The way of the gods [Tramas 10 — 11; parte 2]

Autoconocimiento. Esa era la respuesta para conseguir más poder y para saber hasta dónde tenía sus límites. Una respuesta a una pregunta silenciosa que la Rubinus había formulado después de que el líder revolucionario y la súcubo a la que acompañaba lo hicieran en voz alta. Su propósito, aunque lejos del beneficio propio, poseía ese punto en común con ambos que podría dar a entender lo contrario. No dijo absolutamente nada y asumió la sabia contestación de dos de los magnánimos dioses. Sin embargo, aquel que respondió directamente a su pregunta le dejó con un mal sabor de boca. Sabía que aquellas deidades no intervendrían en las acciones de los mortales que habitaban Spirit Soul, pero no esperaba que ni siquiera tuvieran una opinión sobre el futuro del planeta, o más bien, que no quisieran tenerla.

El Lord parecía no tener cura alguna, pero los dioses ya sabían de alguien que pudiera tomar su lugar. La Rubinus cerró los ojos, puesto que no le sorprendía que alguien acabase sucediendo al monarca tarde o temprano, pero lo que sí le había llegado a tomar por sorpresa era el hecho de que existiese un heredero, un hijo biológico de aquel hombre. ¿Un simple muchacho sería capaz de gobernar todo Spirit Soul? ¿Heredaría la tenacidad de su progenitor, o sería un completo desastre que causaría el declive del sistema mundial?

Lo que Rah comentó acerca de los Zoé llamó verdaderamente su atención. Por supuesto, estaba totalmente en contra de la masacre que habían llevado a cabo contra ellos en su momento… y, por fortuna, parecía ser que varios de ellos habían sobrevivido a aquel terrible ataque. No tenía intención de engrosar las filas revolucionarias así como no pretendía que la balanza fuera a favor de los pertenecientes al gobierno, pero brindarle ayuda a aquellos seres era más que necesario, siendo la razón principal el hecho de haber sido severamente afectados por los caprichos del Lord. Probablemente, dado que el Ejército Dei estaba escuchando aquello, podrían llegar a tomar medidas para acabar con ellos, tal y como lo hicieron en el pasado.

No reaccionó de ningún modo cuando las esferas luminosas le envolvieron tanto a ella como a quienes estaban a su lado. Mantuvo los ojos cerrados, y tras unos segundos, apareció junto a los demás revolucionarios y neutrales en Revolution City. Apareció cerca de Ankabeth y, extrañamente, un poco más alejada de la súcubo, a quien Astartea le reprochaba por sus actos impulsivos. Astrid se llevó una mano al abdomen, palpando la pequeña cicatriz que quedó como rastro de aquella acción violenta de la cazarrecompensas, pero que afortunadamente fue sanada por Artemisa. Respiró hondo al escuchar el ofrecimiento de la segunda al mando de la revolución, pero no quería hacerse ilusiones. Aún no se había retirado aquella breve orden de captura, pero el hecho de haber creído que iba a morir en Omnia le llevó a no sentir tanto temor ante la posibilidad de ser detenida en ese momento.

Alzó una ceja ante la aparente arrogancia de Hikari. En su opinión, opinión que probablemente no diría jamás en voz alta a absolutamente nadie, aquella mujer podría haber sido una eminencia en el pasado, una heroína entre las sombras, pero que ahora nadie era capaz de recordar. Y como tal… ya no era quién como para otorgar permisos y derogarlos sobre cómo debía ser llamada, mucho menos ante alguien como Astartea. Vio alejarse primero a la segunda al mando y después a la cazarrecompensas, a quien decidió no seguir. Debía aclarar un par de cosas con Astaroth; aunque no sólo hablaría sobre lo que hizo en Omnia.

