TRAMA N° 6.0 - RECONSTRUYENDO CHOCOBO - [03/09/15 - 17/08/15]

Dos de los mas poderosos hombres de Lord se habían puesto en el camino del caballero de la muerte, mientras hablaba con el Primo Dei, el demonio fue objetivo de miradas fulminantes por parte del caballero de la muerte, estaba un poco disgustado, nunca furioso ni indignado cualidades mas resaltantes de Arthas, sin bajar la cabeza veía como el efecto de la espada rúnica Frostmourne perdía efecto poco a poco mientras el caballero de la muerte hacia danzar a los pobres aldeanos de Chocobo.

El cabalero de la muerte intercambiaba palabras con el Primo Dei, sin duda un hombre poderoso... pero otra presencia se acercaba, un divino toque de armonía se acercaba, sin duda el poder de un ángel, el demonio se sacudía ante el aura divina que emanaba el ambiente ante la presencia de Master Angelus, otro Custos Dei

Una melodía hermosa y glamorosa invadió los oídos y bendijo el ambiente, al parecer el Custos Dei intentaba deshacer la maldición de la espada, poderosa aunque inútil contra la gigantesca magia de Frostmourne, una hoja runa creada con poderes demoníacos tan antiguos como este mundo. Intentando persuadir al Custos Dei que desistiera el demonio se dirigió a el

- Lo siento mi señor Angelus, pues vera no creo que sea tan efectivo, solo el poder de la hoja runa puede devolverle la voluntad a aquellas almas... ademas el Terzio Dei ya ha retirado el hechizo

Haciendo caso a las ordenes del caballero de la muerte el demonio se dirigió hacia la salida del Valle mientras el caballero de la muerte se despedía del Primo Dei, las acciones había resultado infructíferas y el Rey Exánime se mostraría muy incomodo ante el fallo del caballero de la muerte y el demonio. Ajustando los arneses y subiéndose a los caballos los dos heraldos del Lord y el Rey Exánime se preparaban para su partida

Todo en el valle chocobo se comenzó a ver de una forma algo extraña, el hecho del tipo que iba rodeado de seguidores ignorando al hombre mas fuerte de mundo, Adlet solo hacia estar parado a la espera de una respuesta, la cual parecía dicho hombre no daría, tal vez por la falta de respeto que muchos tenían hacia adlet, y pensar que tantas personas no conocieran ni respetaran al hombre mas fuerte del mundo. Ahí estaba Adlet como un simple monigote sirviendo solo de retraso al hombre que parecía llevar un ejercito de zombies, parecía como si se saliese con la suya, pero no tardo mucho tiempo cuando un grupo de hombres de rango superior a Adlet el mas fuerte del mundo, llegaron a reunirse junto en el punto donde Adlet se encontraba evitando el paso a el ser que quería abandonar el lugar con tantos hombres a su alrededor, Adlet no tenía idea alguna de porque alguien se llevaba una cantidad enorme de aldeanos.
Adlet se quedo de oyente escuchando como las palabras de un hombre de cabellera casi azulada se debatían con las del ser que había esclavizado a los aldeanos del valle, Adlet sabía que en este momento no sería de ayuda, y si no se había armado una batalla antes era por el simple hecho de que se les había ordenado no armar ninguna revuelta en el valle, el objetivo era reconstruir el lugar, ser los albañiles de un pueblo que había sido olvidado un pueblo que necesitaba artesanos, y eso habían venido a hacer todos, al asegurarse que todos los humanos habían sido liberados por arthas, Adlet dejo el lugar y fue a reunirse con sus hombres y el grupo de tres aldeanos, Adlet y sus hombres comenzaban a mover las piedras que habían puesto para cubrir la entrada, si bien no había sido una brillante idea era lo mejor que adlet pudo pensar con el único objetivo de evitar que Arthas se llevase a tantos hombres. –Vicealmirante se consiguió el objetivo?-. Adlet mantenía una sonrisa en su rostro mientras despejaban la salida que habían bloqueado. –claro que si camarada- dijo adlet sonriendo mientras esas piedras se movían y se hacia todo el esfuerzo necesario por dejar libre la pasada.
Adlet y sus hombros estuvieron un buen rato despejando la entrada y asegurándose de que todo había quedado como antes. Aunque ciertas rocas tuvieron que ser reducidas a escombros finalmente quedo libre la pasada y Adlet y sus hombres volvieron al lugar donde todos ayudaban con algo, Adlet no sabía que hacer realmente así que mando a sus hombres a seguir trabajando por el, y a los aldeanos a que volviesen a sus casas.
Durante el camino adlet se encontró con una chica de cabello algo rojizo. Aldet simplemente se dedico a saludar. –Hola… mucho, disculpa sabes donde ocupan de la ayuda de un vicealmirante?- dijo a la chica de cabello entre rojizo y rosa, quien cubría con un manto blanco su rostro. Kou, una capitana la cual nuestro vicealmirante el hombre mas fuerte del mundo no conocía.

