La reliquia sagrada [Trama nº 11]

—Gracias, Garnet. Es solo un agujero adicional, no te preocupes— Afirmó con un tono de voz cálido al recibir la curación por parte de su compañera, siendo que poco a poco el dolor iba desapareciendo como la herida conforme pasaban los segundos. Observó en general a sus compañeros, no parecían del todo machacados, ningún herido de gravedad y eso le resultaba un alivio bastante grande. Siempre podía ser peor, eso lo tenía más que en claro. Terminó tentándose al ver la comida, precisamente con una manzana que relucía tan roja y apetecible que no se contuvo mucho..procedió a tomarla con la diestra, admirándola para después darle un mordisco…Sabia bien, jugosa e incluso experimentó una leve mejoría, tal vez por probar algo tan dulce de su agrado. De todos modos, se negó a probar otro tipo de cosa, como buena desconfiada y porque sin más…estaba realmente conforme con la manzana en cuestión. Así estuvo hasta que la terminó al menos por la mitad.

Por otra parte, solo bastaron unos minutos más para que tuviese frente a ella la oportunidad de accionar otra vez a modo defensivo…la cara de repulsión cuando notó tal criatura asquerosa deseando atentar contra la muchacha de cabellos verdes, fue bastante notoria. A tal punto que no dudó un solo instante en formar un hermoso arco de energía solar…este pareciendo ser casi de propia materia con hermosos grabados en perfecta combinación con una flecha lo suficientemente brillante como si fuese un efímero fragmento de sol. —Ni se te ocurra— Amenazó por lo bajo, dejando entrever que no se cortaba al momento de accionar como una guerrera. Ya sin dudas, dejó en libertad la flecha, previamente apuntando al “corazón”, si es que ahí lo tenía. —Estaba todo demasiado calmo para ser cierto— Susurró en general, preparándose a cargar otra flecha de ser necesario. Mantuvo la mirada en cada ser frente a su persona, sin perder la calma ni tampoco el estado de alerta, pues no dudaba en que ante cualquier ataque, arremetería sin piedad alguna…no tenía ninguna intención de ver a sus compañeros pasando desgracias, no cuando creía que podía evitarla dentro de sus posibilidades, claro está.

—¿Están bien?, ¿Alguno herido?— Mencionó rápidamente, fijando esta vez la mirada sobre la criatura que atacó, ya que al parecer no estaba del todo derrotada. —¿Era mucho pedir que dejaras de respirar, cierto?— Cuestionó con ironía final, retomando esa propia seriedad en su rostro que parecía inquebrantable.

La pelirroja desvió la vista al Militans que tenía a su lado. A pesar de que tampoco recordaba su nombre de pila, sí que se acordaba de su apellido. —Para nuestro pesar, Belikov, algo me dice que no es cuestión de buena o mala suerte. A lo que sea que habite en este lugar no parecen gustarle los intrusos,— comentó al hombre cuando escuchó lo que decía sobre el mecanismo. Sonrió un poco cuando tanto él como Sasha le agradecieron la sanación, a lo que respondió con una sacudida suave de cabeza hacia los lados. —Cuídense. Como dijo el Primo Dei, debemos permanecer unidos.—Desde su ingreso en el Ejército Dei, había adquirido una actitud bastante más seria que un tiempo atrás. Miró a Sasha de nuevo y asintió. —Volveré a donde estaba. Hay algunos Militans que parecen estar un poco desorientados,—señaló, refiriéndose a los recién llegados. Se despidió de ambos y volvió al flanco que le correspondía.

Esbozó una mueca de disgusto al escuchar de nuevo aquella voz que le estaba empezando a parecer repulsiva. Aseguraba que podrían comer para poder reposar un poco, pero aquello le olía a gato encerrado. El propio… ser, ya había comentado que eligieran sabiamente lo que consumían, por lo que probablemente tendrían que andar con la guardia alta. Sin embargo, la Terzo Dei parecía entusiasmada con el festín que tenían preparado. Extendió el brazo para detenerle, pero había salido corriendo. —Señorit… Bah.—Desvió la vista hacia los Militans que tenía cerca. —Aguarden. Es posible que sea una trampa.—  Avanzó dando grandes zancadas detrás de la Custos, y para cuando llegó a su altura, advirtió que se estaba poniendo las botas con la comida. ¿De verdad no ocurría nada si comían?