Al acercarse a él, agachó la cabeza levemente en señal de respeto. —Astaroth.—Volvió la vista hacia él, tras el saludo. —Lamento el malentendido ocurrido en Omnia. Quiero dejar constancia de que, al no haber recibido orden alguna de ataque, me vi en posición de tratar de detener un conflicto que estaba fuera de lugar en ese momento. Si bien mi posición es más bien neutral… debo aclarar que, precisamente, jamás daría nada por Fingon Sindar. Mucho menos mi vida.—Suspiró un poco, consciente de que quizás el líder pudiera dudar de sus palabras. No iba a explicarle sus motivos, puesto que eso no venía al caso. Aclaró un poco su garganta antes de continuar hablando, ésta vez cambiando de tema. —También me gustaría ofrecer mi apoyo en la búsqueda de los Zoé, así como en su protección. Ya que los Custos oyeron la misma información que nosotros, es posible que decidan peinar la zona y sacar provecho de ellos, o peor, hacer que acaben como sus congéneres de la Isla Dorada.—Lo que iba a sugerir a continuación debería hablarlo con Akatsuki. Pero dudaba que se opusiera, y de ser así, trataría de convencerle por todos los medios posibles. —Tanto si eso llegara a pasar como si no, los Rubinus Vigilis colaboraremos con ustedes a la hora de ofrecerles a los Zoé protección y asilo. No sé si esa es una de las cosas que pretenderán hacer de ahora en adelante, pero de ser así, cuenten con nosotros.—Vaciló un poco, para después extender la mano hacia Ichinose en señal de alianza pacífica, aunque no esperaba que llegara a estrecharla. Independientemente de su respuesta, dudaba quedarse en Revolution City. Quizás trataría de reposar de algún modo, pero en cuanto se sintiese recuperada, posiblemente acabaría marchándose. No por nada en particular, si no simplemente porque, precisamente en ese momento, no consideraba que tuviera que pararse a descansar si no era necesario.

La rueca había comenzado a moverse nuevamente y la lana del destino a afinarse y tensarse mientras las Parcas ansiosas esperaban a un lado del gran telar por el hilo de la vida, el telar debía comenzar a ser tejido nuevamente. Ya las condiciones estaban dadas y era tiempo de que el espíritu de Aldara se impusiese con mayor bravío sobre los berrinches de aquel que moraba en su interior.

Sus profundos orbes cósmicos seguían puestos en el sujeto de los pasos ligeros y su espíritu de batalla crepitaba cual hoguera vikinga a su derredor, tan potente como lo fueren cientos de leños al calor de una fuerte llama; sin embargo, el ser en lo profundo de su alma dio un enorme respingo y prácticamente le destrozó el esternón con un profundo dolor al momento en que aquella manifestación divina se dio por escenario en el gran teatro Omnia, extendiendo la rigidez de su espíritu cual rasgar de violín al vasto plano de montañas y calando sus pobres cuencos mortales con temblores mucho más allá que los que el mismísimo miedo a la muerte pudiese causar.

La joven Sashenka perdió el habla y el aliento sin remedio alguno, sentía la lengua hecha de cemento acunada por sus dientes y el pulmón completamente ahogado con aquel poder. En su interior, el antiguo se retorcía, desdoblaba, henchía y sacudía ferozmente, arrancándole costilla a costilla, vértebra a vértebra y picándole metafóricamente cada milímetro de sus órganos y alma misma. Podía oír claramente desde el interior de su envase las voces de aquellos inmaculados y el aroma de los mismos transitaba fluidamente por las fosas nasales de la joven, invadiendo su habitáculo, alimentando segundo a segundo aquel extraño comportamiento contra la dama que hoy lo acunaba en su humilde cuerpo.

Confusión, incomodidad e ¿Ira?. ¿Podía él sentir todo eso?. Era un dios como ellos y nunca antes había sentido aquella mezcolanza de emociones. ¿O es que nunca había vuelto a su antiguo hogar ni había sentido la presencia de sus hermanos por eso no había experimentado esto?. Ellos y otros como ellos lo habían condenado a aquella jaula mortal, desgarrándole las vestiduras de cielo y estrellas únicamente por su incondicional fascinación por el mundo mortal. Ellos y otros como ellos lo condenaron a contenerse completamente asustado dentro de las frágiles paredes de ángeles, mujeres bellas, sensibles y delicadas; las cuales en un solo suspiro terminaban por ser completamente destrozadas por causa suya.

