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SISTEMA MUNDIAL DE SPIRIT SOUL
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Categorías | Chaos | Spatium | Tempus | Revolucionarios & Anti gobierno | |
Territorio | 225 | 240 | 110 | 80 | |
Infraestructura | 170 | 320 | 330 | 60 | |
Vehiculos | 150 | 150 | 195 | 250 | |
Armamento | 90 | 21 | 21 | 45 | |
Soldados | 80 | 70 | 70 | 110 | |
Prestigio | 80 | 50 | 120 | 120 | |
Total: | 1435 | 3747 | 1531 | 2085 |
MEJORAS MUNDIALES DE SPIRIT SOUL
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Categorías | Chaos | Spatium | Tempus | Revolucionarios & Anti gobierno | |
Vehiculos | Lvl 0 | Lvl 0 | Lvl 0 | Lvl 0 | |
Infraestructura | Lvl 1 | Lvl 1 | Lvl 1 | Lvl 1 | |
Armamento | Lvl 1 | Lvl 1 | Lvl 1 | Lvl 1 | |
Links Necesarios: | Info del sistema | Ramas de mejoras | Tierras dominadas | Contador de puntos |
MEJORAS DE CHAOS
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Tipo | Nivel | Mejora | Adquirida el día | ||
Mejora de Armamento | 1 | Armadura reforzada. Los soldados cubren su espalda, hombros, y brazos con armaduras mágicas. (+17 puntos al dado de defensa de cada soldado) | 26/5/2016 | ||
Mejora de Infraestructura | 1 | Geisers de lava.Tus murallas son cubiertas por geisers de magma que queman todo lo que se acerca. (+100 hp a cada muralla al defender de una invasión) | 21/8/2016 |
MEJORAS DE SPATIUM
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Tipo | Nivel | Mejora | Adquirida el día | ||
Mejora de Armamento | 1 | Pólvora Delux. Las armas del reino sufren una mejora total. (+20 al dado de ataque de cada soldado) | 26/5/2016 | ||
Mejora de Infraestructura | 1 | Se refuerzan las murallas del reino en edificios gubernamentales. (+100hp a todas las murallas al defender de una invasión ) | 24/8/2016 |
MEJORAS DE TEMPUS
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Tipo | Nivel | Mejora | Adquirida el día | ||
Mejora de Infraestructura | 1 | Campo tecnológicamente alterado. Un campo electro-magnético rodea tus murallas protegiéndolas del daño enemigo. (+150 hp a todas las murallas al defender una invasión) | 26/5/2016 | ||
Mejora de Armamento | 1 | Cañón electromagnético. Los soldados son armados con tecnología de punta. (+15 al ataque de cada soldado) | 21/8/2016 |
MEJORAS DE REVOS & ANTI-GOBIERNO
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Tipo | Nivel | Mejora | Adquirida el día | ||
Mejora de Armamento | 1 | Armas cortantes (Espadas): los forjadores y herreros abdicados a la revolución son considerados los mejores entre las regiones. (+20 al dado de ataque de cada soldado) | 26/5/2016 | ||
Mejora de Infraestructura | 1 | Diavolik Force. La manipulación con éxito de materiales para crear tus murallas, hace que la protección que esta otorga aumente considerablemente. (+120 hp a todas las murallas al defender de una invasión) | 21/8/2016 |
Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
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Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
Recién llegado a la ciudad de los samuráis y ropas tradicionales, el joven pelirrojo se encontraba caminando curioso por las calles. Observando en prácticamente todas las direcciones, pues como un niño pequeño, el semidragón buscaba con su mirada todo lo que podía pues nunca había logrado antes estar dentro de aquella ciudad, que tan renombrada era en todos los reinos. Tenía la curiosidad de un niño, pues a veces, el joven pelirrojo se mostraba como uno. Era muy curioso, y a veces, quería descubrir todo, lo que llevó en su infancia a ser un problema para sus padres. Pues aquella familia noble, no podía tener un hijo que anduviera husmeando en secreto, o escapándose de los castigos, para explorar la ciudad y los alrededores, algo que en verdad le gustaba mucho al pelirrojo cuando pequeño. Si bien, ya no era el mismo aventurero en busca de respuestas, se podía notar algo de aquello en la personalidad del joven, pues cuando una idea se metía en su cabeza, era difícil que se le quitaran. Por no decir, que la única forma era darle algo más interesante en lo que pensar, pues en verdad, tampoco había muchas formas para hacer que James olvidara algo que quería hacer. Pues aunque fuese olvidadizo, no lo era con lo que le importara, eso se demostraba, como al encontrar algo más interesante, se olvidada completamente de lo anterior.
A pesar de todo, creía que aquella ropa tradicional le iba bastante bien, pues había logrado encontrar una que combinara blanco y negro, como el solía vestir, cargando así las gafas sobre la frente, mientras ocelot descansaba entre sus ropas. El felino tenía algo más de sueño que su compañero semidragón, pues el pelirrojo estaba bastante activo, algo extraño pues era todo un vago. Seguro era por la curiosidad que sentía por ese lugar, pues por las horas que eran, su momento de siesta había terminado hace ya unas horas, asique debería encontrarse cansado, o al menos con algo de sueño. Su caminar por las aceras de la ciudad no era acelerado, más bien, el mismo era lento, como era costumbre en un vago como él, sin apuro, pues en verdad no lo tenía, y sonriendo con orgullo en todo momento. No había mucha gente por allí, la poca que por las calles caminaba parecía ir tan tranquila como James, pero estas sin la mima curiosidad. Realmente James no iba concentrado en mucho, su mirara divagaba sin prestar verdadera atención a todo, solo mirando por encima, pues nada en verdad interesante lograba encontrar a plena vista por las calles de aquella ciudad.
Sin embargo, tampoco se hizo esperar algo que llamara la atención del semidragón, pues a no muchos pasos de él, vio un pequeño ratón aparentemente herido, pues el mismo no era capaz de caminar, pero chillaba repetidas veces. Aquella imagen no provocó nada en el semidragón más que extrañeza ¿Que hacía un roedor a medio morir en mitad del camino? Era lo mas interesante que se había encontrado en Oishi por ahora, y como si fuera poco, él felino rápidamente despertó ante los chillidos del roedor, saliendo como un cohete hacia el mismo, para devorar a su presa rápidamente. No era la primera vez que el pelirrojo veía a su compañero hacer aquello, pues Ocelot devoraba rápidamente todo lo que podía y se encontraba, sin piedad alguna, después de todo, el pequeño felino nació como un animal salvaje, y era un cazador por puro instinto. Ante aquel acto, James no hizo mas que soltar un suspiro, y mirar un tanto molesto al felino. ¿Molesto por que? Por nada en verdad. Molesto porque la ciudad parecía ser completamente aburrida, diferente a lo que todos contaban, pues aquella ciudad era enaltecida por casi todas la bocas que le hubiera visitado. - ¿Tienes hambre Ocelot? - Consultó cruzándose de brazos y arqueando un poco su ceja. Ante aquello, el felino respondió con un maullido y lamiendo un poco los cabellos de su pata, como ignorando le, volvió hasta donde James, para escalar el mismo hasta llegar a su hombro. - Perezoso - Le susurró el pelirrojo hacia el pequeño de bigotes, pues el mismo nunca prefería la opción de caminar por si mismo. Tras aquello, volvió a comenzar su caminata, observando en todas direcciones curioso de la ciudad.
- Kimono:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Re: Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
Actualmente me encontraba en Oishi, pues mi asistente me había dejado venir, obteniendo lógicamente permiso antes para que pudiera salir. Mi asistente mismo me informo de que en esta ciudad no se podía venir con la ropa que poseía, así que había mandado a hacerme un kimono con las mejores telas que hubieran en Spirit Soul. Era obvio que me sentí culpable por esto, pues era como si yo misma les hubiera obligado y prefería no abusar de mis sirvientes o así por ser de la nobleza, pero ya que lo habían echo, tampoco les iba a hacer el feo, por eso opte por llevarlo puesto. Se trataba de un kimono rosa suave con estampados de flores del mismo rosa aunque algo más oscuras. En mi cintura tenía la cinta fucshia para hacer que el kimono se sostuviese de la manera en la que estaba de forma, el cual estaba firmemente apretado para que no se soltase. Ahí tenía mi pasador de oro por si acaso, pues siempre debía de estar preparada. Esta vez lo que sujetaba mi largo cabello para que pareciese recogido como siempre lo tenía como si tuviera dos orejas de conejito por la cabeza, era una coleta de perlas que tenía el dije de una flor. Igual sujetaba un abanico en mi mano, el cual tenía estampados de flores. Para acabar, también tenía unas sandalias negras y las tiras rosadas. Obviamente estaba más que feliz, pues este tipo de ropa me parecían demasiado bonitas y era la primera vez que vestía un kimono. Por eso me sentía feliz y por el hecho de visitar una nueva zona, que por lo que sabía por mi asistente, era un lugar calmado, así que por eso en parte no sabía porque traje mi pasador, pero siempre estaba el dicho de que más vale prepararse por si acaso.
Pensaba que no me merecía este tiempo de descanso, pues por una parte sentía que debía de seguir encerrada para perfeccionar más mis habilidades, porque no quería que se volviese a repetir con lo del Duramboros. En ese instante me sentí débil y era algo que nunca iba a poder superar realmente, pues sabía que esto seguiría persiguiéndome hasta quien sabe cuanto. No estaba prestando mucha atención a lo que hacía la gente de mi alrededor, no pudiendo evitar quedarme quieta por un instante, mirando el suelo. ¿De verdad había dejado todo el combate a mi primo? Es lo que pensaba, cosa que me deprimió por un instante, hasta que moví ligeramente la cabeza de un lado para otro, tratando de que esto se fuese de mi cabeza. Tenía que tratar de pensar en el lugar en el que estaba, no en eso, pues ya bastante me había echo sentir culpable y sobre todo una inútil, pero ya seguiría pensando en eso cuando llegara a mi hogar y me pusiera de nuevo a forzarme a mejorar aun más. Evidentemente tenía pequeños moretones en las manos o brazos, aunque las primeras las podía ocultar al meter las manos dentro de las mangas del kimono y aparte de demás zonas de mi cuerpo, pues me había excedido de forma exagerada conmigo misma, como si yo misma me forzara a mejorar demasiado aunque no me lo pidiesen, aunque eso perjudicara mi cuerpo o animo. Pues solo quería mejorar ya fuese para proteger a los demás, ser útil o hasta para que al menos mi familia supiera que existía.
Retome mi camino, omitiendo tales pensamientos anteriores, escuchando como algunas personas hablaban de forma animada a mi alrededor. Por un instante me sentí completamente sola. ¿Por qué no me había traído a Pokku? Pensé para mis adentros, pues de ese modo no me habría sentido sola o también podría haber llamado a alguien, aunque esto ultimo y lo otro lo deseche enseguida, recordándome de que yo misma no quería molestar a nadie y mucho menos a Pokku, a pesar de ser mi amigo, el cual vivía hasta conmigo por suerte. Seguía entonces tan ensimismada con mis pensamientos que hasta me choque con una persona, casi cayéndome al suelo, aunque por suerte me mantuve. —¡Lo-lo siento!— Me disculpe enseguida sin ni siquiera fijarme de quien se trataba, agachando la cabeza arrepentida, pues sabía que había sido totalmente mi culpa. —¡¿Qué te crees que haces?!— Escuche decirle o mejor dicho, gritar a un señor, sin atreverme a levantar la mirada, pues me sentía avergonzada por estar distraída y haberme chocado con alguien. Mi mirada solo se mantenía sobre el kimono del señor, aunque cuando fui bajando esta un poco más, me di cuenta de que tenía una mancha húmeda en su ropa y ahí me di cuenta de que le habría echo derramar alguna bebida sobre esta y en efecto, al fijarme mejor, en una de sus manos tenía una botella de sake abierta. —¡Esto me lo vas a pagar mocosa!— Asentí varias veces obviamente, aunque no traía dinero conmigo, así que no sabría como hacerlo. —So-solo que deberías de es-esperar, no me tra-traje dinero y debería de ir a...— No pude continuar más cuando trate de moverme del lugar, pues de repente la voz del hombre me callo enseguida, el cual sujeto con algo de dureza una de mis muñecas de la mano, haciéndome algo de daño. —¡De aquí no te vas niña!— Me encogí en el lugar, escuchando un par de murmullos de la gente, la cual comenzó a rodearnos un poco para ver que estaba pasando. —Pero..— Nuevamente me corto el contrario. —¡Cállate! ¡De aquí no te mueves dije! ¡Lo vas a pagar! ¡Este kimono me costó caro mocosa!— Me volvió a gritar, sin saber que decirle o hacer, pues este me sujetaba con firmeza de la muñeca del brazo y parecía que las demás personas no querían interrumpir o meterse en problemas. Cosa que agradecí, porque no quería que nadie tuviera problemas por mi culpa realmente.
- Kimono:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Última edición por Kougyoku Ren el Miér Dic 16, 2015 11:36 pm, editado 1 vez
Re: Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
El joven exnoble no pudo ver mucho, pues la gente comenzó a taparle la visión, lo que le llevó a acercarse lentamente en pasos calmados hacia aquel revuelto. No demasiado apurado, la pelea no se iría en un pestañeo, y tampoco estaba tan lejos, como no era demasiada la gente que le tapaba el camino. A pesar de eso, estaba ilusionado con lo que se imaginaba que podía estar sucediendo. A lo mejor podía encontrarse con algo interesante, que le quitara del aburrimiento de esa ciudad, una pelea entre algunos borrachos, o algo parecido, cualquier cosa que no fuera tan monótona como la gente caminando por las calles. James seguía acercándose, oyendo ese par de gritos que no alcanzaba a comprender muy bien que decía, hasta que estuvo los suficiente cerca para abrirse paso entre un par de personas que le cortaban el paso, dando algunos bruscos empujones a estos mismo. Pues el pelirrojo no tenía respeto de aquella forma, el orgulloso y egocéntrico joven se creía por encima de los demás, eso llevaba obviamente a no pedir permiso, si no, reclamar el lugar que quería dando empujones y apartando a la gente sin un poco de consideración. Por suerte de ellos, nadie parecía estar en desacuerdo con él, pues solo unas pequeñas miradas se encontraron con el ceño fruncido del joven, lo que fue suficiente a que no pusieran queja alguna.