Alargó su diestra para tomar una manzana, examinándola detenidamente. Podría estar con parásitos, envenenada, o incluso simplemente habría rodado por el suelo y no la habrían lavado. Con cierta vacilación, se la acercó a los labios y dio un pequeño mordisco. Probablemente era la manzana más deliciosa que había probado en mucho tiempo, y eso que parecía una fruta ordinaria. —Pues no está mal,—murmuró, con una mejilla llena.

Tampoco se dio cuenta de que unas bestias habían aparecido en el mismo lugar en el que estaban. Desde luego, sí que había sido una trampa. No se percató hasta que la Terzo Dei fue atacada: en el momento en el que fue a socorrerla, una fiera similar le impidió el paso golpeándole con fuerza. Cayó al suelo y rodó hacia la izquierda para evitar que siguiera atacándole, y mientras se levantaba advirtió que Gaubet estaba a punto de ser agredida por uno de esos monstruos. —¡Gaubet, apártese!—exclamó, envolviendo su puño derecho en llamas a la vez que corría hacia la Militans. Le apartó de un empujón: quizás se había pasado un poco, pero era preferible que su superior le hiciese un poco de daño a recibir un buen zarpazo de esos bichejos sin rostro. Echó la diestra hacia atrás y le asestó un derechazo en el… cráneo, si es que aquello tenía algo de eso. Pero sí que tenía la mollera dura.

Las situaciones parecían complicarse un poco a medida que el tiempo avanzaba y daba la moleta sensación que estaban siendo manipulados de alguna manera. Tenía ese asqueroso presentimiento que acción que habían tomado hasta ese momento estaba orquestada por esa voz…fuera quien fuera. Quizás su plan era llevarlos hasta la reliquia pero cabía la posibilidad que fuera más un peligro a un premio…en esos momentos ya no sabía en que confiar o que pensar exactamente.

Detestaba sobremanera ese tono tan…altivo que tenía la voz del castillo. Esa forma de expresarse…como si fueran sencillos peones en su juego macabro, solo piezas que ya tenían un final predispuesto aunque fueran ignorantes del mismo —Un maldito juego —Mencionó por lo bajo el azabache luego de sacudir un poco su cabeza, en un intento de apagar los ecos que esa voz dejó. Parecía que tenían un descanso finalmente pero todavía resonaba esa última advertencia…una que no cobro sentido hasta que mordió la rojiza fruta, la cual poseía un sabor bastante inusual —….Veneno…Cuidado, algunas tienen…veneno —Dijo tosiendo mientras soltaba la fruta en el suelo y limpiaba sus labios. Una maldita trampa…al menos fue él quien la sufrió primero, si quiera podría avisar a sus compañeros —Espero que sus efectos no sean tan malos —Murmuró girando un poco sobre su cuerpo, observando a esos grotescos animales salir.

Por su aspecto, ya podía deducir que esos animales nunca habían visto algo de luz natural y era muy obvio que la tenue luz del candelabro bastaba para enardecerlas. Las criaturas estaban lejos de su posición y le permitió ver como una de los custos, la extraña mujer animal, atacaba a una de las bestias con sus patas. Lo mismo observo hacer a Sasha, le maravilla la forma en que podía hacer suya una energía tan similar al astro mayor, la última fue la otra bellator que usaba ese parche…no tan impactante como las otras dos damas pero igual se notaba el poder que poseía pero aun así, ninguna de las bestias sucumbió a las heridas —Son resistentes —Musitó ligeramente emocionado mientras la energía de su cuerpo empezaba a elevarse al mismo tiempo que ingería otro de los cristales negros de collar y con ese incremento, su cuerpo literalmente libero una leve vibración antes de desaparecer.

