramelech, observando a los presentes en notable disgusto por tener que seguir las ideas netamente desquiciantes de Luzbell o Lucifer, era de esperarse que de buenas a primeras no dijeran palabra alguna, solo aguardando ahí expectantes entre un “cuadro” bastante desolador tras sus espaldas…La extensión del lugar parecía no tener fin y en proximidad parecía haber un sello demoniaco que seguramente funcionaba como portal, quien sabe a qué zona o sector de ese propio universo. La mirada de los demonios supremos desencajaba con cualquier otro parámetro ya conocido, en ellos podía notarse la misma crueldad con la que tales orbes malignos se posaron en cada uno de los presentes, como si no aguantasen el verdadero deseo por verlos agonizar destrozados durante toda la eternidad.