Completamente lejos de lo imaginado, se sorprendió bastante ante lo que se encontró, la joven de cabellos fuchsia, la niña piojosa que había conocido hace algo de tiempo en una biblioteca del reino de Spatium, un lugar bastante lejos de allí, por lo que obviamente no se esperaba la coincidencia de verle o encontrarle en este reino, ni precisamente en aquella ciudad. Lo primero que hizo, fue poner una cierta sonrisa al verle, de manera inconsciente, al momento en que el felino sobre su hombro alzaba la mirada y se encontraba con ella gustosamente. De un momento a otro, como una marea de estos, muchos sentimientos y sensaciones llegaron al pelirrojo, que creía haberse olvidado de ella antes de ese encuentro. Pues como recordaba, la única vez que la vio, esta le dejó con un par de sensaciones agradables pero inexplicables, que hacían gruñir y fruncir su ceño al pelirrojo. Más que asombro, estaba un tanto molesto de encontrarla, recordando lo que había pasado, como ella le había despertado esas sensaciones que hasta el día de hoy seguían sin explicarse por parte del semidragón. También recordando los gritos que se había llevado por parte de ella, y algunos golpes de aquel día, pero eso no evitaba que recordara lo bien que sintió un par de veces, y como le divertía verle tan enojada y rabiosa por los simples comentarios de él. Al igual rápidamente llegó a su mente el incidente con la biblioteca, en el cual habían comenzado todas esas sensaciones, quizás por la cercanía que experimentó esa vez, cuando quedó sobre ella protegiéndole de la biblioteca casi en un acto reflejo, sin pensar verdaderamente lo que hacía.
Sin saber verdaderamente como sentirse, dio un paso al frente, portando sus aires de superioridad, sonriendo con orgullo, mientras Ocelot buscaba esconderse dentro de kimono, el cual dejaba el pecho de James descubierto. – Piojosa… siempre causando problemas a la gente – Musitó el pelirrojo, sin alzar mucho la voz, clavando su mirada en Kougyoku. Usaba aquel apodo, que sabía le molestaba, y quizás el costaba más recordar el nombre de ella. Sin embargo, esperaba por verle molesta, para divertirse un poco, al menos hasta que notó la verdadera situación. El tipo aquel, aparentemente bebedor de sake, iba sosteniendo a ella por la muñeca algo enojado, y por la expresión de su cara, seguro buscaba hacerla algo malo a ella. Casi por instinto, James no puedo evitar fruncir su ceño, y apretar los dientes con algo de furia. Su expresión molesta, se giró rápidamente hacia el rostro del tipo, mirándole amenazador desde sus azules ojos afilados. No se podía explicar bien porque estaba enojado de un momento a otro, pero claramente era el ver como aquel tipo le estaba tratando, aunque ellos a penas se conocían, y por nada del mundo James era de preocuparse por otras personas, si estas no eran en verdad cercanas a él. No tenía mucho sentido, pero cuando notó lo que el tipo hacía, un calor llegó al pecho de James, se trataba de pura furia, y deseos de quemar algo claramente. Colocó su mano sobre el brazo de él, por encima de las telas de su kimono, para comenzar a apretarle el mismo, siendo el brazo que sostenía la muñeca de Kougyoku. – ¿Porque mejor no te alejas de ella?- Musitó James, apretando cada vez más en su agarre, y mostrándose molesto. –Créeme, no suelo pedir las cosas, así que estas teniendo bastante suerte – Agregó, completamente firme en lo que decía. - No me has encontrado de mal humor, aun tienes una oportunidad para no llevarte una buena paliza - Decía sin dudar ni un poco. – Estoy seguro que no te gustaría que tu vestidito caro tuviera algunas quemaduras… aunque tampoco te sería bonito si estas llegaran a tu piel – Musitó, poniendo una sonrisa algo sádica en su rostro, con aires de soberbia, por la idea que se le hacía en la cabeza de quemar el brazo de aquel tipo.
Re: Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
Parecía que se estaba meditando lo que le dije, aunque luego me miro con burla. —¿Te crees que voy a caer así de fácil?— Pensé en recalcar de nuevo al hombre que de verdad quería pagar por sus telas, pero al escuchar una voz que me resulto desagradablemente familiar, me dejo en silencio. Al voltear mi rostro, mis ojos divisaron un torso expuesto primero, a lo que mis mejillas se encendieron ligeramente, levante entonces la mirada y me encontré con los ojos azulados de a quien menos esperaba encontrarme. Si, exactamente era el lagarto, el cual no pensaba que rondase por Chaos, pues la ultima y primera vez que me encontré con él, fue en Spatium. Me sentí nerviosa al haberle visto su pecho expuesto, a pesar de que hace poco había ido a la playa y había entendido que era normal eso para la gente del exterior, pues yo solo había visto nada más salir de mi hogar a una sola persona hacer eso en un parque, aunque en la playa eran demasiadas y pensaba haberme acostumbrado, pero pareció que no fue así al ver el torso del pelirojo, aunque estos nervios eran totalmente diferente a los demás que había sentido al ver a otras personas con el torso semi expuesto, por eso no pude mantener la mirada en esa zona. Nuevamente recordé todo lo que había pasado con él en ese entonces. Aunque estaba más concentrada en el señor, bajando la mirada al suelo, pues no sabía que responder al lagarto, aunque quería gritarle por llamarme piojosa, pero ahora mismo no estaba concentrada en eso, sino en lo que estaba pasando actualmente. Pues era lógico no poder poner atención a lo otro, dejando de tener entonces las mejillas rojas.
Mi cabeza estaba bloqueada, no sabía que hacer, pues no parecía convencer al hombre. —¿Quien te crees tu para interrumpir? Estaba hablando con esta mocosa.— Escuche decir eso al señor, sabiendo que se refería al lagarto. ¿Por qué no le gritaba y trataba de defenderme? Quizás era por no querer meter la pata y mancillar más el apellido, pero si me quedaba callada también podría ser malo. ¿No? De repente escuche un quejido, a lo que levante la mirada un poco del suelo, fijándome de que el pelirojo le había puesto la mano sobre el brazo del contrario, el cual sujetaba mi muñeca. El lagarto le dedico unas palabras, a lo que me hizo mirarle confundida y extrañamente algo en mi interior comenzó a invadirme, como un sentimiento de felicidad inexplicable. Me era totalmente extraño escuchar esas palabras de él y sobre todo por el hecho de protegerme. Porque eso es lo que hacía. ¿No? Aunque sinceramente no quería que nadie resultara herido, pues las palabras del lagarto podrían ser tomadas como amenazas en vez de avisos. —La-lagarto, fue mi culpa, yo...— Hice una pequeña pausa, mirando al suelo de nuevo, aunque antes de que pudiese hablar, me interrumpió el hombre. —No sabes con quien estás tratando mocoso, no te creas que voy a alejarme así como si nada cuando estropeo mi kimono. Tus amenazas tampoco son algo que me intimiden muchacho.— Dijo el señor, tratando de no demostrar el dolor que realmente le estaba causando el agarre del lagarto. De igual forma comenzó a agarrar con fuerza mi muñeca, a lo que ahogue un quejido. —Es ci-cierto. Choque contra él y derrame su sake sin querer en su kimono.— Trataba de excusarle, pues era la verdad. —¡Ja! ¿Sin querer? Si no me lo vas a pagar al final, no te inventes excusas para tratar de escapar, al menos paga como lo haría una mujer.— Cuando escuche esto, eleve mi mirada para encontrarme con los ojos marrones del señor, sin entender lo que decía. Aunque cuando me fije, el me miraba de abajo hacia arriba. ¿Qué es lo que miraba tanto? Pensé para mis adentros. —Quizás solo por eso lo dejare pasar...— Musito el hombre sin dejar de mirarme de forma extraña, mostrando hasta una suave curva en su sonrisa.
Hubo un momento que no pude evitar sentirme mal, pensando que por mi culpa podría hacer que el lagarto se metiera en problemas, por eso había dicho tales palabras anteriormente, pues quizás él sabría que el señor tenía la razón de molestia y yo había echo mal por no fijarme bien por donde iba. Además de que no era la primera vez que le causaba problemas al pelirojo y no quería ser más una molestia para él, aunque hubo un instante en que no pude evitar pensar en que aun no le había dado las gracias, aunque esto enseguida se me fue de la cabeza, pues me quede mirando a ambos, sin saber que decir o hacer. Quizás debería de acceder, aunque no sabía que es lo que haría exactamente una mujer. ¿Cómo pagaría exactamente una mujer a una persona? Tendría que preguntarlo cuando llegara a casa. Pues me había asaltado de repente la duda de como seria eso. Omitiendo todo eso, trate de forcejear al menos un poco para liberarme, pero al intentarlo, el señor afirmo con su mano mi muñeca, imaginando que esto me dejaría marca si es que me llegara a soltar, aunque a él se le escapaban a veces muecas de dolor, suponiendo que el lagarto también le estaba haciendo daño.
Re: Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
Aunque Kougyoku intentara excusar las actitudes de aquel viejo, James hacía como si no le escuchara, no dejando que aquella aplacara ni un poco su molestia, además de que las respuestas descorteces y agresivas de aquel tipo contra ella no ayudaban para nada, pues solo estaban molestando más al joven exnoble. Su molestia crecía, poco a poco se convertía en furia, que James se esforzaba por controlar, para no armar un verdadero escándalo. El pelirrojo apretaba los dientes, en un pequeño intento de no comenzar a gritar al tipo, y dejarle terminar de hablar, pues era la única forma en que James podía mantener algo de calma. Sin embargo, las últimas palabras de aquel tipo, hicieron desbordar completamente la furia del semidragón. Lo que había dicho, de como ella podía pagarle, le costó entenderlo en un principio, pero reaccionó cuando notó la forma en que el tipo miraba a la pelifuchsia. Un pequeño descontrol se sintió dentro de él, la llama interior del pelirrojo creció en un momento, ardiendo de forma descontrolada por la furia que le alimentaba. Esas sensaciones dentro del pelirrojo, siempre variaban y dependían de lo que lo provocaba, la llama en su interior podía arder por muchas razones, pero cada uno hacía que ardiera de una forma diferente, lo quera reflejado en sus llamas cuando sacaba estas fuera de su cuerpo. Frunció su ceño tan fuerte como se le fue permitido, y de un segundo a otro, todas sus energías se concentraron sobre su mano, aquella mano que sostenía el brazo del tipo. Tan rápido como sus energías comenzaron a llegar a esa extremidad, acondicionadas por la furia misma, aquella mano fue rodeada de llamas ardientes, descontroladas por las emociones de James. Como era de esperar, aquellas llamas eran ardientes, tanto como su furia, y no se mantenían quietas, como un incendio descontrolado, estas se mecían en varias direcciones como si intentaran expandirse o esparcirse, aunque James no les dejaba crecer demasiado, para no terminar quemando todo. En conclusión, las llamas ardían quemando la ropa del tipo, llegando a su piel rápidamente, debido a la velocidad con la que consumieron las caras telas de su ropa, y comenzaban a esparcirse por su vestimenta, pero apagándose antes de llegar demasiado lejos. Claramente su piel saldría con algunas quemaduras si no se separaba rápido de la llamas, pero James tampoco iba a dejar que se apartara ahora. El pelirrojo, borrando la sonrisa sádica de su rostro, apretó al tipo tan fuerte como pudo, para evitar que el mismo se escapara de su agarre, e intentara evitar las llamas, pues el semidragón creía que merecía ser quemado bastante. Rápidamente se pudo notar asombrada a la gente cercana, y otras más algo asustadas, por la repentina violencia aplicada por el pelirrojo.
- Te he dicho que la sueltes, basura, debiste hacerme caso – Musitó el semidragón, en un tono firme, serio, que no demostraba toda la furia que sentía, pues sonaba más serio y concentrado que molesto, pero esto se debía a que toda su furia se había concentrado y se reflejaba en las llamas que ardían sobre su mano. Si mirada seguía fijada sobre el rostro del tipo, sin siquiera inmutarse un poco, sin apartarla ni por un momento, siquiera girando esta para ver a Kougyoku, pues estaba demasiado concentrado en que debía hacer sufrir a aquel tipo. James tenía un pensar un tanto retorcido, se podía considerar heroico por momentos, pues detestaba ver a las personas abusar de sus fuerzas frente a alguien más débil, pues si tan fuertes se creían, debían enfrentarse a él, para demostrarles lo que era verdadera fuerza. Aunque en realidad no era nada parecido al heroísmo, pues todo esto solía hacerlo para demostrar su propia grandeza, y regocijarse luego en el placer de la victoria, pudiendo disfrutar de la batalla. Aunque en esta situación, no era aquello lo que le hacía volverse violento contra el contrario, y se podía notar en que faltaba la sonrisa burlona sobre su rostro, pues en verdad lo estaba haciendo por la molestia de haberle visto hacer aquellas cosas a Kougyoku, la forma en que le hablaba, y las intenciones que había demostrado tener para con ella.
El orgulloso semidragón aún no había notado la espada en la cintura del tipo, no había reconocido al mismo como samurái, ni siquiera le notaba fuerte, por lo que se estaba preocupando ni un poco de que el mismo pudiera reaccionar contra él, o siquiera hacerle un poco de daño. Aunque si hubiera visto la espada, o pensado que era fuerte, de todas formas hubiera ido a molestarlo, pero esta vez con la intención de burlarse y demostrar su superioridad. Pues los samuráis le recordaban a su hermano, y aunque odiaba cuando sus enemigos tenían que valerse de armas para luchar, le parecía siempre reconfortante darle una paliza a estos. Era como si demostrara que en realidad no necesitaba para nada el entrenamiento que su madre le había impartido a sus hermanos, y que el rápidamente abandono por su poca facilidad para el aprendizaje del dominio de la espada.
Estaba esperando a porque el tipo soltara el brazo de Kougyoku en respuesta al dolor de las llamas que estaba aplicando sobre su brazo, posiblemente solo ahí le soltaría la extremidad, pero obviamente no se detendría. Pues si interior le decía que debía hacerle daño a aquel tipo, asique seguro seguiría con otros golpes en cuanto pudiera. James no se andaba con advertencia casi nunca, y si decía que iba a hacer algo, lo hacía seguro, por lo que si le dijo que le iba a dar una paliza, eso haría, aunque el tipo se disculpara, o intentara escapar. Ese tipo de compasión no existía para el pelirrojo, pocas eran las razones por las que dejaría alguien abandonar la batalla, principalmente, era si estos eran muy débiles, y no le suponían ninguna diversión, siendo que pudiera estar haciendo algo más divertido en aquel momento. Pero nunca la piedad, no paraba en un batalla hasta tener la victoria completamente.