Aun le costaba un poco acostumbrarse a su velocidad, especial al hecho de aparecer casi como si se materializara en medio del aire. Gracias a eso, se colocó frente a la custos justo en el momento que su ataque finalizaba, mirándola de reojo mientras estiraba su brazo derecho —Creo que estas criaturas poseen mucho más de lo que se puede ver…es mejor ejecutarlas sin demora —Indicó con bastante seriedad mientras que de la parte superior de su piel, surgía un objeto blanco bastante afilado. Ivan generalmente evitaba usar esa técnica en combate pero llevaba un buen tiempo sin luchar en una batalla real además que nunca probó su nueva fuerza luego del entrenamiento —Espero no le moleste que me meta en su combate, madame custos — Dijo esta vez posando su completa atención en la criatura mientras su cuerpo desaparecía una vez más entre esas extrañas vibraciones doradas, solo para aparecer a menos de un metro de la bestia. Sin hacer mayor sonido, impactó su puño en el centro de esa asquerosa boca al mismo tiempo que su hueso crecía de manera espontánea, liberando una decena de púas blancas dentro del animal, salpicando su sangre en el suelo. Fue un golpe mortal pero no se fiaba que ese bicho estuviera realmente muerto.

La realidad es que fue un fallo de su parte, no debió distraerse con tantos detalles a su alrededor o sus pensamientos al visualizar aquel banquete en donde luego de inspeccionar se atrevió a darle un bocado a un pedazo de sandía por lo que no vio venir a la bestia que lo ataca por la espalda como vil animal rastrero. La sandía cayó al suelo, y cuando se dio la vuelta pudo observar a la persona que había evitado que el golpe llegara.

Kuro Usagi, estaría en deuda con ella. Le debía un favor aún cuando la Terzo Custo no lo haya hecho con esa intención, pero era cuestión de orgullo hasta por honor lo considero de esa manera, pero ahora mismo se preocupaba por Aldara.

Empezó a correr hacia la mujer, en dado caso usarse a sí mismo como distracción a los animales. Si eso fue lo que hizo, le chiflo a la bestia que inicialmente lo había atacado y empezó a correr en dirección hacia la Custo. Ella iba a poder eliminarlo al menos confiaba en su capacidad para aquello por lo que Orion no se tomó la molestia de envainar su arma por lo que cuando paso a un costado de la mujer susurro — todo tuyo — con una sonrisa ladina plasmada en sus labios.

Era inusual que Orion mostrara algún tipo de sonrisa, sus facciones siempre eran serias o frías por lo que quien lo llegara a observar la realidad era que se pudieron llegar a sorprender, sin embargo él no pensó en eso, solo le cedió el placer a Aldara de que ella fuera quien diera el golpe.

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El juego de aquel ente la ponía de muy malhumor, pues los tomaba cual simple críos; sin embargo no se podía decir que la situación no fuese exactamente eso, pues a pesar de todo, seguían un camino a tientas y prácticamente hacían lo que el engendro les dictaba tácitamente.

Asió con más fuerza la empuñadura de su gunblade y meditó un tanto contrariada las palabras de Kuro, más no era de las que replicaría. Si la situación se preséntese, ella se movería y cubriría sus valiosas piernas aunque esta amenazase con lanzarse nuevamente sobre ella. Táctica y estratégicamente, tanto ella como los seres con mayores capacidades curativas eran las que debían ser protegidas lo mejor posible y hasta ahora, la Coneja Custos encabezaba su lista.

Continuó su camino sin perder detalle alguno sobre las sombras y sonidos que gorjeaban a su derredor, mientras procuraba con todas sus fuerzas hacerse con toda la información que pudiese a fin de evitar cualquier catástrofe, alertar al equipo o bien reaccionar como equipo precursor atacante-defensor; sin embargo, lo que ante sus ojos se dibujaron la tomaron por completo incrédula.

¿Un salón comedor?. La joven diosa se paró por completo, rígida y seria ante lo que se abría frente a ellos, cargada de un mal presentimiento que por poco y le rasgaba el vientre de dentro para afuera, pues no podía comprender como un lugar de “reposo” pudiese ser ofrecido en semejante lugar, cuando finalmente lo captó y terminó por soltar un bufido. –Sean sabios al elegir..- se repitió para sí, durmiendo ligeramente los parpados mientras se adentraba al gran salón frunciendo el ceño.