Me estaba alertando el echo de que cayeran a mi alrededor muchos edificios y el escuchar como la gente gritaban una que otra cosa. Cerré los ojos un poco asustada. Debería de ir a ayudar a esa gente, pero temía el ser un estorbo. ¿Acaso estaría muriendo gente mientras yo estaba aquí parada? Daría mucha vergüenza que ese fuese el caso y mancharía no solo mi cargo, sino mi apellido. También me sentiría decepcionada de mi misma. Entonces pensé en moverme, pero vi que habían más personas o seres que nunca había visto, a pesar de que parecían la mayoría personas. Estos estaban tratando de socorrer a esa gente

¿Y si no había ningún superior mío por aquí? ¿Tendría que ir a buscarlos yo? No me veía a mi misma el ir por mi propio pie preguntando uno por uno a cada persona que parecía importante. Más bien eso era porque me daba vergüenza el hablar con gente desconocida y sabía que me iba a poner nerviosa o al menos trataría de mostrar mi porte serio. Al final solo me quede ahí, inmóvil, recordando todos aquellos sucesos que presencié al venir aquí. Negué lógicamente varias veces con la cabeza, haciendo que mi cabello fucshia, dividido en dos coletas y unidas por un pasador de oro, se movieran al movimiento de este. No era momento de estar recordando lo anterior, si no de encontrar mis superiores.

Cuando finalmente pensaba ir a alguna carpa, no pude, ya que me detuvo una voz. Cosa que me hizo poner nerviosa y mirar de quien provino esta voz. ¿Estaba preguntando de si sabía quien requería de la ayuda de un Vicealmirante? No sabía si lo decía porque él era uno, o porque quizás era para enviar a alguien, pero si fuese él, seria al primero que conociese. Sin saber evidentemente que Jaina lo es, ya que solo había descubierto el nombre de esta.

Por lo que pude ver, era un chico con el pelo largo de color rojizo y las ropas que llevaba, eran la primera vez que las veía. Evidentemente trate de actuar normal, cosa que como siempre no podía, por lo cual desvié la mirada para no mirarlo de frente. —No lo sé. A-apenas acabo de llegar.— Había tartamudeado sin querer, aun sin devolverle la mirada. —Pe-pero quizás deba de ir donde están cayendo los edificios, quizás ahí necesiten ayuda.— En verdad quizás no necesitan ayuda por la cantidad de gente o seres parecidos a humanos que estaban yendo a cada lado, pero era mejor asegurar. Ya que yo no podía saber que estarían haciendo y ya era suficiente pensar que si iba a tratar de ayudar, solo seria un estorbo.

Desde que habían abierto la carpa, hasta antes de llegar a terminar de poner todos los instrumentos, aparatos y camillas ya empezaron a llegar pacientes. Mayoritariamente aldeanos, pero también algún encargado de reconstruir el valle que ya había sufrido pequeños accidentes. Aun así, la organización dentro de la carpa-enfermería fue excelente. Mientras la mitad los atendía, la otra mitad terminaba de colocar lo que faltaba sacar de los carruajes. Por eso al cabo de poco ya estaba todo a lugar, y los sanitarios pudieron ir atendiendo el número creciente de personas que fue llegando a esa carpa.