Re: Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
Parecía que tanto el lagarto como el señor no me hacían caso, ni si quiera sabía como responder aun al señor. Pues aun pensaba como es que pagaba una mujer, pues nunca había oído mencionar eso a alguien. ¿Acaso las mujeres tenían otra forma de pagar? O ¿Es que hasta los hombres tienen otra forma de pagar? Aunque por lo que sabía de ambos, es que si era como una sirvienta, suponía que era limpiando o haciendo la comida. Cosa que ambas cosas no se me daban para nada genial o mejor dicho, ni si quiera sabía hacerme de comer yo misma y sobre la limpieza lo mismo. Aparte de esas dos cosas, no se me ocurría ninguna más, así que pensaba preguntarle como debía de pagarle, pero no pude preguntar a tiempo. Antes de que dijera algo, me pude percatar como de repente comenzaron a salir unas llamas de donde lagarto le estaba sujetando al sujeto ese. Mis ojos se abrieron de par en par y pareció que no fui la única sorprendida, pues el señor enseguida grito de dolor. En mis ojos se veían reflejados aquellas llamas y me sentía asustada y preocupada por el hombre, pues por el fuego comenzó a expandirse por el kimono del tipo, quemando estas para dejar visible completamente sus brazos y hasta casi llegaron a su hombro, aunque esto se apago. Me pude fijar como su piel había recibido quemaduras y yo en un ataque de querer separarme de esto, forcejee, recordando como en un combate me lanzaron una bomba de fuego y casi me incineraban viva. Aunque parecía ser que el tipo no me soltaba ni de broma, hasta que pareció ser que el pelirojo apretó más su brazo, pues este volvió a quejarse y en un instante me soltó, cosa que hizo que me cayera rápidamente al suelo, cayendo sentada por suerte. Pues en el instante que había comenzado a tirar aun más, él me soltó. Ni si quiera me fije si me había dejado marca en la muñeca, más bien me preocupe de que el baka ese le hiciera daño, pues prefería que nadie saliese herido pero no podía apartar la mirada de la mano de él, viendo como ese fuego salía de su mano. Luego me di cuenta de como el señor trataba de apartarse con urgencia de él, hasta había soltado la botella de sake, el cual se rompió cuando llego a tocar el suelo, derramándose todo lo que había dentro ahí sobre el suelo. Era obvio que el fuego debía de doler demasiado y tanto, pues yo ya lo sabía por experiencia cuando recibí quemaduras en un combate amistoso, aunque tuve suerte de poder echarme agua a tiempo y así no sufrir las quemaduras de forma grave. En un arranque de preocupación me levante del suelo como pude, ignorando de nuevo el mirarme la muñeca con la cual me había agarrado con fuerza y en un instante me puse detrás del pelirojo, notando de sobre manera cuanta diferencia de altura había entre ambos.
Cuando me había levantado, abrace desde atrás al lagarto, apoyando mi puño cerrado con la que tenía el abanico sobre su abdomen, mientras que con la otra mano abierta estaba un poco más arriba de la contraria. Trataba de alejarlo o más bien mover al tonto de ese lugar. —¡Ya para bobo!— Le pedí, aunque en el fondo aunque no lo pensara tanto, me sintiera bien por el mero echo de ser defendida por él, cosa que me hacía sentir extrañamente feliz, pero obviamente no era momento de pensar en eso, si no en que la gente se estaba asustando, cosa de la que me di cuenta cuando mire hacia los lados, pues era de suponer que si era un lugar tranquilo, no estarían esperando cosas como estas. ¿No? Así que temí de que todo se pudiera salir de control y pudiera hacer daño a más gente y yo no quería eso, más bien no quería que nadie sufriera. ¿Por qué no se podía solucionar las cosas hablando de forma pacifica? Es lo que muchas veces me preguntaría de algunas cosas. —¡Le estas haciendo daño!— Dije a pesar de que a mi me hizo daño su agarre, como si realmente fuese más importante la otra persona que yo misma, aunque yo siempre ante ponía los demás antes que a mi. —¡Igual estás asustando a los demás!— Le avise, pues realmente no quería que hubieran más líos.
Entonces seguí tirando de él, sin darme si quiera cuenta de la cercanía en la que estaba con él, cosa que si hubiera estado pensando realmente, estaría completamente nerviosa y me hubiera apartado millones de metros de él solo por eso, pues no olvidaba lo que había pasado en la biblioteca, pero era obvio que ahora mi cabeza no estaba en eso, si no en lo que estaba sucediendo actualmente con el señor. Aunque realmente seria la segunda vez que abrazaba a alguien, aunque yo no tuviera en mente de que lo que hacia fuese un abrazo y seguramente hubiera estado más centrada en esto, me sentiría completamente y extrañamente feliz. ¿Por qué? Seria lo que aun no sabría, pero lo que si no dudaba, es que para mi seria diferente o totalmente diferente al primer abrazo que le di. Obviamente volvía a repetir que actualmente yo no interpretaba tal cosa como abrazo, si no una medida de tratar de apartarlo del señor aquel, el cual se estaba quejando como si no hubiera un mañana por el dolor que le causaba las llamas del lagarto. cosa que me hizo recordar que él había mencionado de que era un semidragón.
Obviamente cuando el hombre me soltó, no me fije si el lagarto le había soltado a él o no, yo solo seguía tirando a pesar de que yo no tenía tanta fuerza física como para eso. En cambio, cuando el samurái se vio liberado del agarre del lagarto, este no dudo ni un segundo para desenvainar la katana y alejarse varios pasos, mirando con realmente furia al pelirojo. —¡No sé que tipo de bicho seas! ¡Pero no voy a pasar por alto esto!— Grito furioso, sin importarle que la gente se alejara de nosotros, claramente dejando mucho espacio, por si fueran a ser dañados ya fuese tanto por el pelirojo, como por el samurái. Era obvio que no me gusto como le había dicho, pues realmente a pesar de que él fuese de otra raza, no era motivo de llamarle bicho, no por algo yo era una humana y respetaba todas la razas. Entonces ahí di a entender como no aceptaba mi otra mitad, como si realmente yo no fuese híbrida, pero era obvio que no iba a estar pensando ahora en eso. De la nada, se le unieron un par de personas más al señor, siendo como más de 6, cosa que yo no podía ver al estar más bien detrás del lagarto, viendo solo del todo su espalda, ni si quiera sabía que el señor había desenvainado su katana. —Compañeros, tenemos que darle una paliza a este mocoso, parece que se cree el amo del lugar. Como pago nos podemos divertir con la niña, que me debe mucho por el kimono— Escuche decir al hombre. ¿Qué podía hacer? Es lo que me preguntaba con urgencia, suponiendo solo que el hombre aun estaba molesto.
Re: Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
Fue sorprendido el semidragón, cuando Kougyoku le abrazó por detrás, logrando que se desconcentrara, desviando su mirada, intentado verle aunque no pudiera, aun sin soltar la muñeca del hombre. Gruñó un al oír lo que ella decía, en verdad le molestó aquello, pues después de todo, el creía haberlo hecho para ayudarle, aunque no fuese a admitirlo así de fácil, así que tras unos gruñidos volvió su mirada al frente, quizás más molesto que antes, apretando con más fuerza el brazo del tipo. Ni siquiera le importaba estar asustando a los presentes, se negó a echar una mirada a los espectadores, sintiendo un poco de desprecio por estos si estaban asustados, después de todo, eso suponía que eran personas débiles. Le debilidad, era algo que James detestaba, quizás por las enseñanzas elitistas de su hogar noble, el punto es que odiaba a la gente débil, muchas veces ignoraba a quien era débil, sin importar lo que le pasara, él no estaba allí para defender a todos, por lo que si alguien era débil, era su culpa, y si le pasaba algo malo, debía afrontarlo, y si no podía afrontarlo, era mucho más débil, lo que hacía que James generará aún más desprecio hacia esa persona. Por pensamientos como esos, era que el semidragón no podía ser un héroe, o nada parecido, no tenía interés por los problemas de las demás personas. Eso era la razón del porque eran tan especial que defendiera a Kougyoku, pues si bien, estaba dispuesto a partirse los huesos por personas cercanas, o amigos, a la pelifuchsia solo le había conocido un día, y poco tiempo, en verdad no había razón para sentir la necesidad de protegerle, o de considerarle especial, o diferente a otra persona. Pero por alguna inexplicable respuesta, James lo sentía así, y se sentía bien de querer ayudarle, aunque le molestara que ella le pidiera parar.
Finalmente, sin haber aplacado sus molestias, el semidragón resignado, soltó el brazo de tipo, demostrando un gran desprecio hacia el mismo, desviando su mirada, apagando el fuego, y cruzándose de brazos, demostrando la inconformidad de no habérsele permitido seguir apaliando a tal hombre. El semidragón, siquiera en aquel momento se había percatado de que ella le estaba abrazando. Si bien había sentido el extraño calor del cuerpo de ella por su espalda, no se había dado cuenta de lo que eso representaba, pues para él, ella solo estaba intentando apartarle. Tampoco tuvo mucho tiempo para percatarse, pues enseguida el tipo desenvainó una Katana, retrocediendo, claramente molesto por los actos de James. Las palabras de aquel idiota, provocaron más molestia en el semidragón, haciendo que él apretara los dientes con furia, mientras arqueaba una de sus cejas, mirándole amenazador sin siquiera moverse de su lugar. De la nada, antes de que James pudiera demostrar su furia, unos tipos más con katana su unieron a aquel tipo, haciendo que James se descruzara de brazos, solo poco sorprendido de como este recibia apoyo. El desprecio del pelirrojo hacia aquel samurái aumentaba a cada momento más, los primeros actos ya eran suficientes para ganarse un desprecio por parte del semidragón, pero al oír cómo le llamaba “bicho” generó un tanto de odio en el exnoble, pero en cuanto le vio necesitar de la ayuda de unos 6 tipos más, se despreció creció. Sabiendo que James detestaba la gente débil, no era difícil deducir que la necesidad de ayuda era igual a debilidad, lo que provocaba que el semidragón sintiera más desprecio hacia aquellos tipos. Al igual, todos parecían empuñar una katana, y para el pelirrojo, usar un arma como esa suponía que sus fuerzas por si solos no bastaban, y eran débiles al necesitar un arma para poder valerse en combate.
James tomó las manos de la joven, aquellas que le rodeaban desde hace tiempo, y por alguna razón aun no le había soltado. En aquel momento notó como se asemejaba aquello a un abrazo, desconcertándole un poco más. Haciendo que sus pensamientos se perdieron unos momentos, ¿Acaso le estaba abrazando de verdad? O solo eran ideas de él. Casi en un segundo un recuerdo le llegó, provocando que se desconcertar un poco más. Recordó una situación similar, cuando hace ya un tiempo se reunió con su hermana, y tuvo un entrenamiento con la misma, durante el cual aprendió a valorarle. Pero no solo eso, la pelirroja consiguió darle un abrazo, muy parecido a ese, por detrás, y sin que James notara que se tratara de aquello. –Suéltame – Replicó susurrando, un tanto perdido, sin saber realmente como encontrarse, o que pensar. Apretó un poco las mismas manos de ella y se las sacó de encima, para soltarse de aquel agarre, buscando dar unos pasos al frente, para mirar amenazador a ese grupo de tipos armados frente a él. Intentado olvidarse eso del abrazo, o lo que sea que haya sido, para poder concentrarse en darles una paliza a ellos. – A ver debiluchos… Esta será la única advertencia, al parecer, a la piojosa no le guste que arme tanto escándalo, pero si no van a dejarnos en paz, tendré que encargarme de hacerles mucho daño, para que aprendan quien manda. – Musitó el semidragón, realmente no tan enojado o molesto, pues el abrazo de ella le había desconcertado un poco, casi haciendo que se olvidara porque quería golpearles, gruñó un poco, apretando sus puños a los lados del cuerpo, mientras volví a recordar la situación, despegándose de aquel incomodo abrazo. –Por cierto… no soy un bicho, idiota, soy un semidragón, el más fuerte que existe – Afirmó el pelirrojo, subiendo sus manos, para encender estas con llamas, al tiempo en que su rostro una orgullosa sonrisa se dibujaba, con completa soberbia, demostrando completamente que estaba cien porciento seguro de creerse el mejor. Esperó por la respuesta de ellos, dándoles una oportunidad para huir, realmente era por ella que lo hacía, pues después de todo, había afirmado que le quería que él parara, pero eso no quería decir que iba a dejar que aquellos se salieran con la suya, o les iba a permitir insultarles. Realmente, sabía que ellos no huirían, se notaba en sus rostros, que estaban furiosos, y alguien furioso nunca es capaz de reconocer el grado de peligro al que se enfrentaba, además, seguro el tipo quería conseguir hacer pagar al semidragón por la quemadura que le había provocado, seguro no les dejarían ir así de fácil. Realmente eso no le asustaba, le gustaba y le hacía sonreír, saber que había provocado a su enemigo, pues después de todo, había logrado eliminar lo aburrido del día.
Re: Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
Escuche como gruñía ante mi pedido o palabras, haciendo que volviera en sí, pues mi mente se había ido anteriormente con tantos pensamientos. ¿No le habría gustado que se lo pidiera? Pensé, mirando desde mi lugar el largo de su espalda, la cual estaba cubierta por el kimono de él. También desde donde estaba, podía observar si elevaba la mirada, su pelo rojizo largo que estaba agarrada por una coleta. Me quede un poco ida, observando su cabello en silencio. Era la primera vez que me quedaba observando con detenimiento al lagarto, cosa que si trataba de pensar del porque, no encontraría respuestas. Sentí entonces el impulso de ponerme de puntitas y oler su pelo, aunque por tal pensamiento, me dieron ganas de dar con mi cabeza contra una pared o algo. ¿Por qué iba a hacer tal cosa? ¿Acaso era normal tener tales pensamientos? ¿Los que apenas se conocían hacía tales cosas? No sabía que pensar, pero mi corazón se había acelerado mientras mi mente era invadida por tales cosas. ¿Qué me estaba pasando? Me preguntaba internamente, sabiendo que nadie me contestaría a esto, ni si quiera yo misma podía. Al poco rato en el que le estaba abrazando, me di cuenta de lo cálido que se sentía estar de ese modo con él, hasta sentí otro impulso y era el acomodar mi cabeza contra su espalda. ¿Por qué? Ni yo lo sabía, pero quería hacerlo. Negué varias veces con mi cabeza. Eso lo hacían los amigos. ¿Verdad? Me preguntaba, aunque cuando me pregunte tal cosa, de repente reaccione recordando algo. Mis mejillas habían dejado de estar rojos y mi corazón había comenzado a ir normal. ¿Acaso eramos amigos? Me preguntaba, recordando que en ningún momento en la biblioteca le había pedido que fuese mi amigo. Tampoco él había ofrecido su amistad o algo así. Entonces. ¿Qué eramos? Volví a preguntarme confundida. A pesar de haber tenido una pelea intensa con él en la biblioteca y que luego me viera afectada con mi familia, no quería decir que quisiera rechazar al lagarto. Además de que me había salvado la vida y me ayudo en la biblioteca para colocar los libros, aunque realmente fuese porque se lo mandaran pero yo quería pensar de que también era porque tenía un lado bondadoso, porque podría haber cogido y irse cuando se lo mandaron. De igual forma ahora, podría haber ignorado de que el hombre estuviera enojado conmigo y seguir con lo suyo, pero ahí estaba, enfrente mio. ¿Protegiéndome? Una suave sonrisa se dibujo en mis labios por tal pensamiento.