Aldara por su parte sentía a la vida abandonar su cuerpo, filtrársele por la boca y desaparecer sin más. Se sentía amainada, efímera y completamente desnuda en la nada. El desequilibrio de su dios interno le arrebataba la vida al igual que lo hacía la presión causada por los llegados. A duras penas elevó la diestra con los parpados temblándole y los orbes un tanto aguados, como si las lágrimas estuviesen a punto de brotar. Solo quería ver sus dedos, su cuerpo… ¿Acaso algo gatilló la maldición? ¿Había llegado el tiempo de cristalizarse por completo? ¿Qué había hecho? ¿Qué estaba pasando?. El desconcierto más que nada la invadía, no había hecho nada hasta ahora y el tiempo parecía haber llegado a su final; sin embargo sus ojos entornados lograron notar que su cuerpo seguía intacto e inclusive recuperándose de todas sus heridas.

Intentó virar el rostro. Su poder. Era el poder de aquella omnipotente la que había ingresado a su cuerpo tan violentamente y había chocado con la esencia de su propio dios desequilibrándola por completo. Respiró, agitada, pesada. Las piernas no le respondían y él no ayudaba mucho susurrándole cosas al psique. ¿Estaba furioso?. ¿Contra ellos?. Aldara fijó la vista en los dioses de manera vaga y trasladó como pudo, intentando no dejar a la vista del resto su profundo aplacamiento espiritual. Las voces de los mismos finalmente la traspasaron cual saetas y su cuerpo cayó sobre sus rodillas rendido. Cerró sus ojos y suspiró profundamente regañando al ser en si interior, pues era ella quien ahora se encontraba ante ellos y era ella quien mandaba en ese cuerpo.

Sencilla, la joven Custos adoptó la marcialidad y humildemente bajó la cabeza ante los Señores mientras oía sus palabras e inmediatamente estos demandaron por su presencia, la misma respondió con una profunda reverencia, más sus labios permanecieron completamente sellados. Sus oídos recolectaron absolutamente todas las palabras y cuestiones expuestas para guardarlas en lo profundo del corazón de la dama. Ese no era el momento de hablar y menos teniendo a un Chronos descontrolado en lo profundo de su ser. De hecho su mente se fisuro ligeramente ante las revelaciones con respecto a las verdades oscuras que se escondían bajo el tapete del Gobierno, solo pudo soltar un ligero suspiro y bajó aún más la cabeza tomando especial atención a dicho punto, a la situación de los Zoé y por sobre todas las cosas a la misión encomendada a su facción y al objeto impuesto a los opuestos.

La dama prefirió acatar con sencillez cada situación desdoblada y llevándose una mano al pecho acalló la ira de Chronos con sus propios pensamientos. Elevó la mirada hacia el Primo Dei e inclinó la cabeza en son de aceptación ante lo expresado, pues como Oficial del Gobierno que era, ahora tenía no solo dichos objetivos puestos frente a sus pies, sino también los propios. La vida en Spirit Soul era mucho más importante para ella al igual que lo era para su impoluto.

Lentamente el cuerpo se le fue aligerando a la par que los divinos los condujeron nuevamente a su origen y tras posar los pies sobre la dureza del mármol de Dominus, la dama de cabellera rosa deshizo la invocación de la armadura de Ethro en una oleada de pétalos de rosa, quedando nuevamente vestida con su sencillo traje de viaje hecho girones y cargado de sangre. Suspiró profundamente y observó profundamente a sus compañeros de armas notando la pesadez en cada uno de ellos. No se le ocurrían palabras de aliento, ni siquiera de apoyo… la situación había tomado un color muy oscuro y perverso.
El Señor de Señores agonizaba, su pasado cargaba con sangre más inocente de la que pudiese cargar una revolución normal y sus acciones ahora caían en tela de juicio. Soltó otro suspiro y suavemente habló – Es tiempo de hacer valer la justicia y la paz por la cual hemos luchado todo este tiempo. Debemos actuar con inteligencia y estoy segura que la buenaventura nos sonreirá. Por Spirit Soul… - finalizó delicadamente y se despidió con una profunda reverencia partiendo hacia su habitación con la mente rememorando palabra a palabra de lo expuesto por todos en Omnia.