La Caduceus de Tempus fue una de las que se encargaron de atender. Curaba las pequeñas dolencias que tenían los aldeanos, aunque sobresalían los efectos de la desnutrición. Anemias, intoxicaciones alimenticias por comer algo en mal estado, bajos niveles de azúcar… Por eso después de hacer todo lo que podía los enviaba inmediatamente a la carpa-comedor que le habían informado que estaba al lado de la suya, para que comieran como era debido. Pocas cosas podían hacer estremecer a la ninfa, pero la situación de aquella gente lo consiguió. ¿Cómo podían seres de la misma especie que aquellos aldeanos haberles provocado tanta desgracia cuándo eran inocentes?
No era momento de pensar aquello. Debía actuar sin pensar en nada más qué les pasaba a las personas que venían a pedirle ayuda.

- ¡Auxilio! ¡Socorro! – oyó que gritaba alguien que acababa de entrar en la carpa. Al girarse para ver quién pedía atención, se percató que se trataba de un aldeano- ¡Mi casa se ha derrumbado y mi mujer estaba dentro!

Kaileena le habló a la enfermera que estaba a su lado ayudándola con el paciente que estaba atendiendo, pero sin dejar de observar al que acababa de entrar.

- Tohru, termina de vendarle la herida, que yo voy a encargarme del que acaba de entrar.

Así que dejó lo que estaba haciendo sabiendo que su compañera lo terminaría. Se dirigió a la entrada y tras asegurarse que aquel hombre estaba bien rápidamente, pidió que lo acompañaran dos enfermeros con una camilla plegable. El aldeano los condujo a unas runas que aun echaban polvo. Se veía que acababa de derrumbarse. No hizo falta llamar a alguien más porque lo que no había visto el hombre fue que antes de derrumbarse su casa, la mujer había conseguido salir por detrás. Pero no fue suficientemente rápida y parte de la pared de la casa le había saltado en forma de piedra y le había dado en la cabeza, ergo la encontraron inconsciente en el suelo.
La Caduceus comprobó sus constantes vitales, y tranquilizó al hombre informándole que su amada estaba bien. Los enfermeros se encargaron de ponerla en la camilla y la llevaron hacia la carpa.

Al entrar Tohru fue directa hacia  Kaileena.
- ¡Caduceus! Vino una mujer con un niño en brazos preguntando por usted… Pero ya se fue.

- ¿Y no le atendieron? –preguntó enseguida la ninfa. Al ver que Tohru palidecía abriendo la boca sin saber qué contestar supo cuál era la respuesta.- ¿Cómo se os ocurre  no atenderla?

Prefirió no seguir hablando porque sabía con la mirada le estaba diciendo todo el enfado que tenía a su compañera, y ella lo había entendido.
No había tiempo. Esperaba que esa mujer con el niño hubiesen encontrado ayuda, pero no podía irse de la carpa otra vez. Había demasiados pacientes allí para descuidarlos.

Giró la cabeza inmediatamente al oír la voz femenina. Al escuchar decirle que era bastante importante, la Caduceus le prestó toda su atención. Estuvo atenta a todas sus palabras, y mantuvo su expresión fría y sería, sin inmutarse cuando le dijo a qué organización pertenecía. No le importaba a ella eso, y menos en esos momentos. Todos estaban allí para reconstruir el valle, y eso era lo importante. Fuesen quienes fuesen antes o después,  ahora eran todos iguales.
Aunque sabía que no todos pensaban lo mismo, por eso tomó la decisión de ir ella a atender a los heridos y evitar la incomodidad a algún otro médico. Además, en la carpa ya estaban todos bien organizados, y ya les había quedado claro que si entraba alguien buscándola a ella en su ausencia, debían atenderlo igual.

- Iré yo misma. –dijo segura y asintiendo hacia la chica. Se dirigió otra vez a Tohru- Avisa al doctor Marte que me voy y que mientras no estoy él se queda al mando de la enfermería.

Dicho eso, no esperó más y se dirigió a la salida. Ahora que salía y estaría rato afuera decidió ponerse la bata blanca de médico para que la reconocieran como tal si necesitaban ayuda. Pero no pensaba cerrársela ni muerta. Ya ponérsela le ponía nerviosa, cerrada le agobiaba. Pero debía hacerlo. Igualmente cogió un maletín que tenían para si tenían que moverse y atender a distancia.
Le aguantó la puerta a la chica y esperó a que saliese.