No supe desde cuando, pero cuando sentí como el feo lagarto tomo mis manos, note el agradable calor de estas. Mi corazón había dejado de latir unos segundos, para comenzar a latir con fuerza contra mi pecho sin saber porque, recordando por un leve instante aquel momento donde los dos estábamos debajo de la estantería. Mis mejillas volvieron a enrojecer, hasta que escuche lo siguiente que susurro y acto seguido sentí como apretaba algo mis manos, para luego sacarse estás de encima y así lograr soltarse de mi agarre o simulación o una especie de abrazo, notando como el calor de mis mejillas se apagan en el mismo instante en el que se encendieron y mi pecho volvió a pararse por un leve instante pero esta vez para volver a latir con algo de dolor. Yo no estaba dando un abrazo, pero entonces... ¿Por qué? Volví a sentirme confundida como había estado ya hacía rato. ¿Qué me estaba pasando? Observe como el daba unos pasos hacia delante. Sentir el frío en mis manos era desagradable, haciendo que recorriera por mi cuerpo una especie de escalofrió molesto. Eleve entonces la mano que no tenía el abanico, la cual estaba algo oculta por el kimono y la apoye por la parte central donde unían el cuello con el pecho. Mientras que el brazo que sostenía con la mano aun el abanico, estaba estirada, pegada a su propio costado, ocultando la misma mano con el kimono al ser tan largo sus mangas. Aunque olvide al menos un rato este dolor cuando escuche sus palabras. ¿¡Me había dicho piojosa!? —¡Qué no tengo piojos! ¡Maldito lagarto! ¡Seguro tu tienes pulgas! ¡Lagarto pulgoso!— Le grite, fuera de control, queriendo ser yo quien le golpeara, por lo cual aparte aquella mano de donde estaba y eleve ambas formando puños con estas, hasta los compañeros del hombre y este mismo, miraban a James, claramente ''mirándome'' a mi al saber que yo estaba detrás de este, pues no se esperaron que reaccionara de esa manera. Aunque antes de que hiciera algo, escuche lo siguiente que dijo lagarto y me detuve, recordando cuando le dijeron bicho. —¿Te crees que vamos a hacerte caso?— Preguntaba el señor, a lo que yo me moví un poco del lugar, algo distanciada del lagarto y me pude fijar ahí ahora de que habían más personas, a lo que abrí los ojos sorprendida. ¿Desde cuando habían aparecido más? Ni si quiera me había dado cuenta, además de que me pude fijar del como el señor había desvainado su katana, dando a entender que esto no iba a quedar así. —Nos es indiferente que tipo de bicho seas, esa fuerza de la que presumes solo hace ver a un mocoso engreído. Que seguramente eres un niño malcriado por sus padres.— Decía con total simpleza. —Primero te daremos una paliza por las quemaduras y molestarme, después de eso tomare lo que se me debe pagar.— Cuando dijo esto ultimo, me miro de reojo a mi, cosa que ni yo me enteré, pues no paraba de mirar con preocupación a la gente, pues estaban asustados.
Después de que el señor con katana dijera eso, sus compañeros lo imitaron y desvainaron sus armas, mostrando también sus katanas y apuntando con estas a lagarto. No mostraban temor alguno en sus miradas, ni si quiera al cual había dañado con sus fuegos. Buscaban vengarse de lo que le habían echo, poniéndose en posición de batalla. La gente a nuestro alrededor al ver esto, la mayoría comenzó a retirarse rápidamente, chocándose o tropezándose con otras por miedo para irse a otro lugar, dejando caer algunos ciertos objetos que ni repararon en mirar por lo que sucedía o algunos se alejaban algo pero querían seguir viendo como se desarrollaba la batalla. Parecía ser que nadie iba a intervenir, cosa que me alerto. Por una parte me sentí aliviada de que las personas se retiraran, pero la parte que no me aliviaba es que el lagarto pudiera salir dañado, aunque no solo él, si no los otros, a pesar de que el lagarto solo busco defenderme. ¿Qué debería de hacer? Este no era mi reino, pero tampoco quería causar problemas y sabía de que era mi culpa por haber tropezado con ese señor y hacer que derramara el sake en su ropa. Después de todo, yo era una Capitana de División de Tronus y tenía que ejercer el orden o ayudar a todo aquel que requiriera de mi mano . ¿No? Además de proteger a la gente. Me encontraba entonces indecisa de que hacer, hasta que con mirada divise una katana en el suelo, recordando que antes la gente trato de escapar del lugar, cosa que habían conseguido lógicamente. Sin más dilación fui hacia esta y me agache, tomando este lentamente y desenvainando la katana. Puse el mango del abanico en la cinta fucshia que estaba en mi cintura y que de ese modo no se cayera, de ese modo estaba en el mismo lugar que mi pasador de oro, el cual no creía que fuese necesario utilizar aun. Me interpuse entonces en medio, empuñando la katana, la cual temblaba porque me temblara mi mano, pues nunca había enfrentado a personas con un arma, exceptuando una vez en un combate amistoso. —No a-a-a-armen ningún revuelo, ca-cada uno vaya por su la-lado de donde ha ve-venido y todos tranquilos. Es-están asustando a los demás.— Dije como si nunca hubiera pasado nada. Los compañeros del señor y este mismo se quedaron mirándome estupefactos y cuando pudieron reaccionar, comenzaron a reírse como nunca. —Si menos tememos a un bicho o monstruo como aquel, no te creas que vamos a tener miedo de unas manitas tan pequeñas niña. Las cuales deberían de estar lavando ropa o haciendo la comida, además de hacer otra cosa más privada.— Decía entre risas el señor, mirándome con burla, a lo que obviamente fruncí completamente mi ceño y infle las mejillas sonrojada y los ojos llorosos, pues parecían que no se tomaban en serio mis palabras. No entendí lo ultimo, pero sentí que realmente se burlaban de mi, pues habían mujeres que eran fuertes. Entonces en un impulso corrí hacia él pero me tropecé con los zapatos sin saber como y me caí de cara al suelo, levantando algo de tierra del lugar. Entonces volví a escuchar más carcajadas, no solo por parte de ellos, si no de la gente a nuestro alrededor. Me sentía completamente avergonzada tras eso, por ello trate de levantarme, elevando la mano que no tenía la katana para sobar mi rostro, la cual tenía pequeños rasguños y algo de polvo. Tenía las rodillas apoyadas en el suelo, manchando algo el kimono por ello y pensé en levantarme, hasta que sentí que tomaban uno de mis mechones largos y que tiraron con fuerza de este, haciendo que me levantara del suelo con brusquedad. Cerré los ojos con fuerza por el dolor y cuando los abrí, vi a unos cm el rostro del señor, a lo que abró mis ojos de par en par. —Deja de hacer el ridículo chica, tu solo quédate ahí esperando para pagar lo que debes.— Me contesto. Pude oler su aliento a sake, cosa que me hizo querer aguantar la respiración y no solo eso, si no también alejarme, pues sentir esa cercanía no me agradaba para nada.
Mientras el señor hacia esto que quizás para otros podría mal entenderse en que posición estábamos. Escuche como los demás compañeros se adelantaron para combatir contra el lagarto, cosa que ya no podría ver, pues le estaba dando la espalda a este al ser aun tomada con brusquedad de uno de mis mechones largos de pelo por el tipo.
Re: Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
Sin embargo, antes de que el orgulloso semidragón pudiera avanzar un poco más, o siquiera comenzar el combate con los samuráis, Kougyoku se interpuso. El semidragón no se lo esperaba, y se detuvo en seco, perdiendo concentración sobre sus llamas, haciendo que estas desaparecieran mientras se consumían por sí mismas. Al tiempo que arqueaba una de sus cejas mirando a Kougyoku por su espalda. Algo extrañado, sin saber porque la joven hacía lo que hacía, después de todo, los únicos que iban a salir dañados iban a ser esos estúpidos samuráis, y porque se lo habían buscado con tanto alardeo. Estaba sorprendido por la joven intentara intervenir, pero más sorprendido estuvo cuando notó como las manos de la misma temblaban, llevando a un poco firme agarre de la espada, claramente por miedo, pues el mismo temblor e inseguridad se podía percibir en sus palabras. El semidragón apenas podía ver la parte trasera de ella, por lo que no le era muy posible saber cómo estaría el rostro de la misma, pero lo suponía, ojos llorosos y un rostro inseguro. El pelirrojo negó lentamente con la cabeza, mientras bajaba un poco la mirada, pensando que anda lograría ella, pues los tipos habían dejado en claro que no pararían. Pensaba que solo conseguiría que le hagan daño, por lo que quiso ir a apartarla del camino, pero antes de pudiera hacer algo, la voz del tipo llamó su atención. Aquello hizo que se quede en su lugar, solo alzando su mirada, mientras fruncía el ceño un tanto amenazador hacia aquel débil samurái. El semidragón apretó los dientes molesto por unos momentos al volver a oír aquello de bicho. Claramente su molestia aumentó, haciendo que el pelirrojo recordar el gran odio que había tomado hacia ese hombre, haciendo que ya no sintiera la emoción de la batalla, o necesidad de la misma. Ahora mismo, lo único que sentía, eran ganas de romper el rostro de aquel tipo sin compasión, para hacerle pagar por tales estupideces que decía para herir el orgullo del pelirrojo. El comentario machista y sexista no ofendió tanto al pelirrojo, iba más dirigido a Kougyoku, y con esos insultos dados a su persona, no iba a pensar con claridad, mucho menos para defender a la pelifuchsia. A diferencia de antes, si ahora quería golpear al samurái, no era por defenderla a ella, era por lo molesto que le había dejado que aquel tipo se dirigiera de esa forma a alguien como él, un semidragón con la sangre más pura, un guerrero en toda palabra, un verdaderamente fuerte ser de Spirit Soul.
Nuevamente tomó por sorpresa al pelirrojo el ver a la joven comenzar a correr, asustándose por un momento, creyendo que intentaría combatirlos con la katana, lo que podría hacer que la misma saliera herida. Por unos segundos, olvidó nuevamente el odio hacia el samurái, para solo preocuparse por ella, intentado avanzar un paso, para detenerla, pero antes de poder hacer mucho, la joven tropezó. En cuanto le vio parar de aquella forma, se sintió algo aliviado, porque creyó que aquello impediría que la joven saliera lastimara, y desistiera de intervenir. Por lo que pudo volver su atención al samurái, pero en cuanto el vio, este estaba tomando bruscamente los cabellos de la pelifuchsia. Provocando nuevamente furia en el interior del pelirrojo, lo que le llevó a fruncir el ceño, apretar sus dientes, y mirar amenazador de un instante al siguiente, comenzado a apretar sus puños mientras oía lo que el mismo pronunciaba. Completamente deseoso de partirle el rostro para proteger a la joven frente a él, por muy descabellado que esto sonara, el orgulloso semidragón sentía los deseos primitivos de proteger algo que apreciaba. Que no podía explicarse porque fuese que le apreciaba, o porque estos deseo surgían justo ahora, pero allí estaban, y el pelirrojo no iba a negarse a estos, mucho menos, cuando por aquella furia le imposible pensar con claridad cada acto que estaba por realizar. No era capaz de ver con precisión lo que sucedía, pues tenía a Kou de espaldas, pero mil y una ideas se cruzaron por su mente, provocando que la furia del semidragón incrementara más a cada idea que se le cruzaba. Que es lo que estaban haciendo allí, no podía dejar de pensar en cuando el tipo decía que le haría pagar como una mujer. Obviamente no se esperaba que le hiciera pagar allí, además que no podía ver muy bien, pero lo único que podía suponer, era que aquel hombre estuviera obligando a la joven a hacer algo, por la cercanía que podía ver de sus rostros. Estaba a punto de estallar de la furia, casi a punto de arremeterse con todas su fuerza contra aquel tipo, pero pudo notar entonces como el resto de samuráis se movilizaban, aparentemente adelantándose para combatir contra el semidragón.
El furioso pelirrojo, no se esperó nada, la sangre en sus venas ardía con furia, y sus ojos tomaron un color verdoso, típico de cuando esto sucedía, siendo guiado únicamente por la furia, y el deseo de dar una paliza a quienes osaron maltratar de esa forma a la joven. James fijó sus verdes orbes sobre el tipo que estaba más cerca, y sin hacer uso de su fuego se dispuso a golpearlo. Realizó un paso al frente al mismo tiempo que levantaba de manera firme el brazo correspondiente a aquel paso, con el puño cerrado, simulando un gancho ascendente, frunciendo el ceño. En aquel momento, aquel movimiento provocó que un trozo de tierra desde detrás del pelirrojo se alzara sobre la altura de su cabeza, cayendo con gran fuerza, peso, y velocidad, sobre el enemigo. Apuntando derecho a la frente de este, para derribarlo fácilmente, y concentrarse en el próximo enemigo suponiendo que aquel débil hombre habría quedado inconsciente. Uno menos de aquellos 6 tipos. Pensó el pelirrojo por un momento, para rápidamente avanzar hacia el siguiente tipo que aun temeroso empuñaba su katana en su dirección, sin la suficiente velocidad de reacción como para poder hacer algo tras el primero movimiento del semidragón. James se agachó un poco antes de llegar a aquel tipo, haciéndose a un lado para esquivar el filo de aquella katana, manteniendo siempre la mirada sobre el pecho de su enemigo. Sus ojos teñidos de aquel verdoso color representaban la tola furia, y determinación que el pelirrojo llevaba para acabar con esos débiles hombres armados. Las llamas se encendieron en sus puños rápidamente, casi provocando un estallido de fuego, pues estas a causa de las fuertes emociones, salieron con bastante fuerza, ardiendo fuertemente, haciéndose lucir descontroladas. El primer golpe hacia aquel hombre fue directo a la boca de su estómago, provocando que el aire del mismo fuera expulsado contra su voluntad. Como era de esperarse, el hombre perdió algo de fuerzas, y la capacidad para sostener firme su katana. Por lo que el siguiente golpe del semidragón fue un codazo hacia las manos de aquel tipo, provocando que este soltara su arma, y tras eso, terminar con un fuerte golpe sobre su cuello, con el puño cerrado y envuelto en llamas. Provocando así cortar la respiración de tal, si no es que lograba romperle algún frágil hueso de aquel lugar, al mismo tiempo que quemaba aquella zona, y le derribaba hacia el suelo, para dejarlo allí, mientras alzaba su vista en búsqueda del tercer contrincante al cual enfrentarse.
El rostro de pelirrojo comenzó a adornarse con una sonrisa, pero esta era diferente a aquella expresión soberbia, superior, y sobrante que el exnoble solía portar casi todo el tiempo. Aquella sonrisa, era sádica, como si sintiera alguna clase de satisfacción al lograr apaliar esos tipos. La batalla no le estaba emocionando para nada, estaba siendo demasiado simple, al menos por ahora, pero no esperaba que eso cambiara. Por eso era fácilmente deducible, que la furia del semidragón estaba siendo aplacado, y desplazada, por la satisfacción que le brindaba poder a hacer daño a aquellos tipos a los que tanto desprecio les había tomado.
