La reliquia sagrada [Trama nº 11]

El muchacho se presentó, por lo que la joven Bellator entendió que el muchacho habría adivinado que no se sabía su nombre. Antes de que pudiera responderle, vio por el rabillo del ojo que un ángel de aspecto majestuoso se presentó ante ellos. Ésta se presentó como una de los tres arcángeles que regían los cielos. —Mi señora,—murmuró, dándose la vuelta y haciendo una pequeña reverencia rápidamente. —Garnet Vermell, Segunda Bellator Dei. Es un honor.—Volvió a girarse en dirección al castillo, justo en el momento en el que el Quintus Dei les dirigió la palabra a Ärud y a ella. Como siempre, se mostraba muy cercano y con intenciones de animar al resto de soldados, faceta por la cual la pelirroja guardaba bastante respeto. —Señor Sindar, es un placer verle de nuevo. Al igual que usted, pienso que no deberíamos separarnos en esta misión. Si el Gran Lord decidió que viniera todo su ejército hasta aquí, no fue precisamente para que cada uno fuera por libre.—Paseó la mirada entre el Militans y el Custos, sin apenas moverse y continuando la marcha. —Pero no pienso en la posibilidad de fallar esta misión. Le sonará atrevido, pero estoy segura de que resultará exitosa. No por ello el Lord nos tuvo en consideración para pertenecer a sus filas.— ¿Había sonado demasiado arrogante? ¿No, verdad? Frunció el ceño levemente al oír la familiaridad con la que el soldado se dirigía a ella, pero hizo caso omiso de ello. —Así es. Ni aún con esta confianza bajaremos la guardia.

Afianzó el agarre de su lanza al recibir la orden del Primo Dei. —¡A la orden, señor!—vociferó. Realmente, no tenía ni idea de cómo cubriría a los Militans, pero no deseaba cuestionar las órdenes de su superior. Observó que Alexeyevna se colocaba por el flanco izquierdo, de modo que ella se situó en el derecho. Anduvo más lentamente, dejando la vista fija en cada uno de los soldados que pasaban por su lado. —Vamos, soldados. Ya han oído al Primo Dei,—dijo en voz alta, más como un intento (fallido) de animar a los subordinados que como una orden.

Se giró de nuevo al ver que una muchacha, una Militans Dei, precisamente, aterrizaba cerca de ellos. Tampoco sabía su nombre, pero ella misma se presentó. —¡Gaubet! Llegó justo a tiempo. Únase a las filas y no se separe de sus compañeros,—ordenó, continuando con la  marcha. Se le heló la sangre cuando aquella misteriosa voz resonó en su cabeza. ¿El rey, decía? ¿Quién se creía que era esa cosa? El único monarca de Spirit Soul así como de casi todos sus territorios (entre los cuales estaba, por supuesto, aquel mugriento castillo) se trataba del propio Lord, y no un espíritu mindundi que se colaba en sus pensamientos así como así. Torció el gesto, molesta por el desafío y tono de aquel ser, pero no dijo nada más. Antes de que pudiera reaccionar al sonido de una baldosa que es escuchó a lo lejos, alguien le agarró y le obligó a agacharse. Se dio de bruces contra el suelo, pero por suerte no se hizo daño.

—…¿¡Pero qué!?—Se incorporó un poco y miró de reojo a quien tenía al lado, quien resultó ser Orion, además de Céline. —Ustedes dos... Tengan más cuidado.—Tenía el ceño fruncido, como si aquél gesto de protección por parte del soldado le hubiese herido levemente su orgullo. Sin embargo, en el fondo apreciaba su acción, y sabía que la tomaría en cuenta para el futuro. Al desviar la vista hacia sus superiores, observó que varios de ellos habían sido heridos, incluida Alexeyevna, su compañera. —Al… Sasha,—le llamó. Debía acostumbrarse a nombrarle por otra cosa que no fuese su apellido, pero le parecía poco formal. Apartó con cuidado la mano de Orion y corrió hacia la Primera Bellator, descubriendo que una flecha le había alcanzado el brazo izquierdo. —…Ten más cuidado, no eres precisamente prescindible,—murmuró, mientras posaba sus manos cerca de la herida y observaba cómo se regeneraba poco a poco. —No es que los demás lo sean, ni mucho menos, pero eres una pieza importante en este ejército.—Generalmente se guardaría ese tipo de cosas para sí misma, pero tras saber lo que había pasado en Tempus, no pudo evitar hacer un comentario de ese tipo. Suspiró al ver que la llaga no se había cerrado del todo, pero apenas quedaba un pequeño rasguño. —Bueno, eso es todo lo que pude hacer, por ahora.