- Te sigo –le dijo.

Y así lo hizo. Estuvieron andando cruzando todo el valle. Pasaron por diferentes casas y edificios en runas ya. También vieron varios grupos que ya estaban participando en la reconstrucción de forma rápida y efectiva. Kaileena herido que veía, le revisaba y lo atendía. Aunque la mayoría los envió a la carpa, pues no podía entretenerse mucho. Sí los heridos de los que había hablado la chica realmente no se podían mover, había la posibilidad que estuvieran en un estado grave.
Por eso, aunque el valle fuese grande, tardaron poco en atravesarlo, pues anduvieron con paso rápido y con pasas largas. El viento hacía volar su bata, igual que su pelo, y eso le molestaba, pero no podía pensarlo ahora mismo.

Vio que habían llegado al lugar porque la chica se detuvo. Estaban en un campamento lleno de gente que supuso que eran los rubinus. A unos metros de la chica había una pareja sentada en una caja: otra chica que no conocía y… Akatsuki. La ninfa no pudo evitar levantar una ceja como respuesta a la ironía de la situación. Le hizo gracias,  pero ahora no era momento para reírse.

- Hola Akatsuki- le saludó con una venia. Se fijó que el estado tanto de él como el de la chica no era bueno (aunque el de él era peor).Pero prefirió no acercarse más recordando el aviso que había recibido del macho por su desagrado por los médicos. Miró a la chica que le había llevado hasta allí- ¿Son estos los únicos heridos o hay más? ¿A quién atiendo primero?

El dragón de cabello dorado mantuvo su ceño fruncido por un buen rato observando al menor con notable enfado, su mujer por aquel momento no dudó en colocar sus manos sobre las mejillas del muchacho logrando que este apretara aún más sus dientes. Aquel corte prácticamente no le dolía en lo más mínimo, era su orgullo magullado lo que más molestaba al dragón en aquella situación. Un simple y corriente niño había conseguido hacerle sangrar, vaya insulto para un orgulloso dragón de alta cuna y sangre noble como él.  De cualquier forma sabía que sus órdenes no eran asesinar a los aldeanos sino ayudarlos, por lo que tendría que controlar su temperamento durante algún tiempo.

-Bien! Lo dejaré en paz –Musitó el rubio cuando el caduceus curó su herida, por alguna extraña razón se había calmado un poco en aquel momento.

–Pero recuerda esto niño, si no quieres que los revolucionarios o el gobierno mismo vuelva a destruir tu pueblo tendrás que hacerte fuerte. Claramente ahora no eres más que un enclenque mal educado sin renombre alguno. –Musitó el muchacho totalmente confiado al pequeño niño que aún le miraba desafiante.

–Entrena duro y hazte muy fuerte, y cuando lo seas rétame a una batalla en el coliseo. Ese día te demostraré que puedo hacer papilla incluso al humano más fuerte de todos. –Afirmó el semidragón que solo se sintió satisfecho al observar cierto enojo de parte del menor.

Él por su lado únicamente se dedicó a mostrar sus colmillos en una sonrisa mientras dejaba escapar una bocanada de humo y observaba a una extraña muchacha acercarse a ellos. Al parecer era bastante alta, incluso era al parecer unos cuantos centímetros más alta que el cosa que no era común de ver, aunque claramente esto pasaba desapercibido si se tenían en cuenta sus alas negras y los inmensos cuernos que llevaba sobre la cabeza. Aunque no llegaban a quedar del todo mal con ella. De cualquier manera la joven de  ojos dorados pareció dirigirse a Derek más que al resto, al parecer las cosas estaban difíciles y realmente había mucho por hacer por lo que el Capitán General decidió que lo mejor sería dejarles trabajar.

-Reila y yo nos dirigiremos a ver a nuestro ministro para recibir nuestras ordenes, volveremos en un rato a darles una mano. –Musitó el muchacho mientras tomaba la mano de su esposa y le daba una honda pitada a su cigarrillo.