Para cuando pudo dar con el próximo enemigo al que enfrentarse, este ya había reaccionado, algo que no lo extrañó, por lo que rápidamente intentó responder. El samurái portaba con firmeza su katana, intentando realizar un corto descendente por un lateral del semidragón, sin embargo, para James fue tan simple como echarse un poco hacia atrás. De aquella forma esquivó el corte, pero tan solo por unos pocos centímetros, demostrando que no había sido del todo rápido. Sin embargo, el pelirrojo no se detuvo a pensar en eso, y aprovechó la situación, mientras el tipo intentaba reincorporarse tras ese ataque fallido. Como sus puños aún ardían en llamas, el pelirrojo no se esperó para golpear a aquel tipo sobre el rostro, permitiendo que las llamas quemaran la cara de aquel samurái por unos instantes. Rápidamente se notó desestabilizado a aquel tipo, situación que James aprovechó para patear el pecho de este, empujándole de esa forme, pues si bien aquella patada no había buscado hacerle mucho daño, había logrado lo que James pretendía, alejarlo de su persona, para hacer su siguiente movimiento, mientras el siguiera quejándose del ardor en su rostro. Estiró ambas manos al frente, apuntando a aquel hombre desprotegido, mientras sus puños ardían, abrió estos, para concentrar las energías y la furia en la palma de sus manos. Una ardiente bola de fuego salió desde aquellas llamas que con furia ardían sobre las manos del semidragón, en todo se esplendor, aquel material calor llegó a su objetivo, comenzando a incendiar este. En un instante, el tipo ya estaba en el suelo, intentando rodar para que las llamas sobre su cuerpo se apagaran, cosa que no costaría mucho, pero que de todas formas le dejaría abatido de cansancio, y con grandes quemaduras en el cuerpo. La sonrisa sádica seguía en el rostro del semidragón, más aún cuando este veía y disfrutaba de cómo sus llamas torturaban haciendo pagar a aquel hombre, enseñándole de primera mano quien era el más fuerte de los tres reinos.
Se había distraído por unos momentos, presenciando esa imagen. Tres en el suelo, faltan tres más. Decía en sus pensamientos, volteándose lentamente para buscar a los 3 tipos faltantes. James esperaba ver a estos ya atemorizados, intentando huir tras tal demostración de poderes por parte del semidragón. Sin embargo, lo que se encontró fue todo lo contrario. Muy cerca de él, los 3 últimos hombres armados con katana estaban dispuestos a atacar al mismo tiempo, para acabar con el pelirrojo en un juego sucio, no desperdiciando la oportunidad que tuvieron cuando este les dio la espalda. Esta condición inesperada, llevó a que las llamas del pelirrojo se consumieran en un momento, al no saber realmente cómo reaccionar. James intentó retroceder en un intento de apartarse de ellos, dando repetidos pasos hacia atrás, sin ver hacia donde iba, solo queriendo sacárselos de encima, mientras intentaba esquivar aquellos múltiples ataques como podía. Obviamente no pudo con todos, aquellos tenían la venta de la distancia, James no podría atacarles desde allí, podría su fuesen uno solo, pero aquellos 3 tipos no daban respiro para que el semidragón hiciera uso de sus llamas. Uno de aquellos espadazos llegó al pecho descubierto del semidragón, dejando un corte no muy profundo en este, pero bastante largo, pues parecía recorrer todo aquel lugar. Rápidamente, un leve y mínimo ardor llegó a sentir por aquella herida, mientras pequeñas gotas e hilos de sangre comenzaban a escaparse fuera de la herida, bajando por el pecho de él, muy lentamente, pues no era una herida demasiado grave como para sangre por demás.
Podía no parecer mucho, pero ser herido por hombres débiles que portaban armas y encima debían atacar en conjunto, era una total indignación para el orgullos pelirrojo. Apretó sus dientes molestos, cuando notó aquello, aun intentando evitar los golpes de los tres tipos, apretando sus puños mientras su furia volvía a crecer. Perdiendo toda señal de que aquello le diera satisfacción, para reflejar nada más que furia y enojo, como si de una bestia se trátese. Cansado de ser quien retrocediera, el semidragón se plató en el suelo, y antes de que sus enemigos pudieran seguir atacando, toda su furia se concentró en sus brazos, para encender estos en fuego de sobremanera. Una increíble llamarada surgió de cada puño del semidragón, sin terminar allí, pue estas llamas subían hasta sus antebrazos, llegando incluso hasta su coda por la fuerza en que ardía. Aquel fuego estaba tan descontrolado como podía estarlo, la sangre en sus venas ardía como nunca, y sus ojos tomaron un color verde tan brillante una esmeralda. Fruncía su ceño, y no había sonrisa en su rostro. Eso era una mala señal. El pelirrojo solía sonreír, y burlarse, hablar mucho en una batalla, para mostrarse de manera presumida, además de no utilizar golpes que acortaran la duración de la batalla, buscando que estas fueran lo más longevas y emocionantes posibles. Desde el primero momento James no había seguido esas normas propias, pues en verdad estaba furioso, y era por eso que luchaba, y no por la emoción de una batalla. El semidragón era verdaderamente peligroso en ese estado, sus llamas ardían fuertemente, de manera descontrolada, él no era capaz de pensar demasiado, por lo que no se medía, y solía matar a sus enemigos sin darse cuenta de eso. Le era imposible hacer uso de otras habilidades al estar tan ciego por su furia, pero no le eran necesarias cuando su fuego ardía de tal manera. La falta de sonrisa en su rostro solo significaba una cosa, no iba a jugar, iba a en verdad derrotar a sus enemigos, para nadie pudiera llamarle débil, o inútil, en lo que a una batalla se refería.
Como era de esperarse, ante tanto calor provocado por las ardientes llamas del semidragón, los tipos detuvieron sus ataques por un momento, dando al pelirrojo el instante perfecto para expulsar las llamas de sus manos con el simple hecho de alzarlas un poco y estirarlas en dirección a ellos. Como una ola abrazadora de calor, el fuego salió fuera de las manos de James, directo al cuerpo de aquellos tres samuraís, provocándoles quemaduras rápidamente, obligando a esos hombres a gritar por aquello, mientras caían al suelo adoloridos por las llamas ardientes que habían impactado sobre ellos. Instantes después, la mirada del semidragón comenzó a recorrer el suelo, mirando a cada uno de sus hombres derrotados en el suelo, comenzando a calmarse por su victoria. Dejando que las llamas en sus puños se calmaran, a la par que iban siendo consumidas. Al mismo tiempo, los orbes verdes del pelirrojo volvían a tornarse azules, debido a como su sangre también dejaba de hervir, alcanzando la calma para todo su cuerpo. Como si nunca la furia le hubiera invadido de ese modo, el rostro del semidragón se volvió a mostrar orgulloso, mientras su herida dejaba de sangrar, y su boca genera una sonrisa soberbia, volviendo su mirar hacia donde el tipo que tomaba a Kougyoku por los cabellos.
Cuando si mirada se encontró con eso, pudo notar que todas su ideas en erróneas, o al menos lo suponía, no parecía que hubiera hecho nada no permitido, pero eso no evitaba que James siguiera sintiendo desprecio por el último samurái en pie, y quien había iniciado todo ese escándalo. – Trae tu estúpido trasero aquí, para que pueda golpearte como es debido – Musitó el semidragón, con aires de superioridad, no demostrando demasiado enojo, sino más bien completa confianza por encontrarse uno contra uno ante aquel hombre. – Ya acabé con tus estúpidos amigos, ni siquiera intentes correr, no te lo permitiré si lo intentas – Alzaba su voz, sin dejar de lado su sonrisa orgullos, mientras le miraba frunciendo el ceño. Comenzando a sentir la emoción de la batalla, pues avanzaba lentamente con cortos pasos hacia la posición de aquel hombre. Como era de esperarse, aquel tipo estaba algo asustado, tras ver tal cantidad de sus compañeros derrotados por un solo hombre. Tomó a Kougyoku, y apuntó a su cuello con la katana, amenazando con usar el filo de la misma si el semidragón se seguía acercando, usándola como un completo escudo humano. El desprecio por parte del semidragón hacia aquel hombre creció en solo un momento, borrando su sonrisa de su rostro al momento que paraba su andar, mostrando una mueca de desagrado, frunciendo el ceño mientras la ira le volvía al cuerpo. – ¿Tan débil eres que necesitas amenazar de esa forma? ¿No tienes al menos un poco de respeto por ti, como para entregar tu vida en una batalla? – Musitaba el pelirrojo, con un claro tono de desprecio, algo de odio, y bastante superioridad ante tal débil persona. Aquel tipo no hizo caso, repitió un par de veces que se callara o cortaría el cuello de Kougyoku, provocando más la furia del pelirrojo. – Me das asco – Susurró James, ya sin poder aguantas, para dar un pisotón sobre el suelo bajo él. Aquello, provoco que mediante su geokinesis por detrás de aquel hombre una roca se levantar rápidamente, impactando sobre la nuca del mismo. Dando lugar a la oportunidad para que Kougyoku se escapara de su agarre, y James corriera hacia el tipo en busca de golpearle como lo merecía.
Un rodillazo del semidragón sobre el pecho del tipo fue lo primero que se hizo notar, provocando que este se arqueara hacia abajo, para ser seguido por una patada hacia su rostro, la cual le impulsó al lado contrario, provocando que callera con la espalda al suelo. La sonrisa había vuelto al rostro del pelirrojo, pues se sentía nuevamente confiado, y había liberado su ira y enojo al haber golpeado a aquel tipo. Para asegurarse que el tipo no se levantar, el semidragón colocó su pies sobre el pecho del mismo, pisando a tal hombre con algo de fuerza. – Patético, creían poder enfrentarme, un par de golpes y todos están en el suelo – Musitaba James, soberbio, con un poco de sadismo mientras más fuerza aplicaba con la planta de su pie. – Vuelvan a su sake, viejos… y la próxima vez lo pensaran dos veces antes de amenazar a alguien más débil que ustedes – Continuaba James, como si en verdad fuera el héroe dando una lección al villano. – Ah… por cierto… no olvido lo que dijiste… - Susurró mientras su sonrisa se borró por un instante, comenzando a pisar repetidas veces el pecho de aquel tipo. – ¡No soy un bicho! ¡Soy un semidragón! ¡James Adamska Freecss Sinclair! ¡El más fuerte de los tres reinos!- Comenzó a alzar su voz mientras seguía pisándole el pecho, hasta que provoco a aquel hombre escupir sangre. Solo allí paró, volviendo la sonrisa a su rostro, bastante satisfecho por la golpiza que había repartido.
Re: Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
Al final todo mi plan se había ido al traste. Pensar que quizás podría detener todo esto sin que hubiera heridos, era un total fracaso o más bien yo lo empeore, pero eso fue porque se habían burlado de mi de una manera que me resulto demasiado grotesca y que por ello no pude evitar dejar fluir mis impulsos y que la ira me ceguera por un leve instante, aunque realmente yo en todo momento quería que todo se calmara. Hubiese intervenido o no, sabía que esto acabaría así, aunque me sentí mas culpable, porque pensé que quizás esto no estaría pasando si no me hubiera chocado con él y quizás si hubiera aceptado el pagarle o si hubiera tenido dinero encima. Habían tantas cosas que podría haber echo para que no pasara tal cosa y ante tales pensamientos, me hizo sentir más culpable todavía. Parecía ser que realmente iban a por todas y temí que le hicieran daño al lagarto, porque estaba en clara desventaja. Pues parecía ser que a pesar de que sabía su raza, no era motivo de que no me preocupara, pues como había dicho anteriormente, indiferentemente de la raza que fuese, los trataría todos por igual. Pudiesen defenderse o no de algo.
Trate de voltear mi rostro cuando escuchaba quejidos y gritos, sintiéndome preocupada no solo por el lagarto, si no por aquellos. Pues repetía que no quería que saliera ninguno herido. Aunque cuando pensé e imagine como el lagarto estaría herido, mi corazón latió con dolor por ello. Me sentí entonces alertada, pero antes de que pudiera voltear apenas el rostro, sentí como volvían a tirar de nuevo de mi cabello, haciendo que la mantuviera inmóvil, mirando fijamente a aquel tipo. Ahogue obviamente el quejido de dolor y mire con ira contenido al tipo. Este mostraba una sonrisa burlesca sin apartar su mirada de mis ojos. —No tienes nada que ver ahí. Dentro de nada, solo quedara el cuerpo inerte de ese bicho.— Me susurro de forma cercana. Cosa que no me agrado y mucho menos escuchar como llamaba al lagarto, además de lo que decía de él. Volví a sentir ese dolor en mi pecho, en la parte del corazón, el cual me latía con cierto dolor. ¿El cuerpo inerte de él? Sentí por unos instantes un leve vació en mi interior y forcejee sin pensarlo contra aquel tipo, sin importarme que me hiciera daño, pues quería ver como estaba el lagarto, necesitaba verlo con urgencias. Mis ojos estaban semi inundados de lagrimas. Aunque el tipo parecía no querer ceder ante mi forcejeo, todo lo contrario. Este agarro con brusquedad mi cabello, haciendo que apenas un leve movimiento de nada, me haría doler. —¡Estate quieta zorra!— Me grito molesto, afirmando su agarre en mi mechón de pelo. Obviamente yo cerré los ojos con dolor, oliendo su nauseabundo olor de sake que desprendía su boca cuando este me grito esto, aunque realmente también nada más estar cerca de él, desprendía tal olor. —¿Por qué no nos deja en paz? ¡Ya le dije que le pagare!— Le repetí, queriendo que sus compañeros y él pararan. No quería armar más problemas, no quería ver correr sangre y no quería que fuese todo por mi culpa. Ante esto, él me miro por unos segundos y luego se echo a reír. —Prefiero matar a ese bicho molesto. Luego podrás pagarme todo lo que quieras con tu cuerpo. Así pagaras tu deuda de haber manchado mi ropa. Además de que tu amiguito la quemo, así que de igual modo deberás de pagar lo suyo.— Me decía tranquilamente. —¿Con mi cuerpo...?— Pregunte, visiblemente confundida. Sin olvidar obviamente el hecho de que quería saber como estaban los otros, pues no paraba de escuchar aun quejidos o gritos, además de sonidos de katanas cayendo al suelo. Hasta hubo un instante en que la poca gente que quedaba por ahí viendo la batalla, gritaban extasiados, como si fuera una pelea a lo grande.
Paso no sé cuantos minutos, hasta que el tipo parecía reaccionar ante mi pregunta y este al principio me miro algo confundido pero luego se repuso y mostró una sonrisa lasciva de oreja a oreja. —Como se nota que eres una niña, me encantan las niñas inocentes...— Hizo una pausa relamiéndose los labios y se acerco a mi oreja, susurrando. —De forma sexual...— Ante ese susurro, mis ojos volvieron a abrirse de par en par, tratando de apartarme de nuevo, aunque eso causo que me doliera, pues el contrario me tenía agarrada de forma firma del mechón. De ese modo no podía moverme ni un cm. Esta vez mis mejillas estaban decoradas en un tono rojizo al estar avergonzada. Después de todo, sabía que ese tipo de temas eran íntimos o delicados. ¿Cómo sabía de estos? Por mis sirvientas, las cuales a veces mencionaban precisamente esa propia palabra o una similar, aunque realmente no conocía todos los detalles. Lo único sabido de eso era que ambas personas hacían cosas íntimas cuando estaban casados. Suponía que esas cosas íntimas eran besarse mucho mucho y abrazarse de forma cariñosa. Aunque cuando te besabas, podías quedarte embarazada por lo que sabía, por eso del que estuvieran casados. Pues nunca habían especificado que se hacía en ellos. Espera. ¿¡Acaso ese tipo quería casarse conmigo!? Me quede observando por unos instantes a este y luego llore internamente, además de exteriormente. —¡¡No quiero casarme contigo!! ¡¡Aun soy joven!! ¡¡Quiero enamorarme!! ¡¡Y y y y y quiero visitar muchos lugares!! ¡¡No sé cocinar!! ¡¡Ni limpiar!!— Gritaba derramando lagrimas, tratando de que realmente no quisiera casarse conmigo. Aunque quizás para otros mis pensamientos resultaban tontos y confusos al estar relacionando una cosa con otra que quizás no tenían nada que ver. Me pude dar cuenta como el rostro del señor se había desencajado por completo, mirándome con completa estupefacción. —¿De que demonios hablas mocosa?— Me pregunto totalmente confundido. —E-es que.. ¡Lo siento pero no me gustas! ¡No quiero perder mi primer beso contigo!— Le decía en llanto, volviendo a mirarme este de la misma manera.