Viró el rostro de un lado a otro notando a sus compañeros muñirse con las “gracias” que el espectro les había ofrecido “cordialmente” notando la peculiaridad de que parecía no haber problema alguno; más ese sentimiento seguía arañándole internamente cual felino caprichoso, advirtiéndole, sacudiéndola, gritándole prácticamente desde lo más profundo de su consciencia.

Le dio la espalda a la gran mesada y comenzó a pasar la mirada por cada una de las paredes y recovecos que con ella formaban la gran cúpula del salón, notando los vestigios de una belleza y ostentosa gala de antaño colgando aún de algunas de las vigas de maciza roca tallada pulcramente encajada en la estructura. Las paredes parecían estar en exceso agrietadas y ciertos marcas extrañas se dibujaban sobre la misma, lo cual hizo que la ya de por sí paranoia que traía se elevara a unos picos un tanto más elevados.

Ladeó ligeramente la cabeza y se dispuso a explorar ignorando el agasajo cuando sintió junto a ella que uno de los Militans, el chico que se había llamar Arashi, se había desplomado en una de las sillas cual feliz comensal a la mesa de un gran banquete de gala. Cerró finamente los ojos y soltó un gran suspiro y estuvo a punto de advertirle cuando cierto susurró casi venenoso se le filtró con pasión y amor descontrolado al oído, acariciándole las paredes del cerebro con una suavidad exótica y hasta casi pecaminosa. Sintió como si ciertos dedos invisibles se pasasen cual sedas contra su fina piel y tirasen de su rostro únicamente para posar sus orbes azul cielo en unas pequeñas, pulposas y jugosas esferitas de brillante color azabache, las cuales cargadas de un enigmático hechizo, en su simpleza la llamaban, la tentaban, la demandaban.

Aldara sintió como sus finos labios cereza comenzaban a secarse junto con su pequeña lengua y garganta, mientras el brillo de aquellas uvas negras destellaban más y más a sus ojos. Tragó con dificultad y parpadeó una y otra vez intentando apartar la idea de su mente, apretó los puños y arqueó fiera una ceja desviando la mirada hacia los demás y luego al gran cuenco de plata que contenía sus codiciadas frutitas.  –No puede ser… Aldara, estúpida.- se dijo a sí misma pasándose la lengua por los labios. Titubeó temblando ligeramente en unos pasos que sintió como si no fueran ejecutados por ella y extendió una de las manos. – ¡Detente! – se decía a sí misma, sin embargo sus finos dedos de afiladas uñas ya se habían hecho con una de las esferitas, la cual ya la habían elevado ante sus enormes ojos de cielo despejado.

Efectivamente era maravillosa, perfecta cual perla y tan sana como solo los viñedos del Lord podrían producir. Llevaba décadas sin probar una de esas y sabía que su lengua se lo agradecería completamente, por lo que lentamente la fue acercando a sus labios mientras la olfateaba, finamente filtró la pequeña lengua al encuentro de la fruta y la saboreó en un tacto sin notar una sola señal de alerta hasta que la introdujo en su cavidad y los dientes le dieron de lleno propiciando una explosión de dulzura infinita, magia y lo que su ergo interno le había advertido, veneno.

Ladeó la cabeza y sin siquiera dibujar una sola expresión de desagrado en el rostro, simplemente se llevó el dorso de la mano a la boca mientras escupía disimuladamente los restos de la uva junto al néctar mórtifero. Ya había tocado parte de sus papilas gustativas e inclusive existía la posibilidad de que se hubiese filtrado ya a su torrente sanguíneo; sin embargo no era motivo de exaltación pues era su castigo por codiciosa e ingenua, sin contar… irracional y poco precavida.