Tras un poco de caminata el ambos militares llegaron hasta la zona del campamento mayor donde supuestamente se reunirían los ministros, siendo sincero no le importaba tener que trabajar sin orden alguna ya que estaba acostumbrado a ello en Chaos donde solía tener gran libertad como Gladius. Pero ahora llevaba el cargo de Capitán General del ejército de justicia en Spatium y debía actuar como tal, por lo que lo correcto era buscar a su ministro y presentarse ante este.

No fue difícil encontrar al mismo, este parecía estar dándoles indicaciones a varios soldados de brigada que le acompañaban. A su lado parecían estar también la Caduceus Alba y El general Ayato por lo que el capitán general se acercó lo suficiente y cuando por fin estuvo frente a este le saludó con un marcado y elegante seño militar de la más alta curnia.

-Ministro… Estamos a sus órdenes  –Musitó el  rubio observando a su esposa con tranquilidad.

– Si me permite decirlo… Hace unos momentos nos encontrábamos con otro de los caduceus llamado Derek, creo que apoyar en el campo de los heridos sería una buena opción señor. Tienen mucho trabajo y les vendría bien una mano. –Afirmó el muchacho con tranquilidad observando a su superior con tranquilidad mientras esperaba respuesta por su parte.

Por lo que comprobó, la elfa no estaba demasiado herida aunque tenía algunas magulladuras que ya se revisarían en el campamento. Le ofreció sentarse nada más llegar, a la vez que les comunicaban la extraña noticia. Él se adelantó para ver lo que querían decir, pero no fue necesario acercarse: Los demás custos dei parecieron encararse con su compañero para hacerle abandonar esa idea descabellada. Apenas reconoció el rostro de aquel militar con el que había hecho la simulación de armas, Kvothe. Las gafas eran el elemento que le había permitido reconocerle, pero cada uno iba a su tema y tardaría demasiado en llegar hasta él. La situación se dio por resuelta, las personas que estaban reunidas comenzaron a disgregarse entre todos los puestos de auxilio que se habían establecido.

Volvió a sentarse junto a la drow. No tenía nada que hacer por ahora más que esperar a descansar un poco y seguir revisando otros lugares, aunque como había dicho, primero quería comer aunque a él no le alimentara, sí que le calentaba por dentro y eso siempre se agradecía. También quería eso para que todos los que estaban ahí de un lado para otro, pudieran tomarse un descanso y hablar todos sobre cómo iba la situación. Los que se encargaban de cocinar para el campamento ya estaban manos a la obra y le dijeron a Akki que en poco rato comerían primero los enfermos y la gente rescatada y luego ellos. Les dio su aprobación y luego dio un suspiro. Se sentía un poco fatigado y poco a poco, cuanto más se relajaba, empezaba a sentir dolor.

-Como el gobierno ya se está encargando de sacar a la gente, después iremos a quitar escombros para poder edificar.

Le sonrió, cuando estaba con ella le salía mucho más natural, incluso en un páramo desolado y lleno de sufrimiento como lo era este. Estaba en proceso de coger una mano cuando le cayó una bola de nieve a la cabeza y a continuación se escucharon unas risitas. Bufó y se sacudió el pelo con esa misma mano, además de limpiarse la cara: Atenea acababa de pasar por ahí para eso. No le hacía ninguna gracia, pero no iba a hacer una montaña de un grano de arena, tenía cosas más importantes en las que centrarse que en un juego de niños. Pasaron unos largos minutos en los que Akki le contó un poco por encima cómo conoció a Atenea y por qué se llevaban tan regular. Casi al terminar, divisó que Atenea regresaba con una mujer a la que conocía: Se levantó para saludarla.

-Buenas Kai.- Saludó inclinando ligeramente la cabeza, en lugar de devolver la venia. -Hay bastantes personas. Puedes empezar por ella. -Señaló a Karura con una mano. -Iré avisando mientras a los demás de que ha llegado un Caduceus. Gracias por venir, me alegro de volver a verte.