El señor pensaba responderme, pero cuando elevo el rostro, se quedo boquiabierto. Estaba observando lo que estaba ocurriendo detrás mía. Su rostro mostraba cierto temor, más que temor, era terror. ¿Qué es lo que estaba pasando? Aun no olvidaba el hecho de que temía por el lagarto o hasta de los compañeros de este tipo, a pesar de que no me habían tratado bien, si no burlado de mi. Pues si recordaba, a pesar de que el lagarto se burlara de mi, me estaba protegiendo de ellos, cosa que me hacía temer aun más que este estuviera herido o algo. Aunque sabía que no iba a poder moverme de ninguna forma, pensé en tratar de escaparme mientras veía hacia detrás mió, pero temía que si me descubría, me hiciera daño con la katana. Así que por ello me mantuve inmóvil en el lugar a mi pesar, aunque realmente no quisiera y lo que quisiera es poder ayudar en vez de quedarme ahí mirando el rostro de un tipo que encima le cantaba el aliento a sake. Además de que si me fijaba mejor, podía ''apreciar'' las marcas de las quemaduras que le había echo el lagarto al tipo. Cosa que realmente no estaba bien, pues siempre se podía llegra a un acuerdo para que nadie sufriera, aunque por otro lado era bien sabido que las personas no siempre trataban de colaborar para que todo saliera bien. Pues siempre habían de los que trataban de tomar las cosas por su mano y no le importaban que otros fueran heridos por ser egoístas. Por ello no opte si quiera en forcejear o algo así, no quería de nuevo sentir ese dolor que se sentía al tirar de mi mechón. Cosa que no tendría sentido, porque había sufrido golpes peores que un agarre de pelo, pero quien iba a decir que tal cosa pudiera detenerme en tan poco tiempo. ¿No? Quizás hasta seria vergonzoso esto. Omitiendo todo eso, al menos mis lagrimas ahora habían parado un poco al menos, además del llanto. Más bien me centraba en escuchar los golpes, quejidos y gritos que se escuchaban. Además de eso, se escucho arder algo por unos instantes a veces. Igual se escuchaban algunos crujidos y el caer de más katanas. ¿Qué estaba pasando? Es lo que me preguntaba, pues de esa forma no podía lograr ver ni de broma. Era algo que me estaba desagradando, porque quería saber realmente que estaba pasando, el agobio y preocupación que estaban creciendo dentro de mi era insoportable y eso que era solo por el lagarto más bien, cosa que decidí no darle muchas vueltas realmente, pues sabía que si lo hacía, luego volvería a perderme en mis pensamientos y acabaría totalmente perdida en estos como me había pasado ya anteriormente.
Hubo un momento después de quien sabe cuanto tiempo. En el que escuche al fin al lagarto hablar. Esto hizo que mi corazón saltara de alegría a pesar de que no podía ver. Pues el solo hecho de escuchar su voz, ya era como suficiente para mi. Ante ello, el samurai pareció reaccionar con temor por lo que quiera que haya sido que ha visto, pues este antes parecía no mostrar temor, pero ahora era como si hubiera visto un fantasma o algo. Aunque era normal, por lo que dijo, había terminado con sus amigos. Espera. ¿Terminado? ¿Estarían bien? Vale, ya estaba mejor de que el lagarto se encontrara vivo, pero... ¿Cómo estarían esos tipos? Quizás a cualquiera le molestaría esto, pero es que para mi siempre era así el hecho de preocuparme por todos, hasta me preocuparía por mi enemigo. A no ser que este haya echo daño a alguien muy preciado para mi. Ahí entonces si perdería la razón al menos un poco o lo suficiente como para que no piense en la situación del todo, sin importarme nada que dañar a aquello que daño a quien me importa. Al menos así es como me sentí cuando el Duramboros daño a mi primo y ahí toda cordura en mi se perdió, aunque luego volvió por unos instantes. Recordar tales cosas no me fueron grato, lo único bonito de eso era cuando apenas me había encontrado con mi primo, lo demás fue un total desastre que me hacía sentir mal conmigo misma. Cosa de la cual me hacía echo esforzarme tales días y que no solo por ello, si no por lo de la biblioteca también. Por ello tenía aquellos moretones en mi cuerpo, los cuales si tocara me dolían. Pues al principio del día nada más recordaba el intenso entrenamiento que tuve por todo lo que había pasado en anteriores días. Porque no quería que volviera a pasar eso, tampoco quería mancillar más el apellido y tampoco quería volver a descuidar a alguien que me importara, pues sabía que mi poder había sido un total fracaso, por ello trate de exigirme aun más todavía, a pesar de que mi cuerpo se veía afectado por ello. Cosa que parecía que yo no quería tomar en cuenta, hasta que llegase un día en que cayera exhausta.
De la nada. El hombre me soltó del mechón y me volteo por fin, dejando que viera al fin que había estado pasando durante todo el rato que les estaba dando la espalda. Entonces lo primero que alcanzo ver mis ojos fue la herida del lagarto. Ante ello solo mostré cierto desconcierto por mi misma, sin poder ladear la cabeza si quiera porque el samurai había puesto el filo de la katana por mi cuello. Esto ni si quiera me hizo reaccionar, me mantuve completamente inmóvil observando fijamente aquella herida que parecía ser que había dejado de sangrar. ¿Le estaría doliendo? Seguramente si, así que era una pregunta demasiado tonta por mi parte. Me fije entonces mejor con mis ojos y vi a todos los compañeros del tipo y estos estaban tirados en el suelo, algunos estaban quemados y otros simplemente solo habían sido golpeados. Además de que había otro que tenía una piedra, de la cual no sabría como lo habrá sacado el lagarto de la tierra, pero me hacía pensar de que realmente era muy fuerte. Mi corazón latía dolorosamente contra mi pecho. Después de todo, a mi no me agradaba ver ese tipo de escenas, por ello agradecí internamente no vivir segundo a segundo del como se estuvieran golpeando. Quizás eso podría dañarme algo mentalmente o así se podría pensar de alguien como yo que nunca ha vivido una batalla real con personas. Pues la única real fue contra el Duramboros y esto no era una persona. Me sentí mal por ellos, aunque si me fijaba del todo bien, podía ver que seguían vivos. Esto al menos me calmo un poco pero no del todo. Entonces devolví mi mirada al lagarto, el cual se iba acercando a nosotros lentamente, con una extraña sonrisa. —¡Si te sigues acercando! ¡Le cortare el cuello!— Grito con visible miedo en la voz al lagarto, el cual paro enseguida, aunque yo seguía totalmente ida, observando aquella herida claramente preocupada. Aunque no solo por él, también por los otros que parecían no poder levantarse ni de broma. Después de todo, parecían que les habían dado la paliza de su vida a los pobres. El lagarto le dijo un par de cosas, a lo que el samuai enseguida grito. —¡Cállate! ¡Cállate! ¡Si no te callas le cortare el cuello! ¡Así que cállate!— Escuche, a lo que yo me mantuve en total silencio desde hacía rato.
Realmente no supe exactamente bien que paso después de eso, pero el pelirojo piso el suelo con fuerza y después me vi liberada, a lo que caí al suelo al no esperarme tal cosa. Mis rodillas estaban contra el suelo, manchando algo más de polvo aquel pobre kimono. Tarde unos segundos o quien sabe cuanto tiempo para reaccionar al menos un pocos y irme levantando lentamente del lugar. Cuando reaccione ahora si del todo, me voltee lentamente para ver una escena que quizás no se me olvidaría hasta quien sabe cuando. Mis ojos se abrieron de par en par, escuchando lo que le decía el pelirojo a aquel samurai. Ver como pisaba de esa forma en el pecho a aquel hombre no me agrado demasiado, aunque tenía su excusa del por cual hacerlo. Después de todo, quizás si él no me hubiera ayudado, acabaría casándome con ese tipo. Aunque volvía a repetir que no me agradaba para nada que se resolvieran las cosas con violencia.
Observaba a mi alrededor. Las personas parecían acercarse a los compañeros del señor, ayudando a estos a llevarlos a algún hospital o así cercano. Al menos eso es lo que pensaba yo. En cambio otras personas comenzaron a irse ya a seguir con su rutina y otros parecían esperar a que lagarto terminara lo que tenía que hacer, para luego socorrer a ese tipo. Parecía que al menos esas personas eran bondadosas si ayudaban realmente a estos. ¿No? Esperaba que fuese así. Después de terminar de echar una ojeada en todo el lugar, mis ojos repararon en un pequeño perrito o especie de lobo que apareció de entre la multitud que se fue. Pensé que le pertenecía a alguien, así que desvié mi mirada hacia el lagarto de nuevo. Cuando lo hice, pude observar como le hizo escupir sangre al señor del sake. Cosa que hizo cohibirme en mi lugar y cerrar con fuerza los ojos. No me agradaban ver ese tipo de cosas, realmente no estaba para nada acostumbrada a ello. Por eso es que me dolía ver tales cosas. Pues como decía, era la primera vez que presenciaba una pelea con personas o al menos con seres que aparentaban ser personas. Pensaba rogarle que parara, pero cuando abrí los ojos, el lagarto había parado de estar pisando su pecho. Claramente mis ojos estaban inundados y no sabía que decir o hacer, ni si quiera veía correcto ahora mismo el agradecer. Me sentía confusa, pues sentí un instante cierta curiosidad y atracción por esa sonrisa que mostró mientras pisaba de esa manera al samurai. ¿Qué pasaba conmigo? No tendría que sentir tal cosa, más bien debería de sentirme mal por el tipo, aunque este se lo hubiese buscado, pero... ¿Por qué? Aunque me preguntase, sabía que no obtendría respuesta alguna, solo un completo vació en mi cabeza.
Sentí las inmensas ganas de escapar por estar tan confusa y experimentar tantas emociones que ni yo misma podría explicar. El kimono estaba algo lleno de polvo, cosa que me desagrado porque encima que se habían molestado para que tuviera tal kimono. No solo eso, también había estado todo el rato sin hacer nada, sin poder calmar a ambos grupos. Me sentía inútil, me sentía terriblemente inútil. Quería poder haber ayudado para que todo hubiera salido bien, sin peleas, sin sangre, sin ese tipo de cosas, pero ni eso pude hacer. Encima de cuando trate de enfrentarlos para que se calmaran, tampoco sirvió, Después de todo, si yo hubiese sido la que se enfrentaba, lógicamente haría el mayor intento de solo atacar a sus katanas para desarmarlos. Así no derramaría ninguna gota de sangre. Al menos yo lo veía así. Entonces en un impulso trate de escapar, pero mi cuerpo no se movía. Quizás era por todo lo que presencie, por lo cual cerré los ojos con fuerza. Hasta que escuche un pequeño ladrido, cosa que hizo que abriera los ojos y mirar a hacia abajo. Encontrándome con la especie de lobo pequeño que pensaba que pertenecía quizás a alguien. Esté mordía el kimono del lagarto y tiraba de este suavemente, soltándolo luego y comenzó a ladrar al pelirojo. Después de la nada, le placajeo y se metió en sus ropas para robarle una caja metálica. Luego de eso, salió de entre sus ropas, ignorando que Ocelot estuviera ahí.
Yo me quede en todo el momento inmóvil. Observando como al salir de las ropas del lagarto, se llevaba en su boca una caja extraña. De todas formas no me encontraba visiblemente estable, pues mi cabeza estaba totalmente ida con muchas cosas que invadían esta. Por ello me quede inmóvil por lo que acababa de experimentar, tratando de ir asimilando de a poco lo que recién paso. Aunque realmente no debería de estar tan afectada por cosas así. Después de todo, yo era una capitana y debería de estar preparada para un futuro, pero aunque quisiera estar bien, no podía reaccionar bien del todo. Después de todo, yo era una chica que apenas salía de casa y recién ahora había comenzado a vivir como realmente debería de hacerlo o eso creía.
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Re: Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
Los orbes azules del pelirrojo, comenzaron a mirar a las personas con cierta extrañeza. Comenzó a notar, que mientras algunos sonreían extasiados por haber presenciados la batalla. Otros cuantos le miraban con cierto desprecio por tal acto barbárico. Otros más, se les podía notar con miedo, apartando la mirada en cuanto el semidragón le mirara, quizás por la fuerza que este había demostrado. Sin embargo, ninguna de esas cosas le afectó, y solo siguió recorriendo el lugar hasta dar con la joven pelifucsia. Pudo dar con ella, pero antes de poder avanzar más de un paso, pudo sentir cansancio en el cuerpo. Aquello le llevó a frenarse, y colocarse la mano derecha sobre un trapecio, sobándose un poco, mientras estiraba un poco el cuello, intentando sacarse una leve molestia de aquella zona. Sin dudas no había medido bien sus energías, siempre le pasaba al estar furioso. Su fuego ardía demasiado, gastando más energías de las necesarias, provocando que el semidragón acabara agotado al terminar tales batallas. Aún que no hubiera recibido más que un mínimo daño por parte de ellos, se podía decir, que era el mismo quien se había hecho daño, en tanto desgaste irresponsable de energías, provocándose de alguna forma, más desgaste de lo que los samuráis le habían generado a él.
Comenzó a sentir como algo le tiraba de la ropa, provocando girar su mirar extrañado, para dar con un pequeño cachorro que ahí mordía las telas de su kimono y tiraba con algo de fuerza. Arqueó las cejas el pelirrojo, no era un amante de los caninos, más bien todo lo contrario, James prefería a los felinos, como lo era el gato que ahora estaba entre sus ropas oculto. Pudo sentir como Ocelot se removía allí entre las telas y su espalda, quizás asustado al haber sentido el aroma del canino, algo normal en un felino como él. Más normal en él, porque el primer día en que James encontró a Ocelot, este estaba siendo atacado por unos perros salvajes, lo que provocó cierto temor y trauma en el felino, haciendo que este sea el doble de miedoso, o cuidadoso, cuando de los caninos se trataba. Se extrañó aún más cuando oyó ladrar al pequeño perro de pelaje oscuro, casi sintiendo las ganas de darle una patada despacio, o algo para que el mismo se alejara. Estaba por abrir la boca y devolverle esos ladridos, pero inesperadamente, el canino golpeó contra el pecho del semidragón, usando todo su cuerpo y sus fuerzas, provocando que al no estar el pelirrojo preparado para esto, cayera sentado en el suelo. Rápidamente el astuto, flexible, y escurridizo canino se metió entre sus ropas, moviéndose allí, evitando a Ocelot, quien comenzó a soltar algunos arañazos ahí dentro, terminado por herir la espalda del pelirrojo, mientras amenazaba a aquel canino con esos sonidos típicos de los gatos. En unos momentos el canino salió de entre las ropas, escapando llevándose alguna pertenencia del semidragón que este no pudo identificar bien. Lo primero que hizo James fue levantarse, un tanto gruñendo por las heridas que Ocelo le había dejado en el cuerpo, las mismas, como era de esperarse, comenzaron a arder levemente mientras dejaban escapar algunas gotas de sangre que le caían por la espalda. James fruncía su ceño, y comenzó a buscar entre sus ropas a ver qué era lo que faltaba. Al mismo tiempo, el aún asustado felino, salía de las ropas, para, algo erizado, plantarse sobre el hombro de James, sin quitarle una amenazadora vista de encima al canino que parecía huir con algo en la boca.