Había quedado en ridículo, había sido humillado por varios de su bando. Quizo seguir hablando al respecto, sin embargo opto por callarse y no buscarse más problemas. ¿Cobarde? ¿Miedo? ¡Eso jamas! Esas palabras no estaban en su vocabulario. Era sensato, era analítico y lo que trataba era evitar era su muerte y la de los demás, pero solo quedo como un tonto.
Permaneció en silencio con ira en su interior y simplemente asintió a lo que los lideres dijeron, ignorando a cualquier otro pues los demás no importaban. De seguro tendría algún momento después para hablar y justificarse y así redimir la supuesta insolencia que había hecho pero antes de que se diera cuenta había perdido la movilidad en sus brazos pues habían sido atravesados por dos disparos de parte del líder de la revolución. Se quedó en shock, hizo muecas adolorido, sin embargo no grito, solo rechino los dientes y estuvo a punto de caer de rodillas pero no lo hizo. Permaneció de pie,tratando de conservar la dignidad que le quedaba, se miro los agujeros por donde habían pasado las balas y trató de conservar la calma para no mostrar más debilidad de la que supuestamente había mostrado. Permaneció en silencio y simplemente espero mientras miraba la sangre teñir su ropa, escurriendo por su cuerpo hasta formar pequeños charcos bajo sus pies .

Esperó a que todos atravesaron para el portal y caminó tras su grupo con los brazos inertes...  Fueron recibidos por una luz segadora y un sentimiento embriagante, indescriptible. Miró una disputa que surgió en cuanto pasaron el portal, pero Alek se quedo quieto, solo observando , pues mucho no podía hacer con sus brazos de esa manera. ¿Que podía hacer ahora? ¿Cómo seria capaz de arreglar el problema en el que se había metido? Necesitaba de urgencia limpiar su reputación pero tardaría tiempo en encontrar la respuesta.

Siguió al grupo hasta presentarse ante las divinidades. El rostro de Alek estaba apagado, sus ojos no tenían brillo. Se arrodillo sobre una pierna al estar en presencia de los dioses y agacho la mirada al escuchar la historia pues estaba concentrado en sus palabras pero también un tanto perdido debido a la conmoción. Se embriago de conocimiento otorgado por los dioses. Tomo notas mentales sobre todo lo que había ocurrido, sobre todo lo que había escuchado, las voces, las caras y los nombres de los demás se quedaron grabados en su mente, unos mejores que otros, sin embargo también olvido varias cosas pues su cabeza no estaba trabajando como de costumbre. Siguió a su grupo y tras largo rato se levantó del suelo, recuperando la movilidad en sus brazos gracias a la diosa Artemisa y levantó la mirada.

Admiro aquel lugar una ultima vez, pues seguramente pasarían miles de años antes de volver a tener una oportunidad como esa, una oportunidad que de seguro había desaprovechado y echado a perder con sus acciones. Se esfumaron del lugar y volvieron a sus respectivos "hogares". Reaparecieron en un sitio familiarmente conocido por los revolucionarios y permanecieron ahí.

El revolucionario warrior buscó al líder ,quien le había disparado , con la mirada y se acerco con lentitud hasta llegar frente a el y agachar la cabeza tras hacer una reverencia. -He sido un inútil y he recibido un castigo bien merecido...- Levantó la mirada levemente aceptando sus errores, con una expresión calma en su rostro y un aura tranquila. - Pero quiero corregir mis errores y explicarle lo ocurrido en el ultimo circulo si es que me lo permite. Pienso limpiar mi nombre y mostrarle lo que verdaderamente valgo, así le hare justicia al cargo que se me ha dado.- Se atrevió a mirar Takumi a los ojos y simplemente esperó.

Vaya viaje... Que tontería.