Era consciente de que había repetido mil veces que no quería contacto con los miembros del gobierno ese día, pero Kaileena era amiga suya y era inevitable que no sintiera desagrado por su presencia, no tanto así de los demás desconocidos. Se alejó de ambas mujeres, aunque en ningún momento las perdió de vista: Las estaba vigilando mientras informaba a los demás Rubinus de que se portaran bien con la doctora que prestaba su ayuda, al fin y al cabo, el orgullo no podía sobrepasar la importancia de las vidas de la gente. Les haría quedar muy mal a todos que solo por no querer hablar con médicos profesionales, se les muriese la mayoría de aldeanos. Los pacientes más graves se sintieron esperanzados ante la noticia de tener a alguien que supiera más que los médicos que todavía no habían terminado ni la carrera, pero que ayudaban como podían.

El hombre mas fuerte del mundo llamado así por el mismo, Adlet Muzule Maier, el hombre mas fanfarrón del mundo quien no podía dejar de llamarse así mismo el hombre mas fuerte del mundo. Adlet miraba atentamente a la chica que estaba frente a el su cabello de color fucsia y unos ojos del mismo color de su cabellera, la piel de la chica, todo de ella le recordaba a una sola persona, esa persona que tanto había querido Adlet, le recordaba a su familia y sobre todo a su Madre, mirando perdidamente el cabello de la chica adlet cayo en un estado de recuerdos como si el mismo estuviese en un estado de shock mental, los ojos del vicealmirante no se movían y la tonta sonrisa que siempre mantenía estaba petrificada mientras su mente lo llevaba a los lugares mas recónditos del pensamiento, esos recuerdos que el vicealmirante tanto se había esforzado por destruir.

Los pensamientos de Adlet habían roto momentáneamente su conexión con el mundo, era como el narcoleptico  que al caer inducido por el sueño perdía total conexión con el mundo entrando en un letargo, así se encontraba el hombre mas fuerte del mundo inducido en un letargo mental mientras sus petrificados ojos miraban fijamente a la chica de cabellera fucsia que indirectamente había llevado al mas fuerte del mundo a su propio letargo mental.


***recuerdos***

El viento soplaba de la forma mas fresca posible acariciando el rostro del niño de cabellera rojiza mientras los sonidos de la espada de su padre blandiéndose una y otra vez hacían reír al niño de cabellera roja, su padre practicaba con la espada mientras los olores mas deliciosos de la vida inundaban la nariz del niño que en el futuro se haría llamar el mas fuerte del mundo, El hombre quien blandía su espada había sido también victima de los suculentos olores que el arte culinaria de los ingredientes y especias podía causar a los alrededores, ambos eran objeto de esos olores que tanto disfrutaban y su estomago comenzaba  a suplicar por la comida, padre e hijo esperando como buenos niños la comida de la hermosa mujer de cabellera Fucsia que tanto amor ponía al momento de realizar los platos mas suculentos para su adorada familia.

La voz del niño de cabellera roja simplemente decía. –Gracias mami- cuando llevo a su boca el primer bocado y mastico el mismo con detenimiento y de gustando la comida de la forma mas exquisita que podía probando de forma lenta los bocados, niño como padre hacían lo mismo y no tardaron ambos en expresar sus sentimientos desde lo fondo de su corazón  -aaah delicioso!- expresaron con entusiasmo y una sonrisa en su rostro cuando ambos comenzaron a devorar bocado tras bocado esa preciosa comida que tanto adoraban y había sido preparada por la mujer que mas les amaba en la vida, la señora maier, la madre de Adlet.


Después de una buena comida Adlet y  sus padres se quedaban ha hablar mutuamente, hacer reír al niño de cabellera roja y sobre todo a disfrutar esos hermosos momentos de la vida, esas pequeñas cosas de la vida saber disfrutarlas era lo que siempre sacaba una sonrisa en el rostro de los padres del niño que algún día se llamaría a si mismo el mas fuerte del mundo. Adlet jamás fue un niño que demostrara tener un futuro brillante o estar dispuesto a luchar, jamás pensó que perdería todo lo bueno que tanto disfrutaba y desearía algún día tomar venganza, mucho menos llamarse el mas fuerte del mundo.