No costo mucho al pelirrojo notar lo que le faltaba, pues en verdad no llevaba demasiadas cosas, así que no había mucho revisar entre sus pertenencias. Obviamente, alguien como él, no tendría mucho encima, mucho menos cosas de valor, solo lo justo y necesario, o quizás menos. Se traba de la caja metálica, tecnología de Tempus, que al darle un botón rojo esta se transformaba en una motocicleta supersónica, capaz de volar a altas velocidades. Un regalo, más bien un pago, que había recibido por un trabajo bien hecho, hace ya un tiempo. Le había tomado bastante cariño a aquel vehículo, y admitirá que era de gran utilidad, por ella le llevaba siempre encima, y solía usarla para transportarse dentro de las ciudades. De igual forma, le daba un gran cuidado, no dejando que cualquiera la manejara, y montándola sobre cualquier terreno, solo dentro de ciudades, y con cuidado de no golpearla de ninguna forma. Frunció el ceño molesto nuevamente, buscando al canino con la mirada, dispuesto a ir tras el mismo, mientras apretaba sus dientes, y comenzaba a andar, apretando el paso.
Cruzó a un lado de Kougyoku, sin siquiera mirarle, solo tomándole de la muñeca, apretando algo fuerte mientras tiraba de esta para hacer que le siguiera, mientras iba tras el canino. No se dio cuenta en aquel momento, pero su mano estaba tocando el brazo de ella, un contacto tan directo como ese obviamente no era normal por parte del semidragón, y si hubiera notado lo que hacía, posiblemente hubiera gruñido y le hubiera soltado rápidamente. Pero como iba concentrado en atrapar al canino, que en su boca llevaba la caja metálica, no se percataba ni mínimamente de esto. Tampoco se daba cuenta de lo cerca que la había puesto al obligarle seguirle. Por culpa del canino, se había olvidado de lo que hubo en su mente tras pisotear a aquel samurái, y la razón por la que le buscaba con la mirada. Ahora mismo, solo podía pensar en recuperar su motocicleta supersónica. Seguramente, si notara el agarre, recordaría cuando estuvo tan cercana a ella allá en la biblioteca, provocando que se pusiera algo nervioso, o molesto, por esos pensamientos y sensaciones que no podía justificar, ni tampoco explicar completamente. – Tu vienes conmigo piojosa – Le afirmó en cuanto le tomó del brazo y comenzó a tirar para que le siguiera, demostrando en sus palabras que no había opción de no seguirle, pues aunque no fuese a admitirlo, él estaba algo cansado, y no sabía si podría dar por sí mismo con el canino. Además, aunque tampoco quisiera admitirlo, no quería separarse mucho de ella, no alejarse, ni que se separan y no volver a verla el resto del día solo por un incidente con un cachorro.
El semidragón solo seguía corriendo, siguiendo al canino por aquellas calles, hasta que el mismo entró dentro de un callejón, haciendo que James le perdiera de vista por unos momentos. Dobló siguiéndole el rastro, pero no pudo verle más, aquel callejón no tenía salida. Solo un muro de concreto le da fin, y allí había algunas cajas amontonadas, al igual que lo que parecía un contenedor de basura echo de piedra, la arquitectura más obvia de chaos. También había algunos charcos de agua, quizás hechos por alguna lluvia no hace mucho tiempo. El semidragón soltó finalmente el brazo de Kougyoku, comenzando a avanzar lentamente dentro del callejón, que parecía volverse oscuro, pues la luz del sol no daba en este, siendo obstruida por las construcciones a cada lado de aquel lugar. El semidragón se detuvo tras solo unos pasos, Ocelot se podía notar aun algo erizado, asustado por el canino, sin querer separarse de hombre de James. – Bien… ¿Dónde te escondes bola de pulgas?- Susurro James, sin querer llamar mucho la atención mientras con su mirada buscaba en varias direcciones, intentando dar con el peludo animal que se había llevado su caja metálica.
Re: Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
No supe cuanto tiempo estuve en ese modo, como si realmente no estuviera ahí, como si todo fuera solamente un sueño, a pesar de que todo lo que estaba pasando era real. Vi pasar al pelirojo en frente mía, aunque eso ni si quiera me hizo reaccionar, me mantuve aun en shock, mirando a la nada. Hasta que sentí un agarre en la muñeca de mi mano, sintiendo como alguien tiraba de mi y ese alguien era el lagarto cuando mire al frente, mirando confundida a este. Obviamente yo no opuse resistencia, dejándome llevar por esto. Sentí como apretaba algo fuerte mi muñeca, a lo que obviamente ahogue un suave quejido por ello. Después de todo, habían sido lastimados anteriormente por el samurai que ya yacía en el suelo tirado. Cosa que cuando mire hacia atrás, me pude fijar como iban a socorrerle más personas a este, mirando al lagarto aquellas personas de una forma que no supe describir. Cuando devolví mi mirada al frente, hacia donde estaba el pelirojo. Me quede mirándole desde atrás en silencio, sin ni si quiera quejarme. Su cabello agarrado en una coleta se mecía por la suave brisa que corría en esos instantes, además del movimiento que estaba ejerciendo este al moverse, aunque cuando me quede observando esto, mis ojos de forma inconsciente comenzó a bajar hasta la muñeca, observando como tenía agarrada esta. A pesar de que me doliera dicha zona, era como si a la vez, la calidez de su mano lo reconfortara por otra parte, como si el pudiera sanarme nada más tocar esa parte de la piel, cosa que era extraño. ¿Acaso los lagartos eran curativos? Pensé de la nada para mis adentros.
Los ojos aun los tenía semi inundados, pareciendo que no quisiera secarse del todo. Después de todo, aun seguía al menos un poco en shock, porque mi cuerpo había podido reaccionar en dejarse llevar porque tirara de mi. Además de que podía pensar un par de cosas con algo de claridad, aunque aun no podía articular palabra alguna. Aunque cuando escuche como me llamaba, esto hizo que de la nada sus mejillas se adornaran en un tono rojizo, además de casi todo el rostro al completo reacciono así un poco y frunció el ceño, olvidando por unos momentos todo lo anterior que había pasado. —¡Te he di-di-dicho que no tengo piojos! ¡Saco de lagarto con pul-pulgas!— Le recalque casi estallando en molestia, aunque al poder reaccionar ya medianamente bien, me di cuenta de la cercanía que teníamos ambos, haciendo ahora si que mi rostro estallara en un rojo más intenso. Sintiendo entonces como mi corazón latía con fuerza contra mi pecho, volviendo a sentir esa calidez que me embargo ya anteriormente unos momentos. Aunque antes de que pudiera seguir sintiendo esto, desafortunadamente, mi mente me jugo una mala pasada volviendo a recordar todo lo que paso anteriormente, volviéndome a dejar en un estado de semi shock. Ya que parecía que había salido de este gracias al lagarto, pero volví a meterme en este gracias a mi mente. Entonces me volví a sentir inútil, aunque no solo eso, también me sentí triste porque hayan sufrido heridas o golpes todos. Recordando sobre todo la parte donde el lagarto pisoteaba a aquel tipo del sake, no pudiendo evitar recordar aun más la sonrisa que tenía en sus labios. Cosa que realmente me agrado, haciéndome pensar que algo mal estaba pasando en mi, porque realmente a mi no me agradaba la violencia, pero... ¿Por qué? ¿Por qué me encanto ver esa sonrisa? ¿Acaso era porque no era algo a lo que acostumbraba ver? O ¿Quizás era por otro tipo de significado? Me preguntaba a mi misma, haciendo que olvidara por unos instante ahora todo lo demás. Ni si quiera supe cuando comenzamos a correr, pues en todo momento había estado ida, exceptuando cuando este me llamo piojosa, cosa que me hizo reaccionar al menos en su momento.
Realmente no me di cuenta cuanto estuvimos corriendo, hasta que el lagarto mismo paro, adentrándose a un callejón. Que cuando me fije bien, no me moví ni de broma del lugar, pues estaba oscuro y a mi me daba miedo la oscuridad. De igual forma, apenas recientemente me había dado cuenta de que Ocelot estaba con él, el cual estaba sobre el hombro de este. Ni si quiera me había dado cuenta de la presencia de este, hasta ahora. ¿Desde cuando estaría ahí sobre su hombro? Me pregunte a mi misma mentalmente, sabiendo que igual no obtendría respuesta, a pesar de que lo obvio de todo esto era porque no estaba prestando atención, aunque realmente no podía del todo. Escuche entonces algunas palabras del lagarto, fijándome que este miraba a cada lado. Aunque no se veía bien al estar cercano a la oscuridad y obviamente yo ni de broma me adentraría con él, ni aunque me pagaran con chocolate. Sentí entonces como mi cabeza iba volviendo a la normalidad, como si ya comenzara a asimilar las cosas de a poco, pudiendo entonces tranquilizarme al menos un poco, porque no estaba aun visiblemente estable por los anteriores acontecimientos. Observe que del contenedor de basura salió un felino extraño, teniendo en la boca unos huesos o espinas de un pescado y luego se subió a las cajas amontonadas, mientras comía o mordisqueaba tranquilamente esto. Sentí las inmensas ganas de ir a abrazarle, recordando que también Ocelot estaba ahí, así que seria un abrazo doble. Aunque era obvio que no me moví del lugar, pensando de que quizás seria molesto para Ocelot y sobre todo para aquel felino que era callejero.
De la nada, sentí como algo rozaba contra mi kimono por la parte de abajo. Acto seguido baje mi mirada y me encontré con los ojos rojizos del canino que había salido huyendo. Segundos después se aparto lentamente de mi y agitaba su cola hacia los lados. Observe que la caja que se había llevado, la seguía teniendo en la boca este. Pensando de que quizás se habría burlado del pelirojo y hubiera escapado por otro lado para luego aparecer por el otro lado y así no se hubiera dado cuenta. Entonces me puse de cuclillas y lo mire fijamente. Realmente yo prefería a los felinos demasiado, es más, los caninos no eran algo que siempre se hubiera presentado en mi vida como si fuera algo de vital importancia. —¿Podrías dar-darme la cajita? Le pertenece a ese bobo y parece realmente molesto, pero no te preocupes. Yo no dejare que te haga algo. A-aunque para eso deberías de devolver la caja y pedir disculpas— Le decía, sin volver mi mirada hacia donde el pelirojo. Que seguramente si alguien me escuchara decir eso, se reiría de mi al decir a un canino que pidiera disculpas. Entonces estire mi mano, abriendo la palma de esta y esperando que ahí dejara la caja, pensando que quizás no me haría caso, pero para mi sorpresa, comenzó a correr hacia más adentro del callejón, mirándome de vuelta, como si esperara que le siguiera, cosa que hice cuando me levante del lugar. Fui tras él hasta que se quedo quieto cercano a un lado donde estaba buscando el pelirojo y pareció ya no querer escapar más, así que trate de atraparlo, cayendo encima del pobre al tropezarme con mis pies, aunque por suerte no deje caer todo mi peso encima del canino. Enseguida cuando reaccione, me levante un poco lentamente mirando al canino ladrar... ¿Feliz? La caja se le había caído al suelo cuando hizo eso, a lo que aproveche para sentarme y tomar este en mis manos. Luego de eso el canino se acerco y se subió sobre mi regazo. Escuche de nuevo un par de ladridos de su parte y sonreí para el canino de ojos rojizos. Moví entonces mi otra mano para acariciar su cabeza peludita entre las orejas, sin darme cuenta de que en todo momento en estos se veían las marcas de las muñecas, teniendo suerte de que no se vieran los moretones. Después de eso, me levante lentamente cuando este se aparto de mi regazo y reaccione tarde.
Apenas me había dado cuenta de que me había adentrado en el callejón. Mis ojos se abrieron de par en par y luego se cerraron de golpe, sintiendo como mi cuerpo comenzaba a temblar ligeramente. Hacia rato que mis ojos habían vuelto a la normalidad, aunque no por mucho tiempo, porque por lo reciente, estos volvieron a inundarse un poco. Mientras tanto, apretaba la caja entre mis manos, pues de igual forma la había agarrado con la otra. Me sentí completamente sola, como si realmente ese canino o el gato aquel no estuvieran ahí, además del lagarto, del cual quizás estuviera dándole la espalda sin darme cuenta.
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Re: Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
James no había notado al gato en el contenedor, siquiera había notado cuando el canino se escabulló fuera de su vista y llego hasta donde Kougyoku. Había oído un poco de la voz de la pelifucsia, aunque no había entendido lo que decía, ni se había esforzado en escucharle tampoco. Mucho menos se había extrañado por aquello, solo un poco, creyendo que hablaría sola, o que murmurara algo para sí misma. Siendo que no le concernía escuchar eso, ni saber de qué estaría hablando. No es que James fuera educado como para no meterse en conversación de otros, más bien estaba ocupado, y desinteresado en lo que podría pasar por la mente de ella. Comenzó desistir en su búsqueda entre las cajas, llegando ya el final de aquel oscuro callejón, cuando de pronto, escuchó unos ruidos detrás de él, los cuales fueron seguidos por ciertos ladridos, provocando que gruñera un poco para voltearse. Fue extraña la sorpresa que se llevó cuando vio tan cerca a la pelifuchsia junto al canino, apretando los dientes algo molesto con este último. Gruñendo por lo bajo, mientras miraba a ambos desde arriba, amenazando de aquella forma al pequeño canino de ojos rojos, mientras observaba con cierta posesividad aquella caja metálica.
Ocelot, se había puesto algo asustado de nuevo, desde haber oído los ladridos del canino. Se aferró con algo de fuerza, clavando sus uñas en la ropa del semidragón, no llegando a clavarse en la piel del mismo. Pero podía sentir el peso de tal, notando como estaba tenso, seguramente arqueado, o algo parecido. No soltó sonido alguno, aunque esto pudo deberse al no querer alertar al canino de su presencia, pues podía tener miedo pero aquel felino no dejaría de ser astuto. Aprovechó los momentos en que James se giraba, y notando que era la pelifuchsia quien sostenía al canino se tranquilizó un poco, confiando en esta. Asegurándose a sí mismo, escabulléndose dentro de la ropa del semidragón, entrando por la parte trasera de su cuello, y bajar hasta donde pudo sentir tranquilo, entre la calidez del cuerpo de James y la protectora oscuridad de aquel escondite donde el canino no podría verle.