Elegantemente se limpió los labios y elevó la mirada buscando advertir al resto tras salir del ensimismamiento que eventualmente aquella basura de banquete desplegaba en hechizos engañosos cuando los oyó. Las asquerosidades que habían provocado las marcas que había notado anteriormente en las paredes se dirigían con extraños ruidos hacia ellos e inclusive se habían llevado el primer punto atacando a sus camaradas. Aldara viró de golpe el rostro en busca de la coneja y este se llenó de una amargura y molestia sin igual al notar como la pequeña era alcanzada por uno de los deformes animalescos  – Maldición.. – soltó por lo bajo y giró la gunblade en la mano, blandiéndola al momento que sus pies se preparaban para salir rumbo a la Coneja y su atacante; sin embargo un sonido a resquebraje muy cerca suyo desvió su atención haciéndole virar el rostro con apremio.

El joven Militans que se había desplomado en una silla a la mesa, había tomado su trono y lo había lanzado cual arma apocalíptica contra uno de los bicharrajos que había emergído a pocos metros de su posición. – Todo tuyo.- La voz de Orion hizo que ciertos mechones en la nuca se le erizasen al pasar tan cerca suyo haciendo que nuevamente recuperase el frente con su rostro. Aparentemente el chico había logrado atraer la atención de uno de los bichajos, sin embargo la vigorosa coneja le había encajado un ataque exorbitante que el mismo, a pesar de seguir con sus ansias de lucha, terminó rendido a mitad del camino.

Aldara simplemente negó con la cabeza y viró el cuerpo entero girando entre sus dedos su filosa arma.  – Inaceptable… ¿No puedes notar una bestia moribunda de una viva, Ärud? - le dijo sin cambiar el tono profundo y apacible de su voz, mientras se inclinaba ligeramente tensando con gran fuerza la musculatura de sus torneadas piernas. El aura rosada que la había estado envistiendo, cambió el ritmo de su crepitar tornándose casi en una especie de aura mucho más visible y casi eólica, sus claros orbes adoptaron un brillo más intenso y la presión en el aire a su derredor pareció ser sometido a una especie de contrapeso. – Apartate… Rakan…- dijo suavemente al joven frente a ella y casi toda su persona estuviese hecha de luz, se lanzó a gran velocidad contra la bestia, pegando un gran salto para luego girar unas cuantas veces en el aire imprimiendo mayor fuerza y letalidad en un hermoso y perfecto corte a la gran y deforme masa que parecía ser la cabeza del mismo. El filo de su maravillosa gunblade se había impregnado finamente de una capa de aire comprimido que la joven invocó a último momento valiéndose de su afinidad con las huestes eólicas, logrando de esa manera asestar un golpe que no solo se limitó al rango de ataque del sable, sino que aún más amplio. Una especie de llovizna pegajosa y fétida comenzó a emerger del gran corte mientras la mole se movía indómita, completamente furiosa, adolorida y desesperada buscando clavar sus extrañas garras y dientes o lo que fuesen las cosas que traía en la boca, en cualquier ser que pudiese alcanzar.

La joven Custos se apartó un tanto asqueada por el hecho de quedar un tanto empapada con la sangre de la cosa y elevó uno de los brazos hacia ambos militans cercanos. – Ärud, Rakan… apartaos… - les ordenó fijando la mirada en el esperpento analizando cuanto más tendría que desplegar su poder para poder acallarlo, sin embargo el mismo parecía ser un manojo de energías oscuras tan renovables que por un segundo la joven temió que su ataque solo fuese un simple soplido ante su vitalidad.

-Volved con la Terzo y Céline, protejédlas y curád a Usagi si podéis; que a esta basura me la zurro yo…- ordenó girando nuevamente su hermosa arma al aire dejando el filo hacia atrás como si de un enorme cuchillo de asalto se tratase. Por un segundo su rostro pareció iluminarse con cierto aire de juventud renovada y sed de venganza. ¿Pues qué íbamos a decirle?, la cosa esa le había ensuciado y para colmo había tratado de comerse a sus compañeros. Era hora de mostrarle un poco de “diversión” al autoproclamado “Rey” de aquel castillo, cuan fuertes y “agradables” eran los miembros del renombrado Dei Squad.