Los recuerdos de Adlet lo tenían sumamente perdido ni siquiera noto cuando uno de los hombres de adlet llego a llamarlo. –vicealmirante Adlet, ocupamos su ayuda- comento el hombre de adlet pero adlet seguía perdido en ese letargo con sus ojos clavados en la chica y recordando a su familia.

**aun en el recuerdo**

Adlet jamás llego a pensar que Sus padres fueran unos asesinos, jamás pensó que el hecho de haber arrebatado vidas les llevaría a separarse de su amado hijo, jamás pensaron que todo acto tiene consecuencias, en lo recóndito de la mente de adlet el recuerdo ya había llegado a ese momento a recordar la muerte de sus padres.


Un sonido interrumpía la alegría en el hogar de los Muzule, el mismo no cesaba y tocaba constantemente la puerta, Los padres de Adlet ocultaron al chico en un armario, el mismo no pudo evitar dejar abierta un poco la puerta y ver como todo se desarrollaba, si tan solo Adlet hubiese cerrado la puerta hubiera ahorrado tener que vivir con el trauma de ver con punto y coma la muerte de sus padres, un sonido como si de algo hubiese sido arrancado se escucho en el hogar, la puerta de la caza había sido arrancada un hombre subía por las  gradas, y los padres de Adlet sostenían espadas en sus manos, al encontrarlos el hombre Los padres de adlet se abalanzaron al combate y el demonio de rapidos movimientos llego a esquivarles, no portaba arma alguna, simplemente una fuerte descarga eléctrica fue suficiente para matar a los padres de adlet, el pobre niño lloraba desde adentro, no podía evitar el llanto ver tal escena era suficiente para el, sentía odio, mucho odio pero no quería morir, el demonio abandono el lugar y adlet se quedo a llorar a sus padres.


***Frente al hombre que seguía a adlet y kou***

Adlet sostenía sus cabellos rojos y pronunciaba –padre…. Madre….como pude….- sus palabras salían por si solas no podía controlarlas, el joven seguía inmerso en recuerdos.


***aun recordando***

Ahora adlet sostenía un palo de madera cubierto con esponja a su alrededor, su cuerpo se veía esquelético parecía una calavera, un simple chico desnutrido y desamparado, frente a el viendo a un señor de edad mayor a la suya. –entrename- . dijo con voz enfadada el niño desnutrido, el señor de edad fue directo y cortante. –no- el señor se dio la vuelta y continuo su camino. Adlet comenzó a llorar y simplemente exclamo. –por favor…. Debo recuperar lo perdido debo vengar a mis padres… debo- todo su rostro estaba lleno de lagrimas, el señor de edad se volteo y camino hacia adlet y sin mas dejo ir una patada directa al estomago de adlet, sacando todo el aire dentro del joven. –sonríe!- adlet no podía seguir la orden el aire había imposibilitado las acciones del niño. Y otra patada mas fuerte que la anterior llego al chico. –sonríe, quieres ser mas fuerte sonríe!, lo perdido perdido esta, todo acaba cuando dejas de sonreír- el chico recibió otra patada fuerte, y una pequeña risa torcida se dibujo en su rostro, parecía mas una risa forzada que una verdadera, otro golpe fue conectado en el cuerpo de adlet. –A eso llamas risa!?, Rie mas!- dijo el señor de edad quien no dejaba ver sus brazos, solo sus veloces pies que conectaban en el chico, mientras este comenzaba a intensificar su sonrisa. –Aquellos que son capaces de sonreír en momentos de desesperación al borde de la muerte, momentos donde nadie sería capaz de mantener la cordura esos son los mas fuertes de todos!- dijo el hombre quien conectaba las patadas en adlet una tras otra vez.