Aún algo molesto, el semidragón se inclinó hacia Kougyoku, para sacarle la caja metálica de su mano con rapidez, notando como la saliva del canino había ensuciado un poco esta. Lo primero que hizo fue comenzar a limpiarle la saliva, frotando la caja metálica contra su kimono por unos momentos. Aprovechó esos momentos para continuar mirando a aquellos, notando como el cachorro miraba a la pelifuchsia desde el suelo. Pareciera que le había tomado cariño rápido o algo parecido, incluso parecía que fuese la dueña de aquel canino de ojos rojos, solo por la forma en que ambos se veían juntos. Aunque James se encontrara aún algo molesto, se decidió por no hacerle nada al cachorro, quizás por la forma en que a Kougyoku le miraba, tan encariñado, pareciendo bastante feliz por esta. Se podía ver la felicidad en la forma en que aquel canino movía su cola, además del leve brillo en sus ojos cuando este miraba a la joven, sin mencionar lo que parecía ser una sonrisa en el hocico del cachorro, dejando ver sus pequeños dientes afilados, y su húmeda lengua. Terminó de limpiar la caja metálica en poco tiempo, y guardó ésta dentro de sus ropas nuevamente, aun gruñendo un poco mientras comenzaba a apartar su mirada de esos dos. – Vas a necesitar poner le una correa si piensas quedarte a ese ladrón pulgoso – Musitó el semidragón, mirando la salida del callejón mientras fruncía un poco el ceño, sonando algo molesto, pues así era como se encontraba, pero solo con aquel canino hurtador. Dio unos pasos en la dirección contraria de estos, apuntando con su andar hacia fuera del oscuro callejón, pero se frenó al haber hecho solo unos pasos, volviéndose a voltear, para volver a poner su mirada con el ceño fruncido sobre esos dos. – Parece que le gustas al peludo pillo – Agregó el semidragón, cruzándose de brazos, mientras miraba a esos dos. Para luego comenzar a acercarse nuevamente a estos, con un paso lento.
Con unos pocos pasos estuvo frente a ella, mirándole desde arriba, aun molesto con aquel cachorro, gruñendo entre dientes. – Sería bueno que le enseñes al saco de pugas algo de buenos modales, así no andará robando cosas, ni metiéndose en asuntos de otros, y así podría salvarse de ser rostizado por algún semidragón al que no le caiga bien y tenga ganas de hacer arder algunas cosas – Musitaba James, como si amenazara al canino, más bien advirtiendo al pequeño animal de los ojos rojos. Aunque también podría sonar como una advertencia para la joven, como si le dijera que cuidara bien de aquel animal. Pues después de todo, el cachorro ladrón se había salvado gracias a la presencia de Kougyoku, pues aunque era exagerado el decir que lo hubiera rostizado, seguro hubiera intentado meter algo de miedo al pequeño, o hacerle pagar las represalias de algún modo que le divirtiera. Mostró una sonrisa soberbia de un momento a otro, desviando su mirada nuevamente, girándose un poco para volver a ver a las afueras del callejón. – Ahora vámonos, a no ser que quieras quedare conmigo en el callejón para siempre – Musitó James, con bastante confianza en sus palabras. Obviamente no se había dado cuenta de lo que insinuaba. Para empezar, estaba prácticamente dando una orden a la joven, como si él fuera quien mandara, o como si ella tuviera que obedecerle por alguna razón. O como si tuvieran que seguir juntos, cosa que no era cierto, pues bien él podría irse, y ella quedarse, o al revés. Y por segundo, estaba diciendo como si le gustara estar juntos, por eso de querer quedarse allí, como si estuviera proponiendo a la joven quedarse ambos allí por alguna razón.
Re: Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
Por suerte, el lagarto me hizo sacar ese miedo cuando apareció de la nada quitándome sin permiso su caja, aunque realmente era suya, pero era molesto que actuara de ese modo. Por ello le mire de mala manera cuando pude reaccionar, dejando de temblar al menos unos instantes. —¡No es un ladrón! ¡Mucho menos tiene pulgas como tu!— Le defendí al canino, el cual ladró contra el lagarto cuando yo también le dije eso. Aunque me quede pensando en lo que dijo... ¿Quedármelo? ¿Acaso podría? No sabía realmente si este quisiera quedarse conmigo. Hasta que escuche lo siguiente que dijo el lagarto. —¿E-eh?— Es lo único que pude decir cuando escuche eso, fijándome como él se acercaba lentamente a nosotros dos, sintiéndome por dentro algo nerviosa por ello. Sentí la necesidad de dar un paso hacia atrás, no queriendo tener mucha cercanía con él, porque eso me recordaba aquel momento en la biblioteca, la cual me hacía confundir aun más. Eleve entonces de nuevo mi mano, tratando que la manga no bajara y apoye esta por la parte central superior del pecho, desviando la mirada mientras escuchaba sus palabras.
Mi mente estaba algo dividida. Una parte pensaba en todo lo anterior que había pasado, otra parte pensaba en si estarían bien aquellos tipos, luego otra estaba pensando en las palabras del lagarto. Entonces cuando pude pensar bien, todos mis pensamientos se vieron reducidos en uno y era lo que había dicho sobre el canino, a lo que yo le devolví la mirada con el ceño claramente fruncido, tratando de que aquello que estaba sintiendo por su cercanía no me afectara. —¡Pu-pues me lo quedare! ¡Pero no porque tu lo digas! ¡Es para que veas que es en verdad un buen amigo y esta mejor enseñado que tu! ¡Además de que seguramente tiene menos pulgas que tu!— Luego de decir eso, saque mi lengua a modo de burla sin darme cuenta, aunque cuando reaccione, enseguida guarde mi lengua dentro de mi boca y mire hacia otro lado otra vez, tratando de hacer como si eso nunca hubiera pasado realmente. Mire en ese momento a aquel gato que mordía los huesos de un pez, que cuando me fije, sus dientes eran todos filosos. Cosa que me resulto extraño.
Escuche de nuevo unos ladridos, pareciendo que al canino le hubiera gustado mis palabras. Entonces desvié mi mirada de aquel gato, hacia el canino y sonreí suavemente. Me quede pensando por un largo tiempo, hasta que decidí hablar. —Te llamare Pochy.— Ante mis palabras, Pochy, volvió a ladrar, agitando su cola hacia un lado y hacia otro, suponiendo por ello que le habría gustado. Entonces por ello me sentía feliz, ahora tendría Pokku un nuevo compañero con quien compartir su amistad. Esperaba entonces que ambos se llevaran bien. —Cua-cuando lleguemos a casa, te presentare a Pokku. Es mi otro amigo, alguien a quien le tengo apreció me lo compro y pude tener así mis primeros amigos desde la segunda vez que salí de casa.— Le decía a Pochy, como si el lagarto no estuviera ahí. Recordando que había sido Akki quien me compro a Pokku, siendo así que estos eran mis primeros amigos de ese día. Día que fue bonito, porque no pensaba que fuera a hacer amigos realmente, pues solo había ido de visita a tal pueblo, pero por suerte pude hacer amigos. Quizás no tenía sentido alguno estar contando esto a Pochy, pero yo hacía eso hasta a Pokku, como si fueran personas que te entendieran. También porque yo los trataba como si fueran amigos y no solo mascotas, prefiriendo mejor lo primero que lo otro porque era más bonito y porque también era desagradable verlo como una simple mascota. Omitiendo esto. De la nada recordé la caja que había birlado Pochy al lagarto. Devolví de reojo mi mirada hacia el pelirojo para mirarlo. ¿Qué seria esa caja? Me preguntaba, aunque sabía que quizás de momento no se lo iba a preguntar. Quien sabe, quizás algún día me atreva a preguntarle que era lo que contenía o quizás más adelante de este día lo sepa o no. Depende también de la curiosidad que tuviera para preguntarle o no de eso, pero de momento prefería no hacerlo, pues aun estaba algo ida por todo lo anterior que había sido algo aun reciente.
Cuando me fije que me estaba mirando, desvié mi mirada, pero la devolví otra vez lentamente, queriendo mirar al pelirojo. Esta vez no me estaba mirando, a lo que aproveche de nuevo a quedarme mirando a este. Comencé a sentir como si comenzara a estar algo ida, aunque gracias a lo que dijo, volví en sí demasiado rápido, frunciendo aun más el ceño. —¿¡Ah!? ¿¡Quien va a querer quedarse contigo en este callejón!? ¡Seguramente prefieren irse antes que quedarse contigo! ¡A-a-a-ademas! ¿¡Te crees que voy a hacerte caso!?— Le pregunte, claramente dando a entender que no haría caso, porque automáticamente comencé a ir al fondo del callejón. Mientras tanto, Pochy se había quedado observando a aquel gato extraño y este a él de forma intensa, aunque realmente no se estuvieran viendo de mala manera, solo se miraban y ya, aunque a ojos de otros quizás pensaran de que estaban hablando mentalmente o algo. Al menos yo pensaría algo así. Cuando reaccione, me di cuenta de que se había oscurecido aun más al entrar más al fondo del callejón, a lo que volví a quedarme inmóvil en el lugar. ¿Quien me mandaba a reaccionar de ese modo? Obvio que nadie, pero no pude evitar contradecir lo que él me dijo. Además de responder de esa forma borde, cosa que no me di cuenta en su momento, pero cuando lo pensaba, tampoco sabía del porque, más bien fue puro impulso o lo había echo sin pensar realmente, de todas formas no era la primera vez que actuaba de ese modo con el lagarto. Pues en la biblioteca le había dicho muchas cosas sin saber porque, además de las que decía actuando de forma defensiva sin darme cuenta o por otras razones que desconocía aun.
Re: Lo bueno del silencio es que nunca miente [Priv. Kougyoku]
Al notar nada más y nada menos que la joven pelifuchsia le desobedecía, el semidragón gruñó un poco frunciendo el ceño, acercándose más a ella algo molesto. Como cualquier hombre orgulloso, aquel pelirrojo detestaba que no se le hiciera caso, o que alguien tuviera la idea de contradecirle, aún más cuando ese alguien era aquella joven que por nada del mundo pareciera poder hacer frente al semidragón, o contradecir a este. Obviamente le molestó aquello, se le podía notar, pues algo amenazador se veía su mirada al momento en que aquel pelirrojo fruncía el ceño. Se le acercaba, estando más cerca de ella cada vez que se adentraban más al oscuro callejón, donde poca luz se veía por como la noche se acercaba, un lugar podría ser casi un punto ciego para quien cruzara cerca, además de completamente privado si así se lo necesitaba. Obviamente el semidragón no notaba nada de esto, siquiera notaba lo incomodo que podía ser estar tan cerca de la pelifuchsia, pues estaba molesto como para poder su mente relacionar las cosas de esa forma. Obviamente la forma en que ella le respondió, tan borde, también le había molestado, provocando que obviamente el respondiera de la misma forma con sus actitudes, a pesar de que el solo estuviera bromeando con eso último que le había dicho. – ¡Cállate un poco piojosa! ¡No me contradigas! ¡Ni que te gustara la idea de que te deje sola en un lugar como este!- Respondió el semidragón alzando su voz, sonando un tanto autoritario, o algo parecido. ¿Pero porque no querría dejarle ahí sola? En verdad comenzaba a tomarle gusto a la compañía de ella, aunque fuese solo tenerla cerca. Además que por algo había intervenido por ella contra esos samuráis, si le había protegido allí, no iba tampoco a dejarla sola en un oscuro callejón de ese peligroso reino, aunque esa ciudad no fuese realmente peligrosa. Pero quien sabe, mientras que el semidragón no había tenido ningún problema allí, ella en pocos momentos se había metido en un gran escándalo, asique no sería en verdad seguro dejarle sola
El semidragón se acercó más para tomarle de la muñeca nuevamente, molesto, apretando sin lugar sin darse cuenta, gruñendo un poco mientras le miraba desde arriba por la diferencia de altura. – ¡Te dije que… - Fue incapaz de terminar su oración en aquel momento, a su mente le llegaron unos recuerdos que la mantuvieron quiero por unos segundos. Obviamente recordó lo sucedido en la biblioteca, notando la cercanía que ahora tenía con ella, siéndole aquella familiar, y notando un parecido entre esas dos situaciones. Su corazón comenzó a acelerarse de manera estúpida y sin razón, mientras notaba la cercanía con el cuerpo de ella, comenzando a observar con más atención el rostro de la contraria. Notando completamente lo bonita que era, recordándole aún más aquella situación en el reino de los guerreros, donde también había reaccionado de esa forma ante el rostro de la joven. Su mirada comenzó a dejar de verse extrañada, para mostrarse confundido, mientras no podía dejar de ver los ojos de ella, comenzando a soltar con suavidad su muñeca, perdiendo la fuerza sin darse cuenta. Notaba su corazón acelerarse, y su mente nublarse, sin saber realmente porqué le sucedía todo eso. Comenzando a bajar su mirada hacia los labios de ella, para mirarlos solo por unos momentos, apartando rápidamente su mirada hacia un costado, para gruñir molesto mientras le soltaba finalmente la muñeca. Se molestó consigo nuevamente, por aquellas extrañas tonterías que comenzó a sentir sin saber realmente que era, tal como en la biblioteca, deseando estar algo más alejado de ella, para evitar ese tipo de cosas nuevamente. En cuanto le soltó, dio un paso para apartarse de ella, estando algo confundido, frunciendo su ceño, mostrándose molesto aunque no fuese con ella, más bien consigo mismo. Al notar que el mismo se había alejado, se puso un tanto nervioso por no saber cómo podría ella reaccionar, no sabía si lo hubiera notado, mucho menos si a ella le hubiera pasado algo similar, por lo que mientras continuaba dando algunos pasos hacia atrás musitó. – Pff… no quiero estar tan cerca de tus piojos – Gruñendo un poco, mientras en su interior aún seguía confundido y molesto por esas cosas que había sentido en un minúsculo momento. – Idiota… Haz lo que quieras… quédate sola en el callejón – Susurró el semidragón, mostrándose algo indiferente, o intentado verse desinteresado en ella, mientras se volteaba, sin querer dirigirle la mirada, queriendo apartarse de ella ahora mismo, para dejar de sentir esas cosas inexplicables que le pasaban.
Dio unos pasos hacia la salida del callejón, dándole la espalda a ella en todo momento, sin saber cómo habría reaccionado ante sus palabras. Cosa que le carcomía la cabeza ante la duda, provocando que se molestara aún más. Gruñendo de forma notoria. La noche iba cayendo, y con eso el calor se iba yendo, provocando que algunas brisas más frías comenzaran a recorrer el lugar, sacudiendo un poco las ropas del semidragón, al igual que meciendo sus cabellos, y hasta aquellos largos que le colgaban tras de la nuca, bajando hasta su media espalda.
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