Era singular  como poco, los distintos modos en que cada soldado actuaba y que diferían mucho de los datos que solían mostrar cuando un nuevo miembro se unía a ese “ejercito”.  Las fuerzas y debilidades solo se mostraban cuando llegaban esa clase de misiones…justo en los momentos cuando ya se debería conocer de memoria a tus compañeros para saber cómo actuar. Principalmente no le molestaba mucho llegar a conocerlos en esa instancia pero si traía ciertas preocupaciones obvias para el soldado. Si eran un grupo donde no había demasiada unión…y la confianza era simplemente algo nacido por las ordenes que tenían… ¿Cuánta posibilidad tenían de sobrevivir?

La llegada de un pequeño número más de soldados aumento el tamaño de sus filas pero no fue eso lo que atrajo su atención…sino la llegada de esa mujer que se identificó como parte de los afamados arcángeles. Siendo hijo de un ente celestial, sabía mucho sobre ellos…o al menos conocía lo que las historias de su padre le contaban. Según decían, eran criaturas con una fuerza realmente bestial pero esa mujer…no se veía para nada magnifica. Pudo observar como muchos partieron a presentar sus respetos pero por su parte, se limitó a continuar avanzando junto a los demás soldados hacia los aposentos internos del castillo.

Lo primero que sus ojos captaron fue los repentinos reflejos….como parpadeos, en medio de las tinieblas. No podía ver nada en una oscuridad tan densa pero tenía la constante sensación…de que un millar de ojos se encontraban sobre su cuerpo. No podía distinguirlas pero tenía claro que estaban rodeados por seres peligrosos…tanto que no se molestaban en ocultar su presencia…criaturas que no parecían temerles sino al contrario, esperaban para abalanzarse sobre ellos. Según parecía fueron enviados a un sitio sin poseer la información necesaria para desenvolverse con total libertad…estaban en la boca del lobo y fue más claro todavía cuando una vez más escucho esa horrible voz en su cabeza, causando que su cuerpo se estremeciera por simple instinto. Era inusual la manera en que se expresa…daba a pensar que quizás era el vestigio de quien alguna vez gobernó ese castillo. De ser el caso era irónico como un monarca quedaba reducido a un simple susurro…mostraba que nadie era intocable…todos podían encontrar su final tarde o temprano —La suerte no existe…—Murmuró soltando un suspiro cuando vio ese pasillo aparecer pero las últimas palabras del ente fueron como una predicción ya que ni bien su voz desapareció, se pudo escuchar el suave eco de un mecanismo siendo activado.

Su reacción inicial hubiese sido colocarse frente a la comitiva pero se vio bloqueado por la diosa que decidió actuar como escudo de ellos, cosa que Ivan hizo también al extender sus alas frente a los demás Militans a su espalda. Obviamente probó ser innecesaria su acción viendo que ella atrapo varias de las flechas con su cuerpo —Sasha… ¿Te encuentras bien? —Cuestiono por lo bajo el azabache, revisando la herida de su compañera pero se hizo a un lado cuando sintió la presencia de la otra Bellator, permitiéndole que sanara a la diosa mientras levantaba una de las flechas del suelo —Esto es antiguo…muy antiguo. Realmente hay que tener mala suerte para activar un mecanismo de tanta edad —Comentó guardando la flecha en su chaqueta, tomando luego otro de los cristales negros de su collar. Según parecía empezarían a tener muchos problemas e iba a ser muy necesario que continuara usando esas gemas malditas —Gracias por curarla —Murmuró hacia la mujer con el parche mientras quebraba la gema y absorbía en su cuerpo aquella caótica energía.

Serpenteante, enigmático y completamente venenoso, el hedor a muerte, encierro y moho comenzó a danzar al derredor de la comitiva e hincaron de manera punzante y hasta enfermiza sus dardos en las fosas de la pequeña nariz de la Quarta, quien con una simple mueca materializó su incomodidad interna  ante tal situación. Sus enormes ojos de cristales lunares despertaron aún más, brillando cual pequeños cúmulos galácticos encerrados en aquellas preciosas almendras de piel y pestañas rosa.