**fin de recuerdos***


Los recuerdos de Adlet finalmente fueron interrumpidos por una persona el hombre que acompañaba a adlet. –Vicealmirante!- exclamo el hombre quien rompió la conexión de adlet con sus recuerdos, Adlet inmediatamente recupero su sonrisa en su rostro. –eh perdón, si creo que ire a ayudar por haya- comento el hombre mas fuerte del mundo a la chica, la verdad adlet no quiso decirle que por recordar su vida no le había prestado atención. Adlet siguió a su hombre al lugar de los derrumbes donde había mucha acción, adlet se quedo parado en el lugar y no tardo en correr a rescatar a una pequeña niña que estaba atrapada entre los escombros de un edificio. –pequeña mírame- dijo aldet viendo a la pequeña quien lloraba y lloraba de dolor. –anda sonríe- dijo adlet a la niña quien no podía hacerlo. –duele!- exclamo entre llantos la niña, adlet sonrió y comenzó a hacer caras chistosas a la niña quien finalmente cedió y comenzó a reír. –Bien ahora pondré un pequeño explosivo tranquila, no te hara daño- comento el hombre mas fuerte del mundo. Adlet coloco un explosivo entre la roca mas grande que aterraba a la chica, y esta no tardo en explotar y reducir a diminutas piedras la existencia de la misma, adlet logro liberar a la chica cargándola entre brazos. –te llevare a un doctor- comento adlet caminando en busca de un doctor. –ayuda, necesito un doctor- comento adlet en referencia a la niña que cargaba entre brazos.

Las personas que tenían heridas leves, eran curadas rápidamente, pudiendo abarcar a más pacientes en estados de alerta: La mayoría por hipotermia o desnutrición. Habían pocos que tenían fracturas muy graves o que necesitasen cirugía, ya que cuanto mucho habrían recibido golpes de escombros, pero no habían balas ni proyectiles que pusieran en peligro los órganos vitales. Aún estando en mal estado, no veía riesgo mortal si les ayudaba, por lo que lo peor de todo, no era la gravedad sino la cantidad de personas que le iban trayendo. Estaba a muchísimas cosas, pero aún así llegó a poder despedir a Jhon y a Reila, asintiendo respecto a que había comprendido que se iban a ver al ministro. Acababa de terminar de vendarle el brazo a un hombre mayor cuando una mujer le pidió con preocupación que revisara a una niña que llevaba entre los brazos.

-Ahora mismo, señorita, no se preocupe.

Derek se levantó y la sostuvo con delicadeza. Tenía los labios morados y la piel pálida, además de fría. Estaba en una fase tardía de hipotermia, como muchos otros, aunque no habían llegado a caer inconscientes. Estaba mal nutrido y con las ropas rasgadas, era una suerte que estuviese vivo todavía. Derek buscó mantas que estaban sin usar para envolver a la pequeña y luego frotó por encima con las manos, para transmitir calor por fricción. Le pidió a la Secondo Dei que pidiera comida caliente para todos los que pudiera, ya que él quería evitar irse de un lado a otro y dejar solos a los enfermos. Para cuando recobrara la consciencia, al comer se recuperaría antes y mataba dos pájaros de un tiro.

-Te vas a poner bien.

Recostó a la pequeña y siguió con otra persona, sin perder de vista a ninguno de sus pacientes. Realmente Derek estaba saturado, tenía ahí como a veinte personas y seguían llegando casi creando una fila infinita ¿Lo peor? Estaba él solo. No tenía cien manos para poder curarles a todos a la vez y el tiempo le apremiaba, la gente se impacientaba, sentía dolor y querían ser calmados cuanto antes. Él hacía todo lo posible por darse prisa, pero haciendo bien las cosas. De repente escuchó los gritos de alguien que pedía un médico y se sintió en la obligación de llamarle la atención para que se acercara a él, a pesar de que no podía con lo que tenía. Los dos niños ayudantes que tenía, empezaban a cansarse, además tenían hambre y sueño.

-¡AQUÍ, AQUÍ!- Levantó una mano, en dirección a Adlet. -Madre mía ¿¡Dónde está el equipo!? No puedo yo solo.

Estaba saturado, no sabía dónde diablos estaban los demás Caduceus ni los equipos médicos que tenían que llegar con el ejército. Todos se le iban a él y Derek hacía lo que podía. Se empezaba a quedar sin mantas y eso era un problema, necesitaba más ropa de abrigo para tanta gente. Por suerte las vendas no eran un problema y mientras esperaba a que vinieran otros compañeros a echarle una mano, curaba algunas fracturas leves.