Bajó ligeramente el rostro y lo viró sobre los hombros casi ocultando la dirección de su mirada tras su finas hebras rosa observando al grupo que los acompañaba. Apretó suavemente los labios y una de sus cejas parecía batirse entre el fruncirse o no mientras sus dientes se apretaban entre si bajo su piel fruto de su incomodidad ante la fragilidad de los jóvenes que los secundaban. Había cruzado un sinfín de campos de batalla y comandado a cientos de guerreros aún mucho más jóvenes en inexpertos que los distinguidos señores y señoras que en aquella mañana se encontraban en aquel sitio; sin embargo, era justamente aquel sitio el que le daba muy mala espina. ¿Qué estaba pensando el Lord?. Demasiadas aberturas, incluso para el propio movimiento del Dei Squad. ¿Y si ellos perecían en la empresa?... El castillo había quedado completamente desprotegido.

Volvió el rostro al frente sin emitir una sola palabra y prefirió sostenerse en las palabras de aliento, bienvenida y arreo de sus compañeros; mientras ella se perdía en el análisis de la situación. Desenfundó su gunblade a la orden del Primo y la deslizó ante ella activando el mecanismo que la transformaba en un acto mecánico casi mágico en una hermosa y torneada espada para luego de un golpe seco blandirla a un costado y mantenerla fija mientras sus pies se deslizaban con extrema cautela sobre los casi resquebrajados bloques de roca que formaban el piso de aquella estructura, cuando repentinamente el hueco se cernió de oscuridad tras el cierre de las pesadas puertas e inmediatamente una especie de aliento fétido comenzó a regodearse entre ellos elevando por los cielos su capa de viaje y batiendo su cabellera rosa. Lentamente Aldara se llevó unos dedos al rostro y apartó las hebras que se interponían con su vista únicamente para divisar el extraño camino que ahora el autoproclamado “Rey” les servía deliberadamente. –Demasiadas aberturas- se repitió mentalmente al pasar vaga la mirada sobre sus compañeros e inmediatamente adoptó el puesto que el Primo le había asignado. – Aberturas por doquier…- se repitió asumiendo que su actitud de tanque, esta vez, no sería la más recomendable.

Aspiró y exhaló pesadamente atenta a cada sombra que se movía ante las titilantes antorchas que iluminaban el camino, cuando finalmente el sonido hueco de una de las grandes baldosas le dio de llego a la boca del estómago. Sus párpados se separaron por completo en una mirada de alerta y viró el rostro hacia cada lado en busca de lo que fuese a venir tras aquella activación.

A duras penas y como si el tiempo comenzase a moverse muy pesadamente, sus finas pupilas se dilataron lo suficiente como para notar los numerosos dientes aserrados, viejos y hasta un tanto oxidados que salían disparados de todas las direcciones hacia ellos. –Las aberturas…- pensó y presionando de manera sobrehumana a su cuerpo, lo transportó hasta uno de los puntos abiertos interponiendo su materialidad entre aquellas flechas y sus nobles compañeros.

Con ecos sordos, los filos se incrustaron de manera violenta en su carne, filtrando suavemente manchas y manchas del rojo néctar de la vida a través de sus mordidas; más la joven inmutable, simplemente bajó el brazo que había extendido para “atrapar” una de las perdidas y sustrajo la vieja basura del antebrazo. Lentamente fue tomando pieza por pieza las flechas clavadas en su abdomen, hombro y piernas sin siquiera soltar un solo bufido, para luego elevarse sobre toda su altura y observar un tanto irritada a la joven coneja.

-Tonta…- le susurró de tal forma que solo ella pudiese oírla y le dio un pequeño golpecito en la frente a la par que un destello rosa brotaba del centro del golpecito que le había dado recubriéndola por completo con el fin de brindarle un poco de su energía curativa.  - ¿Qué haríamos si tus piernas se estropean?... No tomes la delantera… - le susurró nuevamente.

Del mismo modo en que había depositado algo de su energía en la Terzo, la joven Aldara rosó la capa del Primo con la punta de los dedos y compartió algo con él, para luego girar hacia Fingon y el gran Fenrir.  – Fuuuffff….- un profundo bufido fue lo único que le espetó al gran elfo, haciéndole entender su molestia por la presencia del peludo. Pues a pesar de su extraña “relación de hielo”,  ella había congeniado y forjado una interesante amistad con el animal. Pasó junto a él y aprovechando que el Quinto aún se encontraba sobre sus rodillas e inmerso en la magia de la Terzo, deslizó sus dedos contra su hombro aportando un poco más de “energía curativa”.

Finalmente y con un aire cargado de majestuosidad, ferocidad y misterio; la Quarto Dei se paró en seco observando silenciosa al resto del grupo. Su expresión era la misma de siempre: regia, insoldable e inquebrantable en su propia luz de belleza y divinidad. Pasó la clara mirada sobre cada uno de los jóvenes, escrutándolos de pies a cabeza para luego girar lentamente mientras asentía casi imperceptiblemente en son de estar satisfecha con la condición del equipo. Movió ligeramente la muñeca del brazo que había sido herido, notando que el mismo no había sido complemente curado; sin embargo se sentía muy agradecida ante el cuidado que le habían brindado sus hermanos Custos. Su propia ayuda no había sido soberbia, sin embargo se aseguraría de compensarlo y pagarlo con creces en el transcurso del camino.

Adelantó sus pasos y flanqueó a Kuro  – La próxima… yo seré tu escudo..- le susurró..  – Tus piernas serán las únicas que podrán salvar a los demás en caso de una huída rápida.. – finalizó suavemente – Es lo mejor que puedo hacer… - le confesó convencida de que el mejor apoyo que ahora podría dar al grupo era el de dejar arder todo su poder hasta consumirse en pro de su bienestar y el éxito de la misión.

A pesar de estar ardiendo en ganas hacer volar por los aires la majestuosa construcción, desentrañar desde sus pútridos huesos a los entes de la sombras y ahogar en su maldad a los fantasmas de aquellas paredes, la situación la empujaba la frenaba cruelmente como un jinete a su bravo corcel. El Lord los había metido en un extraño y enorme dilema.

La obra avanzaba sin problemas, los actos se estaba desenvolviendo tal cual los había orquestado pero no podía tener una obra demasiado predecible…se volvería aburrida y sus espectadores empezarían a impacientarse. Había giros que todavía podía efectuar…apenas iban entrando en su maravilloso castillo, apenas estaban experimentando todos las “sorpresas” que se ocultaban en sus paredes y eso hablando de sus “juguetes”…ya que aún no conocían a sus mascotas. Muchas seguramente estarían hambrientas y deseosas de carne fresca luego de siglos comiendo simple carroña.

Los “actores” también parecían dispuestos a continuar con la “trama” ya planeada….aunque fueran ignorantes de cómo se iba a desarrollar. Su planteamiento era ser un director bastante inmerso en su propia obra…lo cual significaba que era momento de volver a entablar conversación con sus marionetas. Para ello dejo la comodidad de su “cama” y descendió entre las tinieblas, observando curioso a las bestias que esperaban su turno por entrar —Pronto…apenas es el primer acto —Murmuró al deslizar su incorpórea mano sobre la cabeza de una criatura gigantesca que simplemente jadeaba expectante de también interactuar con ellos. Incluso el mismo desconocía como se desarrollaría todo cuando sus “mascotas” entraran en acción pero la curiosidad solía ser parte de la diversión, al menos en su reino era así.

Su memoria de la infraestructura no estaba al día pero ese pasillo llevaba a una zona que podía considerarse…segura, al menos comprándolas con otras. Aun así un simple intermedio no estaba dentro de sus planes originales pero podía adaptarlo a su justo placer —Por ahora podrán descansar…algunos de ustedes por lo menos —Esta vez su fría voz fue dirigida a las mentes de todos mientras su “cuerpo” se mantenía a varios metros por encima de sus cabezas —Si continúan recto por este pasillo…hallaran un comedor donde podrán cenar y reposar…pero sean sabios al elegir sus alimentos —Mencionó de nuevo con ese tono de diversión macabra mientras su susurro se acallaba y su avance se reanudaba para despertar a una de sus antiguas criaturas.

El comedor que solía pertenecer a la realeza que alguna vez domino ese castillo, ahora se encontraba cubierto de telas de araña y escombros pero no solo basto que hiciera algunos toques con su propia magia para que el antiguo candelabro volviera a encenderse y que comida de todo tipo apareciera en las antiguas fuentes de plata. Era momento de probar de nuevo la suerte de esos viajeros….ver que tan sabios eran al momento de elegir pero también, quería ver a qué nivel se encontraba sus fuerzas. Para eso encendió otro antiguo mecanismo pero este no activaba una trampa…sino que abría la jaula de las primeras criaturas que llamaron a esa fortaleza, hogar —Pequeños…es momento que emerjan de la noche, tenemos comida fresca en los pasillos. Salgan…estiren sus garras y cacen como en antaño lo hicieron dentro de las dunas del desierto —Esa petición fue acompañada de una pequeña risa tétrica que resonó en toda la habitación mientras las 5 bestias, que parecían haber sido sacadas de un cuento de terror, emergían para buscar su comida.